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INSUFICIENCIA RENAL CRONICA. FISIOPATOLOGIA Y PERSPECTIVAS DE
TRATAMIENTO
Elvira
Emilia Arrizurieta
Instituto de
Investigaciones Médicas Alfredo Lanari, Facultad de Medicina,
Universidad de Buenos Aires
Muchas de las enfermedades primarias del riñón y otras,
secundarias a enfermedades sistémicas, evolucionan hacia la
cronicidad determinando en el tiempo, la pérdida del órgano y la
necesidad de sustituir su función por diálisis o trasplante.
Actualmente, en nuestro país, hay mas de 10 000 pacientes en
diálisis y esta cifra tenderá a incrementarse en el tiempo porque el
número de trasplante que se realizan es mucho menor que la aparición
de nuevos casos. El reemplazo indefinido de la función renal para tal
número de pacientes, demanda erogaciones cuantiosas de dinero y,
además, aún cuando el tratamiento sustitutivo le permite al
individuo llevar una vida de calidad razonable, ésta no esta siempre
exenta de complicaciones. Por ello sería deseable encontrar la forma
de prevenir la enfermedad o poder revertirla.
La mayoría de las enfermedades renales progresivas muestran una
histología final común donde, usualmente, el riñón aparece como
una masa fibrótica reducida de tamaño. Los glomérulos pierden los
capilares y muestran áreas localizadas de proliferación celular y
cicatrización progresiva que eventualmente causa el colapso del lecho
capilar. Los túbulos, particularmente aquellos unidos a los
glomérulos cicatrizales están atrofiados y, a menudo, rodeados por
células inflamatorias. Hay una fibrosis difusa caracterizada por un
aumento de la deposición del colágeno y, en la matriz extracelular,
gran cantidad de depósitos lipídicos y aumento del número de
fibroblastos. La microscopía electrónica muestra un espesamiento de
la membrana basal glomerular y tubular en los estadios precoces de la
enfermedad y una condensación de material amorfo en las etapas
tardías. Tanto en humanos como en animales de experimentación la
evolución a la glomeruloesclerosis se caracteriza por un compromiso
progresivo de segmentos dentro de un mismo glomérulo y una
disminución del número de glomérulos y por la simplificación y
obliteración de las estructuras tubulares. La alteración de la
función glomerular y tubular se correlaciona con el daño
histológico. En los estadios precoces aparece proteinuria que es
seguida de una disminución del filtrado glomerular y del flujo
sanguíneo renal. La atrofia tubular se manifiesta por una alteración
progresiva de la capacidad de concentración urinaria y de la
excreción de ácidos.
La velocidad de progresión de la enfermedad renal no tiene relación
con la etiología de la enfermedad que le diera origen y es
característica de cada individuo en particular (R. Barone y col.
Revista de Nefrología Diálisis y Trasplante 17: 3-22, 1987) . En la
práctica se la estima por la inversa de la creatinina plasmática
respecto al tiempo, ecuación que permite linealizar la acumulación
progresiva del marcador de filtración a medida que progresa la
enfermedad.
Para poder interpretar la razón de la existencia de una vía final
común frente a tanta variedad de injuria y diversidad en el tipo de
respuesta de los pacientes, Brenner y colaboradores formularon hace un
par de décadas una hipótesis unificadora que sostenía que cuando
hay una pérdida de nefrones, los nefrones remanentes se adaptan
hipertrofiándose e hiperfiltrando para compensar la pérdida inicial
de la función y, más tarde, víctimas de esa sobrecompensación, van
a la glomeruloesclerosis que destruye nuevas unidades y perpetúa el
ciclo hasta la destrucción final del parénquima renal. Esta
hipótesis fue avalada por estudios de micropunción efectuados en
ratas que demostraron que después de 2-4hs de uninefrectomía, los
nefrones remanentes exhiben un aumento del filtrado glomerular del
orden del 83%. Siendo este aumento producto, fundamentalmente, del
aumento del flujo plasmático por nefrón resultante de una
vasodilatación de ambas arteriolas: aferente y eferente. Este aumento
del flujo plasmático generaría un aumento de la presión hidráulica
de los capilares glomerulares y del gradiente de presión transcapilar
sin que necesariamente se registren cambios en el coeficiente de
ultrafiltración. Por su parte la presión arterial sistémica no se
altera. Cuando la resección de la masa renal es mayor (5/6), se suma
la alteración del coeficiente de ultrafiltración que disminuye dos
semanas después de la resección de la masa renal y aumenta después
de las 4 semanas. En esta circunstancia puede haber hipertensión
arterial sistémica
Se observó que todas estas alteraciones regresan con la disminución
de la ingesta protéica (D Tufaro y col. Nefrología (Madrid) Vol
XIII, Supl 5, 1993).
