|
|
La sobrevida en
adolescentes y adultos jOvenes con cAncer en la infancia
Laura
Schwartz
Unidad de Oncología,
Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, Buenos Aires
Resumen
LSe
investigó un grupo de 104 sobrevivientes de cáncer en la infancia
que fueron diagnosticados y tratados en la Unidad de Oncología del
Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez de Buenos Aires entre 1965 y
1986 y evaluados hasta diciembre de 1999. Todos habían superado los
15 años después del diagnóstico. Los diagnósticos fueron:
retinoblastoma: 24, nefroblastoma: 19, enfermedad de Hodgkin: 14,
sarcomas: 12, neuroblastoma: 11, linfoma no Hodgkin: 11, histiocitosis
de células de Langerhans: 5 (forma ósea múltiple: 4 y enfermedad de
Hand-Schüller-Christian: 1), tumores germinales gonadales: 4,
osteosarcoma: 2, sarcoma de Ewing: 2 . Los tratamientos consistieron
en: cirugía + quimioterapia + radioterapia: 52, quimioterapia +
radioterapia: 18, cirugía + quimioterapia: 13, cirugía +
radioterapia: 7, cirugía: 7 y quimioterapia: 7. Hasta la fecha de
última actualización viven sin evidencia de enfermedad maligna 101
pacientes con un rango de edad entre 15 y 44 años. En 4 de ellos los
efectos adversos del cáncer y/o del tratamiento amenazan la vida por
insuficiencia cardíaca: 2, insuficiencia renal: 1 y
panhipopituitarismo: 1 (esta última paciente falleció). De 5
pacientes con segundo cáncer se desconoce la evolución de 2. Se
determinó el grado de instrucción en 51 sobrevivientes y la
situación laboral en 27. Nueve mujeres fueron madres y 5 varones
fueron padres. Se considera necesario el seguimiento constante y la
evaluación de quien ha padecido cáncer en la infancia porque esto
permite la oportunidad de soluciones médicas terapéuticas y de
rehabilitación psicosocial.
Palabras clave:cáncer en la infancia,
sobrevivientes, efectos tardíos
Abstract
Long-term
survival and late effects in childhood cancer. A group of 104
long-term survivors of childhood cancer have been studied at the
Oncology Unit of the Children’s Hospital of Buenos Aires. The tumors
were diagnosed and treated between 1965 and 1986 and evaluated until
December 1999. The diagnosis were: retinoblastoma: 24, nephroblastoma:
19, Hodgkin’s disease: 14, sarcoma: 12, neuroblastoma: 11,
non-Hodgkin-lymphoma: 11, Langerhans cell histiocytosis: 5 (multifocal
bone lesions: 4, Hand-Schüller-Christian disease: 1), gonadal
germ-cell tumors: 4, osteosarcoma: 2, Ewing sarcoma: 2. The treatment
consisted of: surgery + chemotherapy + radiotherapy: 52, chemotherapy
+ radiotherapy: 18, surgery + chemotherapy: 13, surgery +
radiotherapy: 7 surgery: 7 and chemotherapy: 7. A total of 101
survivors are alive without evidence of cancer between 15 and 44 years
of age. Four of them suffered serious late effects threatening their
lives: cardiac insufficiency: 2, renal insufficiency: 1 and
panhypopituitarism: 1 (this patient died). Out of 5 patients with a
second cancer, the follow-up was lost in 2. In 51 survivors education
data were available and in 27 their laboral situation. Nine young
women were mothers and five young men were fathers. It is concluded
that a constant follow-up and evaluation of these patients is
necessary in order to give them the opportunity of therapeutic
solutions and psychosocial rehabilitations.
Key words:childhood cancer, survivors, late effects
Dirección postal: Dra. Laura Schwartz,
Unidad de Oncología, Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, Gallo
1330, 1425 Buenos Aires, Argentina
Fax: (54-11) 4327-0555 e-mail: laurabey@xlnet.com.ar
Recibido: 11-V-2001 Aceptado: 14-VI-2001
Con el progreso obtenido en las últimas décadas en el tratamiento
del cáncer en la infancia se logró aumentar el porcentaje de
curación y sobrevida de los pacientes. Hammond define a la curación
del cáncer en la infancia en relación a tres aspectos: desaparición
de la evidencia de enfermedad, un riesgo mínimo o nulo de
reaparición de la misma después del tratamiento y la restauración
de la salud, que incluye el aspecto físico, de desarrollo funcional,
psicológico y social1.
