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Si yo fuera Presidente del
CONICET
Alejandro F. De Nicola
Departamento de Bioquímica Humana, Facultad de Medicina,
Universidad de Buenos Aires e Instituto de Biología y Medicina
Experimental (UBA - CONICET)
Antes de exponer mis prioridades y programa de acción si fuera
nombrado Presidente del CONICET, (Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas), quiero dejar en claro que éstas reflejan
un punto de vista subjetivo y seguramente teñido de parcialidad, dado
que están basadas en experiencias personales. En principio, creo que
vale la pena hacer un poco de historia. El CONICET fue creado en 1958
por el distinguido fisiólogo y Premio Nobel argentino Bernardo A.
Houssay, a cuyo Instituto tuve el privilegio de ingresar a fines de
1969. De acuerdo con sus propias expresiones, tomó el modelo del CNRS
de Francia para delinear la estructura del CONICET, es decir, un ente
nacional de promoción y ejecución de las ciencias puras y aplicadas
que abarcara distintas disciplinas científicas, contando con un
cuerpo permanente de investigadores y de institutos. Los objetivos
originales pensados para el CONICET por Houssay y que serían los
pilares de mi gestión, fueron los siguientes: a) la
institucionalización de la investigación; b) la regionalización; c)
la transferencia de conocimientos; d) el crecimiento equilibrado de
las disciplinas; e) la formación de recursos humanos; f) el
desarrollo de la información científica, y g) las relaciones
internacionales.
Excelencia en la dirección y pertenencia del CONICET: Houssay fue el
primer Presidente del CONICET, cargo en el que continuó hasta su
fallecimiento. A partir de entonces, varios Presidentes lo sucedieron,
algunos científicos miembros de la Carrera del Investigador y otras
personas poco relacionadas con la comunidad científica. Esto ocurrió
tanto en tiempos de gobiernos de facto como gobiernos democráticos de
distinto signo político. Cuando fue creado, el CONICET dependió
directamente de la Presidencia de la Nación hasta 1974, fecha en la
cual pasó a depender de la Secretaría de Estado de Ciencia y
Tecnología (SECYT), en jurisdicción del Ministerio de Educación. En
1989, fue transferido nuevamente a la Presidencia de la Nación, junto
a la SECYT pero en 1996 volvió a pertenecer al Ministerio de
Educación1.
Esta pequeña reseña histórica es útil para señalar dos grandes
falencias que trataría de solucionar si me tocara presidir la
institución. La primera, que todo el cuerpo directivo del CONICET,
incluyendo por supuesto los miembros del Directorio, no fueran
solamente científicos en actividad, sino que mostraran gran renombre
nacional e internacional, medidos de acuerdo al Index Medicus o
patrones similares. Como ejemplo, vale contar que para el cargo de
Director del National Institutes of Health (NIH) de Estados Unidos, se
eligi·al Dr. Varmus, un Premio Nobel. Bregar? para que todos y no
solamente algunos de los miembros del Directorio surjan de las filas
de la Carrera del Investigador con la mayor categor?, que hayan por lo
tanto pasado por el angustioso tiempo de ser becarios, de haber
luchado para ingresar a la Carrera, de haber tenido que obtener
subsidios para pagar sus trabajos, de tener que ser promovidos, de
haber formado disc?ulos y dirigir tesistas, etc. Sobre todo, de haber
sentido en sus vidas al CONICET como la casa propia y con la
convicción que junto con la Universidad, constituyen las dos
entidades de mayor jerarquía académico/científica de gran
importancia para el desarrollo del país.
La segunda falencia que trataría de resolver sería la pertenencia.
Houssay era invitado al despacho presidencial y a las reuniones del
Gabinete Nacional. El entonces Presidente Arturo Frondizi lo
distinguía e invitaba al exterior en sus giras. Eran épocas en que
se llevaban científicos prominentes y no solamente empresarios o
políticos, como representantes de la Argentina. Creo muy importante
recuperar para el CONICET un sitial dentro del Gabinete, para que los
problemas de la ciencia sean conocidos y discutidos por todos los
ministros y el Presidente de la Nación al mismo nivel que los
problemas cotidianos. Se evitaría así que la ciencia quedara siempre
como tema relegado o de «segunda». Tampoco resulta clara la
situación por la cual se lo sitúa en el área del Ministerio de
Educación: la historia pasada y reciente no refleja que los Ministros
de Educación conocieran la problemática de la ciencia ni que un plan
de ciencia y tecnología acorde con la realidad del país y la
aprobación de los investigadores pudiera ser allí esbozado. No
conozco ningún argumento valedero para que pertenezcamos a dicho
Ministerio, ya que las prioridades de ese Ministerio pertenecen al
área educativa y no a la ciencia y tecnología.
