Homenaje a Martín Isturiz
Recordar a Martín es una tarea difícil. Es recordar, en primer lugar, a una persona excepcional. La primera sensación al iniciar este homenaje, es que las palabras no alcanzarán a dimensionar su estatura. Como científico, pero fundamentalmente como persona comprometida con su tiempo y su gente. Quiero recordarlo rescatando tres facetas diferentes. En primer lugar, su trayectoria científica.
Martín publicó a lo largo de su carrera más de 120 artículos científicos, ampliamente citados en la literatura. Dirigió a 25 becarios financiados por el CONICET y la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica. Dirigió a 12 investigadores de carrera y también 12 tesis doctorales. Recibió numerosos premios, entre ellos: Premios Bernardo Houssay, Armando Parodi, premio CEDIQUIFA, Alejandro Raimondi. Fue Presidente de la Sociedad Argentina de Inmunología en el período 1992/1994 y Presidente de la Sociedad Argentina de Investigación Clínica, en el período 2002/2003. Más allá de estos números, fue un apasionado de la investigación científica y un director envidiable. Yo tuve el privilegio de ser dirigido por él como tesista doctoral y luego como investigador asistente del CONICET y les aseguro que la experiencia fue formidable. No solo en el aspecto científico, sino también, y fundamentalmente, en el humano. Te ayudaba, te contenía, te desafiaba y te volvía a ayudar, una y otra vez con pasión, con respecto, con amor.
Pero como todos los que lo conocimos sabemos su estatura trascendió largamente su trayectoria como investigador y formador de recursos humanos en ciencia. Fue un luchador, en el sentido más profundo de la palabra. Creía firmemente en la capacidad transformadora de la ciencia y la tecnología, más aún en un país subdesarrollado como la Argentina. Y actuó en consecuencia con sus convicciones. Finalizando los años 80 impulsó la creación de lo que sería la primera organización representativa de los investigadores, becarios y personal técnico del CONICET, la denominada Asociación del Personal del CONICET (APC). Eran años difíciles, con salarios paupérrimos, subsidios igualmente pobres y la Carrera del Investigador del CONICET virtualmente cerrada.
Fueron años de importantes movilizaciones y reclamos y Martín estuvo presente en cada una de ellas, siendo en muchos casos la voz activa de estos reclamos, que se plasmaron en logros importantes, pero a la vez parciales e insuficientes. Ayudó, como pocos, a que el colectivo de investigadores del CONICET tome conciencia de su propia existencia como sujeto social, e hizo escuchar su voz y presencia.
Años más tarde, fue el creador y motor del “Grupo de Gestión en Políticas de Estado en Ciencia y Tecnología”. A través de este grupo luchó por la implementación de políticas de estado que pusieran el conocimiento científico y tecnológico al servicio del desarrollo nacional, no solo a través de los centenares de documentos que este grupo generó, sino también a través de su participación directa en innumerables mesas redondas, reuniones y asambleas. Algunas multitudinarias, otras con solo dos o tres concurrentes. En cada una de estas instancias explicaba y reclamaba lo evidente, pero los intereses a enfrentar eran, y son, muy importantes. Tal fue el caso de la pelea (diría titánica) que llevó adelante en relación a la Producción Pública de Medicamentos, y a la necesaria comprensión de los conceptos que subyacen a la misma: la salud como derecho y el medicamento no como mercancía sino como bien social.
Desde la Asociación del Personal del CONICET (APC), desde el “Grupo de Gestión en Políticas de Estado en Ciencia y Tecnología”, desde el llano, fue un férreo defensor de los derechos de los investigadores, becarios y personal técnico. No solo defendió estos derechos en el escenario de reclamos públicos, sino que intentó modificar las estructuras de las instituciones propias al sistema científico y técnico nacionales. En dos ocasiones, avalado por centenares de investigadores, aceptó ser candidato a las elecciones para integrar el directorio del CONICET, llevando adelante propuestas claras, consecuentes con su trayectoria. En ambos casos, por un puñado de votos, no accedió a ese, sin embargo su postulación permitió plasmar la posición de miles que sosteníamos la necesidad de implementar cambios profundos en el CONICET y en el sistema científico tecnológico nacional. En momentos en los que asistimos nuevamente a una política de ajustes infernales en el sector, donde el ingreso a la Carrera del Investigador Científico del CONICET se ha convertido en una quimera y donde el salario de los investigadores jóvenes y becarios no alcanza a superar el umbral de pobreza, la presencia de Martín en cada foro, reunión, movilización y reclamo fue parte de la realidad cotidiana. Una parte muy importante. Una voz incuestionable. Una presencia imprescindible.
Ya me he referido a dos de sus facetas fundamentales: la primera como investigador científico, la segunda como luchador en defensa de la ciencia y los derechos de los científicos. Quiero terminar destacando una tercera faceta, quizás la más importante, y es la que hace a su integridad, que escribió en cada momento de su vida, con una coherencia absoluta entre sus dichos, sus acciones cotidianas y su manera de ser. Integridad que se manifestó en la profunda convicción de que la realización individual es solo un parche, en ausencia de caminos que permitan a los otros también realizarse.
El fallecimiento de Martín nos deja un vacío profundo, pero también un legado enorme. Espero que quienes tuvimos el privilegio de conocerlo y quererlo, logremos estar a la altura de su legado.
Jorge Geffner
Instituto de investigaciones Hematológicas, Academia Nacional de Medicina, Departamento de Microbiología, Parasitología e Inmunología, Facultad de Medicina, Universidad de Buenos Aires, Argentina
e-mail: jorgegeffner@gmail.com