La curación y sobrevida a largo plazo de niños tratados por cáncer
en centros de oncología pediátrica de los Estados Unidos de
América, muestra que la curación es posible entre un 50% a un 90% de
ellos si se excluyen algunos tumores óseos y del sistema nervioso
central y los neuroblastomas avanzados en niños mayores de un año de
edad2. Distintos investigadores de aquel país han estimado que la
prevalencia de adultos jóvenes sobrevivientes de cáncer en la
infancia aumentará de 1 cada 1 000 personas en 1990 a 1 cada 250
personas en el año 20103, 4. En la Argentina no se logró obtener
información estadística al respecto, aunque la última información
del INDEC le asigna a los tumores malignos el tercer lugar como causa
general de muerte.
Los tratamientos que se emplean para tratar los tumores malignos
suelen originar secuelas orgánicas relacionadas con el crecimiento y
desarrollo, la capacidad intelectual, la funcionalidad cardiopulmonar
y la integridad gonadal5. Desde el punto de vista psicológico se
destacan los conflictos psicosociales, problemas de escolaridad,
dificultades laborales y crisis de fe y de autoestima. El riesgo de
morir está relacionado a una recaída, cuya frecuencia disminuye en
el tiempo, a un segundo o tercer cáncer o a secuelas del sistema
cardiopulmonar o del sistema nervioso central6-8.
El motivo de esta presentación es comunicar lo observado en 104
pacientes tratados por cáncer en la infancia y que sobreviven
después de 15 años del diagnóstico.
Pacientes y métodos
Un estudio preliminar realizado en la Unidad de Oncología del
Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez de Buenos Aires mostró que de
248 sobrevivientes que fueran tratados entre 1965 y 1986 y evaluados
hasta diciembre de 1990, 182 padecieron secuelas orgánicas graves y
16 desarrollaron un segundo cáncer9.
De estos pacientes se entrevistó a 104 que superaron los 15 años
desde el momento del diagnóstico y que concurrieron espontáneamente
a dicha Unidad. El seguimiento de éstos fue irregular por diversos
factores, especialmente los socio-económicos y geográficos, pero
permitió su evaluación hasta diciembre de 1999 y la identificación
de los efectos tardíos de la enfermedad y su tratamiento.
Se determinó edad y sexo, diagnóstico histopatológico, modalidad de
tratamiento, presencia de secuelas, desarrollo de un segundo cáncer,
nivel de instrucción, actividad laboral y descendencia.
Resultados
Los diagnósticos y las modalidades de tratamiento se indican en la
Tabla 1-Diagnóstico histopatológico- y Tabla 2-Tratamiento
oncológico-. De los 104 pacientes, 64 fueron varones. La edad, en el
momento del diagnóstico, varió entre 7 días y 16 años (mediana 2
años). El seguimiento fue de 15 hasta 33 años desde el diagnóstico
(mediana 17 años). La edad en el momento de la última consulta
osciló entre los 15 y 44 años (mediana 21 años).
De los 17 retinoblastomas bilaterales en 9 se enuclearon ambos ojos y
en 8 se enucleó el ojo más comprometido, pero 4 de estos últimos
perdieron la visión del ojo contralateral como consecuencia del
compromiso de las estructuras oculares por el tumor y/o la
radioterapia. En todos los pacientes con retinoblastoma unilateral se
enucleó el ojo enfermo. Los pacientes que, posteriormente, fueron
irradiados y/o no usaron la prótesis ocular tempranamente, hicieron
retracción palpebral que, en casi todos requirió reconstrucción
quirúrgica de la órbita. En 2 casos con enfermedad bilateral y en
otro con enfermedad unilateral, que habían recibido 2.400 rads en
sistema nervioso central se constató retraso intelectual. Dos
pacientes con retinoblastoma bilateral, desarrollaron un segundo
cáncer luego de 22 y 20 años de completado el tratamiento en zonas
previamente irradiadas con 4.000 rads (fibrohistiocitoma maligno en
región malar y carcinoma anexial de la órbita, respectivamente) y un
tercero con retinoblastoma unilateral, que había sido tratado con
ciclofosfamida (dosis acumulada 10gm/m2), luego de 20 años presentó
un leiomiosarcoma de vejiga.
