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Una mirada a la homeOpatía;
por un alópata
Héctor O. Alonso
Es escandaloso lo poco que se enseña en nuestras escuelas
médicas. No contentos con enseñar deficientemente la medicina
tradicional (para algunos, "oficial"), simplemente ignoramos
las muchas y muy variadas medicinas alternativas que se ofrecen aquí,
allá y acullá. Practicadas por savants, por médicos titulados y por
titulados médicos, estos métodos alternativos (para algunos,
"no tradicionales") prosperan y con ellos sus practicantes.
Entre los llamados "métodos alternativos de curación", uno
de los más tradicionales dentro de su no tradicionalidad, es la
homeopatía. El haber tomado contacto con una vasta documentación
sobre esta práctica, proporcionada por homeópatas a la Facultad de
Ciencias Médicas de Rosario, además de subsanar el defecto educativo
arriba apuntado, me ha sugerido las presentes reflexiones.
La homeopatía se originó en Europa a fines del siglo XVIII. Tiene
por lo tanto alguna prosapia, al menos el linaje que confiere la
cronología, en oposición a modernidades como la aromaterapia o la
medicina "holística"; y, de hecho la new age es,
definidamente, nueva.1 No menos encomiables fueron sus orígenes: el
médico alemán Samuel Hahnemann (1755-1843) comenzó a formular sus
principios, luego la base de la homeopatía, preocupado por los
inhumanos e ineficientes métodos curativos de su época, como las
purgas, las sangrías y las sanguijuelas, tres lastres históricos de
cuyo infamante peso y ocasión de sarcasmos la profesión médica no
podrá liberarse fácilmente. Motivado por una observación empírica
inicial, Hahnemann desarrolló su "ley de las similitudes":
los síntomas de enfermedad pueden ser cuadros mediante substancias
que en personas normales producen síntomas similares. El latinzgo
correspondiente se
enuncia así: Similia similibus curantur. La Enciclopedia Britannica
da a Hahnemann un tratamiento simpático pero lo relega a la historia
de la medicina; se equivoca, sin embargo, en apuntar que esta
terapéutica es "raramente practicada hoy día"2.
Aunque con el tiempo la homeopatía desarrolló una estructura
teórica más compleja (si bien no necesariamente más razonable) el
meollo de la estrategia terapéutica, que en poco difiere de los
principios sentados por Hahneman hace más de 150 años, consiste en
la administración de los llamados remedios homeopáticos. Estos
provienen de sustancias minerales, botánicas, zoológicas y otras
procedencias. Tales remedios son preparados en diluciones múltiples y
crecientes. Llegado un punto en las diluciones, se comprende, y
también lo comprendió Hahnemann, ya no es posible que siquiera una
molécula de la
sustancia original permanezca en la solución. Entonces el creador de
la homeopatía sostuvo que la agitación vigorosa en cada paso de las
diluciones deja detrás una especie de esencia que cura al revigorizar
la "fuerza vital del cuerpo". Llamaba
"potenciación" a esta combinación de diluciones y
agitación de las soluciones. A mayor potenciación, mayor efecto
terapéutico. El agente así "potenciado", elegido según
los síntomas que experimenta el paciente por la similitud con los que
el mismo produce en personas sanas, obtiene, asegura la homeopatía,
la curación.
En consecución de estas propuestas, la homeopatía clásica trata de
encontrar una sustancia que encaje en los síntomas del paciente tanto
como sea posible. Aquí aparecen algunas dificultades. Mientras que la
homeopatía clásica nunca usa la polifarmacia, la homeopatía moderna
sí lo hace.3 Como se vé, de nuevo el problema de la modernidad.
