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CELULAS PROGENITORAS HEPATICAS
Alicia
S. Lorenti
Instituto de Ciencias
Básicas y Medicina Experimental, Hospital Italiano, Buenos Aires
Resumen
La
existencia de células progenitoras hepáticas ha sido discutida
durante mucho tiempo, hasta que diversos estudios sobre la
patogénesis de las enfermedades hepáticas, revelaron su existencia.
Los hepatocitos que forman parte del parénquima muestran diferencias
morfológicas, bioquímicas y funcionales, así como también en su
capacidad de proliferación y en los patrones de expresión de genes.
Los hepatocitos y las células ductales biliares tienen un origen
embriológico común: las células endodérmicas multipotenciales, que
migran y se diferencian por señales recibidas del mesénquima portal.
La regeneración hepática se produce normalmente a través de la
activación de células maduras. Cuando el daño hepático es
demasiado extenso, se produce la activación de células progenitoras
ubicadas en el canal de Hering, que dan origen a las células ovales.
Hay marcadores antigénicos específicos de estas células, y otros
compartidos con células fetales. Existen en el hombre células con
características similares a las ovales descriptas en roedores. Una
nueva dimensión en este tema, es el hallazgo de la obtención de
células hepáticas a partir de células progenitoras de médula
ósea. En este sentido, fueron realizados diversos trabajos con
modelos animales y también en el hombre. Estos trabajos, así como
otros referidos a obtención de otros tipos celulares a partir de
médula ósea, indicarían que las células hematopoyéticas podrían
ser células itinerantes, capaces de sufrir una diferenciación
específica de tejido. El proceso de activación de células
progenitoras para generar nuevos hepatocitos y células ductulares
biliares, tiene fundamental importancia en temas relacionados con la
patofisiología del hígado, como el cáncer y la reparación del
parénquima hepático masivamente destruído.
Palabras clave:células progenitoras, hepatocitos,
regeneración hepática, células ovales
Abstract
Hepatic
stem cells. The presence of hepatic stem cells had been postulated
for a long time, until se- veral papers on the pathogenesis of hepatic
diseases have recently revealed their presence. Hepatocytes belonging
to liver parenchyma show morphological, biochemical and functional
differences, as well as different proliferation capacity and pattern
of gene expression. Hepatocytes and ductal biliar cells have a common
embryologic origin: the endodermic multipotential cells, that migrate
and differentiate in response to signals received from the portal
mesenchyma. Hepatic regeneration is normally produced through
activation of mature cells. However, when the hepatic damage is very
extensive, the activation of facultative stem cells localized in the
Hering canal, produces the oval cells, with bipotential capacity.
Specific antigenic markers for these cells and others shared with
fetal cells have been developed. Cells with characteristics similar to
those oval cells described in rodents were found in the human liver. A
new insight on this subject has opened up with the obtention of
hepatic cells from bone marrow stem cells. In this sense, several
experiments were carried out using animal and human models. These and
others performed with different cellular types obtained from bone
marrow, indicate that hematopoietic stem cells could be itinerant
cells subject to tissue specific differentiation. The activation of
stem cells in order to generate new hepatocytes and ductal biliar
cells, is relevant in terms of the study of the pathophysiology of
several diseases, such as cancer or the regenerative activity of
hepatic parenchyma after masive destruction.
Key words:stem cells, hepatocytes, hepatic regeneration,
oval cells
Dirección postal: Dra. Alicia Lorenti,
Hospital Italiano, Potosí 4240, 1199 Buenos Aires, Argentina. Fax:
(54-11) 4959-0200 e-mail: alorenti@hitalba.edu.ar
Recibido: 2-V-2001 Aceptado: 2-VII-2001
Durante varias décadas, los investigadores han dudado acerca de la
existencia real de células progenitoras hepáticas. Es a partir de
los últimos años, que esas dudas comenzaron a despejarse, a partir
de evidencias surgidas de estudios en ratas, y del desarrollo de la
biología celular aplicada a la patogénesis de las enfermedades del
hígado humano. Además, nuevos y excitantes hallazgos indicarían que
en algunos órganos, como el cerebro y médula ósea, residirían
células con capacidad para diferenciar en diferentes tipos celulares
hepáticos.
