En 1975, Julius H. Comroe Jr. (1911-1984), publicó, en el American Review of Respiratory Disease, en la serie Retrospectroscope, un ensayo titulado: “…the soul of wit ”1. ¿Un título que comienza con puntos suspensivos y minúscula? ¿Qué quiere decir esta frase incompleta? Es el fragmento de una frase acuñada por Shakespeare en Hamlet, transformada después en la expresión: Brevity is the soul of wit. La brevedad es el alma del ingenio o, como dice Gracián: Lo bueno, si breve, dos veces bueno. El ensayo de Comroe es un elogio de la brevedad. La serie Retrospectroscope fue luego un persuasivo libro de 186 páginas, si incluimos el índice2.
Comroe fundó su apología de la brevedad con ejemplos de comunicaciones científicas destacadas. Recordamos algunos: N.S. Korotkoff comunica con 263 palabras, en la traducción inglesa del original ruso, la técnica para tomar la presión arterial (1905); dos párrafos emplea A. Fick para enunciar el principio del gasto cardíaco (1870); en una página L. Pasteur comunica la vacunación contra el carbunco (1882); una página y media utilizan E.A. von Behring y S. Kitasato para anunciar la inmunización contra el tétanos y la difteria (1890) y, en el mismo espacio, J.F. Enders, T.H.Weller y F.C. Robbins comunican el exitoso cultivo del virus de la polio en células humanas (1949). El final del ensayo es una lección de irónica prudencia para revisores y editores: cualquiera de esas comunicaciones pudo ser rechazada por incompleta, falta de datos o estadística.
A los ejemplos de Comroe sumamos los que siguen. En 1940 el anuncio de la penicilina como terapéutico ocupa dos páginas, incluye una tabla con números, sin porcentajes ni estadística. Los autores son siete, en riguroso orden alfabético, los dos primeros recibieron el Premio Nobel en Fisiología o Medicina de 1946 por este descubrimiento3. En 1941 el artículo, con extremo detalle sobre la penicilina, con las pruebas terapéuticas en humanos, ocupa once páginas y fracción de otra con las diecinueve referencias bibliográficas; tiene ocho figuras y tres tablas; no tiene estadística, en partes el tipo de las letras es más pequeño. Los autores son siete, en orden alfabético, incluye los que luego recibieron el Premio Nobel, uno es el segundo en la lista (E. Chain), el otro es el cuarto (H. W. Florey)4.
En 1983 J. Robin Warren, patólogo australiano, observó un “bacilo curvado” en el epitelio superficial de las gastritis crónicas activas y lo anunció en una carta enviada a Lancet, una página con una ilustración. A la carta de Warren sigue, con el mismo título, la de Barry Marshall, gastroenterólogo, una página con dos figuras donde Marshall identifica y conjetura que el “bacilo curvado” podría pertenecer al género Campylobacter5. El trabajo completo de ambos, con autores en orden alfabético, tomó cuatro páginas y un fragmento de otra, tiene cuatro tablas, una con estadística, y una figura compuesta. En ese texto sugieren que el bacilo podría llamarse “pyloric campilobacter” por su similitud con otros del género Campylobacter6. Ahora lo conocemos como Helicobacter pylori. Warren y Marshall recibieron el Premio Nobel en Fisiología o Medicina de 2005.
No repetiremos, todos lo saben, que el artículo de Babinski sobre el reflejo cutáneo plantar es de una página y el de J.D.Watson y F.H.C.Crick sobre la estructura molecular del ADN de poco más de una página y que el orden de los autores se decidió tirando una moneda al aire.
Podrá argumentarse que los artículos que anuncian lo novedoso son cortos por incompletos, solo para establecer prioridad, pero los detallados que los siguen, tampoco son extendidos. También es cierto que son pocas las personas y las oportunidades para descubrimientos o experimentos cruciales.
¿Es posible ser menos palabreros en los títulos y textos de una casuística, artículo original, especial o editorial? ¿Es imprescindible en un artículo de revisión comenzar repitiendo todo lo que dijeron los anteriores? ¿No basta con agregar solo lo que ocurrió desde el último? Eso es una puesta al día. ¿Es imprescindible en artículos básicos sobre investigaciones realizadas en animales de experimentación, células, organelas o moléculas, insistir sobre la importancia que tiene para los humanos enfermos? Unas pocas palabras son suficientes para relacionarlas, no se necesitan estadísticas sobre afectados, cargas individuales, sociales y monetarias que acarrean, son conocidas y evidentes. ¿Son inevitables las casuísticas con una “revisión de la literatura”?
Para disminuir el peso de las palabras, basta una autocrítica mínima por parte de los autores, y atentos revisores y editores. Es fácil encontrar guías de cómo se hace. Si el alud de publicaciones es imparable, que por lo menos disminuya el número y el peso de las palabras, en el papel o en bits. No hay que enamorarse de las propias palabras, seamos parcos y económicos, si son muchas salen caras, si son pocas estaremos en buena compañía y tendremos más lectores.
Juan Antonio Barcat
e-mail: jabarcat@yahoo.com.ar
1. Comroe JH Jr. …the soul of wit. Am Rev Resp Dis 1975; 112: 861-6.
2. Comroe JH Jr. Retrospectroscope. Menlo Park CA: The Von Gehr Press; 1977, p 83-8.
3. Chain E, Florey HW, Gardner AG, et al. Penicillin as a therapeutic agent. Lancet 1940; 236: 226-8.
4. Abraham EP, Chain E, Fletcher CM, et al. Further observations on penicillin. Lancet 1941; 238: 177-89.
5. Warren JR, Marshall B. Unidentified curved bacilli on gastric epithelium in active chronic gastritis. Lancet 1983; 1: 1273-5.
6. Marshall BJ, Warren JR. Unidentified curved bacilli in the stomach of patients with gastritis and peptic ulceration. Lancet 1984; 1: 1311-5.