Asimismo, la homeopatía clásica sostiene el uso de un similium y no
una potenciación del agente causal (por ejemplo, plomo para el
saturnismo); esto es la isopatía, una disciplina algo más borrosa y
todavía más imaginativa que la homeopatía, clásica o moderna. Y
tampoco debe confundirse la materia que analizamos con la fitoterapia,
que consiste en la administración de hierbas, en todo caso en bajas
potencias, algo que la hemeopatía no admitiría de buen grado, porque
después de todo estas preparaciones pueden tener un
efecto farmacológico, digamos, convencional. Finalmente, para no
excedernos en las alternativas de la medicina alternativa y sus
similia, sería vituperable y extremadamente confuso, aún en un tema
que por desgracia lo es, traer a la cuestión a los
"nutriceuticals", la contracción anglosajona de
"nutricional" y "pharmaceuticals", es decir,
alimentos o sus productos, comercializados "con elmensaje de un
beneficio para la salud"4. Hay aqui una larga lista de probables
e improbables benefactores: ginseng, vitaminas, provitaminas,
minerales, y hasta el simpatico ajo, que nada tienen que hacer con la
homeopatía, si es que en realidad tienen algo que hacer con algo.
Como bien señalan Kleijnen y col,3 la homeopatía no debe ser vista
como una terapia más, sino como una visión diferente, totalmente
distinta y recortada, enmarcada por un cuerpo de doctrina. Esto es
facilmente confirmable en la documentación a la que hice referencia
al comienzo, que consiste mayormente en una larga serie de trabajos
aparecidos en la revista Homeopatía. Allí es posible observar el
convencimiento de los homeópatas en la realidad de sus teorías y en
la eficacia de sus remedios; más aún, se hace manifiesto un por
momentos fervoroso alegato en defensa de esas creencias. La
incomprensión de la medicina alopática (término este adoptado por
la medicina convencional para describirse a si misma y que,
curiosamente, debemos a Hahneman) y otros agentes discriminadores es
vista con dolor, reprocahda con pasión. Colón,
Pasteur, incluso Galileo, son símiles adecuados para ilustrar tal
grado de postergación. Frases de censura altisonante y advertencias
admonitorias son lanzadas hacia los descreídos. Abundan las
referencias a los remedios homeopáticos, pero, como Hafner señala a
propósito de la Homeopathic Pharmacopeia of the United States, las
substancias mencionadas lo son por algún tipo de base histórica, por
pruebas homeopaticas muchas de ellas realizadas 150 años atrás, no
por ensayos que confieran alguna validación
científica.
Como puede colegirse por la descripción de las ideas y prácticas de
la homeopatía, esta disciplina alternativa tiene algunas
características destacables, que no pueden dejar de sorprender,
intrigar e incluso maravillar a los médicos convenionales. Como los
mismos homeópatas se encargan de señalar, a veces con no poca
satisfacción, este procedimiento de curación no necesita del
diagnóstico, el que se puede o no hacer. Los homeopatas tratan
síntomas. También desestiman la fisiopatología, al menos la que
enseñan las escuelas médicas, dado que prescribirán en base a la ya
referida idea de administrar fármacos "potenciados" de
productos que en mayor dosis producen lo más
aproximado a la sintomatología del paciente. Su idea de la
etiopatogenia de las enfermedades y de la cura homeopática entre más
bien en el terreno metafísico
de "la fuerza vital", la esencia espiritual y otras formas
de pensamiento no facilmente interpretables por mentes más limitadas
o fácticas. El trabajo de Kleijnen y col.3 es iluminante y aporta
datos de gran interés respecto de la validez científica de la
homeopatía. Estos investigadores holandeses reunieron más de 100
trabajos controlados de origen homeopático realizados en seres
humanos entre 1966 y 1990, los que sometieron a un meta- analisis en
el que aplicaron criterios predefinidos sobre las bondades (o no) de
la metodología aplicada. Encontraron que, en general, la calidad
metodológica fue "decepcionante". Por ejemplo, más de la
mitad de los trabajos eran ensayos en los que el número era menor a
25 pacientes; 68 trabajos eran randomizados,
pero sólo 17 describían el método de randomización empleado; el
doble ciego no fue controlado en ninguno de los trabajos. En 42
trabajos los datos eran insuficientes como para juzgar la
interpretación de los autores de los resultados, los que seem (to us)
sometimes to be a little overoptimistic. Sin embargo, la evidencia que
surge del meta-análisis es en gran parte positiva; cuanto más bajo
el score metodológico, más resultados positivos. Las conclusiones de
Kleijnen y col.3 son algo vagas, quizás ambivalentes. Por lado
destacan la violación de las leyes-químicas conocidas que entraña
la teoría homeopática. Y por supuesto, no ignoran y les preocupa el
publication bias (más trabajos con resultados positivos pudieron
haber sido comunicados y aceptados por revistas
"alternativas"; menos aquellos con resultados negativos).
