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ISQUEMIA EN MIEMBROS SUPERIORES
ARTERITIS DE CELULAS GIGANTES CON COMPROMISO DE GRANDES VASOS Y
ARTERIA TEMPORAL
LUCIANA LA ROSA, PATRICIO
ZAEFFERER, ALEJANDRA AVAGNINA, FELIX P. ETCHEGOYEN
Centro de Educación
Médica e Investigaciones Clínicas (CEMIC), Buenos Aires
Key words: temporal arteritis, upper limb ischemia.
Resumen
El
motivo de presentación de este cuadro clínico es la manifestación
inicial atípica de una enferme- dad arterial inflamatoria. Lo que
generó la consulta de la paciente fue la sintomatología isquémica
que padecía, con el desarrollo de claudicación de ambos miembros
superiores, acompañado de un fenómeno de Raynaud y úlceras en la
mano izquierda. Se describe la historia clínica de la paciente, cómo
se llegó al diagnóstico de arteritis de la arteria temporal y los
tratamientos realizados.
Abstract
Large
vessel and temporal artery involvement in temporal arteritis. The
importance of this case report resides in the unusual initiation of an
arterial inflammatory disease. The patient presented ischemic symptoms
and signs with bilateral upper limb claudication and Raynaud’s
phenomenon, with ulcerations on her left hand. We describe the patient’s
clinical history, diagnosis and therapy.
Dirección postal: Dr. Félix P. Etchegoyen, Sánchez de
Bustamante 2560, 1425 Buenos Aires, Argentina Fax: (54-11) 4802-8258
E-mail: polimed@datamarkets.com.ar
Recibido: 16-IX-1998 Aceptado: 6-I-1999
La arteritis de células gigantes, también llamada arteritis de la
arteria temporal, fue descripta por primera vez por Hutchinson en
1890. Horton y colaboradores introdujeron el término «arteritis de
la arteria temporal» en 1930, para describir un síndrome
caracterizado por arterias temporales inflamadas y dolorosas, con la
presencia de una vasculitis granulomatosa en la biopsia.
La American College of Rheumatology (ACR) desarrolló los criterios
para el diagnóstico de esta enfermedad: edad mayor o igual a 50
años, cefalea de reciente comienzo, anomalías de las arterias
temporales al examen físico, eritrosedimentación mayor o igual a 50
mm/h., y biopsia anormal de la arteria temporal. La coexistencia de
por lo menos tres de estos cinco criterios supone la presencia de
arteritis de células gigantes con una sensibilidad del 93% y una
especificidad del 91%1.
Habitualmente, la arteritis de la arteria temporal afecta vasos de
mediano calibre, pero en ocasiones, puede afectar vasos mayores.
Cuando las manifestaciones iniciales de la arteritis de células
gigantes incluyen la cefalea, arterias temporales tortuosas y
dolorosas, la polimialgia reumática, claudicación mandibular o
alteraciones visuales de reciente comienzo, la impresión diagnóstica
de la enfermedad es mayor2, 3. Esto permite llegar a un diagnóstico
precoz, permitiendo instaurar el tratamiento correcto. Cuando los
síntomas iniciales son poco frecuentes, el índice de sospecha es
menor pudiendo retrasarse el diagnóstico de la enfermedad y la
indicación de un tratamiento adecuado4, 5.
Caso clínico
Se trata de una paciente de 83 años de edad, de sexo femenino,
oriunda de Entre Ríos. Consultó a su médico local, por un cuadro de
un mes de evolución caracterizado por claudicación y parestesias en
ambos miembros superiores, y cambios de coloración en la piel con
episodios de palidez seguida de cianosis en los dedos de la mano
izquierda. Estos episodios se acompañaban de dolor y eran
esporádicos, sin asociación con cambios de la temperatura ambiente.
Recibió como tratamiento vasodilatadores y analgésicos que no
mejoraron su sintomatología. Finalmente, a los quince días del
inicio de los síntomas, se agregaron lesiones úlcero-costrosas, muy
dolorosas, en la mano izquierda. Esto último motivó su consulta a un
médico del servicio de Clínica Médica de C.E.M.I.C.