Estructura del parénquima hepático adulto
La unidad estructural y funcional del parénquima hepático es el
acino, el cual está construído alrededor del tracto portal y la vena
central. Está formado por seis grupos de tractos portales, cada uno
con una vénula portal, una arteriola hepática y un ducto biliar,
ubicados alrededor de la vena central. La sangre fluye desde las
vénulas portales y las arteriolas hepáticas, en el tracto portal, a
través de los sinusoides que rodean las placas de hepatocitos, hasta
la vena central.
Desde el punto de vista celular, el hígado está compuesto
fundamentalmente por células epiteliales, entre las cuales los
hepatocitos constituyen la fracción más abundante, y una fracción
menor, que corresponde a las células que forman los ductos y
dúctulos biliares1. Los hepatocitos están organizados en placas del
espesor de una sola célula, y de 0.3-0.5 mm de longitud, conteniendo
hasta 20 células, como se muestra esquemáticamente en la Figura 1.
Las placas están rodeadas a ambos lados por endotelio sinusoidal. Los
hepatocitos muestran marcadas diferencias morfológicas, bioquímicas
y funcionales, según su localización en las placas. Son más
pequeños cerca del tracto portal, y van aumentando en su tamaño,
cuanto más cerca están de la vena central. También hay variaciones
en los patrones de expresión de genes dentro del acino, como así
también en la ploidía y el potencial de crecimiento. Los hepatocitos
cercanos al tracto portal son diploides y muestran el mayor potencial
de crecimiento. En la zona intermedia, entre el tracto portal y la
vena central, son tetraploides y con capacidad de crecimiento
intermedia. Cerca de la vena central son tetraploides u octaploides, y
su capacidad de crecimiento es mucho menor. Un modelo de explicación
para este tipo de patrón celular, tiene que ver con la maduración
celular, en la cual las células progenitoras están localizadas en, o
están muy cercanas a los dúctulos biliares o canales de Hering,
también conocidos como colangiolos, y van sufriendo un proceso de
diferenciación terminal unidireccional que termina en la vena
central2,3.
Crecimiento embrional y posnatal del hígado
Los hepatocitos y las células epiteliales del ducto biliar tienen
un origen embriológico común, a partir de una célula fundadora: el
hepatoblasto, que a su vez deriva de células endodérmicas
multipotenciales encontradas en el divertículo hepático, que aparece
como un engrosamiento del intestino anterior adyacente al corazón en
desarrollo y proyectándose en el septo transverso4. El desarrollo del
hígado a partir del divertículo depende de interacciones entre las
células endodérmicas y el mesodermo que las rodea. Esta interacción
es indispensable para la formación del hígado. Los hepatoblastos
(bipotenciales) migran a través del septo transverso, y comienzan a
diferenciarse, regulados por las señales que reciben del mesénquima
portal: los hepatoblastos que no están en contacto con el mesénquima
diferencian en hepatocitos, y en el caso de las células que están en
contacto con el mesénquima del tracto portal, diferencian en células
ductales biliares. La Figura 2 muestra esta secuencia temporal en el
desarrollo embrionario del hígado de rata. En dicho esquema puede
verse también la ubicación del canal de Hering, que contiene
células incompletamente diferenciadas, que retienen la capacidad
bipotencial para diferenciar en hepatocitos y en células epiteliales
biliares5, 6.
Regeneración hepática
El hígado adulto es un órgano esencialmente quiescente, que tiene
capacidad de regeneración después de una injuria o resección
quirúrgica. De hecho, mucho de lo que se sabe acerca de la
regeneración del hígado deriva de los clásicos modelos
experimentales de resección de dos tercios de la masa del hígado. El
proceso comienza con la activación de la proliferación de
hepatocitos maduros (quiescentes hasta ese momento) en primer
término, y más tardíamente, de otros tipos celulares, como las
células epiteliales biliares, y las endoteliales sinusoidales7, 8.
Sin embargo, si el daño hepático es demasiado extenso, ya sea por
injuria tóxica o hepatec-tomías parciales reiteradas, y si se inhibe
la entrada de los hepatocitos maduros en el ciclo celular por
carcinó-genos o hepatotoxinas, la regeneración hepática se produce
a través de la activación de células progenitoras hepáticas, que
dan origen a las llamadas células ovales. Estas células tienen
capacidad clonogénica (capacidad de proliferación) y bipotencial
(capacidad de diferenciarse en dos tipos de células: linaje
hepatocitario y epitelial biliar)9. En el hígado adulto, el
compartimiento de células ovales se activaría sólo cuando la
capacidad proliferativa de las células parenquimatosas se ha agotado.