En caso de mi hipotética Presidencia, trataría de jerarquizar más
al CONICET. Creo que el pensamiento de los señores Académicos de la
Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires, que en una solicitada
opinaron que la SECYT tendría que ser elevada de rango a Ministerio
de Ciencia y Tecnología, debiera ser considerada2.
Funciones del Presidente: Además de cumplir con los requisitos que
fija el Reglamento para el Presidente, trataría yo mismo o bien a
través de los Directores miembros de la Carrera del Investigador de
la más alta categoría, de cumplir otras funciones. Así, en caso de
tener libre acceso a las reuniones del Gabinete Nacional, explicaría
en dichas reuniones la importancia de las ciencias, tanto puras como
aplicadas, para el desarrollo de un país y trataría que los
políticos entendieran los agobios económicos que padecen el CONICET
y los investigadores y la necesidad de planificación
científico-tecnológica en las puertas del tercer milenio. Asimismo,
concurriría al Ministerio de Economía para luchar por un mayor
presupuesto. Lo mismo recurriendo al Parlamento, participaría
activamente de las reuniones de las Comisiones de Ciencia y
Tecnología de Diputados y Senadores a fin de lograr el apoyo de sus
miembros para aumentar el presupuesto e impedir que año a año se lo
constriña. Claro, para esto no parece conveniente que el Presidente
del CONICET sea un político afiliado a un partido, ya que las
afinidades partidarias coartan la libertad de movimientos. Como
Presidente, solicitaría también participar de las reuniones de
Rectores de Universidades tanto nacionales como privadas, para
coordinar esfuerzos en pos del mejoramiento de la ciencia argentina.
Viajar? al exterior para participar de reuniones internacionales
relacionadas con la ciencia y tecnolog?, para tratar con mis pares los
cambios que ocurren en el mundo tanto en las pol?icas sobre ciencias
aplicadas como b?icas. Tratar? que el Directorio fuera de ?puertas
afuera? adem? de considerar los problemas internos. Sobre todo para
explicar a los pol?icos y economistas el enorme apoyo que consiguen
las ciencias b?icas en muchos pa?es del primer mundo, y que el
adelanto del simple conocimiento es tan importante como el desarrollo
de las nuevas tecnologías.
Presupuesto: Si como Presidente del CONICET lograra un mayor
presupuesto, ¿cómo lo distribuiría? Primero, para producir un
crecimiento racional de la Carrera del Investigador; segundo, para
lograr más becas internas y externas; tercero, para mantener y
ampliar los institutos y centros del CONICET; cuarto, para otorgar
subsidios. Es decir, agrandar en lo posible pero nunca achicar.
El empleo del presupuesto del CONICET para la creación y
mantenimiento de los institutos ha recibido a través de los tiempos
críticas y apoyos. Ello derivó en administraciones pro y otras
anti-institutos. Sin embargo, la creación de centros e institutos fue
el modelo del CNRS que empleó Houssay. En la actualidad, se cuentan
con Centros Regionales en Ushuaia (CADIC), Puerto Madryn (CENPAT),
Mendoza (CRICYT), Rosario, (CERIDER), Sant Fe (CERIDE), La Plata
(CERLAP), Bahía Blanca (CRIBABB). Recientemente se inauguraron
centros en Anillaco y Diamante, los cuáles deberán aún pasar la
prueba del tiempo y las evaluaciones. Es decir, se trató de difundir
y promover la ciencia por todo el país, aunque con suerte diversa. La
idea rectora que llevó a la creación de los Centros Regionales se
debió al elevado crecimiento de la ciencia y del número de
científicos en el área metropolitana y Córdoba. Sin embargo,
considero que no puede existir un proyecto serio de ciencia y
tecnología sin que intervengan todas las provincias. Bajo mi
presidencia, estos centros regionales serían estimulados,
financiados, conocidos por todos los investigadores, visitados
frecuentemente para ser evaluados y dirigidos por científicos de gran
jerarquía. Hacia ellos deberían ser dirigidos los más jóvenes,
tomando como modelo lo que han hecho otros países. Por ejemplo, en
Francia el INSERM requiere para lograr la apertura de una nueva unidad
( o sea laboratorios parecidos a nuestros Programas) que se propongan
lugares bien alejados de París. El estímulo económico –actualmente
existente– debe mantenerse para evitar la excesiva centralización.
