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CITOQUINAS HEMATOPOYETICAS
CITOQUINAS HEMATOPOYETICAS Y CUADRO HEMATOLOGICO
Felisa
C. Molinas
Sección Hematología
Investigación, Instituto de Investigaciones Médicas Alfredo Lanari,
Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires
Agradezco a la SAIC la invitación para dar esta conferencia, no
solamente porque me siento muy honrada sino también emocionada. No es
fácil, creo, para los que trabajamos en el Instituto cuando el Dr.
Lanari era su director elegir algún aspecto de su personalidad para
destacar, pues éstos fueron muchos. Tenía un gran espíritu
crítico, pero sus comentarios eran siempre constructivos, y eran un
aliento cuando las cosas no andaban bien, por dificultades con las
técnicas o por los magros resultados. Creo que todos recordamos sus
visitas al final de la tarde, con sus pasos silenciosos apareciendo
sin aviso para ver y preguntar por nuestro trabajo. Escuchando e
interesandose siempre, preguntando como al pasar si habíamos leido
tal o cual trabajo recién publicado, cuyo título le hacía suponer
que podría sernos de utilidad. Claro que sabíamos que teníamos que
leerlo porque tarde o temprano nos preguntaría por él. Celoso de sus
funciones de director y así de los trabajos que se realizaban, los
trabajos para publicar y los resúmenes para los congresos debían ser
leidos por él antes de enviarlos, con sus comentarios cuando lo
consideraba necesario. Siempre tenía tiempo para escuchar nuestras
dificultades, aún a veces las personales. Por todo esto y por muchas
otras, podría definir su actitud con una sola palabra, generosidad.
También era parco para expresar halagos y casi pudoroso para
recibirlos. Por eso traje para recordarlo una frase de su ensayo sobre
los homenajes escrito en ocasión del retiro del profesor Sherrington
de Oxford para el que se habian reunido 5 premios Nobel de Medicina en
una celebración simple para despedirlo, casi en la intimidad. Esa
frase tomada del Merchant of Venice, dice, v, i, Jessica, “I am
never merry when I hear sweet music”.
Los progenitores hematopoyéticos primitivos tienen la capacidad de
autorrenovación, que significa la renovación de células con la
misma función, así como de diferenciación y maduración1. Las
células progenitoras pueden ser reconocidas por los antígenos o
receptores de sus membranas y sólo tardíamente por la morfología.
Estas células se caracterizan por tener lo que se denomina fidelidad
de linaje. Es decir, una vez que adquieren marcadores de una línea
celular (eritroide, granulocítica, megacariocítica) no pueden
convertirse en otra línea celular. Salvo en casos patológicos como
en las leucemias bifenotípicas.
Los factores de crecimiento hematopoyéticos regulan la proliferación
de los progenitores hemopoyéticos, promoviendo no solamente la
mitosis y la diferenciación sino también la sobrevida celular. Se
demostró que los progenitores eritroides tardíos necesitan de la
eritropoyetina (Epo) para sobrevivir y esto se logra retardando la
degradación del DNA, previniendo así la apoptosis de una fracción
de la población eritroide. Efectos similares tienen las otras
citoquinas hemopoyéticas como la IL-3 y el SCF (c-kit). Se pensó
inicialmente que las citoquinas hemopoyéticas eran específicas de
linaje celular, pero posteriormente se comprobó la existencia de
interacciones de citoquinas específicas (Epo, Tpo, G-CSF) con las
otras líneas celulares. La eritropoyetina es la principal citoquina
reguladora de la eritropoyesis y la única que tiene efecto en las
etapas finales de la maduración de la línea eritroide. Actúa
transformando células no identificables morfológicamente como
eritroides en proeritroblastos y eritroblastos. Los niveles
plas-máticos de eritropoyetina se regulan por la tensión parcial de
oxígeno y tambien tendría un rol la unión a sus receptores
específicos. La trombopoyetina (Tpo) es la citoquina fundamental para
la diferenciación y proliferación de los megacariocitos, aunque
también se requiere la participación de otras citoquinas. La Tpo
actúa en forma sinérgica con las citoquinas SCF, IL-3, IL-6, IL-11 y
G-CSF en la proliferación de progenitores hematopoyé-ticos
primitivos murinos2. Se demostró que la Tpo también estimula la
proliferación en etapas tempranas y la sobrevida de progenitores
eritroides, mieloides y multipotenciales. Se postuló además que la
Tpo estimularía la eritropoyesis previniendo la apoptosis de los
progenitores eritroides tardios3. Se halló una correlación inversa
entre el número de megacariocitos y los niveles plasmáticos de Tpo,
encontrándose los niveles más elevados en la trombocitopenia
amegacariocítica y en la aplasia medular4. Sin bien algunos autores
proponen que las plaquetas también tienen un rol, aún no son claros
los mecanismos de su participación en la regulación de los niveles
de Tpo. El receptor del Tpo, el c-mpl, también participaría por el
binding de Tpo, pues al producirse la endocitosis del complejo
receptor-ligando, contribuiría en la eliminación de circulación de
esta citoquina5.
