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Sócrates y la cicuta
Basilio A. Kotsias
Instituto de Investigaciones Médicas Alfredo Lanari, Facultad de
Medicina, Universidad de Buenos Aires
En el juicio a Sócrates desarrollado en Atenas en el año 399 a.C,
los fiscales Anito, persona poderosa en representación de políticos
y artesanos, el orador Licón y el poeta Melito, acusaron al filósofo
de negar la existencia de los dioses de la ciudad, obrar contra sus
leyes y subvertir a la juventud. La crítica a Sócrates iniciada un
cuarto de siglo antes por Aristófanes con su comedia Las Nubes
predispuso al pueblo en contra de Sócrates. A esto contribuyeron la
adhesión y amistad de Sócrates con líderes políticos oligarcas e
incluso traidores a Atenas como Alcibíades –a quien en una ocasión
lo había salvado de la muerte– y su desinterés en la vida
pública; de todas maneras en la guerra del Peloponeso había
demostrado ser valiente hoplita en numerosas batallas entre Atenas y
ciudades vecinas. La culpabilidad fue decidida por 280 votos contra
220 y Sócrates, condenado, planteó él mismo la pena con paradójica
ironía. Consideró que dado que la ley ateniense disponía que fuera
castigado, proponía que se lo recompensase y honrara públicamente.
Los jueces, irritados, lo condenaron a muerte por 360 votos contra 140
votos que aceptaban la propuesta del acusado1. Sócrates, que tenía
70 años, fue encarcelado y pocas semanas después debió beber una
copa conteniendo cicuta, sustancia sinónimo de veneno, palabra
incorporada definitivamente al lenguaje popular y cotidiano y
denominación de una sociedad de los EE.UU. (hemlock es el nombre
inglés de la cicuta) que promueve el suicidio asistido a enfermos
terminales; sus fundamentos, directivos, cursos e información pueden
ser obtenidos en Internet.
Nombrar a la cicuta nos devolverá la imagen de Sócrates y es el
punto de partida de este editorial: ofrecer una explicación acerca de
su muerte. La inducción al suicidio mediante la cicuta era un método
común en la antigüedad, varios autores, Andocides, Diódorus y
Lisias2 la mencionan en sus obras; escasos nombres de las víctimas
del veneno se han registrado aunque sabemos que centenares de
ciudadanos fueron ejecutados de este modo durante el breve régimen de
los Treinta Tiranos y durante el gobierno que lo derrocó. La cicuta
tuvo otros usos. Fue empleada como solución final en épocas de
hambruna y es así que Estrabón (63 a.C-21 d.C, citado en Diógenes
Laercio) refiere que en la isla de Ceos o Zea (pertenecientes a las
Cícladas) los hombres mayores de 60 años eran obligados a tomarla
(por el bien común) en un sacrificio tendiente a que los alimentos
fuesen suficientes para el resto de la población. En el siglo pasado
fue empleada como antiespasmódica y sedante nervioso y por esto se
aconsejaba su uso como antídoto para la estricnina. Aún ahora se usa
en la medicina herbolaria aunque sólo adquirible «con receta médica
o por prescripción médica o como veneno»3.
La cicuta es una planta silvestre de 1-2 metros de altura, Conium
maculatum es su nombre científico. Pertenece a la familia de las
Umbelíferas, especímenes cuyas flores, al nacer todas de la misma
zona del tallo y elevarse a similar altura, toman la forma de un
quitasol o sombrilla. De esto último el nombre de la familia, a la
que pertenecen el hinojo, la zanahoria, el anís y el perejil; las
hojas de este último parecidas a las de la cicuta. Se puede
distinguir a la cicuta por el olor penetrante y fétido de las hojas,
especialmente cuando son frotadas, semejante al de los ratones.
