|
|
||||||
|
|||||||
EUTANASIA Y SUICIDIO ASISTIDO
LA EUTANASIA Y EL SUICIDIO ASISTIDO EN LA ARGENTINA Y EN OTROS PAISES PABLO PRZYGODA Servicio de Clínica Médica, Hospital Italiano, Buenos Aires Key words: euthanasia, assisted suicide, medical ethics Resumen Las prácticas relacionadas al fin de la vida de pacientes terminales se han ejercicio por miles de años y existen fuertes argumentos que apoyan o se oponen a las mismas. Los que las defienden sostienen que un paciente terminal tiene derecho a imponer su autonomía para eximirse de sufrimientos extremos provenientes de una enfermedad terminal; los que se oponen dicen que provocar la muerte de un paciente terminal no es ético ya que esto se contrapone con los principios fundacionales de toda sociedad y también con los de la práctica de la profesión médica. En los últimos años la discusión se ha intensificado en muchas partes del mundo luego de la legalización de la eutanasia y el suicidio asistido en algunos países. En la Argentina estas prácticas son ilegales aunque existe evidencia de que las mismas se llevan a cabo en nuestro país. No obstante lo previo, la discusión pública de las prácticas relacionadas al fin de la vida de pacientes terminales es muy escasa en la Argentina. Es necesario comenzar un profundo debate acerca de cuáles deben ser las respuestas de la sociedad y de los médicos ante pacientes terminales que piden la muerte. Abstract Euthanasia and physician-assisted suicide in Argentina and in other countries. Medical decisions concerning the end of a patient’s life have been widely practiced for centuries and there are strong arguments for and against. Advocates typically adduced that terminally ill patients have the right to impose, with physicians’ help, their self-determination to avoid extreme suffering and a painful death. Opponents argued that legalizing those practices would not be ethical because it is against the principles of society and the medical proffesion. During the last years, debates about medical decisions concerning the end of a patient’s life have increased in many regions of the planet after these became legal in several countries. In Argentina, those practices are illegal; however, there is evidence that they are frequently practiced. Nevertheless, public discussion on the subject is limited in Argentina. A profound debate on the position of society and physicians concerning terminally ill patients must be initiated.
Dirección postal: Dr. Pablo Przygoda. Servicio de Clínica
Médica, Hospital Italiano, Gascón 450, 1181, Buenos Aires, Argentina Recibido: 18-XII-1998 Aceptado: 1-III-1999
Existen documentos suficientes para sostener que la eutanasia era una práctica de aceptación generalizada en las antiguas Grecia y Roma1. Constituyó una excepción la posición adoptada por los miembros de la escuela hipocrática, quienes juraban entre otras cosas no administrar «...drogas mortales a nadie que lo pidiera ni hacer sugerencia alguna en ese sentido2...». La doctrina cristiana con su concepción de la divinidad de la vida humana reforzó la postura hipocrática y afianzó la oposición a la eutanasia en el pensamiento médico europeo a partir de la Edad Media3. No obstante lo previo, pocas décadas atrás la muere era un asunto simple y privado entre el paciente y el médico, quien guiado por su sentido común, decidía el momento en el que el individuo a su cuidado pasaba de estar muy enfermo a moribundo. Sin embargo, un cambio crucial de escena rompió este místico contrato: la muerte ya no sucedía en el sencillo seno hogareño sino en un intrincado ámbito hospitalario. A lo largo de este siglo el debate sobre la eutanasia floreció universalmente, con más intensidad en algunos países de mayoría protestante. La primera propuesta para legalizar la eutanasia presentada en un parlamento se votó en 1906 en la legislatura del Estado norteamericano de Ohio; no alcanzó a ser aprobada. Desde entonces, numerosos hechos impusieron su marca en la práctica médica actual. Importancia de las definiciones Son varias las prácticas relacionadas al fin de la vida de pacientes terminales difundidas en estos días4, 5. Las mismas son diferentes entre sí y muchos médicos no conocen con precisión los alcances de cada una de ellas6. La eutanasia es el acto de provocar la muerte con fines piadosos a un enfermo sin esperanzas y que sufre de un modo indoloro y relativamente rápido. En la concepción médico-legal la eutanasia voluntaria es la administración por parte del médico de un agente letal con la intención de terminar con la vida de un paciente terminal, ante el pedido directo del mismo. Esta difiere de la llamada eutanasia involuntaria