MEDICINA - Volumen 59 - Nº 2, 1999
MEDICINA (Buenos Aires) 1999; 59:201-205

       
     

       
   
Si yo fuera Presidente del CONICET

Alejandro F. De Nicola
Departamento de Bioquímica Humana, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires e Instituto de Biología y Medicina Experimental (UBA - CONICET)

Antes de exponer mis prioridades y programa de acción si fuera nombrado Presidente del CONICET, (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas), quiero dejar en claro que éstas reflejan un punto de vista subjetivo y seguramente teñido de parcialidad, dado que están basadas en experiencias personales. En principio, creo que vale la pena hacer un poco de historia. El CONICET fue creado en 1958 por el distinguido fisiólogo y Premio Nobel argentino Bernardo A. Houssay, a cuyo Instituto tuve el privilegio de ingresar a fines de 1969. De acuerdo con sus propias expresiones, tomó el modelo del CNRS de Francia para delinear la estructura del CONICET, es decir, un ente nacional de promoción y ejecución de las ciencias puras y aplicadas que abarcara distintas disciplinas científicas, contando con un cuerpo permanente de investigadores y de institutos. Los objetivos originales pensados para el CONICET por Houssay y que serían los pilares de mi gestión, fueron los siguientes: a) la institucionalización de la investigación; b) la regionalización; c) la transferencia de conocimientos; d) el crecimiento equilibrado de las disciplinas; e) la formación de recursos humanos; f) el desarrollo de la información científica, y g) las relaciones internacionales.
Excelencia en la dirección y pertenencia del CONICET: Houssay fue el primer Presidente del CONICET, cargo en el que continuó hasta su fallecimiento. A partir de entonces, varios Presidentes lo sucedieron, algunos científicos miembros de la Carrera del Investigador y otras personas poco relacionadas con la comunidad científica. Esto ocurrió tanto en tiempos de gobiernos de facto como gobiernos democráticos de distinto signo político. Cuando fue creado, el CONICET dependió directamente de la Presidencia de la Nación hasta 1974, fecha en la cual pasó a depender de la Secretaría de Estado de Ciencia y Tecnología (SECYT), en jurisdicción del Ministerio de Educación. En 1989, fue transferido nuevamente a la Presidencia de la Nación, junto a la SECYT pero en 1996 volvió a pertenecer al Ministerio de Educación1.
Esta pequeña reseña histórica es útil para señalar dos grandes falencias que trataría de solucionar si me tocara presidir la institución. La primera, que todo el cuerpo directivo del CONICET, incluyendo por supuesto los miembros del Directorio, no fueran solamente científicos en actividad, sino que mostraran gran renombre nacional e internacional, medidos de acuerdo al Index Medicus o patrones similares. Como ejemplo, vale contar que para el cargo de Director del National Institutes of Health (NIH) de Estados Unidos, se eligi·al Dr. Varmus, un Premio Nobel. Bregar? para que todos y no solamente algunos de los miembros del Directorio surjan de las filas de la Carrera del Investigador con la mayor categor?, que hayan por lo tanto pasado por el angustioso tiempo de ser becarios, de haber luchado para ingresar a la Carrera, de haber tenido que obtener subsidios para pagar sus trabajos, de tener que ser promovidos, de haber formado disc?ulos y dirigir tesistas, etc. Sobre todo, de haber sentido en sus vidas al CONICET como la casa propia y con la convicción que junto con la Universidad, constituyen las dos entidades de mayor jerarquía académico/científica de gran importancia para el desarrollo del país.
La segunda falencia que trataría de resolver sería la pertenencia. Houssay era invitado al despacho presidencial y a las reuniones del Gabinete Nacional. El entonces Presidente Arturo Frondizi lo distinguía e invitaba al exterior en sus giras. Eran épocas en que se llevaban científicos prominentes y no solamente empresarios o políticos, como representantes de la Argentina. Creo muy importante recuperar para el CONICET un sitial dentro del Gabinete, para que los problemas de la ciencia sean conocidos y discutidos por todos los ministros y el Presidente de la Nación al mismo nivel que los problemas cotidianos. Se evitaría así que la ciencia quedara siempre como tema relegado o de «segunda». Tampoco resulta clara la situación por la cual se lo sitúa en el área del Ministerio de Educación: la historia pasada y reciente no refleja que los Ministros de Educación conocieran la problemática de la ciencia ni que un plan de ciencia y tecnología acorde con la realidad del país y la aprobación de los investigadores pudiera ser allí esbozado. No conozco ningún argumento valedero para que pertenezcamos a dicho Ministerio, ya que las prioridades de ese Ministerio pertenecen al área educativa y no a la ciencia y tecnología.