El estudio secuencial de la morfología y función renal tras la
remoción de la de masa renal en ratas ha mostrado que, efectivamente,
hay una hiperfiltración e hipertrofia renal inicial que es seguida de
una caída de la función y tamaño renal en el tiempo Es de interés
señalar que esta respuesta está desplazada en el tiempo en ratas
hembras respecto a las ratas macho. (F Ibarra y col. XV International
Congress of Nephrology, Buenos Aires May 2-6, 1999, Abstract 678; E
Oddo y col. Medicina (Bs As) 60: 5/2, resumen p 150, 2000).
Por otra parte, se pudo demostrar que el aumento agudo de la ingesta
protéica es capaz de inducir una respuesta de hiperfiltración
siempre y cuando haya buena función renal remanente. Esta capacidad
de hiperfiltrar o de usar la reserva funcional ante una carga
protéica se agotará en estadios más avanzados de la enfermedad y
esto podría usarse como indicador de comienzo de la progresión de la
enfermedad renal . Así pues, es posible encontrar niños con
antecedente de enfermedad renal en edad temprana (síndrome urémico
hemolítico, tumor de Wilms; uninefrectomía por trauma-tismos, etc.)
que no poseen reserva funcional aún cuando su creatinina sérica es
todavía normal (A Tufró y col. Clin Nephrology 34: 17-21, 1990; A
Tufró y col. Pediatric Nephrology 5: 184-8, 1991).
Todos estos hechos, alteraciones hemodinámicas por la reducción de
la masa renal y protección por la restricción proteica llevaron a
explorar el perfil hormonal en distintas situaciones y pudo
encontrarse una asociación entre dieta hiperproteica y aumento de la
renina plasmática. Hoy sabemos que la progresión hacia la
insuficiencia renal terminal de la mayoría de las enfermedades
renales es productos de los efectos intercrinos, parácrinos,
autócrinos y endocrinos de la Angiotensina II. Todos los componentes
del Sistema Renina Angioten-sina, incluyendo el substrato
(angiotensinógeno), las enzimas comprometidas en la síntesis y
degradación de la angiotensina así como los receptores para
angio-tensina están presentes en el riñón. La concentración
intrarrenal de Angiotensina II es, aproximadamente, 1000 veces más
grande que la de los niveles circulantes.
Pudo demostrarse (A Tufró y col. Am J Physiol 263 (32): 427-435,
1992) que ratas alimentadas desde el destete con dietas
hiperproteicas, estudiadas a las 12 semanas de vida, mostraron mayor
peso corporal y renal y mayor filtrado glomerular y flujo sanguíneo
renal que las ratas con dieta normal en proteínas. Este aumento del
crecimiento renal compensador estuvo mediado por Angiotensina dado que
su inhibición por un antagonista del receptor AT1 (DUP 753) anulaba
el efecto observado. Asimismo pudo demostrarse que la dieta rica en
proteínas modulaba la distribución de las células que contienen y
expresan el gen de la renina dentro de los vasos renales (a lo largo
de las arteriolas aferentes). La renina inmunoreactiva se encontró
más aumentada en los animales que recibían dieta hiperproteica
siendo también mayor el porcentaje de aparatos juxtaglomeru-lares
(AJG) conteniendo renina y mayor la longitud de inmunotinción a lo
largo de las arteriolas. Las señales de hibridización para mRNA de
renina se limitaron a la vasculatura y la intensidad de
hibridización, que es función del contenido de mRNA, fue mayor en
los animales que recibían dieta rica en proteínas. El número de
granos por AJG conteniendo señales de hibridización fue superior y
éstas se ubicaron en y hacia arriba del AJG con la dieta
hiperproteica, mientras que se limitaron a permanecer en el AJG cuando
la dieta tenía un contenido normal en proteínas.