En los 18 nefroblastomas unilaterales se practicó nefrectomía y en
un caso se hizo necesaria una neu-monectomía por metástasis
pulmonar. En el único caso de nefroblastoma bilateral, asociado a
criptorquidia bilateral e hipospadia, se efectuó nefrectomía del
riñón más comprometido y heminefrectomía contralateral (el informe
histopatológico mostró, en este caso, focos de nefroblastomatosis
bilateral); este paciente desarrolló una insuficiencia renal crónica
14 años después de completado el tratamiento por lo que ingresó en
plan de diálisis y en lista de espera para transplante renal. Una
paciente con nefroblastoma unilateral y metástasis paracardíaca
presentó, luego de 12 años de completado el tratamiento, episodios
de síncope por bloqueo aurículo-ventricular de tercer grado que
requirió la colocación de un marcapasos definitivo bicameral y 3
años después desarrolló una insuficiencia cardíaca constrictiva y
restrictiva como consecuencia de la radioterapia de mediastino (dosis
acumulada 5.700 rads ); esta paciente se encuentra en lista de espera
para un transplante cardíaco.
De los 14 pacientes con enfermedad de Hodgkin, 6 fueron
esplenectomizados (por distintos motivos no se cumplió regularmente
con las medidas profilácticas de antibióticos e inmunizaciones),
pero uno solo sufrió una osteoartritis de rodilla por neumococo que
evolucionó favorablemente con celafosporina y gentamicina. En sólo 2
de los 14 pacientes se estudió la fertilidad que mostró azoospermia
en ambos casos. Se observó disminución del desarrollo pondoestatural
en 3 casos. Cinco pacientes con enfermedad de Hodgkin que recayeron,
se encuentran sin evidencia de enfermedad a los 14, 13, 10, 9 y 9
años respectivamente después del tratamiento de rescate.
De los 12 pacientes con sarcomas, 2 viven con secuelas graves: un
varón con fibrosarcoma en región pelviana al que se le practicó una
hemipelvectomía y una niña con rabdomiosarcoma de región malar cuya
consecuencia es una asimetría facial con atrofia del globo ocular y
retracción de ambos párpados como consecuencia de la radioterapia
(6.000 rads). Un paciente que presentó un fibrosarcoma de muslo,
luego de cinco resecciones quirúrgicas recibió 5.000 rads en la zona
comprometida; después de 16 años y como consecuencia de un accidente
automovilístico, sufrió la fractura del fémur desmineralizado que
requirió reducción con tornillo y clavoplaca.
De los 11 pacientes con neuroblastoma, una niña que presentó
localización toracoabdominal evolucionó hacia una paraplejia con
escoliosis, disminución del desarrollo pondoestatural e infecciones
urinarias a repetición. Otra niña con localización en región malar
y que recayó luego de 2 años de completado el tratamiento sobrevive
20 años después del tratamiento de rescate, con hipoplasia y
asimetría facial con ausencia de piezas dentarias. En una tercera
paciente fue necesario una histero-ooforectomía bilateral por estar
el tumor localizado en pelvis. En dos pacientes se asoció
hemihipertrofia de un miembro inferior.
En 1 paciente que presentó un linfoma no Hodgkin abdominal y fuera
irradiado con 4.000 rads desarrolló un síndrome de malabsorción y
aplastamiento de cuerpos vertebrales con disminución del desarrollo
pondoes-tatural. Otro paciente que también padeció un linfoma no
Hodgkin de cavum y fuera irradiado con 3.100 rads, desarrolló luego
de 9 años de completado el tratamiento un carcinoma de tiroides.
En los 4 casos de cánceres óseos las secuelas fueron las siguientes:
los 2 osteosarcomas exigieron desarticulación (el de húmero
desarticulación del miembro superior izquierdo y el de fémur del
miembro inferior derecho). En los 2 sarcomas de Ewing, el varón
evolucionó a una insuficiencia cardíaca congestiva por doxorubicina
(dosis acumulada 450mg/m2) y la niña sobrevive con una hipoplasia de
miembro superior con hiperflexión (recibió 6.000 rads en húmero).
Otra paciente que padeciera carcinoma de saco vitelino de ovario,
desarrolló 9 años después de terminado el tratamiento un
rabdomiosarcoma de cuello de útero.