En caso de mi hipotética Presidencia, trataría de jerarquizar más al CONICET. Creo que el pensamiento de los señores Académicos de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires, que en una solicitada opinaron que la SECYT tendría que ser elevada de rango a Ministerio de Ciencia y Tecnología, debiera ser considerada2.
Funciones del Presidente: Además de cumplir con los requisitos que fija el Reglamento para el Presidente, trataría yo mismo o bien a través de los Directores miembros de la Carrera del Investigador de la más alta categoría, de cumplir otras funciones. Así, en caso de tener libre acceso a las reuniones del Gabinete Nacional, explicaría en dichas reuniones la importancia de las ciencias, tanto puras como aplicadas, para el desarrollo de un país y trataría que los políticos entendieran los agobios económicos que padecen el CONICET y los investigadores y la necesidad de planificación científico-tecnológica en las puertas del tercer milenio. Asimismo, concurriría al Ministerio de Economía para luchar por un mayor presupuesto. Lo mismo recurriendo al Parlamento, participaría activamente de las reuniones de las Comisiones de Ciencia y Tecnología de Diputados y Senadores a fin de lograr el apoyo de sus miembros para aumentar el presupuesto e impedir que año a año se lo constriña. Claro, para esto no parece conveniente que el Presidente del CONICET sea un político afiliado a un partido, ya que las afinidades partidarias coartan la libertad de movimientos. Como Presidente, solicitaría también participar de las reuniones de Rectores de Universidades tanto nacionales como privadas, para coordinar esfuerzos en pos del mejoramiento de la ciencia argentina.
Viajar? al exterior para participar de reuniones internacionales relacionadas con la ciencia y tecnolog?, para tratar con mis pares los cambios que ocurren en el mundo tanto en las pol?icas sobre ciencias aplicadas como b?icas. Tratar? que el Directorio fuera de ?puertas afuera? adem? de considerar los problemas internos. Sobre todo para explicar a los pol?icos y economistas el enorme apoyo que consiguen las ciencias b?icas en muchos pa?es del primer mundo, y que el adelanto del simple conocimiento es tan importante como el desarrollo de las nuevas tecnologías.
Presupuesto: Si como Presidente del CONICET lograra un mayor presupuesto, ¿cómo lo distribuiría? Primero, para producir un crecimiento racional de la Carrera del Investigador; segundo, para lograr más becas internas y externas; tercero, para mantener y ampliar los institutos y centros del CONICET; cuarto, para otorgar subsidios. Es decir, agrandar en lo posible pero nunca achicar.
El empleo del presupuesto del CONICET para la creación y mantenimiento de los institutos ha recibido a través de los tiempos críticas y apoyos. Ello derivó en administraciones pro y otras anti-institutos. Sin embargo, la creación de centros e institutos fue el modelo del CNRS que empleó Houssay. En la actualidad, se cuentan con Centros Regionales en Ushuaia (CADIC), Puerto Madryn (CENPAT), Mendoza (CRICYT), Rosario, (CERIDER), Sant Fe (CERIDE), La Plata (CERLAP), Bahía Blanca (CRIBABB). Recientemente se inauguraron centros en Anillaco y Diamante, los cuáles deberán aún pasar la prueba del tiempo y las evaluaciones. Es decir, se trató de difundir y promover la ciencia por todo el país, aunque con suerte diversa. La idea rectora que llevó a la creación de los Centros Regionales se debió al elevado crecimiento de la ciencia y del número de científicos en el área metropolitana y Córdoba. Sin embargo, considero que no puede existir un proyecto serio de ciencia y tecnología sin que intervengan todas las provincias. Bajo mi presidencia, estos centros regionales serían estimulados, financiados, conocidos por todos los investigadores, visitados frecuentemente para ser evaluados y dirigidos por científicos de gran jerarquía. Hacia ellos deberían ser dirigidos los más jóvenes, tomando como modelo lo que han hecho otros países. Por ejemplo, en Francia el INSERM requiere para lograr la