Por otro lado, la evidencia hallada los sorprende: basados en ella
habría que aceptar la homeopatía, si sólo el mecanismo de acción
fuera más plausible. Terminan exhortando a la realización
de trabajos en busca de evidencia adicional, en forma de ensayos
controlados (well performed).
Curiosamente, el único trabajo que citan in extenso, por considerarlo
de muy alta calidad, es el iniciado por el Ministerio Social de
Francia con el objeto de poner a prueba un trabajo anterior que
mostraba buenos resultados con un tratamiento homeopático, pero que
no encontró diferencias significativas con el placebo o incluso la
ausencia lisa y llana de terapéutica.
En vista de estas y otras consideraciones, ¿qué posición puede
tomarse respecto de la homeopatía? Sería facil ridiculizarla, como
según Hafner hizo el muy egregio Oliver Wendell Homes en dos
conferencias dadas en 1842, o como hacen Skrabnek y McCormick5 con un
alto grado de lo que llaman "scepticemia", y también de
humor. Cuentan el caso del Decano de la Facultad de Homeopatía de
Gran Bretaña que prescribió sal de cocina, diluída como sabemos que
ordena la homeopatía hasta la extinción de las moléculas, para
ayudar a una muchacha con a broken love affair (este tipo de
incursiones en el interesante pero errático terreno de lo afectivo no
son extrañas a la homeopatía). El mismo doctor, junto con el
presidente de la Facultad, sin embargo, expresó preocupación porque
practicantes no calificados y mal entrenados pueden enriquecese con
extravagantes afirmaciones (wild claims). La paja en el ojo ajeno..?
Es obvio que si bien tomar en solfa algo que es tremendamente serio
para otros es muy feo y objetable, no es menos cierto que algunas
afirmaciones y actitudes de los homeopatas pueden inducir tal trato.
Skrabnek y McCormick,5 cuyo libro debiera ser lectura recomendada en
nuestras escuelas médicas, también narran la historia del Profesor
Benveniste, de Francia. En el verano de 1988, este homeópata sostuvo
en la quizás más prestigiosa revista científica, Nature, que el
agua podía "recordar" substancias que alguna vez podían
haber estado disueltas en ella pero no estaban ya presentes. La
precondición era que el agua sólo "recordaría" si era
vigorosamente agitada. Revolverla no era suficiente. (Esto llevó a
muchos a concluir que aquí estaba la explicación de cómo James Bond
podía distinguir un martini seco que había sido agitado de uno que
había sido revuelto). El estudio tenía su sponsor: la industria
homeopática, que también existe, y esto se llamaría hoy conflicto
de intereses. El editor de la revista fue atacado por haber publicado
nonsense y dar respetabilidad a esas ideas (he aquí la
discriminación de la que los homeopatas se quejan siempre). Pero el
editor (la historia es más compleja y sorprendente, pero el espacio
obliga a comprimirla, sin agitarla) desembarcó inopinadamente en el
laboratorio del profesor Benveniste y demandó la repetición de los
experimentos en su presencia. Esto se hizo, pero la aparición de los
inquisidores impidió que agua recordara; la experiencia no fue
reproducible. A la semana siguiente el título de
Nature era "Experimentos de alta dilución una ilusión"
("delusión" también "falsa creencia", pero
conservar la rima parece respectar más el humor británico).