El principio activo de la cicuta es la conina, un alcaloide derivado
de la piperidina con efectos neurotóxicos. En los animales, los
signos clínicos de la intoxicación son debilidad muscular,
incoordinación, temblor, agitación nerviosa y muerte por depresión
respiratoria; constituye un problema sanitario en medicina veterinaria
por las deformaciones fetales y la disminución en la fertilidad que
produce la ingesta4. En el ser humano produce además cuadros graves
de rabdomiolisis y falla renal por necrosis tubular5.
Si bien los griegos conocían diversos venenos, la cicuta era el
veneno oficial. El verdugo preparaba la poción, triturando la planta,
cociéndola ligeramente y mezclándola con vino. Otra digresión. El
veneno no siempre resultaba efectivo y en ocasiones los verdugos se
quedaban cortos con las dosis preparadas. En la ejecución del general
Foción, al término de la guerra entre Atenas y Macedonia en el 317
a.C. nos enteramos por Plutarco6 que el verdugo solicitó un pago
extra para suministrarle la segunda dosis de cicuta, dinero que los
amigos del condenado aportaron para apresurar el final. Séneca
también apeló a la cicuta, sin éxito, para luego de sucesivos
intentos de abrirse las venas y morir desangrado en una tina de
baño7.
La descripción de los signos sensitivos y motores que la cicuta
ocasionó a Sócrates la hallamos en la escena final del Fedón o Del
Alma, libro de Platón que lleva como título el nombre de uno de los
discípulos y amigo que asistió a Sócrates durante los cuarenta
días de prisión en la cárcel de Atenas8. Platón redactó el Fedón
8 años después del juicio y en base a los testimonios de los
discípulos y amigos que presenciaron la agonía del maestro ya que
para ese entonces Platón se había refugiado en una ciudad vecina.
Sobrio y digno, Sócrates por última vez interroga al verdugo sobre
lo que debía hacer después de tomar el veneno. El verdugo le
aconseja que una vez que hubiese bebido la cicuta caminase hasta
sentir sus piernas pesadas y posteriormente acostarse. Sócrates
solicita efectuar una libación en honor de los dioses, no es
autorizado, pues para esto debía derramar una alícuota del veneno y
bebe lo que se le ofrece. Tiempo después el verdugo le examina las
piernas y, al apretarle fuertemente un pie, Sócrates le responde que
ya no siente nada; el verdugo, una vez más, le advierte que la muerte
llegará cuando el frío alcance el corazón. Paulatinamente el cuerpo
de Sócrates se paraliza y se va poniendo frío; solicita que se
sacrifique un gallo al dios Esculapio, ya que la muerte lo libraba del
sufrimiento y fallece rodeado de familiares y amigos (surge ante
nosotros el cuadro de David). Critón, uno de ellos, le cierra los
ojos y la boca. Hasta aquí el Fedón.
Ahora sabemos que la conina es un agonista de los receptores
nicotínicos, localizados en los ganglios del sistema nervioso
autónomo, en la unión neuromuscular y en el sistema nervioso
central9, 10. La nicotina, otro alcaloide, los activa, no así la
muscarina y de esto su nombre. La estructura de estos receptores ha
sido esclarecida gracias a la presencia de enorme cantidad de ellos en
tejidos de especies exóticas como las del pez eléctrico (Torpedo
marmorata) por el descubrimiento en venenos de serpientes (cobratoxina
y bungarotoxina) de sustancias que se unen en forma muy específica a
estos receptores y por el empleo de anticuerpos monoclonales dirigidos
contra las diferentes subunidades de los receptores11.