apertura de una nueva unidad ( o sea laboratorios parecidos a nuestros Programas) que se propongan lugares bien alejados de París. El estímulo económico –actualmente existente– debe mantenerse para evitar la excesiva centralización. Si fuera Presidente, viajaría constantemente a los Centros Regionales para llevarles una palabra de estímulo y aliento, así como para conocer la marcha de las investigaciones y las propuestas que los científicos locales quisieran formular. Con el fin de que la mayoría de los investigadores los visiten, pues muchos capitalinos jamás los han pisado, procuraría que algunas reuniones de sociedades científicas se realizaran en los Centros Regionales que cuenten con una estructura edilicia adecuada. Otra forma sería la de promover en forma preferencial la colaboración científica entre los laboratorios del CONICET del área metropolitana y los de centros regionales.
Asimismo, creo fundamental continuar con la política de Institutos, estén ellos localizados físicamente dentro o fuera del ámbito universitario, ya que realizan una parte importante de las investigaciones de jerarquía y contribuyen a la formación de recursos humanos y tesistas. El contar con institutos propios ha caracterizado a las grandes agencias que promocionan la ciencia en el mundo. Así, patrocinan sus propios institutos el NIH de Estados Unidos, CNRS e INSERM de Francia, CIC de España, CNR de Italia. En Alemania, los institutos Max Planck reciben apoyo local y federal. Bajo mi hipotética Presidencia, la pol?ica de unidades funcionales, sean ellas programas, institutos o centros ser? continuada y mejorada empleando un criterio racional, o sea estimulando las productivas y cerrando en un plazo perentorio aquellas improductivas.
La Carrera del Investigador. Esta fue un logro exclusivo del Dr. Houssay, dado que hasta su creación no existía mecanismo alguno de sustento económico y de tenure o permanencia para los investigadores. Aunque parezca increíble, la Carrera sufrió varios embates desde su creación pero salió airosa. Recordemos la época del SAPIU, para acogerse al cual se debía renunciar al CONICET. Recordemos la época reciente (1996), cuando se formaron comisiones encargadas de discernir la conveniencia de mantener la Carrera. Bajo mi hipotética Presidencia, la Carrera sería apoyada y expandida, y los investigadores correctamente evaluados por mérito de acuerdo a las disciplinas y por standards internacionales. Dejaría sin efecto la jubilación impuesta de los investigadores a los 65 años, con dos de gracia. Esta medida es discriminatoria para aquellos que están en condiciones físicas e intelectuales para continuar su tarea, además de seguir formando eficientemente recursos humanos. Mi pensamiento como Presidente estaría de acuerdo a lo que sucede en países del 1er. mundo como los Estados Unidos donde por ley del Congreso, la jubilación por edad se considera «discriminatoria», exceptuándose a los universitarios investigadores del retiro compulsivo3 . Bajo mi Presidencia, el CONICET apoyaría el Proyecto de Ley del Senado de la Nación, que propone sustituir el artículo 20 de la ley 20.464 por el artículo 20bis: «El personal que haya alcanzado las clases de investigador principal o superior de la carrera del investigador científico y tecnológico podrá iniciar los trámites jubilatorios al cumplir 75 años de edad o acogerse al beneficio establecido en el régimen general previsional» y el artículo 20.ter: «Los mayores de 75 años de edad podrán continuar con la carrera del investigador científico y tecnológico cuando a solicitud del interesado, el directorio considere que pueden proseguir desarrollando con eficiencia su tarea académica». Houssay decía: «Un país no es una gran nación si no forma y cuida a sus hombres de ciencia». De la misma manera que cuidaría a los investigadores que se inician, cuidaría de no perder a los formados.
Para ayudar a los investigadores jóvenes que quisieran ingresar a la Carrera, eliminaría los cupos y la única vara para medir sus aptitudes sería la excelencia académica. Aun cuando existan restricciones presupuestarias, se podrían reconvertir cargos provenientes de la Carrera del Personal de Apoyo, además de las bajas por retiro voluntario, renuncia o desaparición física de los miembros de la Carrera. Entre 1994-1995, años en los cuales tuve responsabilidades de peso en el CONICET, aplicando este mecanismo pudimos hacer ingresar 300 postulantes, lo que fue inédito en la historia del organismo.