Si fuera Presidente, viajaría constantemente a los Centros Regionales
para llevarles una palabra de estímulo y aliento, así como para
conocer la marcha de las investigaciones y las propuestas que los
científicos locales quisieran formular. Con el fin de que la mayoría
de los investigadores los visiten, pues muchos capitalinos jamás los
han pisado, procuraría que algunas reuniones de sociedades
científicas se realizaran en los Centros Regionales que cuenten con
una estructura edilicia adecuada. Otra forma sería la de promover en
forma preferencial la colaboración científica entre los laboratorios
del CONICET del área metropolitana y los de centros regionales.
Asimismo, creo fundamental continuar con la política de Institutos,
estén ellos localizados físicamente dentro o fuera del ámbito
universitario, ya que realizan una parte importante de las
investigaciones de jerarquía y contribuyen a la formación de
recursos humanos y tesistas. El contar con institutos propios ha
caracterizado a las grandes agencias que promocionan la ciencia en el
mundo. Así, patrocinan sus propios institutos el NIH de Estados
Unidos, CNRS e INSERM de Francia, CIC de España, CNR de Italia. En
Alemania, los institutos Max Planck reciben apoyo local y federal.
Bajo mi hipotética Presidencia, la pol?ica de unidades funcionales,
sean ellas programas, institutos o centros ser? continuada y mejorada
empleando un criterio racional, o sea estimulando las productivas y
cerrando en un plazo perentorio aquellas improductivas.
La Carrera del Investigador. Esta fue un logro exclusivo del Dr.
Houssay, dado que hasta su creación no existía mecanismo alguno de
sustento económico y de tenure o permanencia para los investigadores.
Aunque parezca increíble, la Carrera sufrió varios embates desde su
creación pero salió airosa. Recordemos la época del SAPIU, para
acogerse al cual se debía renunciar al CONICET. Recordemos la época
reciente (1996), cuando se formaron comisiones encargadas de discernir
la conveniencia de mantener la Carrera. Bajo mi hipotética
Presidencia, la Carrera sería apoyada y expandida, y los
investigadores correctamente evaluados por mérito de acuerdo a las
disciplinas y por standards internacionales. Dejaría sin efecto la
jubilación impuesta de los investigadores a los 65 años, con dos de
gracia. Esta medida es discriminatoria para aquellos que están en
condiciones físicas e intelectuales para continuar su tarea, además
de seguir formando eficientemente recursos humanos. Mi pensamiento
como Presidente estaría de acuerdo a lo que sucede en países del
1er. mundo como los Estados Unidos donde por ley del Congreso, la
jubilación por edad se considera «discriminatoria», exceptuándose
a los universitarios investigadores del retiro compulsivo3 . Bajo mi
Presidencia, el CONICET apoyaría el Proyecto de Ley del Senado de la
Nación, que propone sustituir el artículo 20 de la ley 20.464 por el
artículo 20bis: «El personal que haya alcanzado las clases de
investigador principal o superior de la carrera del investigador
científico y tecnológico podrá iniciar los trámites jubilatorios
al cumplir 75 años de edad o acogerse al beneficio establecido en el
régimen general previsional» y el artículo 20.ter: «Los mayores de
75 años de edad podrán continuar con la carrera del investigador
científico y tecnológico cuando a solicitud del interesado, el
directorio considere que pueden proseguir desarrollando con eficiencia
su tarea académica». Houssay decía: «Un país no es una gran
nación si no forma y cuida a sus hombres de ciencia». De la misma
manera que cuidaría a los investigadores que se inician, cuidaría de
no perder a los formados.
Para ayudar a los investigadores jóvenes que quisieran ingresar a la
Carrera, eliminaría los cupos y la única vara para medir sus
aptitudes sería la excelencia académica. Aun cuando existan
restricciones presupuestarias, se podrían reconvertir cargos
provenientes de la Carrera del Personal de Apoyo, además de las bajas
por retiro voluntario, renuncia o desaparición física de los
miembros de la Carrera. Entre 1994-1995, años en los cuales tuve
responsabilidades de peso en el CONICET, aplicando este mecanismo
pudimos hacer ingresar 300 postulantes, lo que fue inédito en la
historia del organismo.