Toda esta información impulsó el tratamiento de la insuficiencia
renal crónica, en animales de experimentación primero y en el hombre
después, con dietas restringidas en proteínas y/o con inhibidores
del sistema renina angiotensina, asociados siempre a un estricto
tratamiento de la hipertensión sistémica si la hubiere y a un
control de la glucemia si fuere necesario (A Fraga y col. Medicina (Bs
As) 52: 41-47, 1992; D Tufaro y col. Medicina (Bs As) 53: supl II,
resúmen p. 52, 1993). Estas estrategias terapéuticas fueron exitosas
en los animales de experimentación y en la mayoría (2/3) de los
pacientes.
Sin embargo, contrariando la hipótesis enunciada mas arriba, se
observó en un estudio seriado, por micropun-ción, que los
glomérulos con hiperflujo e hipertensión, no siempre iban a la
glomeruloesclerosis mas grave. Por otra parte, otros estudios con
biopsias repetidas han mostrado que la glomeruloesclerosis se asocia
mas bien con el tamaño de los glomérulos (diabetes, sickle cell
disease, apnea del sueño, insuficiencia cardíaca congestiva, etc.).
También se ha encontrado que el polimorfismo de ciertos genes
implicados en el crecimiento glomerular, tales como los del sistema
renina angiotensina pueden amplificar los mecanismos de
cicatrización. Se ha descripto una asociación entre el predominio
del alelo D de la enzima conversora con niveles mas altos de actividad
del sistema renina angiotensina y mayor susceptibilidad a padecer
enfermedad renal. Esta asociación se encontró en pacientes
nefropatía diabética (A Fraga y col. Clin Nephrol 54(2): E1-E3,
2000.
Estudios recientes a nivel celular nos permiten decir que, durante la
injuria tisular, mecanismos de daño primariamente inmunológicos que
afectan el glomérulo, túbulointersticio y vasculatura, generan un
flujo de macrófagos y linfocitos que inducen la liberación de
citoquinas y quimiocinas que llevan a la activación de fibroblastos
residentes y posiblemente de otros tipos de células tales como las
células tubulares. Estos mediadores de la activación de fibroblastos
pueden liberarse también de células glomerulares y epiteliales
tubulares. Además parece que esta interacción puede inducir cambios
fenotípicos de las células renales residentes (mesangio
glomerulares, epiteliales, tubulointersticiales y perivas-culares). La
modulación fenotípica de las células residentes se asocia a la
expresión de proteínas del citoesqueleto adquiriendo
características de células de músculo liso y de fibroblastos. Estos
cambios contribuyen a la fibrosis y cicatrización. Estas células
proliferan y comienzan a sintetizar matriz extracelular, proceso que
puede ser reversible si simultáneamente aumenta la degradación de la
matriz en la fase de resolución del proceso inflamatorio inicial o
no, si persiste la deposición por mucho tiempo. Esta última
situación es la que lleva a la destrucción del órgano.
Como se sabe, excepto los elementos circulantes, toda las células
están en contacto con las membranas basales. En el riñón estos
elementos extracelulares son: la membrana glomerular, la cápsula de
Bowman, membranas basales tubulares y vasculares y matrices
mesangiales y túbulointersticiales. Todas estas matrices y membranas
basales forman el andamiaje de apoyo a las células renales y ayudan a
mantener la arquitectura del riñón, para que este cumpla con las
funciones esenciales de filtración, concentración y dilución. Se ha
podido determinar que no son sólo una mera estructura de soporte sino
que son determinantes activos de la morfología, proliferación,
fisiología, estado metabólico, perfil de síntesis y tipo de
respuesta a citoquinas y factores de crecimiento. Estas interacciones
están mediadas por receptores que no solamente transfieren
información desde el medio extracelular hacia la célula sino que
también afectan la interacción entre células y matriz extracelular
a través de su activación y cambio de afinidad. Además de la
interacción de las células con la matriz extracelular, las células
interactúan entre sí y con los elementos circulantes. Estas
interacciones se producen a través de las mismas moléculas que
intervienen en la interacción célula y matriz mesangial así como
también a través de moléculas de adhesión. Esta interacción
célula a célula no solo juega un importante rol en la morfogénesis
renal y en el mantenimiento de la polaridad celular, esencial para los
procesos de reabsorción y secreción tubular, sino también para que
los leucocitos y plaquetas localicen e inicien los fenómenos
infla-matorios y de trombosis que serán determinantes del grado y
gravedad del daño renal consecutivo a injurias dispares.