o finalización de la vida sin un pedido directo del paciente terminal, que implica la administración de drogas para terminar con su vida, sin mediar expreso pedido de éste. El suicidio asistido es la prescripción o administración de drogas o provisión de los medios necesarios por parte del médico con la intención explícita de permitir a un paciente terminal finalizar con su propia vida. El alivio de síntomas con opioides u otras drogas sedantes es la administración de dosis altas de medicación tales que pudieran acortar la vida del paciente. Esta provisión de tratamiento paliativo que puede tener efectos adversos fatales es conocida también como «eutanasia por doble efecto». La intención del tratamiento en este caso es mitigar el sufrimiento, no finalizar la vida del paciente, pero la muerte es una consecuencia posible del tratamiento. Un ejemplo de la «eutanasia por doble efecto» es el incremento gradual de la dosis de morfina usada por el médico para aliviar el dolor del cáncer de un paciente terminal, quien sabe que esto podría deprimir la respiración y provocar anticipadamente la muerte. La diferencia entre la eutanasia voluntaria y la «eutanasia por doble efecto» radica en la intención, más que en la acción; mientras que con la primera se busca provocar la muerte para eliminar el sufrimiento, con la segunda el primer objetivo es calmar los síntomas. Finalmente, se define decisión de no tratar (también conocida como eutanasia pasiva, término que cayó en desuso) al abandono o no uso de tratamientos que pudieran prolongar la vida de un paciente terminal. El espectro de tratamientos que pudieran prolongar la vida de un paciente terminal es muy variado. Por ejemplo, frente a un paciente con cáncer sometido a extremo sufrimiento y con mal pronóstico, una decisión de no tratar es la elección del médico de abstenerse de usar un régimen quimioterápico potencialmente capaz de prolongarle la vida por pocos meses. Otra decisión frecuente es optar por enviar al paciente a su hogar para que transcurra sus últimos días junto con su familia, aun cuando la privación de la tecnología del hospital pudiera acortar su vida. La hemodiálisis, la asistencia respiratoria mecánica, las maniobras de resucitación cardiorrespiratorias, los antibióticos, la hidratación parenteral y la alimentación enteral y parenteral, constituyen otros tratamientos que pueden prolongar la vida de un paciente terminal. Si bien estos tratamientos pueden no iniciarse o suspenderse luego de haber sido iniciados, en opinión de muchos expertos en ética, no existe gran diferencia entre una y otra modalidad5. Situación en otros países El primer estado del orbe en garantizar inmunidad legal a los
médicos que practicaban eutanasia (incluso en su forma activa) fue
Holanda7, 8. Desde hace más de 30 años el debate se centró
principalmente en la eutanasia activa, hecho que convocó la atención
de la comunidad médica mundial. Después de una larga tarea de una
comisión estatal creada en 1982 para asesorar la futura política
gubernamental en temas de eutanasia, el Parlamento Holandés sancionó
en abril de 1992 una ley que institucionalizó la práctica de la
eutanasia y proveyó garantías a los médicos que la ejercieran.
Además, las autoridades holandesas introdujeron un nuevo sistema de
registro de defunciones que considera específi-camente las muertes
asistidas por el médico. En los demás países europeos no existe en
el derecho positivo ningún antecedente similar, aunque sí, muchos
fallos judiciales avalaron la suspensión de tratamientos de pacientes
terminales. Situación en la Argentina Si bien es difícil ponderar cuán discutido es un tema en el seno
de una sociedad, se puede afirmar que el debate sobre las prácticas
relacionadas al fin de la vida de pacientes terminales no ha alcanzado
en la Argentina la importante difusión que logró en muchos otros
países6. La información existente en la literatura médica argentina
sobre la opinión de la población en temas relacionados con el fin de
la vida de pacientes terminales es escasa y fragmentaria. Pocas
encuestas realizadas entre médicos argentinos fueron publicadas6, 15.
Una se realizó en marzo de 1994 y recogió la opinión de 172
médicos de la ciudad de Buenos Aires, el Gran Buenos Aires y La
Plata. Si bien 95% de los encuestados dijeron haber tenido contacto
con enfermos terminales, 53% manifestaron no contar con información
suficiente sobre prácticas relacionadas al fin de la vida. Del total
de los participantes, 69% habían practicado alivio sintomático con
fármacos que pudieran acortar la vida de un paciente terminal, 57%
habían decidido no tratar y 7% habían practicado eutanasia activa.