¿Universidad vs. CONICET? Esta posibilidad parece el juego
interminable de River y Boca, en el cual el pueblo es llevado hacia
una u otra orilla. Sería una tontería contraponer dos instituciones
tan prestigiosas. Por otra parte, los más brillantes investigadores
de la Universidad pertenecen al CONICET y viceversa. Otra medida que
tomaría si fuera Presidente, sería la de impulsar que todo
investigador realizara docencia, ya que la Universidad además de
habernos formado y otorgado un título, nos provee de los recursos
humanos fundamentales para la investigaci?. Hay que predicar con el
ejemplo, y por ello decid·hace ya muchos a?s que para ingresar a mi
laboratorio, los interesados deben concursar para un cargo docente. Si
fuera Presidente, otorgar? mayor puntaje a aquellos aspirantes a beca
o Carrera del Investigador que hayan concursado cargos docentes. La
doble pertenencia aleja fantasmas y la funesta divisi? de aguas. Las
Universidades estatales y privadas y el CONICET deben caminar juntos y
promover la ciencia argentina en todos sus niveles.
¿Están convencidos los políticos de la importancia de la ciencia?
Si fuera Presidente, concientizaría en forma personal a legisladores,
ministros, gobernadores y Presidente de La Nación sobre la
importancia de apoyar al CONICET. Informaría sobre el accionar de
políticos prominentes que se han preocupado por elevar el nivel de la
ciencia. Después de todo, los políticos son nuestros representantes
obligados y están allí porque los votamos y en una de tantas, se
motivan. En un corto y memorable artículo, que no sé si alguna
autoridad leyó, dice Tony Blair4 : «El nuevo gobierno laborista
reconoce que la ciencia básica es la base absoluta de nuestra
realización económica, ya que genera las habilidades, conocimiento y
tecnología que mantendrán la competitividad del Reino Unido en el
mercado globalizado del próximo milenio». Para afirmar que cree en
lo que dice, aumentó la inversión en ciencia básica en 1.650
millones de dólares para los próximos 3 años. Esto ocurrió 1 año
después de la era de Thatcher en la cual la inversión en ciencia
había bajado considerablemente y los científicos británicos se
mostraban muy desalentados. Otro anuncio: cuando Christopher Reeve
(ex-Superman) que vive parapléjico a raíz de una lesión alta de la
médula espinal visitó a Bill Clinton, lo convenció de apoyar las
investigaciones neurológicas y el Presidente autorizó un aumento
inmediato de 10 millones para las investigaciones sobre la médula
espinal5 . Finalmente, otro artículo en Science nos cuenta que el
Presidente Aznar de España consideró a la biotecnología e
investigación médica como prioritarias para su gobierno del Partido
Popular, elevando en 8% el presupuesto de Ciencia y Tecnología de
1999 para llegar a 1.800 millones6 .
La realidad argentina es triste si la comparamos con la clarividencia
de Tony Blair, de Bill Clinton y de Aznar, de allí la importancia de
concientizar a los políticos. Mientras tanto, nosotros seguimos
discutiendo la Universidad vs. CONICET, la continuidad de la Carrera
del Investigador, las jubilaciones compulsivas, la ciencia básica vs.
la aplicada, la falta de presupuesto, la pertenencia del CONICET, la
Agencia vs. el CONICET, etc. Termino de escribir este artículo sin
rencores, porque a decir verdad, nunca desde mis comienzos como
becario en 1962 hasta la fecha, fui discriminado cuando me juzgaron
por mis tareas científicas. Sin embargo, al concluir, siento que se
necesitaría el accionar no de uno sino de varios Presidentes del
CONICET para llevar en forma conjunta nuestro incierto destino a mejor
puerto.
Bibliografía
1. De Nicola AF, Estructura y funcionamiento del CONICET. En
Política y gestión de la investigación científica y tecnológica.
Actas del Seminario Argentino-Francés CONICET- SECYT-CNRS,
Asociación Trabajo y Propiedad, Buenos Aires, 1984.
2. Declaración de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires.
La Nación, octubre 6, 1994.
3. O’Neil RM. Testimony on voluntary retirement incentives for
tenured faculty members before the Senate Labor and Human Resources
Committee. American Association of University Professors, Washington
DC, March 8, 1996.
4. Blair T. UK science funding increases. Science 1998; 281: 1141.
5. El hombre de acero ahora es héroe de la investigación médica. La
Nación, 1998.
6. R & D budget request reverses long decline. Science 1998, 282:
207.
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