En la regulación de la hemopoyesis intervienen además otras
proteínas como el factor de necrosis tumoral (TNF-a), el factor de
crecimiento transformante (TGF-b)1 y el factor plaquetario 4 (FP4)6.
El FP4 es una quemoquina específica de las plaquetas que inhibe la
formación de colonias megacariocíticas.
En diversas patologías agudas y crónicas se hallaron niveles
aumentados de estas citoquinas en sangre periférica. En esta
presentación me referiré solamente a dos de ellas, que considero
paradigmáticas para comprender su intrincada interacción.
En los pacientes con la denominada anemia de los procesos crónicos se
hallaron niveles aumentados del TNF-a y en consecuencia algunos
autores propusieron que esta citoquina podría ser una de las
mediadoras de ese cuadro. Posteriormente se demostró in vitro que el
TNF-a tiene un efecto inhibitorio sobre los progenitores eritroides.
Algunos autores propusieron que este efecto era indirecto mediado por
otros factores liberados por las células accesorias, en particular el
INF-b. Sin embargo, el efecto del TNF-a depende de la unión a sus
receptores, fundamentalmente al receptor p-557.También el TGF-b,
producido por los fibroblastos y otras células, cuyo principal
reservorio es la plaqueta, es un regulador bifuncional de los
progenitores hemopoyéticos1. La infusión de TGF-b en ratones produce
una significativa disminución de las colonias eritroides CFU-E y
BFU-E. Se postuló que la producción autocrina de TGF-b por una
subpoblación de células progenitoras hemopoyéticas podría estar
relacionada con el mantenimiento de progenitores primitivos en estado
quiescente.
Fiebre hemorrágica argentina
La fiebre hemorrágica argentina (FHA) es una enfermedad viral cuyo
agente etiológico es el virus Junin. En la fase aguda de la
enfermedad los pacientes presentan compromiso hematológico y
neurológico8. Las alteraciones hematológicas consisten en
leucopenia, tromboci-topenia y alteraciones de la hemostasia9, 12. Los
estudios de médula ósea13 que se realizaron en estos pacientes
durante la fase aguda mostraron disminución global de la celularidad,
con marcada eritroblastopenia y cambios megaloblastoides. En cambio
los megacariocitos se hallaron menos afectados. Llama la atención que
los pacientes presenten valores normales de hematocrito y hemoglobina
durante la fase aguda, con solamente un descenso moderado en el 20% de
los casos en un período de observación de 180 dias posteriores a la
infección. Estos resultados sugieren que la detención transitoria de
la maduración de las células progenitoras no tiene su expresión en
sangre periférica debido a la larga sobrevida de los glóbulos rojos.
Tambien se halló activación de ambas vías del sistema complemento
durante la fase aguda14, 15. El IFN-a está muy elevado durante la
primera semana de enfermedad y se normaliza en la segunda semana en
los pacientes que sobreviven y que no recibieron plasma inmune como
tratamiento16. Pero no se encontró correlación entre este aumento y
la mortalidad. Estos resultados hicieron pensar que el IFN-a podría
no ser funcionante. Sin embargo, el hallazgo de niveles elevados de la
2’-5’ oligoadenilato sintetasa en células mononucleares
periféricas indicó que el IFN-a es biológicamente activo17. El
TNF-a se halló aumentado en todos los pacientes con la forma grave de
la FHA y en el 62% de aquellos con la forma moderada18.