La paciente presenta como único antecedente personal, artrosis de
ambas caderas, que le dificultan moderadamente la marcha. No tiene
antecedentes familiares de importancia. Ante un interrogatorio
detallado, refiere haber perdido 4 Kg de peso asociado a astenia leve
en el último año. Negó haber padecido cefaleas, claudicación
mandibular o alteraciones visuales.
En el examen físico se observa claudicación de ambos miembros
superiores, ausencia de pulso radial, humeral y axilar izquierdos con
imposibilidad de medir la presión arterial en ambos miembros
superiores. Su mano izquierda presenta menor temperatura que la
derecha. En el brazo derecho se palpan los pulsos arteriales
notablemente disminuidos. Se auscultan soplos en las arterias
carótidas, subclavias, axilares, aorta abdominal y femorales, y un
soplo sistólico 2/6 en el foco aórtico. Presenta además cuatro
lesiones úlcero-costrosas, eritematosas y muy dolorosas
espontáneamente y a la palpación en su mano izquierda. Una ubicada
en el dorso de la mano, y las otras tres en los pulpejos de los dedos
primero, tercero y cuarto. Si bien el pulso temporal no se puede
palpar, la arteria no está inflamada ni dolorosa a la palpación.
Tampoco se palpan nódulos en el cuero cabelludo.
Al ingreso el hematocrito fue de 33.5%, la hemoglobina 10.5 gr%, el
recuento de glóbulos blancos 8.700/mm3 y la eritrose-dimentación 60
mm/h. Debido a las parestesias que presenta, se ordenan una resonancia
magnética de columna cervical que reveló espondiloartrosis,
uncartrosis y discopatías, sin alteraciones de la luz del canal
espinal. En el eco Doppler de los miembros superiores se observan las
arterias del miembro superior derecho con paredes ateromatosas y
flujos disminuidos a partir del segmento distal de la arteria
subclavia. En miembro superior izquierdo se observa suboclusión de la
arteria subclavia, con hipoflujo severo del brazo.
Se realiza una arteriografía del arco aórtico y sus ramas que
muestra una severa enfermedad arterial oclusiva de las arterias de los
miembros superiores. Se observa una estenosis segmentaria suboclusiva
de la arteria subclavia izquierda, seguida de una dilatación post
estenótica, y un calibre notablemente disminuido hasta el área de la
arteria axilar, donde se encontraba totalmente ocluida. De las
arterias axilar y subclavia partía una profusa red de colaterales. La
arteria vertebral derecha presenta una estenosis segmentaria severa en
su tercio medio. La subclavia derecha se estrecha progresivamente
hasta dar origen a la arteria axilar. Esta última con enfermedad
difusa y algunas estenosis moderadas. Ambas carótidas sin lesiones
oclusivas de importancia. El aortograma revela una válvula aórtica
tricúspide y competente. La arteria aorta en su porción ascendente,
cayado y descendente no presenta alteraciones significativas. En sus
porciones descendente y abdominal presenta enfermedad difusa leve. La
arteria renal derecha presenta una estenosis de un 50% en su porción
proximal y luego una distribución normal. La arteria renal izquierda
muestra ligeras irregularidades a lo largo de toda su extensión. La
arteria aorta en su porción infrarrenal no presenta alteraciones
significativas. Ambas arterias ilíacas tienen alteraciones leves. De
acuerdo a las características de las lesiones observadas no pudo ser
descartada la etiología ateromatosa.
Con el diagnóstico de enfermedad obstructiva difusa del sector
subclavio-axilar bilateral, se decidió el tratamiento quirúrgico. Al
quinto día de la internación se realizó un by pass
subclavio-humeral izquierdo con vena safena interna invertida. En el
post operatorio inmediato la evolución fue favorable, con
recuperación de los pulsos radial, humeral y axilar del brazo
operado, y mejoría de la temperatura local. Cuatro días más tarde
se realizó un by pass axilo-humeral derecho también con vena safena
interna invertida, evolucionando con remisión de la sintomatología.