En la Figura 3 se ilustra la hipótesis del desarrollo de células
ovales a partir de células progenitoras facultativas localizadas en
el canal de Hering.
Células ovales
Las células progenitoras hepáticas han sido reconocidas en
diversos modelos animales10. El nombre, células ovales, surge de
observaciones hechas en trabajos en roedores, en los que se
visualizaron como células de forma oval, conteniendo un núcleo
ovalado, y una alta relación núcleo-citoplasma.
El concepto de células ovales comenzó a ganar importancia a partir
de estudios de carcinogénesis. Ratas expuestas a un amplio rango de
carcinógenos muestran un patrón marcadamente uniforme de cambios,
que terminan en el desarrollo de un carcinoma hepatocelular: necrosis
diseminada e inflamación, seguidas por la proliferación de
hepatocitos. Concomitantemente, comienza, en la zona del tracto
portal, la proliferación de células pequeñas, de citoplasma escaso,
núcleo ovoide: las células ovales. El análisis del desarrollo del
hígado y los estudios de poblaciones celulares durante la
carcino-génesis, proveyeron los elementos para localizar estas
células progenitoras en los canales de Hering en el hígado adulto
normal 11. Las células ovales se originan en esta región, e invaden
el parénquima completo. A medida que ellas proliferan aparecen
pequeños núcleos de hepatocitos pequeños, altamente basófilos
entre ellas. Las células ovales van desapareciendo en la medida que
el parénquima es gradualmente reconstruído5. Las células ovales en
proliferación comprenden un grupo heterogéneo de poblaciones, por lo
cual se lo ha llamado “compartimiento de células ovales” 3. Este
compartimiento, además de las células ovales, contiene células en
transición, que fueron identificadas por características
morfológicas, como intermedias entre células ovales y hepatocitos,
como también células con características de ductales biliares12, y
una variedad de células mesen-quemáticas. Algunas células ovales
expresan marcadores antigénicos característicos de células
progenitoras, así como otros típicos de los hepatocitos y del
epitelio biliar adulto. Específicamente las células ovales expresan
algunos marcadores de las células epiteliales del hígado fetal,
incluyendo citoqueratinas 7 y 19, alfa-fetoproteína, débilmente
albúmina, y OV-6. Han sido desarrollados anticuerpos monoclonales
para identificar antígenos de células ovales13. Usando estos
anticuerpos (OC2 y OC3), se han identificado, en hígados normales,
poblaciones de células antigénicamente relacionadas a células
ovales. Estos antígenos, así como otros determinantes antigénicos
de superficie, son compartidos entre las células ovales y las
células progenitoras hemopoyéticas, incluyendo c-kit, CD34 y Thy-1
en roedores, y c-kit y CD34 en humanos14-18.
La presencia en el hombre, de células similares a las mencionadas en
roedores, ha sido un tema de intenso debate2, 8, 19. En el hígado
humano fetal en desarrollo, la diferenciación de hepatoblastos está
regulada por señales surgidas del mesénquima portal. Los
hepatoblastos que no están en contacto con éste, maduran en
hepato-citos diferenciados. Si bien es conocida la naturaleza
bipotencial de los hepatoblastos, no ha sido demostrada su capacidad
clonogénica, de modo que no se las puede equiparar a células ovales
o progenitoras20. La identidad de células progenitoras hepáticas en
el hígado adulto nor-mal, y su participación en respuesta al daño
hepático, ha sido puesto de manifiesto en diversas publicaciones21,
22. Más aún, se han identificado células ovales en hepato-blastoma,
carcinoma hepatocelular e hígado cirrótico humanos, mediante
marcadores originalmente demostrados en células ovales de rata,
incluyendo OV-6. Usando técnicas de doble marcación, se demostró
que algunas de estas células co-expresaban marcadores fenotípicos
hepatocitarios o biliares14, 23.
Nuevos enfoques de regeneración hepática
Durante varias décadas se dudó de la existencia de las células
progenitoras hepáticas. Por qué debería pensarse en la existencia
de tales células, si las células maduras diferenciadas del hígado,
naturalmente quiescentes, retenían la capacidad de entrar nuevamente
en el ciclo celular, dividirse y diferenciarse nuevamente, en
respuesta a una injuria tóxica o quirúrgica. Es decir, que la masa
normal del hígado puede ser completamente restaurada sin que sea
necesaria la contribución de células progenitoras. Sin embargo, como
ya fue mencionado, en situaciones de eliminación extremadamente
significativa de hepatocitos, o si por alguna razón su crecimiento es
inhibido, aparecen las células ovales, producto de la activación del
compartimiento de células progenitoras.