De los 4 pacientes con histiocitosis de células de Langerhans (forma
ósea múltiple), un varón vive con diabetes insípida. Otro paciente
presentó malformación congénita de la parrilla costal asociada a
cifosis. En la niña que padeció la enfermedad de
Hand-Schüller-Christian la evolución del panhipopituitarismo y la
disfunción neurológica, debido a una involución encefálica difusa,
fue de 16 años (esta paciente falleció a causa de una neumonía por
aspiración).
En la Tabla 3-Segundo cáncer en 104 sobrevivientes-. se presenta los
pacientes que desarrollaron un segundo cáncer.
Se constató el nivel de instrucción en 51 sobrevivientes:
escolaridad primaria: 6, secundaria: 31, terciaria: 7 y universitaria:
7. La situación laboral fue la siguiente: mano de obra calificada:
19, empleo fijo: 6 y egresado universitario: 2.
Con respecto a la descendencia, 9 mujeres fueron madres de 17
niños/as (15 de ellos sanos y 2 con retinoblastoma bilateral cuya
madre y abuela habían padecido la misma enfermedad). Cinco varones
fueron padres de 7 niños/as sanos. Un sexto varón adoptó un bebé.
La situación familiar fue la siguiente: 4 mujeres y 5 varones
casados, 2 mujeres divorciadas y 3 solteras. El varón que adoptó el
bebé es casado.
Discusión
Los efectos adversos tardíos del tratamiento del cáncer en la
infancia suelen ser mayores que los supuestos en el momento del
diagnóstico. Su identificación dependerá del tipo de cáncer
padecido y en qué protocolo de diagnóstico y tratamiento ingresó
cada paciente. Estas consecuencias pueden ser inmediatas al
tratamiento, especialmente el quirúrgico, pero otras causadas por la
quimioterapia o la radioterapia se manifiestan, en general, meses o
años después de terminado el tratamiento oncológico y se pueden
agravar con el crecimiento, especialmente las secundarias a la
radioterapia.
El riesgo a largo plazo más grave de quien ha sobrevivido a un
cáncer, es desarrollar un segundo cáncer, que depende
fundamentalmente, del diagnóstico y tratamiento del primer cáncer.
La frecuencia con que se presenta varía según los distintos autores,
pero los sobrevivientes que padecieron retinoblastoma y fueron
irradiados y los que padecieron enfermedad de Hodgkin sometidos a
intensos tratamientos con quimioterapia y altas dosis de radioterapia
como consecuencia de recaídas, son los que con mayor probabilidad
desarrollarán una segunda enfermedad maligna. En este grupo de 104
pacientes, 3 de ellos que presentaron retinoblastoma desarrollaron un
segundo cáncer y ninguno de los 14 con enfermedad de Hodgkin ; sin
embargo, un estudio anterior mostró 2 pacientes que padecieron esta
enfermedad y desarrollaron una segunda enfermedad maligna (leucemia
linfoblástica aguda: 1 y fibrosarcoma de región cervical: 1)10.
Los investigadores coinciden en distinguir muy claramente las secuelas
que amenazan la vida del sobreviviente, como lo son las afecciones
cardiovasculares y pulmonares, de aquellas que si bien no amenazan la
vida, dan lugar a serios inconvenientes y disturbios psicológicos. De
ahí, el por qué el interés de ordenar y clasificar estos tipos de
secuelas con una metodología diagnóstica para, en lo posible,
repararlas y así evitar que estos efectos determinen negativamente el
curso de la vida de quienes las padecen. El desarrollo de estas
distintas y numerosas metodologías propuestas para identificar tanto
las secuelas orgánicas como las psicológicas, excede el objetivo de
esta presentación.
En este grupo de 104 sobrevivientes se demostró que en 4 de ellos las
secuelas que amenazan su vida son: insuficiencia cardíaca congestiva:
1, insuficiencia cardíaca constrictiva y restrictiva: 1,
insuficiencia renal: 1 y panhipopituitarismo: 1.
Por otro lado, están los efectos tardíos que no amenazan la vida
pero son considerados graves. Es muy difícil ponderar esta gravedad,
ya que la misma está determinada por múltiples variables. Una misma
secuela, como lo es, por ejemplo, la ceguera, será más grave si se
asocia a deformación estética o si el paciente no tiene la
oportunidad de acceder a escolaridad especializada. Para un
sobreviviente que sufrió una desarticulación, ésta será una
consecuencia mayor si no tiene posibilidad de usar una prótesis
adecuada. Los factores que en la práctica determinan la gravedad
están vinculados principalmente a la esfera socio-económica, a la
posibilidad de acceder a tratamientos médicos, quirúrgicos o
psicológicos con la consiguiente rehabilitación.