Los receptores están constituidos por cinco subunidades, dispuestas
alrededor del canal iónico y con dos sitios de unión para el
neurotransmisor natural, la acetilcolina (Ach) y otros agonistas. En
la unión neuromuscular y en los ganglios autonómicos, los receptores
nicotínicos al ser activados provocan la apertura del canal iónico
permitiendo el pasaje de cationes, Na+ y K+ por su gradiente
electroquímico. De este modo se despolariza la membrana
postsináptica, posibilitándose la transmisión de la señal
proveniente de la terminal nerviosa. El papel de estos receptores en
el sistema nervioso central no es claro. El canal iónico es en este
caso también permeable al calcio, ubicándose tanto en las membranas
pre y postsinápticas, en el soma de las neuronas y en los axones,
dato que sugiere un papel en la regulación de la secreción de otros
neurotransmisores y en la transmisión de impulsos sensitivos12. El
hecho de que existan diversos tipos de receptores, producto de
subunidades codificadas por varios genes, aumenta tanto la complejidad
de su estudio como la dilucidación de sus funciones13, 14.
El mecanismo de activación de los canales nos permitirá dar cuenta
de algunos de los efectos de la cicuta. Dos estados del canal, abierto
(O) y cerrado (C) representan los niveles de conductancia que podemos
medir, un lenguaje binario del tipo on (abierto o activado)- off
(cerrado) con un bit de información. Ahora bien, en los receptores
nicotínicos, la exposición prolongada a la Ach, inhibiendo su
hidrólisis, por ejemplo, provoca la desensibilización de los
receptores y en este caso deben transcurrir segundos o aún minutos
luego de la eliminación de la Ach para que retornen a sus estados
potencialmente excitables (cerrado-abierto). Esta es una forma de
protección ante la estimulación excesiva de la terminal nerviosa. El
estado desensibilizado es similar a la inactivación que observamos en
los canales activados por voltaje, en los que la célula debe
repolarizarse para que puedan ser nuevamente activados.
Recordemos que en condiciones fisiológicas la Ach liberada por la
terminal nerviosa es hidrolizada por la acetilcolinesterasa, una
enzima adosada a la membrana postsináptica. Su rápido tiempo de
ciclado, aproximadamente 25.000 moléculas de Ach hidrolizadas en un
segundo, permite la acción del neurotransmisor sólo por un
milisegundo. De este modo la sinapsis puede transmitir la señal de
potenciales de acción a alta frecuencia sin que se desensibilizen los
receptores. Ahora podemos entender que una dosis grande de agonistas
de los receptores nicotínicos que carecen de un sistema de
hidrólisis local, como la cicuta de Sócrates, estimularán a los
receptores y esto será seguido por una abolición de la respuesta. Si
la desensibilización se produce en la unión neuromuscular tendremos
parálisis de los músculos voluntarios, trastornos vegetativos por la
falta de respuesta en los sistemas simpático y parasimpático si son
afectados los ganglios correspondientes (como con la utilización de
gangliopléjicos) y probables trastornos en la transmisión de los
impulsos a nivel del sistema nervioso central. Vemos de esta manera
que la descripción de la muerte de Sócrates es aproximada a lo que
sabemos acerca de la cicuta.
La desensibilización sería la responsable de la acción paralizante
de la nicotina y la lobelina y de los relajantes despolarizantes como
la succinilcolina. Podría ser importante además en la tolerancia a
la nicotina observada en los fumadores crónicos y en los síndromes
miasténicos congénitos, en los que la perseverancia de la Ach sobre
el receptor lleva fácilmente a la fatigabilidad de los músculos
estimulados15.
La excusa de nuestro artículo fue el trágico proceso que condujo a
la muerte de Sócrates. El filósofo no dejó ningún escrito –digamos
que en nuestros días, estaría académicamente muerto– y sus
pensamientos e ideas fueron elaboradas por sus discípulos. Su
martirio y la relación simbiótica con el genio de Platón lo
convirtieron en un santo secular y su muerte es una mancha en la
reputación de Atenas, ni la primera ni la última, debemos decir.