Los factores de crecimiento hematopoyéticos evaluados en estos
pacientes mostraron disminución de la Epo en el 62% de los pacientes
y aumentada en algunos casos con la forma clínica grave que
fallecieron con un cuadro de shock. Se halló aumento de la Tpo en el
90% y del G-CSF en el 63% de los casos, mientras que los niveles del
GM-CSF, la IL-3 y el TGF-b estuvieron dentro de valores normales en la
mayoría de los pacientes. Se encontró una correlación directa entre
los valores del TNF-a y el G-CSF (p<0.001)19. Pensamos que los
niveles bajos de Epo podrían contribuir en la severa
eritroblastopenia descripta en la médula ósea en pacientes con FHA,
mientras que el G-CSF podría ser un marcador de la severidad de la
enfermedad. Por otra parte, el TNF-a estaría involucrado en la severa
hipoplasia medular y en la inhibición de la producción de Epo
durante la fase aguda. En cambio no es claro de interpretar el aumento
del Tpo en estos pacientes que tienen megacariocitos conservados en
médula ósea.
Las citoquinas IL-6, IL-8 e IL-10 también se encontraron
significativamente aumentadas en los pacientes con la forma severa de
la enfermedad durante la fase aguda. La IL-8 es un citoquina con
actividad quemotáctica y activadora de neutrófilos y su aumento en
la fase aguda de la FHA se correlaciona con la severidad de la
enfermedad (p=0.011) (15,20). La IL-6 se relaciona con la fiebre y el
aumento de la síntesis de las proteínas de fase aguda. Los complejos
formados por la IL-6 y el receptor específico unido a la membrana,
así como a su forma soluble (IL-6 sR) induce homodimerización y
fosforilación de residuos de tirosina en otra molécula, la gp130,
que es el verdadero transductor. Por lo tanto el complejo IL-6/IL-6sR
puede activar células que carecen de receptor para IL-6 pero que
tienen la gp130 en la membrana. En los pacientes con FHA se halló
aumento del IL-6sR en un 30% de los casos, lo que sugiere una
potenciación de la actividad de la IL-6. También se encontró
aumentada la IL-10 que suprime la producción de las citoquinas
proinflamatorias, el TNF-a, IL-1, IL-6 y la IL-8, contrarrestando la
inflamación desencadenada por la infección. Se halló, además,
correlación significativa entre el TNF-a y la IL-8, (r:0.78,
p<0.001). En cambio los niveles séricos de IL-1 no difirieron de
los normales. Los valores bajos de Epo podrían estar relacionados con
los elevados niveles de TNF-a.
Trombocitemia esencial
La trombocitemia esencial es una enfermedad mieloproliferativa
crónica que se caracteriza por el aumento de megacariocitos en
médula ósea y del número de plaquetas en sangre periférica, que
puede asociarse a complicaciones trombóticas y/o hemorrágicas. El
diagnóstico de trombocitemia esencial se hace por exclusión de otras
enfermedades mieloproliferativas, así como de los sindromes
mielodisplásicos y de trombocitosis secundarias (ferropenia). Para su
diagnóstico se utilizan los criterios propuestos en 1997 por el Grupo
de Estudio de Policitemia Vera21. La ausencia de la translocación
bcr/abl para diferenciar la TE de la leucemia mieloide crónica es
actualmente un punto controvertido, dado que empleando técnicas más
sensibles como la denominada nested RT-PCR que reconoce 1 x 105
copias22, se encontró la translocación bcr/abl en células de la
médula ósea en el 48% de las TE y en células de sangre periférica
en el 19%. Sin embargo, con técnicas de similar sensibilidad y en
sangre periférica, otros grupos lo hallaron entre el 0% y el 8%23 y
en nuestra experiencia la translocación bcr/abl se halló en el 9.3%
de los pacientes.
El origen clonal de estos sindromes se estableció por el hallazgo en
las mujeres, heterocigotas para la G6PD, de la expresión de solamente
una de las isoenzimas en las células sanguíneas derivadas de las
tres lineas celulares hematopoyéticas24. Más recientemente,
El-Kassar y col25 demostraron la clonalidad de la TE analizando el
polimorfismo de la inactivación del cromosoma X en el DNA del gen
HUMARA. En las mujeres normales el cromosoma X materno o paterno se
inactiva al azar en una etapa temprana de la embriogénesis. En las
pacientes con TE las células sanguíneas tienen el mismo tipo de
inactivación, es decir que provienen de la misma célula troncular
indicando así que los pacientes tienen una enfermedad clonal.
Contradiciendo estos resultados recientemente otro grupo propuso que
la TE puede ser tanto clonal como policlonal.