Se envió una muestra de cada arteria a anatomía patológica. Las
biopsias de ambas arterias subclavias mostraron una histología
similar. La pared vascular presentaba un proceso inflamatorio que
ocupaba todas sus capas, desde la íntima hasta la adventicia. El
proceso se hallaba constituido por linfocitos, plasmocitos e
histiocitos epitelioides, y ocasionales células gigantes
multinucleadas. Como consecuencia de dicho infiltrado, existía
disrupción y reduplicación de las fibras elásticas, lo que era
evidente con la técnica histoquímica de orceína. Se observó
además fibrosis intimal y adventicial. No se hallaron evidencias de
ateromatosis en los cortes estudiados.
Con este resultado, se realizaron estudios de histocom-patibilidad,
inmunológicos y una biopsia de la arteria temporal, con el objetivo
de certificar el diagnóstico de arteritis de células gigantes. El
estudio de los antígenos HLA-DR indicó la presencia de HLA-DR4,
DR11, DR52 y DR53. El dosaje de inmunocomplejos circulantes era de 16
µg/ml con un valor normal de hasta 20 µg/ml. La biopsia de la
arteria temporal mostró una inflamación crónica con presencia de
células gigantes multinucleadas. El proceso inflamatorio estaba
limitado a la capa media del vaso y era de una intensidad menor a la
observada en las arterias subclavias.
Se inició tratamiento con 40 mg de metilprednisona por día. Luego de
un mes concurrió al consultorio para control, donde se pudo observar
la buena evolución, sin reaparición de la sintomatología
isquémica.
Discusión
Inicialmente, nos encontrábamos frente a una paciente con
fenómeno de Raynaud, claudicación y parestesias en miembros
superiores, sintomatología que podía corresponder a una afección
neurológica o vascular. La etiología neurológica pareció menos
probable al realizar estudios complementarios iniciales como la
resonancia magnética de cuello y el eco Doppler color de los vasos de
miembros superiores. Por otro lado, la aparición de lesiones
tróficas en piel a los 15 días de iniciados los síntomas, no dejó
dudas acerca de la etiología vascular del cuadro clínico.
Las arterias de los miembros superiores pueden verse afectadas por
procesos obstructivos en diferentes enfermedades. Ante la presencia de
signos isquémicos, varios diagnósticos diferenciales deben ser
tenidos en cuenta. Entre éstos, las arteritis de células gigantes y
de Takayasu, y la aterosclerosis merecen especial atención.
Aunque generalmente la arteritis de células gigantes afecta vasos de
mediano calibre, en algunos casos, también se afectan grandes vasos.
Cuando esto ocurre, son hallazgos frecuentes en el examen físico los
soplos arteriales, la claudicación en los miembros superiores, con
disminución o pérdida de pulsos y palidez o el desarrollo de un
fenómeno de Raynaud. Son de observación poco frecuente lesiones
tróficas en piel. La afección de grandes vasos se observa en el 5 al
15% de los casos a lo largo de toda la evolución de la enfermedad4,
6. Las manifestaciones más frecuentes de afección de grandes
arterias son la claudicación mandibular y la necrosis de la lengua.
El fenómeno de Raynaud se observa en el 3% de los casos, la
claudicación de los miembros superiores en el 4% y la disminución de
los pulsos arteriales en el 7%3. En un trabajo publicado por Ninet,
Bachet y colaboradores se describen 10 pacientes con arteritis de
células gigantes e isquemia en miembros superiores. Cinco de estos
pacientes presentaban fenómeno de Raynaud bilateral; cuatro,
debilidad muscular y tres, parestesias. Sólo cuatro de los pacientes
sufrieron esta sintomatología como manifestación inicial de la
enfermedad. Ninguno de los pacientes presentaba lesiones
úlcero-costrosas en piel4.
En el grupo etario al que pertenece nuestra paciente, el planteo
diagnóstico debería referirse a diferenciar si el daño arterial
corresponde a una lesión inflamatoria o ateroesclerótica. La
ateroesclerosis, se manifiesta clí-nicamente por mayor compromiso de
miembros inferiores, y no suele presentarse con aumento de la ERS ni
anomalías histológicas en la biopsia de la arteria temporal.
Además, los hallazgos arteriográficos suelen ser diferentes a los
observados en la arteritis de células gigantes. En esta paciente, sin
embargo, la arteriografía no permitió descartar la etiología
ateromatosa. Pero, por otro lado, no presentaba factores de riesgo ni
antecedentes de enfermedad ateromatosa en otros órganos. En la
histología de los cortes estudiados no se hallaron evidencias de
ateromatosis.