la homeopatía nació cuando la ciencia médica y sus bases
científicas estaban en sus albores. Los médicos recetaban
sustancias, objetos o animales que el indefenso paciente tenía que
introducir en su organismo de las maneras más penosas, para no
mencionar las infaltables sangrías o lavativas. Un observador
irónico y con gran sentido del absurdo como el crítico E.S. Turner6,
puede provocar en el médico lector incómodas risitas teñidas de
verguenza con el relato de las vejaciones a las que se sometían a los
enfermos en el pasado. Sin duda, con las mejores intenciones. La idea
de hahnemann no desentonaba en este contecto tan primario; por el
contrario, era al menos pidadosa. Pero la ciencia médica ha
progresado de un modo irrebatible, tanto en sus bases científicas
como en su praxis, y es necesario aceptar que tal progreso se debe en
gran parte a la aplicación cada vez más estricta del método
científico. Mientras tanto, la homeopatía parece haberse quedado en
el mismo lugar en el que la dejó su creador, cerca de doscientos
años atrás. En todos esos años desarrolló un cuerpo teórico
esotérico e impenetrable para el pensamiento científico, que en gran
parte desafía las leyes físicas y químicas, cosa que tanto Hafner
como Kleinjen se encargan de señalar, o versa sobre cuestiones
inaccesibles a la investigación. Y, en todos estos años, en los que
la medicina
alopática luchó incansablemente por la validación científica de
sus asertos, no pudo, no supo o no quiso confirmar de manera aceptable
para la comunidad científica sus aseveraciones. Partiendo de una base
no particularmente feliz en cuanto a su consistencia lógica, y
violando las leyes de la química de un modo tal que, como dice
Hafner, se exigiría "una drástica revisión de la química para
hacer a la homeopatía creíble", no hay mucho en ésta que
resulte particularmente convincente para el no iniciado. Esgrimir una
ley (la de las similitudes) que sólo es tal por decisión de quienes
la formularon y la decretaron, no termina por conmover a los
recalcitrantes alópatas, muy por el contrario. En lugar de espíritu
crítico lo que se barrunta es un pensamiento dogmático.
El libro de Hafner1 comienza con un capítulo, "y aconsejable
para los homeópatas). Y señala: Instead of testing their methods to
determine whether they work, alternative practitioners rely mainly on
personal observation and testimonial. Una apreciación equilibrada del
problema de la validación científica de la homeopatía puede ser
resumida así: no probada. El tema es importante en más de un
sentido. Aquí quiero tocar sólo uno, el económico. El gasto en que
la práctica de las medicinas alternativas hace incurrir a la sociedad
es incalculable, pero algunos han intentado destablecerlo, y los
resultados son preocupantes. Autores australianos7 han demostrado
recientemente que en ese país el gasto en medicinas alternativas en
1993 fue de 621 millones de dolares australianos y en terapéutas
alternativos de 309 millones. El gasto anual en el mismo período de
medicinas farmaceúticas fue de 360 millones. Los "productos
nutricéuticos" mueven en USA, dice el editorialista de Lancet,
$4000 anuales, y en Gran Bretaña una cifra apenas inferior. Los
autores concluyen, con absoluta razón, que son cuestionables las
ramificaciones
económicas y de salud pública de estos costos enormes, en vista de
la pobreza de datos de eficacia y seguridad para muchas de las
terapias y productos de la alternative medicine industry. El tema es
tan importante en términos económicos y médico-sociales que la
revista Newsweek le ha dedicado al asunto un artículo central8.
Contrastando con las pretensiones no validadas de la homeopatía, la
medicina alopática ha desarrollado recientemente la idea de la
"medicina basada en la evidencia". Este es, en realidad, un
concepto que siempre estuvo presente en la mente de los médicos,
ahora mejor explicitado. Se trata de llevar la práctica de la
medicina a una coincidencia lo más cercana posible con aquellas
evidencias realmente validadas por la investigación, lo que de este
lado de la línea alopática, significa, fundamentalmente, pruebas
randomizadas doble ciego. Es obvio que la medicina convencional
precisa todavía de un análisis exhaustivo de muchas de sus
prácticas, algunas de ellas tan poco validades como las de la
medicina alternativa.
