MEDICINA - Volumen 62 - Nº 2, 2002
MEDICINA (Buenos Aires) 2002; 62: 113-114

       
     

       
   

 

Enrique Pedro Cottini (1934-2002)

José Miguel Domínguez

El Dr. Enrique Pedro Cottini nació el 1° de mayo de 1934 y murió el 2 de febrero de 2002 a los 67 años de edad, como consecuencia de una invasión hepática masiva de un carcinoma gástrico. De la misma enfermedad murió su padre cuando Enrique tenía 8 años.

Enrique fué médico, docente, investigador, músico, trabajador persistente, inquebrantablemente honesto, amigo excepcional, viajero con recuerdos para compartir y un permanente agradecido por la capacidad que le dio la vida para gozar de la belleza y de los buenos momentos.

El origen de Enrique proviene de Lucerna y de la Lombardía. Fué hijo y nieto de inmigrantes; su primera escuela fue la carpintería de su padre y su abuelo; allí vio cómo se trabajaba todos los días para fabricar muebles perfectos; esto se hacía con alegría porque eran: el trabajo (que nunca faltaba porque se hacía bien) y el pan de la familia, dos dones muy preciados. Además aprendió de esos inmigrantes la austeridad gozosa: para qué más si con esto alcanza. Estos son relatos de Enrique, doy fe que el trabajo hecho con alegría, la búsqueda de la excelencia y la austeridad cotidiana las aprendió.

Recibió su título de Doctor en Medicina en la Universidad de Buenos Aires a los 26 años, pero antes que médico ya era docente (una de sus fuertes vocaciones). Fue ayudante de la Cátedra de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (un privilegio ganado) y recordaba haber aprendido mucho preparando y dictando los trabajos prácticos. Su primera actividad clínica la desarrolló en la Cátedra de Clínica Médica del Hospital Castex; allí trabajó durante cuatro años y de ese período tenía relatos muy gratos. Su actividad docente continuó en el Instituto de Investigaciones Médicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires donde participó activamente en la Experiencia Pedagógica Curricular, «la escuelita» entre nosotros, lamentablemente suprimida. De esta experiencia dice Enrique en una nota publicada en Medicina (Buenos Aires) 1985;45: 200-202 «este ensayo pedagógico frustrado, característico de nuestra vida universitaria, resultó, sin embargo, para muchos de los que colaboramos en él, la tarea de mayor vuelo docente que nos tocó en suerte realizar». Han transcurrido casi veinte años desde que escribió esta nota. Yo creó que la mayor tarea docente de Enrique fue la que hizo cotidianamente con sus pacientes: esta fue su aptitud relevante como médico.

Una mañana del verano de 1964 llegó a mi laboratorio del Instituto de Investigaciones Médicas enviado por su director, el Dr. Alfredo Lanari; Enrique quería trabajar en lo de Lanari, esto era un índice del respeto que sentía por lo genuinamente universitario. Le expliqué nuestros planes, se acopló a uno de ellos y allí se iniciaron 10 años de fructífero trabajo en estrecha colaboración y una inalterable amistad. Teníamos una abrumadora tarea asistencial, enseñabamos en clases y trabajos prácticos, diseñábamos experimentos, los realizábamos y discutíamos sus resultados y las hipótesis que generaban, todo esto requería además horas de estudio y resolución de múltiples problemas metodológicos. El pensamiento de Enrique, su laboriosidad y entusiasmo para resolver dificultades fueron un motor fundamental para esta tarea. El tiempo era escaso, terminábamos tarde y solíamos aprovechar nuestro regreso en el tren de la noche desde Belgrano hasta Olivos para comentar el trabajo del día siguiente. Los resultados se presentaron en la Sociedad Argentina de Investigación Clínica (SAIC), en Congresos nacionales e internacionales, fueron premiados, y se publicaron pocos trabajos en revistas nacionales y extranjeras. Para uno de ellos, publicado en el año 1973 en el Journal of Nutrition 1973; 103: 11-9, ideó un gráfico para explicar el catabolismo proteico que aún hace docencia en la última edición de uno de los textos clásicos de Nefrología (The Kidney, Brenner BM, Rector FC (eds), 6th edition, Vol. 2, p 2317). «Todo un lujo» diría Enrique. Desafortunamente no llegó a ver impreso nuestro último trabajo en colaboración: «Fisiopatología de las complicaciones de la diabetes» en el libro sobre diabetes mellitus editado por Maximino Ruiz y que ahora está en prensa en la editorial Akadia.

Enrique colaboró activamente en la SAIC, en dos ocasiones como Secretario, en 1967 en la reunión de Salta y en 1979, que se hizo en Bariloche por su iniciativa y a quien se le debió gran parte del éxito. Fue miembro del Comité de Redacción de Medicina (Buenos Aires) y doy fe que dedicó largas horas a esa tarea.

El sentido de humor y la alegría con que Enrique trabajaba y vivía resultaron proverbiales y los prodigó graciosamente hasta su muerte, dignamente aceptada.


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