La arteritis de Takayasu es una enfermedad infla-matoria crónica que
afecta a la aorta y sus ramas principales. Esta enfermedad es más
frecuente en mujeres, con una relación hombre: mujer de 1:6, y el
promedio de edad en el que comienzan los signos y síntomas es de 25
años. Habitualmente, se manifiesta con isquemia de algún miembro u
órgano. En la serie de Kerr et al., los signos clínicos más
frecuentes fueron la presencia de algún soplo (80%) y la disminución
de los pulsos subclavio, braquial o radial (84%)7.
En 1988, Ishikawa desarrolló los criterios diagnósticos de la
arteritis de Takayasu entre los que proponía una edad menor o igual a
40 años como criterio obligatorio para determinar la existencia de
arteritis de Takayasu8. Sin embargo, la ACR propuso seis criterios en
los que desestima a la edad como criterio esencial para establecer el
diagnóstico. Los criterios propuestos incluyen una edad de inicio de
los signos y síntomas menor o igual a 40 años, claudicación de
alguna extremidad, disminución del pulso de la arteria braquial,
presión sistólica diferencial entre ambos brazos superior a 10
mmHg., soplo de las arterias subclavia o aorta y estrechamiento u
oclusión de la aorta, sus ramas principales o grandes arterias de los
miembros. La presencia de por lo menos tres criterios sugiere el
diagnóstico de arteritis de Takayasu con una sensibilidad del 90.5% y
una especificidad del 97.8%9.
El diagnóstico diferencial entre la arteritis de células gigantes y
de Takayasu resulta especialmente difícil debido a que comparten
características clínicas, radiológicas e histológicas. Ambas son
más frecuentes en la población femenina, y manifestaciones
sistémicas como la fiebre, la disminución de peso, las artralgias y
mialgias y la anemia son comunes en ambas patologías. Las imágenes
angiográficas son muy similares, con lesiones bilaterales y
simétricas en las arterias subclavia, axilar y humeral.
Histológicamente, suelen ser consideradas indistinguibles debido a
que en ambas puede observarse una inflamación crónica, con células
gigantes multinucleadas. Estas similitudes han llevado a algunos
autores a considerarlas variantes de una misma enfermedad4, 10. Sin
embargo, veremos que existen algunas diferencias que las identifican
como patologías distintas. Discutiremos algunos puntos que creemos
importantes para establecer el diagnóstico diferencial entre las dos
enfermedades y fundamentaremos por qué nos inclinamos en este caso
por la arteritis de células gigantes.
Según Michel, Arend y Hunder es indiscutible la barrera de la edad al
comienzo de la enfermedad para realizar el diagnóstico diferencial
entre ambas vasculitis. De 216 pacientes con diagnóstico de arteritis
de la temporal, todas tenían una edad superior a los 40 años; entre
las 62 pacientes con arteritis de Takayasu, el 95% presentaba una edad
menor a los 40 años al inicio de la enfermedad6. En el trabajo
realizado por la ACR para la clasificación de la arteritis de
Takayasu, 16 de los 744 pacientes con otro tipo de vasculitis fueron
erróneamente clasificados como arteritis de Takayasu utilizando los
criterios previamente descriptos. Once de los 16 enfermos (68.75%)
sufrían en realidad arteritis de la arteria temporal, y todos ellos
eran mayores de 40 años de edad9.
La ACR propone un algoritmo diagnóstico para la arteritis de la
temporal, en el que utiliza seis criterios: edad mayor o igual a 50
años, cefalea de reciente comienzo, anomalías de las arterias
temporales al examen físico, biopsia anormal de la arteria temporal,
aumento de la sensibilidad del cuero cabelludo y claudicación de la
mandíbula, la lengua o de la deglución1. Este algoritmo define el
diagnóstico de arteritis de células gigantes con una sensibilidad
del 95.3% y una especificidad del 90.7%. El paso final de cada una de
las ramas de este árbol, consiste en diferenciar las poblaciones de
acuerdo a su edad; la edad mayor o igual a 50 años inclina la balanza
a favor de la arteritis de células gigantes. Si bien es cierto que la
utilización del algoritmo diagnóstico supone una disminución en la
especificidad, la sensibilidad para la detección de casos aumenta un
5%. Con el desarrollo de este algoritmo creemos que queda expresada la
importancia que la ACR le confiere a la edad para realizar el
diagnóstico diferencial entre la arteritis de células gigantes y
otro tipo de vasculitis, incluyendo la arteritis de Takayasu.