Tomamos otros ejemplos. La multa de 50 dracmas a Homero por
considerarlo loco, la condena por herético a Anaxágoras en época de
Pericles1, 7 y la exclusión de los escritos de Demócrito y Homero
por Platón en su pensamiento de estado ideal propuesto en La
República. Los atenienses se arrepintieron del juicio a Sócrates y
los fiscales se convirtieron en chivos expiatorios. Anito murió en el
exilio. De Licón nada se supo y Melito, quien había actuado en
representación de los poetas, fue condenado por calumniador. En esa
oportunidad los atenienses no apelaron a la cicuta sino a la
lapidación del oscuro poeta.
Bibiografía
1. Laercio D. Vidas de los filósofos más ilustres. Libro 2.
Buenos Aires, Espasa Calpe, 1949.
2. The Perseus Project, http://www.perseus.tufts.edu, Junio, 1998.
3. Wren RC. Nueva enciclopedia de Medicina Herbolaria y preparados
botánicos. Traducción castellana de E. Möller de Potter’s New
Encyclopedia of Botanical Drugs (1989). México DF: Grijalbo; 1994.
Tomo II, p 184.
4. James LF, Panter KE, Nielsen DB, Molyneux RJ. The effect of natural
toxins on reproduction in livestock. J Anim Sci 1992; 70: 1573-9.
5. Rizzi D, Basile C, Di Maggio A, et al. Clinical spectrum of
accidental hemlock poisoning: neurotoxic manifestations,
rhabdomyolysis and acute tubular necrosis. Nephrol Dial Transplant
1991; 6: 939-43.
6. Plutarch’s Lives. New York, Modern Library, s/f.
7. Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano. Barcelona, Montaner y
Simón, 1912.
8. Platón. Apología de Sócrates, Critón, Fedón, Gorgias.
Traducción castellana de T. Meabe, París, Casa Editorial Garnier
Hnos, s/f.
9. Cooper JC, Gutbrod O, Witzemann V, Methfessel C. Pharmacology of
the nicotinic acetylcholine receptor from fetal rat muscle expressed
in Xenopus oocytes. Eur J Pharmacol 1996; 309: 287-98.
10. Forsyth CS, Speth RC, Wecker L, Galey FD, Frank AA. Comparison of
nicotinic receptor binding and biotrans-formation of coniine in the
rat and chick. Toxicol Lett 1996; 89; 175-83.
11 Lindstrom J. Monoclonal antibodies to nicotinic acetyl-choline
receptors. Neurotransmissions 1996; 12: 1-4.
12. Puttfarcken PS, Manelli AM, Arneric SP, Donnelly-Roberts DL.
Evidence for nicotinic receptor potentially modulating nociceptive
trnasmission at the level of the primary sensory neuron: studies with
F11 cells. J Neurochem. 1997; 69: 930-8.
13. Colquhoun lM, Patrick JW. Pharmacology of neuronal nicotinic
acetylcholine receptor subtypes. Adv Pharmacol 1997; 39: 191-220.
14. Wonnacott S. Presynaptic Ach receptors. Trends Neurosci 1997; 20:
92-8.
15. Jones MV, Westbrook GL. The impact of receptor desensitization on
fast synaptic transmission. Trends Neurosci 1996; 19: 96-101.
Fig. La cicuta, la estructura de la conina y un esquema
simplificado de los tres estados del canal iónico asociado al
receptor nicotínico. Al unirse con dos moléculas de acetilcolina
(Ach) en el estado cerrado (C), el receptor se activa produciendo la
apertura del canal (O) y el flujo de iones Na+y K+ a través de la
membrana antes de cerrarse. Curiosamente es en esta configuración que
la Ach se disocia del receptor y su concentración en la hendidura
sináptica decae rápidamente por la hidrolización por la enzima
acetilcolinesterasa (AchE). De esta manera el receptor no vuelve a ser
activado por Ach remanente en la hendidura. Si la concentración de
Ach permanece elevada o se emplean agonistas no hidrolizados, el canal
se desensibiliza (I) al quedar bloqueado el poro por un segmento
móvil del canal (círculo lleno). No es claro si este tercer estado
cinético puede provenir del abierto o del cerrado o de ambos.
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