MEDICINA - Volumen 56 - Nº 4, 1996
MEDICINA (Buenos Aires) 1996

       
     

       
     

Una mirada a la homeOpatía; por un alópata

Héctor O. Alonso

Es escandaloso lo poco que se enseña en nuestras escuelas médicas. No contentos con enseñar deficientemente la medicina tradicional (para algunos, "oficial"), simplemente ignoramos las muchas y muy variadas medicinas alternativas que se ofrecen aquí, allá y acullá. Practicadas por savants, por médicos titulados y por titulados médicos, estos métodos alternativos (para algunos, "no tradicionales") prosperan y con ellos sus practicantes. Entre los llamados "métodos alternativos de curación", uno de los más tradicionales dentro de su no tradicionalidad, es la homeopatía. El haber tomado contacto con una vasta documentación sobre esta práctica, proporcionada por homeópatas a la Facultad de Ciencias Médicas de Rosario, además de subsanar el defecto educativo arriba apuntado, me ha sugerido las presentes reflexiones.
La homeopatía se originó en Europa a fines del siglo XVIII. Tiene por lo tanto alguna prosapia, al menos el linaje que confiere la cronología, en oposición a modernidades como la aromaterapia o la medicina "holística"; y, de hecho la new age es, definidamente, nueva.1 No menos encomiables fueron sus orígenes: el médico alemán Samuel Hahnemann (1755-1843) comenzó a formular sus principios, luego la base de la homeopatía, preocupado por los inhumanos e ineficientes métodos curativos de su época, como las purgas, las sangrías y las sanguijuelas, tres lastres históricos de cuyo infamante peso y ocasión de sarcasmos la profesión médica no podrá liberarse fácilmente. Motivado por una observación empírica inicial, Hahnemann desarrolló su "ley de las similitudes": los síntomas de enfermedad pueden ser cuadros mediante substancias que en personas normales producen síntomas similares. El latinzgo correspondiente se
enuncia así: Similia similibus curantur. La Enciclopedia Britannica da a Hahnemann un tratamiento simpático pero lo relega a la historia de la medicina; se equivoca, sin embargo, en apuntar que esta terapéutica es "raramente practicada hoy día"2.
Aunque con el tiempo la homeopatía desarrolló una estructura teórica más compleja (si bien no necesariamente más razonable) el meollo de la estrategia terapéutica, que en poco difiere de los principios sentados por Hahneman hace más de 150 años, consiste en la administración de los llamados remedios homeopáticos. Estos provienen de sustancias minerales, botánicas, zoológicas y otras procedencias. Tales remedios son preparados en diluciones múltiples y crecientes. Llegado un punto en las diluciones, se comprende, y también lo comprendió Hahnemann, ya no es posible que siquiera una molécula de la
sustancia original permanezca en la solución. Entonces el creador de la homeopatía sostuvo que la agitación vigorosa en cada paso de las diluciones deja detrás una especie de esencia que cura al revigorizar la "fuerza vital del cuerpo". Llamaba "potenciación" a esta combinación de diluciones y agitación de las soluciones. A mayor potenciación, mayor efecto terapéutico. El agente así "potenciado", elegido según los síntomas que experimenta el paciente por la similitud con los que el mismo produce en personas sanas, obtiene, asegura la homeopatía, la curación.
En consecución de estas propuestas, la homeopatía clásica trata de encontrar una sustancia que encaje en los síntomas del paciente tanto como sea posible. Aquí aparecen algunas dificultades. Mientras que la homeopatía clásica nunca usa la polifarmacia, la homeopatía moderna sí lo hace.3 Como se vé, de nuevo el problema de la modernidad. Asimismo, la homeopatía clásica sostiene el uso de un similium y no una potenciación del agente causal (por ejemplo, plomo para el saturnismo); esto es la isopatía, una disciplina algo más borrosa y todavía más imaginativa que la homeopatía, clásica o moderna. Y tampoco debe confundirse la materia que analizamos con la fitoterapia, que consiste en la administración de hierbas, en todo caso en bajas potencias, algo que la hemeopatía no admitiría de buen grado, porque después de todo estas preparaciones pueden tener un
efecto farmacológico, digamos, convencional. Finalmente, para no excedernos en las alternativas de la medicina alternativa y sus similia, sería vituperable y extremadamente confuso, aún en un tema que por desgracia lo es, traer a la cuestión a los "nutriceuticals", la contracción anglosajona de "nutricional" y "pharmaceuticals", es decir, alimentos o sus productos, comercializados "con elmensaje de un beneficio para la salud"4. Hay aqui una larga lista de probables e improbables benefactores: ginseng, vitaminas, provitaminas, minerales, y hasta el simpatico ajo, que nada tienen que hacer con la homeopatía, si es que en realidad tienen algo que hacer con algo.