¿Universidad vs. CONICET? Esta posibilidad parece el juego interminable de River y Boca, en el cual el pueblo es llevado hacia una u otra orilla. Sería una tontería contraponer dos instituciones tan prestigiosas. Por otra parte, los más brillantes investigadores de la Universidad pertenecen al CONICET y viceversa. Otra medida que tomaría si fuera Presidente, sería la de impulsar que todo investigador realizara docencia, ya que la Universidad además de habernos formado y otorgado un título, nos provee de los recursos humanos fundamentales para la investigaci?. Hay que predicar con el ejemplo, y por ello decid·hace ya muchos a?s que para ingresar a mi laboratorio, los interesados deben concursar para un cargo docente. Si fuera Presidente, otorgar? mayor puntaje a aquellos aspirantes a beca o Carrera del Investigador que hayan concursado cargos docentes. La doble pertenencia aleja fantasmas y la funesta divisi? de aguas. Las Universidades estatales y privadas y el CONICET deben caminar juntos y promover la ciencia argentina en todos sus niveles.
¿Están convencidos los políticos de la importancia de la ciencia? Si fuera Presidente, concientizaría en forma personal a legisladores, ministros, gobernadores y Presidente de La Nación sobre la importancia de apoyar al CONICET. Informaría sobre el accionar de políticos prominentes que se han preocupado por elevar el nivel de la ciencia. Después de todo, los políticos son nuestros representantes obligados y están allí porque los votamos y en una de tantas, se motivan. En un corto y memorable artículo, que no sé si alguna autoridad leyó, dice Tony Blair4 : «El nuevo gobierno laborista reconoce que la ciencia básica es la base absoluta de nuestra realización económica, ya que genera las habilidades, conocimiento y tecnología que mantendrán la competitividad del Reino Unido en el mercado globalizado del próximo milenio». Para afirmar que cree en lo que dice, aumentó la inversión en ciencia básica en 1.650 millones de dólares para los próximos 3 años. Esto ocurrió 1 año después de la era de Thatcher en la cual la inversión en ciencia había bajado considerablemente y los científicos británicos se mostraban muy desalentados. Otro anuncio: cuando Christopher Reeve (ex-Superman) que vive parapléjico a raíz de una lesión alta de la médula espinal visitó a Bill Clinton, lo convenció de apoyar las investigaciones neurológicas y el Presidente autorizó un aumento inmediato de 10 millones para las investigaciones sobre la médula espinal5 . Finalmente, otro artículo en Science nos cuenta que el Presidente Aznar de España consideró a la biotecnología e investigación médica como prioritarias para su gobierno del Partido Popular, elevando en 8% el presupuesto de Ciencia y Tecnología de 1999 para llegar a 1.800 millones6 .
La realidad argentina es triste si la comparamos con la clarividencia de Tony Blair, de Bill Clinton y de Aznar, de allí la importancia de concientizar a los políticos. Mientras tanto, nosotros seguimos discutiendo la Universidad vs. CONICET, la continuidad de la Carrera del Investigador, las jubilaciones compulsivas, la ciencia básica vs. la aplicada, la falta de presupuesto, la pertenencia del CONICET, la Agencia vs. el CONICET, etc. Termino de escribir este artículo sin rencores, porque a decir verdad, nunca desde mis comienzos como becario en 1962 hasta la fecha, fui discriminado cuando me juzgaron por mis tareas científicas. Sin embargo, al concluir, siento que se necesitaría el accionar no de uno sino de varios Presidentes del CONICET para llevar en forma conjunta nuestro incierto destino a mejor puerto.

Bibliografía

1. De Nicola AF, Estructura y funcionamiento del CONICET. En Política y gestión de la investigación científica y tecnológica. Actas del Seminario Argentino-Francés CONICET- SECYT-CNRS, Asociación Trabajo y Propiedad, Buenos Aires, 1984.
2. Declaración de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires. La Nación, octubre 6, 1994.
3. O’Neil RM. Testimony on voluntary retirement incentives for tenured faculty members before the Senate Labor and Human Resources Committee. American Association of University Professors, Washington DC, March 8, 1996.
4. Blair T. UK science funding increases. Science 1998; 281: 1141.
5. El hombre de acero ahora es héroe de la investigación médica. La Nación, 1998.
6. R & D budget request reverses long decline. Science 1998, 282: 207.