Hay referencias que muestran que el 5% de los pacientes con TE tienen
variadas alteraciones citogenéticas, similares a las descriptas en
los otros sindromes mieloproliferativos. En nuestra población estas
alteraciones consistieron en: 1q-; 20q-; ins(4,11) (q34-5;q13-4);
13q-/+8; inv8/del12. Tampoco estan definidas las alteraciones
moleculares de la TE26. No se hallaron alteraciones de la p53, N-RAS,
K-RAS ni MDM2 durante la fase crónica de la enfermedad. Sin embargo,
se encontraron mutaciones de la p53 durante la crisis blástica en
pacientes con TE27. Se demostró en pacientes con TE la formación de
colonias espontáneas in vitro de progenitores megacariocíticos de la
médula ósea, por lo que se propuso usar esta técnica para
diferenciar la tromboci-temia esencial de la trombocitosis reactiva28.
El ligando del receptor c-mpl es la trombopoyetina. Los estudios de
binding mostraron que las plaquetas humanas normales tienen una sola
clase de receptor en un número de 57±17 (rango 39-81) por plaqueta
con una Kd 163±31 pM (123-218). Mientras en plaquetas de pacientes
con TE se encontró 9±8 (4-18) sitios por plaqueta y un Kd de 31 pM
(80-110)29. Los megacario-citos humanos normales tienen 12140
receptores c-mpl por célula, con Kd de 749 pM. Se comprobó
recientemente que la anormal expansión de los progenitores
magacariocíticos no se debe a una mutación puntual del gen del
receptor c-mpl30. El nivel plasmático de la trombopoyetina en
pacientes con TE está normal o ligeramente aumentado31.
El objetivo del estudio de las citoquinas hemato-poyéticas en la TE
fue saber si la desregulación de la megacariocitopoyesis encontrada
en los pacientes se evidencia en cambios en los niveles de los
factores de crecimiento en sangre periférica. Se encontraron niveles
aumentados de IL-6sR en el 53% de los pacientes, de IL-3 en el 20%, de
Tpo en el 12.5%, de IL-11 en el 3.4% y del SCF en el 9.3%. Los niveles
de los demás factores fueron normales en todos los casos31, 32. El
aumento del IL-6sR en plasma nos indujo a estudiar los posibles
mecanismos de su generación y de su origen. El estudio del IL-6sR
liberado al medio condicionado por células mononucleares en cultivo
mostró un aumento significativo en los pacientes. La expresión del
RNA mensajero de las dos isoformas del receptor de IL-6 mostró una
tendencia al aumento de la expresión de ambas isoformas en los
pacientes con TE. Debido al hallazgo de niveles aumentados de IL-6sR
en los pacientes sin tratamiento, se evaluaron los niveles de IL-6sR
en las muestras de algunos de ellos en remisión hematológica y
clínica. En 11 casos que presentaron niveles altos en la muestra
antes del tratamiento se observó que en la muestra tomada durante la
normalización del recuento plaquetario los valores del IL-6sR se
mantenían altos o disminuían pero sin retornar a valores normales.
Se postula que la mielofibrosis es la consecuencia de una
desregulación de los factores PDGF, TGF-b y del bFGF33-36. Tanto en
la mielofibrosis como en la trombocitemia esencial hay aumento de
megacariocitos en la médula ósea, aunque con alteraciones
morfológicas en la primera y de aspecto normal en la segunda. Por
otra parte, en la TE puede haber fibrosis reticulínica focal y
además no es fácil diferenciarla de la fase celular de la
mielofibrosis con trombocitosis. Por ello decidimos evaluar estos
factores en la TE.
En pacientes con TE sin tratamiento los niveles plasmáticos de los
factores relacionados con la proliferación de fibroblastos se
hallaron aumentados significativamente con respecto a los controles
normales. En cambio, los valores intraplaquetarios fueron variables
con respecto a los normales, los niveles del TGFb estuvieron normales,
los del bFGF aumentados y del PDGF disminuidos. Durante la
normalización del número de plaquetas por el tratamiento los niveles
plasmáticos del bFGF y del PDGF tendieron a la normalización,
sugiriendo que las variaciones de estos factores podrían estar en
relación con el número de plaquetas. En cambio, la persistencia del
aumento del TGF-b en plasma y del bFGF en plaquetas sugieren la
existencia de una desregulación de su síntesis37.
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