A partir de 1999 se agrega una nueva dimensión a esta teoría de las
células progenitoras hepáticas, cual es la obtención de células
ovales a partir de células progenitoras hematopoyéticas, obtenidas
de médula ósea. Las células progenitoras hemopoyéticas migran en
el hígado y dan origen a dichas células ovales, hepatocitos y
células epiteliares biliares. Petersen y colaboradores24 estudiaron
el origen de las células que repoblaron el hígado de animales que
recibieron transplante de hígado ortotópico o de médula ósea. La
hipótesis planteada fue que las células ovales y otras células
hepáticas pueden surgir en la médula ósea, o asociadas a ella. Esta
hipótesis fue ensayada a través de tres modelos: 1- transplante de
médula ósea en ratas hembras letalmente irradiadas singeneicas, a
partir de donantes macho, y detección del cromosoma Y; 2- transplante
de médula ósea de donantes positivos para dipeptidil-peptidasa IV,
una enzima presente en los espacios canaliculares biliares entre
hepatocitos, en animales receptores hembra negativos para esa enzima;
3- transplante de hígado en ratas receptoras que expresan el
antígeno L21-6, a partir de donantes alogeneicos que no expresan ese
antígeno. En cada modelo, se demostró la posibilidad de que células
asociadas a la médula ósea puedan actuar, bajo condiciones
fisio-patológicas, como progenitoras de diversos tipos de células
hepáticas. Los autores documentaron la aparición de células ovales
y de hepatocitos derivados del donante en los animales receptores.
Un trabajo similar fue realizado en ratones25. Los autores realizaron
dos tipos de experiencias: 1- ratones hembra, letalmente irradiados,
que recibieron transplante de médula ósea completa, a partir de
donantes macho, y fueron sacrificados a los días 1, 3, 5 y 7, y 2, 4
y 6 meses pos-transplante; 2- ratones hembra que recibieron
transplante de células de médula ósea de donantes macho, pero
previamente purificadas, y fueron sacrificadas a los 8 meses. En ambos
casos (médula ósea completa y purificada), fueron encontradas
células compatibles con hepatocitos, en los hígados de los animales
receptores, positivos para cromosoma Y y para mARN de albúmina, a
partir del día 7 pos-transplante, en aproximadamente el 2.2% del
total de hepatocitos.
En otro trabajo26, se inyectaron intravenosamente, células de médula
ósea de ratón adulto, altamente purificadas por técnicas de
selección (cell sorter), y transgénicas para el gen lacZ de
Escherichia coli, en ratones deficientes en la enzima
fumarilacetoacetato-hidrolasa (FAH), un modelo animal de tirosinemia
fatal hereditaria tipo I. Tres semanas después del transplante, 4 de
9 animales sobrevivieron, observándose la restauración de la
función bioquímica del hígado enfermo. A los 7 meses, esos animales
fueron sacrificados, y en los hígados de todos ellos se encontraron
nódulos de crecimiento con tinción positiva para beta-galactosidasa,
en un 30-50% de la masa total del hígado, demostrándose que esas
células provenían de la médula ósea del donante. Los nódulos de
crecimiento consistían en pequeñas colonias de alrededor de 50
hepatocitos, o colonias grandes de más de 1x105 células, en ambos
casos morfológicamente normales, que expresaban la enzima FAH. Los
autores no pudieron demostrar si esas células eran las originalmente
injertadas, o su progenie.