Por los resultados terapéuticos observados se tiene datos sobre
pacientes que han alcanzado los 5 años desde el momento del
diagnóstico sin recaer. Cuando se consigue llevar a cabo un
seguimiento a largo plazo de personas que padecieron cáncer en la
infancia se puede identificar a aquellas que lograron obtener títulos
universitarios, éxitos deportivos o artísticos, que alcanzaron su
independencia económica y social y lograron formar una familia con
hijos propios o adoptados, lo cual constituye la evidencia de su
curación. Pero, por otro lado, la experiencia demuestra que no se
sabe cuántos otros llegan a la adultez no sólo sin saber qué les
pasó ni de qué fueron tratados sino que ni siquiera imaginan que la
enfermedad puede ser transmitida a sus hijos. Aquellos que tienen
información acerca del cáncer padecido viven con la constante
zozobra de una posible recaída manifestada en los momentos de las
evaluaciones. Son pocos los que se animan a consultar a un
endocrinólogo para evaluar la fertilidad. La consulta espontánea a
un genetista es excepcional aún cuando la idea de la transmisión del
mal padecido sea permanente y obsesiva. El hijo de un sobreviviente de
cáncer en la infancia puede heredar los genes que causaron el cáncer
en su progenitor; tal el caso de los tumores embrio-narios
(retinoblastoma, nefroblastoma, neuroblastoma)11. Un detalle
importante a tener en cuenta es que algunos síndromes hereditarios
con predisposición a desarrollar cáncer pueden no ser reconocidos en
el momento del diagnóstico o durante el tratamiento y recién
después de transcurrido el tiempo se pueden poner de manifiesto en
los mismos sobrevivientes o en algún familiar12.
Por otra parte, se debe tener en cuenta que en algunos sobrevivientes
se asocian, a lo anterior, malformaciones congénitas que requieren
resolución y control. En otros casos las infecciones adquiridas
durante el tratamiento como consecuencia de la inmunosupresión pueden
afectar crónicamente distintos parénquimas especialmente pulmonar o
hepático.
Los niños que padecieron cáncer, sufrieron el mal y se curaron, pero
los adultos que resultan de estos niños deben enfrentar un futuro
incierto, fundamentalmente por desinformación. Se debe recordar que
entre un 70% y un 80% de los niños con cáncer, el diagnóstico se
efectuó cuando tenían 5 ó menos años de edad. Rosen sostiene que
es difícil diseñar un modelo o norma que oriente la atención
médica y psicológica en la etapa de transición desde la niñez
hasta la adultez de los sobrevivientes de cáncer en la infancia, por
la heterogeneidad de los mismos, ya que el tiempo y la estructura de
esta transición debe ser determinada sobre bases individuales, donde
tienen que ver, no sólo las consecuencias del cáncer mismo y del
tratamiento, sino otros factores, como son la posibilidad de recaídas
tardías, el desarrollo de un segundo tumor maligno o el riesgo a la
transmisión genética13.
Los tratamientos para el cáncer obligan a una constante evaluación y
seguimiento de los pacientes, ya que de otra manera no se sabrá,
cuáles serán sus consecuencias. El conocimiento de los efectos a
largo plazo que la radioterapia o la quimioterapia pueden provocar en
tejidos y órganos de los niños es, aún fragmentario porque es
necesario esperar que las remisiones completas continuas se prolonguen
por décadas para obtener la mayor información relacionada a las
secuelas ocasionadas por estos tratamientos.
Si, desafortunadamente, no se pudo evitar un daño irreparable, la
rehabilitación de quienes los padecen es un imperativo y debería
comenzar lo antes posible para superar las desventajas y lograr su
mayor grado de emancipación. Graham sostenía que, a pesar de lo
difícil del seguimiento de una larga serie de sobrevivientes de
cáncer, por el tiempo que toma y el costo, es necesario encararlo
racionalmente ya que esto no sólo afecta el interés individual sino
el de toda la comunidad por los problemas de orden económico y social
que conlleva14. El seguimiento y evaluación es siempre importante por
ser la fuente primaria de la información básica para la obtención
de los resultados médico-sociales de un mayor número de ciudadanos
con un lugar en la sociedad y un menor costo en la rehabilitación y
gastos de subsidios.