Es la homeopatía, en suma, una ciencia, una pseudociencia o una
protociencia (algo que está en vía de desarrollo, y sus
proposiciones prometen alcanzar la catgoría de ciencia). En efecto,
en su esencia final, todo el problema se reduce a saber si la
homeopatía reúne los elementos para ser calificada como ciencia, o
al menos, si sus enfoques son científicos desde el punto de vista
metodológico, esto es si tiene características consideradas
universalmente necesarias para el método científico. En este
sentido, los orígenes de la homeopatía no son científicos, pero
esto es importante sólo desde un punto de vista histórico y no
invalida en principio nada; la medicina alopática tampoco tuvo
orígenes
científicos. La teoría de Hahnemann no suena particularmente
sensata, pero tampoco suena, a nuestros modernos oídos, mucho mejor
la de los humores, responsable de tanta sangría y tanta purga. Es la
fijación en el tiempo la que aleja a la homeopatía del método
científico, esto es, la práctica que se basa en la recolección de
datos que pongan a prueba formulaciones naturales para los fenómenos
naturales. En este sentido, es posible aseverar que la homeopatía no
ha podido hasta el momento actual, demostrar sus hipótesis de un modo
que razonablemente permita aceptarlas, al menos provisionalmente. Hay
por lo tanto motivos como para que los médicos alopáticos
permanezcan escépticos, esto es, para usar una reciente definición,
no convencidos por falta de evidencias suficientes.
Con todo, la homeopatía definidamente puede ser vista como testeable,
o, en la nomenclatura de Popper, pasible de refutación. Para Popper,
lo que hace aceptable una hipótesis como potencialmente científica
es, en efecto, más la posibilidad de ser refutada que de ser
certificada. Una refutación es mucho más poderosa para acercar a la
verdad científica, siempre provisoria, que muchas comprobaciones. Las
teorías no pasibles de refutaciones por no poder ser sometidas al
método científico, como ocurre, por ejemplo, en gran medida con el
psicoanálisis, no pueden pretender ser categorizadas como ciencias.
Pero la homeopatía sí puede ser testeada. Aceptando algunas
dificultades que el mismo método homeopático propone, es sin embargo
posible planear estudios
controlados de diseño metodológico impecable, los que deberían ser
llevados a cabo por equipos de homeopatas y alópatas conformados para
tal fin. Sin duda las conclusiones de tales investigaciones
develarían los interrogantes que todavía quedan por responder
respecto de la homeopatía, básicamente, si los remedios
homeopáticos tienen un efecto terpéutico distinguible del placebo.
Si esto resulta ser así, entonces sin duda los médicos alópatas
capaces de apreciar con espíritu constructivo las certezas
científicamente obtenidas (aunque siempre sean provisionales)
admitirán a la homeopatía como un procedimiento terapéutico
incorporable. Si no resulta ser así, entonces se pondrá a prueba la
honestidad intelectual de los defensores de la homeopatía y la
solidez y razonabilidad de la sociedad en general.
Bibliografía
1. Hafner AW, (ed) Reader's Guide to Alternative Health Methods.
American Medical Association, 1993.
2. Encyclopaedia Britannica.- Micropaedia, vol IV, Chicago, 1974, p
837
3. Kleeijnen J, Knipschild P, ter Riet G. Clinical trials of
homeopathy. Bri Med J 1991; 302: 316-23.
4. Editorial. A fat little earner Lanut 1996; 347: 775.
5. Skrabanek P, McCormick J. Follies and Fallacies in Medicine.
Glasgow: Tarragon Press; 1989.
6. Turner ES. The astonishing history of the medical profession. New
York: Ballantyne Books, 1961.
7. MacKennan AH, Wilson DH, Taylor AW. Prevalence and cost of
alternative medicine in Australia. Lancet 1996; 347: 569-73.
8. Newsweek, The Natural Drug Culture. May, 13, 1996.
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