El aumento de los niveles de Angiotensina II, efector primario del
sistema renina angiotensina, producido en la periferia o localmente,
induce el aumento de la expresión de otros factores tales como:
factor transformador del crecimiento (TGF-b 1), factor de necrosis
tumoral (TNF-a), osteopontina, moléculas vasculares de adhesión
(VCAM-1) y factores nucleares, entre otros. La Angiotensina II se
acopla a dos receptores de alta afinidad: el tipo 1 (AT1) y el tipo 2
(AT2). La señalización a través del receptor AT1 resulta en
vasoconstricción, estimulación del crecimiento y activación de los
fibroblastos y miocitos Aumenta la expresión de varios factores
proliferativos: el factor de crecimiento derivado de las plaquetas
(PDGF), el factor del crecimiento de los fibroblastos básico (bFGF) y
también el factor de crecimiento similar a la insulina (ILGF). Todos
ellos promueven el crecimiento celular y la fibrosis. La
señalización a través del AT2 resulta en vasodilatación, respuesta
antiproliferativa y aumento de la apoptosis. Parecería que la mayor
parte de los efectos adversos están mediados por el receptor AT1.
La Angiotensina II también estimula el stress oxidativo. Tal stress
potencia el rol vasoconstrictor del péptido debido al aumento del
catabolismo del NO. La generación de especies reactivas del oxígeno
por Angiotensina II puede promover aterogénesis por diversos
mecanismos incluyendo oxidación del colesterol de LDL. El gen del
angiotensinógeno, que provee el precursor para la producción de
angiotensina es estimulado por la activación del factor nuclear kB
(NF-kB). A su vez éste es activado por Angiotensina II en hígado y
riñón. Esto provee un mecanismo de refuerzo que aumenta la
producción de Angiotensina II. La Angiotensina II estimula el NF-kB a
través de los receptores AT1 y AT2 y los inhibidores de la enzima
conversora disminuyen la activación en la enfermedad renal del
riñón. Extractos de corteza de riñón enfermo (con obstrucción
ureteral) contienen proteínas que se acoplan a una secuencia
semejante al NF-kB contenido en el gen promotor del TNF-a. Además el
TNF-a estimula la activación del NF-kB reforzando el aumento del
TNF-a.
Otros compuestos vasoactivos (Endotelinas, trombo-xano A2 y
Prostaglandinas) están también aumentados en la insuficiencia renal
progresiva pero aún se desconoce el papel exacto en su
fisiopatología.
El TGF-b, que se estimula por Angiotensina, es un potente activador de
fibronectina y colágeno, de la producción de proteoglicanos y de la
síntesis y deposición del activador del inhibidor del plasminógeno
(PAI-1). Este inhibe la formación de plasmina, necesaria para la
activación de las metaloproteinasas que son las encargadas de
degradar la matriz extracelular. Estos efectos profibróticos que se
traducen en un aumento de la producción de la matriz extracelular por
célula se suman a otros, de estímulo de proliferación celular y a
alteraciones de la capacidad proliferativa. Entre los mitógenos
podemos incluir al factor de crecimiento derivado de las plaquetas
(PDGF), el factor de crecimiento similar a la insulina (ILGF-1) y la
Endotelina-1 así como también el factor de crecimiento epitelial
(EGF) y el factor transformador del crecimiento (TGF-a). Recientemente
se ha visto que la actividad de los fibroblastos transformados y no la
de los no transformados depende de la presencia de IL-1b y que los
cultivos de fibroblastos provenientes de riñones con estadios
precoces de fibrosis intersticial tienen una mayor capacidad
proliferativa y para inhibirla es necesario una dosis mas alta de
mitóticos.
La evolución hacia la fibrosis puede resultar también de una
inadecuada degradación de la matriz extracelular. Normalmente ésta
ocurre a través de las metalopro-teinasas que se activan por la
plasmina y se inactivan por inhibidores tisulares tales como el TIMP-1
y TIMP-II. La mayor actividad del SRA se acompaña de un aumento de la
síntesis de aldosterona. Siempre se pensó que el aumento de la
actividad de la aldosterona podría ser perjudicial por su rol en la
reabsorción de sodio, que podría aumentar la volemia al aumentar su
reabsorción, y generar así hipertensión. Actualmente se sabe que la
aldosterona participa en la inducción de glomeruloes-clerosis por
interactuar con los sistemas fibrinolíticos que degradan la matriz
extracelular. La aldosterona regula la expresión del inhibidor del
activador del plasminógeno (PAI-1). El PAI-1 es el principal
inhibidor fisiológico de los activadores del plasminógeno. El PAI-1
está implicado en la acumulación de la matriz extracelular por
inhibir su degradación.