Según Michel et al., aún sin considerar la edad, estas dos entidades
son claramente distinguibles entre sí, especialmente debido a la gran
diferencia en la ocurrencia de sintomatología isquémica en los
miembros. La claudicación de alguno de los miembros se observa en el
52% de los pacientes con arteritis de Takayasu y en el 13% en la
arteritis de células gigantes; con respecto a la disminución de los
pulsos subclavio, braquial o radial, la diferencia es aún mayor (84%
y 15%, respectivamente)6. Típicamente, la arteritis de células
gigantes se caracteriza por los síntomas secundarios al compromiso de
las ramas craneales de las arterias originadas en el arco aórtico. En
cambio, la sintomatología isquémica en miembros superiores es
claramente más frecuente en la arteritis de Takayasu, aunque un 15%
de los pacientes con arteritis de la arteria temporal pueden sufrir
este tipo de sintomatología4, 6. El criterio que mejor separa los
pacientes con arteritis de células gigantes de enfermos con otro tipo
de vasculitis, incluyendo la arteritis de Takayasu, es la presencia de
anomalías de la arteria temporal o la disminución de su pulso en el
examen físico. La combinación de este último criterio con una edad
mayor o igual a 50 años, es muy poco frecuente en otro tipo de
vasculitis1.
Numerosos estudios indican que factores genéticos jugarían un rol
importante en la etiopatogenia de la arteritis de células gigantes y
la polimialgia reumática. Se han descripto casos familiares y un
aumento en la frecuencia de estas enfermedades en la raza blanca. La
arteritis de células gigantes afecta casi exclusivamente a la raza
blanca (95%), mientras que la arteritis de Takayasu se observa más
distribuida mundialmente (50% de los pacientes pertenecen a la raza
blanca)6. Datos recientes sugieren una asociación entre la arteritis
de células gigantes y la expresión de haplotipos específicos del
HLA-DR4. Se ha observado que el HLA-DR4 tiene una incidencia mayor en
pacientes con arteritis de células gigantes (42-47%, según las
distintas series), que en la población general (30%). Cuando los
pacientes son seleccionados de acuerdo a la presencia o ausencia de
polimialgia reumática, se observa que en el grupo de enfermos con
arteritis de células gigantes, sin polimialgia reumática asociada,
esta diferencia deja de ser estadísticamente significativa. Por el
contrario, en el grupo de pacientes con polimialgia reumática y
biopsia de la arteria temporal negativa, esta diferencia es aún mayor
(55% vs 30%)11, 12, 13. Por lo tanto, en la arteritis de células
gigantes, la presencia de HLA-DR4 se asocia fundamentalmente a la
existencia de polimialgia reumática concomitante. Sin embargo, la
paciente que aquí presentamos, no mostraba sintomatología de esta
enfermedad. No se ha encontrado una asociación estadísticamente
significativa entre el HLA-DR4 y la arteritis de Takayasu.
Las imágenes angiográficas de la arteritis de Takayasu son muy
similares a las observadas en la arteritis de células gigantes, con
lesiones bilaterales y simétricas en las arterias subclavia, axilar y
humeral4, 9. Habitualmente, la enfermedad de Takayasu tiene mayor
compromiso de la aorta y sus ramas principales. El 65% de los
pacientes presentan alteraciones aórticas en la arteriografía,
especialmente estenosis. En el 98% de los casos se observan largas
lesiones estenóticas, mientras que la irregularidad en la pared de
los vasos seguida de dilataciones post estenóticas se constatan sólo
en la tercera parte de los pacientes7. En ninguno de los enfermos
estudiados por Ninet et al.4 con arteritis de células gigantes y
manifestaciones isquémicas en miembros superiores, se observa
compromiso de la aorta tóraco-abdominal o de sus bifurcaciones, pero
sí la presencia de estenosis segmentarias con dilataciones post
estenóticas en las arterias subclavias, axilares o, con menor
frecuencia, en las humerales. Ante la sospecha diagnóstica de
arteritis de Takayasu, la realización de una angiografía es
mandatoria, a diferencia de lo que ocurre frente a un caso de
arteritis de la temporal, en que la angiografía es realizada
únicamente cuando el paciente presenta signos clínicos que indiquen
compromiso de grandes arterias. Esta diferencia hace que sea difícil
comparar las características angiográficas de ambas enfermedades en
estudios retrospectivos. No hemos encontrado trabajos prospectivos que
diluciden esto.