Han sido publicados dos estudios hechos en humanos, que confirman los
resultados obtenidos en roedores. En uno de ellos27, se obtuvieron
especímenes de hígado de dos pacientes femeninas, receptoras de
médula ósea de donantes masculinos, y de 4 pacientes masculinos,
receptores de transplante ortotópico de hígado, a partir de donantes
femeninos, los cuales fueron analizados usando técnicas de
hibridización por fluorescencia in situ (FISH) para el cromosoma Y, e
inmunohis-toquímica para citoqueratinas 8, 18 y 19. En el caso de las
pacientes transplantadas con médula ósea, si bien no tenían
historia previa de enfermedad hepática, el examen post-mortem indicó
la presencia en sus hígados, de hepatocitos y células ductulares
biliares provenientes de los donantes. Esto indicaría que, aún en
ausencia de injuria severa, las células podrían movilizarse a un
nivel basal, a modo de fenómeno fisiológico. En los pacientes
masculinos que recibieron transplante de hígado de donantes
femeninos, fueron identificados en el hígado, acúmulos de
hepatocitos conteniendo el cromosoma Y, un tiempo después del
transplante. Los autores plantean dos explicaciones a estos
fenómenos: por un lado, que las células progenitoras hepáticas
pasan a través de la circulación y se intercalan en los cordones
preexistentes, directamente como hepatocitos, sin un estadío
intermedio de células tipo-ovales. Por otro lado, que las células
progenitoras extrahepáticas entran como intermediarias tipo-ovales,
quizás a través de los canales de Hering. La subsiguiente expansión
y diferenciación produciría la formación de los acúmulos de
hepatocitos ya mencionados.
La identidad de las células extrahepáticas capaces de desarrollar en
células hepáticas no es aún conocida, pero el injerto de células a
partir de médula ósea CD34 positiva, sugeriría que las células
progenitoras hemato-poyéticas podrían presentar este potencial.
En otro trabajo28, se analizó también la posibilidad de usar
células progenitoras hemopoyéticas humanas para generar hepatocitos
de reemplazo en un tejido dañado. El daño crónico en el hígado de
pacientes tratados con transplante de médula ósea promovería la
colonización y amplificación de células progenitoras hemopoyéticas
exógenas. Los autores postulan además, que, en casos de daño
crónico del hígado, éste podría ser colonizado por células
hemopoyéticas tanto endógenas como exógenas.
Estos hallazgos, así como otros referidos a células de médula ósea
que derivaron en músculo esquelético o cardíaco29-31, o en células
mesenquimáticas32, indicarían que algunas células progenitoras
hemopoyéticas podrían ser células itinerantes capaces de sufrir una
diferenciación específica de tejido.
El tratamiento de enfermedades hepáticas con células progenitoras
hematopoyéticas puede tener considerables ventajas sobre el uso de
hepatocitos para ese mismo fin, dado que constituyen una fuente
relativamente fácil de células: pueden ser obtenidas de donante
vivos, con procedimientos moderadamente invasivos.
Conclusión
El recambio de hepatocitos y células ductulares biliares es
prácticamente nulo en el hígado adulto normal. La reparación,
después de un daño hepático, es efectuada a través de la
proliferación de poblaciones de células diferenciadas de cada tipo.
Sin embargo, cierto tipo de daño extremo, puede llevar a la
activación de células poco diferenciadas: las células progenitoras,
produciéndose su proliferación y acumulación, seguida por la
diferenciación en hepatocitos y células ductulares biliares.
Estas observaciones muestran que el hígado, más que un sistema
estático de células con funciones metabólicas, es un tejido
dinámico, en el cual las células parenquimatosas y sus precursoras,
llevan a cabo un amplio y variado, pero a la vez, estrictamente
regulado, camino de proliferación y/o diferenciación. El proceso de
activación de células progenitoras para generar nuevos hepatocitos y
células ductulares biliares tiene capital importancia en dos temas
fundamentales de la patofisiología del hígado: el cáncer y la
reparación del parénquima hepático masivamente destruido.
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Fig. 1.– Esquema de parte de un acino hepático, donde se muestra
la circulación (flechas negras) de la sangre desde la rama de la vena
porta y de la arteria hepática, hacia la vena central, a través de
los sinusoides
Fig. 3.– Hipótesis de la regeneración hepática a partir de la
activación de células progenitoras facultativas localizadas en el
canal de Hering. Estas células dan origen a las células ovales, con
capacidad clonogénica y bipotencial, que pueden diferenciarse en
hepatocitos y células ductales biliares. (Esquema modificado a partir
del diagrama de Stem Cells, por CS Potten (ed), 1997).
Fig. 2.– Esquema del origen y diferenciación de hepatocitos y
células ductales biliares, a partir de células endodérmicas
multipotenciales que migran en el septo transverso, dando origen a
hepatoblastos bipotenciales. Se menciona también el origen de
células incompletamente diferenciadas, con capacidad progenitora
bipotencial, que se incluyen en el canal de Hering. (Esquema
modificado a partir del diagrama de Stem Cells, por CS Potten (ed),
1997).
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