En consecuencia, las estrategias terapéuticas que están siendo
ensayadas tienen que ver con la posibilidad de modular la respuesta
inflamatoria en las enfermedades renales. Estas deberían destinarse a
inhibir la activación de los fibroblastos – inhibir la síntesis de
matriz extracelular– inhibir el procesamiento del colágeno y
estimular la degradación de la matriz extracelular.
- La activación de fibroblastos podría controlarse aliviando la
infiltración por linfocitos T(LFA-1) y macrófagos y controlando la
actividad de las moléculas de la adhesión (ICAM-1) por medio de
anticuerpos. Los mayores esfuerzos se han dirijido a bloquear el TGF-b
y el PAI-1 Otro recurso es bloquear la señal de transducción desde
el receptor (inhibiendo la tirosina quinasa) para impedir la actividad
mitótica de PDGF o EGF. También se han ensayado anticuerpos contra
el TNF-a y es de interés poder inhibir, usando antagonistas del
receptor, a la IL-1 que participa en la proliferación de fibroblastos
transformados. Otro recurso a tener en cuenta es aquel destinado a
disminuir la proliferación de los fibroblastos usando inhibidores
tales como la mitomicina C.
- La inhibición de la síntesis de la matriz extracelular puede
resultar de la inhibición de factores de transcripción (Sp1 y NF-1)
que afectan la actividad promotora del gen del colágeno a 1 por
mitramicina, droga que se acopla al DNA. El interferón a, b, g y la
pentoxifilina y pentifilina (metilxantinas) inhiben el acoplamiento
del factor NF-1 al promotor del gen del colágeno 1. El interferón g
es también un antifibrótico que disminuye la proliferación de los
fibroblastos y reduce la expresión de a actina de músculo liso que
es un marcador de la activación de fibroblastos y revierte la
estimulación del colágeno por TGF-b. Otro grupo de drogas que pueden
inhibir la fibrosis son los glucocorticoides que disminuyen el mRNA
del colágeno y la colchicina que, además de inhibir la síntesis del
colágeno aumenta la expresión de la colagenasa.
- También se pueden inhibir competitivamente enzimas (prolil 4
hidroxilasa y prolil 4 hidrolasa) que participan en el ensamblaje de
las cadenas polipeptídicas del colágeno usando prodrogas que luego
de ser metabolizadas se transforman en productos activos. La
inhibición de otra enzima, la lisil oxidasa, que modifica un paso
postranslacional del colágeno, torna al colágeno mas suceptible a
ser degradado.
- Finalmente, es posible estimular la degradación de la matriz
mesangial que normalmente se produce por metaloproteinasas que son
activadas por plasmina e inhibidas por inhibidores tisulares de
metalopro-teinasas (TIMP-I y TIMP-II). El recurso en este caso sería
inhibir los inhibidores de las metaloproteinasas inhibiendo el TGF-b
y/o dando dieta hipoprotéica. También puede estimularse la
colagenasa por lecitina poliinsaturada o relaxina que aumenta la
colagenasa e inhibe TIMP-1.
Estudiando un modelo de insuficiencia renal aguda, donde hay
recuperación de la función y morfología espontánea tras la injuria
pero donde aún es muy alta la morbimortalidad, pudo demostrarse que
al bloquear las moléculas de adhesión, que favorecen la obstrucción
tubular por cilindros, usando péptidos que reconocen la secuencia RGD
de receptores expresados en la superficie celular, podía prevenirse
el daño (V De Luca Sarobe y col. Medicina (Bs As) 60: 5/2, resumen p.
768, 2000).
Referencias
WE Mitch et al. Lancet 11, 1326-1328, 1976.
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WA Border et al. NEJM 331:19, 1286-1293, 1994.
GA Müller et al. Kidney Int. 49 suppl. 54, S75-S82, 1996.
S Klahr et al. Kidney Int. 57 suppl. 75, S7-S14, 2000.
A Fogo et al. Kidney Int. 59, S 804-819, 2001.
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