Bibliografía
1. Hammond D. The cure of childhood cancer. Cancer 1986; 58:407-13.
2. Taub JW. Factors in improved survival from paediatric cancer. Drugs
1998; 56: 757-65.
3. Bleyer WA. The impact of childhood cancer on the United States and
the world. Ca A Ca J Clin 1990; 40: 355-67.
4. Meadows AT, Black B, Nesbit M, Strong LC, Nicholson HS, Green DM.
Long term survival. Cancer 1993; 71: 3213-15.
5. D’Angio GJ. Late adversities of treatment in long-term survivors
of childhood cancer. In Proceedings of the Second National Conference
on Human Values, American Cancer Society, New York, 1978.
6. Hawkins MM, Kingston JE, Kinnier Wilson LM. Late deaths after
treatment for childhood cancer. Arch Dis Child 1990; 65: 1356-63.
7. Nicholson HS, Fears TR, Byrne J. Death during adulthood in
survivors of childhood and adolescent cancer. Cancer 1994; 73:
3094-3102.
8. Oeffinger KC, Eshelman DA, Tomlinson GE, Buchanan GR, Foster BM.
Grading of late effects in young adult survivors of childhood cancer
followed in an ambulatory adult setting. Cancer 2000; 88: 1687-95.
9. Schwartz L. Concepto de curación en niños que padecieron cáncer.
Medicina (Buenos Aires) 1991; 51: 322-6.
10. Schwartz L, Kupferman J, Picco P. Segundo tumor maligno en
pediatría. Comunicación de 22 casos. Medicina (Buenos Aires) 1990;
50: 97-101.
11- Knudson AG Jr. Genetics and etiology of childhood cancer. Pediat
Res 1976; 10: 513-6.
12. Strong L. Genetic implications for long-term survivors of
childhood cancer. Cancer 1993; 71: 3435-40.
13. Rosen DS. Transition to adult health care for adolescents and
young adults with cancer. Cancer 1993; 71: 3411-4.
14. Graham JB, Wolfson EP. The follow-up of cancer patients. Cancer
1955; 8: 872-74.
Tabla 1.– Diagnóstico histopatológico
Diagnóstico n
Retinoblastoma: 24
(Bilateral) (17)
(Unilateral) ( 7)
Nefroblastoma: 19
(Unilateral) (18)
(Bilateral) (81)
Enfermedad de Hodgkin 14
Sarcomas: 12
(Fibrosarcoma) (8)
(Rabdomiosarcoma) (3)
(Leiomiosarcoma) (1)
Neuroblastoma 11
Linfoma no Hodgkin 11
Histiocitosis de células de Langerhans 5
(forma ósea múltiple) (4)
(Enfermedad de Hand-Schüller-Christian) (1)
Tumores germinales de las gonadas 4
Osteosarcoma 2
Sarcoma de Ewing 2
TOTAL 104
Tabla 2.– Tratamiento oncológico
Modalidad n
Cirugía + quimioterapia + radioterapia 52
Quimioterapia + radioterapia 18
Cirugía + quimioterapia 13
Cirugía + radioterapia 7
Cirugía 7
Quimioterapia 7
Radioterapia 0
TOTAL 104
Tabla 3.– Segundo cáncer en 104 sobrevivientes
Paciente Sexo/ 1°Ca/Año Tratamiento Intervalo 2°Ca/Año
Tratamiento Evolución
Edad en años
1- M/22añ RTBU/1969 C+R 22 FHM ? ?
región malar/
1991
2- F/16añ TGovario/1975 C+Q 10 RMS C+Q SEE/1990
cuello útero/
1985
3- M/17añ LnoHcavum/1976 Q+R 11 Ca.Tiroides/ C SEE/1991
1987
4- M/23añ RTBU/1978 C+Q+R 20 LMSvejiga/ C SEE/1999
1998
5- F/16añ RTBB/1980 C+Q+R 16 Carcinoma R EP/1996
órbita/1996
RTBU: retinoblastoma unilateral, RTBB: retinoblastoma bilateral,
TG: tumor germinal, LnoH: linfoma no Hodgkin, FHM: fibrohistiocitoma
maligno, RMS: rabdomiosarcoma, LMS: leiomiosarcoma,C: cirugía. Q:
quimioterapia, R: radioterapia. SEE: sin evidencia de enfermedad. EP:
enfermedad progresiva
|
|
|
|
|