Otra encuesta a médicos argentinos tomó la opinión de 407 jóvenes
médicos. La mayoría de éstos estaba de acuerdo con la legalización
de la práctica del suicidio asistido (63%) y de la suspensión de
tratamientos (70%); muchos de los que afirmaron apoyar estas
prácticas ya habían realizado prácticas asociadas al fin de la vida
de pacientes terminales. Argumentos a favor y en contra Los que se oponen a las prácticas relacionadas al fin de la vida
de pacientes terminales aducen que ayudar a un paciente a morir es una
forma de abandono; insisten en que el médico debe transitar la
última parte de la vida del paciente como un testigo, no como un
verdugo. El establecimiento de normas para la eutanasia significaría,
según los opositores, la legalización de una forma de homicidio y la
violación de los preceptos básicos de la profesión médica19. Es
sabido que el manejo inadecuado de síntomas, principalmente el dolor,
induce a muchos pacientes a desear la muerte20; el tratamiento del
dolor en los pacientes hospitalizados es muchas veces inadecuado4, 21,
22. Se sabe también que la depresión es altamente prevalente en el
enfermo terminal23 quien muchas veces llega a solicitar la muerte;
muchos pacientes que expresaron deseos de morir, dejan de hacerlo
luego de algún tiempo de tratamiento con fármacos antidepresivos o
con apoyo psicoterápico. Los opositores a la eutanasia sostienen que
la verdadera solución no radica en acelerar la muerte sino,
principalmente, en mejorar sustancialmente la calidad de vida de los
enfermos terminales mediante intervenciones terapéuticas racionales.
De este modo la medicina paliativa se erige como una postura
conceptualmente opuesta a la eutanasia24. Existe el temor a que
ciertos pacientes conocedores de la legalidad de la eutanasia,
especialmente los grupos más vulnerables, se muestren reticentes a
recibir tratamiento o soliciten eutanasia por el miedo a que los
médicos aceleraren su muerte sin su consentimiento. Estos serían,
principalmente, los más pobres, los ancianos, las minorías raciales,
los discapacitados, los adictos, los alcohólicos y los portadores del
virus de la inmunodeficiencia humana. De este modo, muchos autores
comparan la eutanasia con un «terreno resbaladizo», con
consecuencias indeseables tales como la devaluación misma de la vida
humana, la cual sería selectiva para los más desprotegidos25.
Asimismo, la legalización de la eutanasia colocaría a los pacientes
en una situación difícil ya que podrían verse presionados a
solicitar la eutanasia para aliviar el sufrimiento de su propia
familia3. Fuertes razones ético-morales se plantean de este modo en
contra de la eutanasia. Los seres racionales son fines en sí mismos,
por lo tanto, no puede privárseles de su vida excepto en defensa
propia26. Además, la decisión eutanásica es irreversible, elimina
las posibilidades de que el paciente mejore, o de que un
descubrimiento imprevisto pudiera salvar la vida de un paciente
considerado hasta ese momento terminal. Al matar se cierra
automáticamente esta opción. Si bien cada individuo es dueño de su
propia vida, los opositores a la legalización de la eutanasia
sostienen que el derecho a ser matado se contrapone con principios
éticos superiores de la sociedad27. Así, la limitación de la
autodeterminación de los pacientes, sería el costo necesario para
asegurar la protección de la vida del hombre, y por lo tanto, el
interés público se impone sobre el particular. La posición de la
Iglesia Católica tiene gran peso en nuestra sociedad. Esta sustenta
el dogma que los seres humanos no poseen sus vidas sino que las tienen
confiadas por Dios: el principio de santidad de la vida humana
entiende que matar es destruir lo que esencialmente le pertenece al
Creador. La defensa de la vida por sobre cualquier otro valor social,
económico, psicológico y sanitario es una verdad fundamental para la
Iglesia Católica28; matar a una persona dejándola morir por falta de
cuidados elementales es ilícito y criminal, y si los cuidados
elementales se niegan no se deja morir en paz, sino que sencillamente
se mata. Conclusión Las prácticas relacionadas al fin de la vida de pacientes
terminales son decisiones corrientes en nuestro tiempo4. Sin embargo,
la dimensión real de la cuestión es difícil de explorar. En la
mayoría de los países del orbe, cualquier acción médica que
condujera a la muerte de un paciente terminal es ilegal; por este
motivo la documentación de casos de eutanasia se realiza mediante
encuestas anónimas a los médicos para garantizarles que su repuesta
no los incrimine. Así, los datos obtenidos de este modo deben ser
considerados con cautela ya que no pueden ser corroborados a
posteriori. Por otro lado, en los países de América Latina la falta
de información y de debate es llamativa y se evidencia con la pobre
mención de este tema en la literatura médica en particular y en los
medios masivos de comunicación en general6. Esto contrasta con el
creciente interés acerca de temas relacionados con el fin de la vida
de pacientes terminales en otras regiones, especialmente en los
Estados Unidos de América y Holanda. Los motivos que provocaron esta
dicotomía son variados y en muchos casos responden a la propia
historia de cada nación. Es posible que los países con mayoría
protestante sean más propensos a debatir acerca de estas cuestiones
que los eminentemente católicos; la Iglesia Católica se ha opuesto
enérgicamente a toda práctica relacionada al fin de la vida de
pacientes terminales. Bibliografía 1. Gourevitch D. Suicide among the sick in classical antiquity.
Bull Hist Med 1969; 43: 501-18.
|
|||||||