Con respecto a la biopsia arterial, en un 50% de los casos de
arteritis de células gigantes se observa la clásica arteritis
granulomatosa con células gigantes; el 50% restante muestra una
panarteritis con infiltrado a predominio linfomononuclear con algunos
neutrófilos y eosinófilos. Ocasionalmente puede verse una banda de
necrosis fibrinoide. Frecuentemente hay disrupción de la lámina
elástica interna por un infiltrado inflamatorio con células
gigantes. Esta última característica no confirma el diagnóstico si
no se acompaña de los otros cambios histológicos. En la arteritis de
Takayasu la histopatología varía de acuerdo al estado evolutivo de
la enfermedad. Inicialmente, se observa una arteritis granulomatosa
con inflamación transmural y destrucción segmentaria de la lámina
media. Predomina un infiltrado linfoplasmocitario con un número
variable de células gigantes confinado a la media e islotes
inflamatorios especialmente alrededor de los vasa vasorum. Con la
progresión de la patología, se produce fibrosis de la íntima y la
adventicia, con escaso infiltrado linfocítico. La lámina elástica
interna permanece intacta14, 15. La biopsia de la arteria temporal
suele ser normal en pacientes con arteritis de Takayasu. Por otro
lado, en la arteritis de células gigantes confirma el diagnóstico15.
Creemos que en nuestro caso resulta especialmente difícil discernir
cuál es el diagnóstico correcto, debido a que la paciente presenta
un cuadro en el que se superponen ambas arteritis. De acuerdo a los
criterios desarrollados por la ACR para el diagnóstico de las
arteritis de células gigantes y de Takayasu, nuestra paciente podría
ser incluida en ambos grupos. Cumple con cuatro de los cinco criterios
para arteritis de células gigantes (edad mayor o igual a 50 años,
anomalías de las arterias temporales al examen físico,
eritrosedimentación mayor o igual a 50 mm/h y biopsia anormal de la
arteria temporal), y con cuatro de los seis necesarios para
diagnosticar la arteritis de Takayasu (claudicación de alguna
extremidad, disminución del pulso de la arteria braquial, soplo de
las arterias subclavia o aorta, estrechamiento u oclusión de la
aorta, sus ramas principales o grandes arterias de los miembros). Las
razones por las que nos inclinamos por el diagnóstico de arteritis de
células gigantes son la edad de la paciente mayor a 50 años asociada
a la ausencia de pulso de la arteria temporal, la presencia de HLA-DR4
positivo, la ausencia de lesiones aórticas en la arteriografía y la
biopsia de la arteria temporal compatible con arteritis de células
gigantes. Ninguno de ellos certifica, aisladamente, el diagnóstico de
arteritis de células gigantes, pero creemos que la suma de los mismos
nos permite acercarnos más a la enfermedad que padece la paciente.
Cuando en el contexto de una arteritis de células gigantes surgen
complicaciones isquémicas, la conducta a seguir incluye la
administración de corticoides y cirugía en los casos donde el
tratamiento médico fracasa3, 4. Cuando la sintomatología isquémica
precede las manifestaciones típicas de la enfermedad, resulta más
difícil sospechar el diagnóstico y, por lo tanto, medicar
adecuadamente al paciente. En este caso, no fue considerado
inicialmente el diagnóstico de arteritis de la arteria temporal, y se
realizó el tratamiento quirúrgico sin corticoterapia previa. Luego
de la cirugía, se administraron corticoides por vía oral. La
paciente evolucionó favorablemente, con remisión de la
sintomatología que la aquejaba hasta la fecha de presentación de
este trabajo.
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