Como bien señalan Kleijnen y col,3 la homeopatía no debe ser vista como una terapia más, sino como una visión diferente, totalmente distinta y recortada, enmarcada por un cuerpo de doctrina. Esto es facilmente confirmable en la documentación a la que hice referencia al comienzo, que consiste mayormente en una larga serie de trabajos aparecidos en la revista Homeopatía. Allí es posible observar el convencimiento de los homeópatas en la realidad de sus teorías y en la eficacia de sus remedios; más aún, se hace manifiesto un por momentos fervoroso alegato en defensa de esas creencias. La incomprensión de la medicina alopática (término este adoptado por la medicina convencional para describirse a si misma y que, curiosamente, debemos a Hahneman) y otros agentes discriminadores es vista con dolor, reprocahda con pasión. Colón,
Pasteur, incluso Galileo, son símiles adecuados para ilustrar tal grado de postergación. Frases de censura altisonante y advertencias admonitorias son lanzadas hacia los descreídos. Abundan las referencias a los remedios homeopáticos, pero, como Hafner señala a propósito de la Homeopathic Pharmacopeia of the United States, las substancias mencionadas lo son por algún tipo de base histórica, por pruebas homeopaticas muchas de ellas realizadas 150 años atrás, no por ensayos que confieran alguna validación
científica.
Como puede colegirse por la descripción de las ideas y prácticas de la homeopatía, esta disciplina alternativa tiene algunas características destacables, que no pueden dejar de sorprender, intrigar e incluso maravillar a los médicos convenionales. Como los mismos homeópatas se encargan de señalar, a veces con no poca satisfacción, este procedimiento de curación no necesita del diagnóstico, el que se puede o no hacer. Los homeopatas tratan síntomas. También desestiman la fisiopatología, al menos la que enseñan las escuelas médicas, dado que prescribirán en base a la ya referida idea de administrar fármacos "potenciados" de productos que en mayor dosis producen lo más
aproximado a la sintomatología del paciente. Su idea de la etiopatogenia de las enfermedades y de la cura homeopática entre más bien en el terreno metafísico
de "la fuerza vital", la esencia espiritual y otras formas de pensamiento no facilmente interpretables por mentes más limitadas o fácticas. El trabajo de Kleijnen y col.3 es iluminante y aporta datos de gran interés respecto de la validez científica de la homeopatía. Estos investigadores holandeses reunieron más de 100 trabajos controlados de origen homeopático realizados en seres humanos entre 1966 y 1990, los que sometieron a un meta- analisis en el que aplicaron criterios predefinidos sobre las bondades (o no) de la metodología aplicada. Encontraron que, en general, la calidad metodológica fue "decepcionante". Por ejemplo, más de la mitad de los trabajos eran ensayos en los que el número era menor a 25 pacientes; 68 trabajos eran randomizados,
pero sólo 17 describían el método de randomización empleado; el doble ciego no fue controlado en ninguno de los trabajos. En 42 trabajos los datos eran insuficientes como para juzgar la interpretación de los autores de los resultados, los que seem (to us) sometimes to be a little overoptimistic. Sin embargo, la evidencia que surge del meta-análisis es en gran parte positiva; cuanto más bajo el score metodológico, más resultados positivos. Las conclusiones de Kleijnen y col.3 son algo vagas, quizás ambivalentes. Por lado destacan la violación de las leyes-químicas conocidas que entraña la teoría homeopática. Y por supuesto, no ignoran y les preocupa el publication bias (más trabajos con resultados positivos pudieron haber sido comunicados y aceptados por revistas "alternativas"; menos aquellos con resultados negativos). Por otro lado, la evidencia hallada los sorprende: basados en ella habría que aceptar la homeopatía, si sólo el mecanismo de acción fuera más plausible. Terminan exhortando a la realización
de trabajos en busca de evidencia adicional, en forma de ensayos controlados (well performed).
Curiosamente, el único trabajo que citan in extenso, por considerarlo de muy alta calidad, es el iniciado por el Ministerio Social de Francia con el objeto de poner a prueba un trabajo anterior que mostraba buenos resultados con un tratamiento homeopático, pero que no encontró diferencias significativas con el placebo o incluso la ausencia lisa y llana de terapéutica.
En vista de estas y otras consideraciones, ¿qué posición puede tomarse respecto de la homeopatía? Sería facil ridiculizarla, como según Hafner hizo el muy egregio Oliver Wendell Homes en dos conferencias dadas en 1842, o como hacen Skrabnek y McCormick5 con un alto grado de lo que llaman "scepticemia", y también de humor. Cuentan el caso del Decano de la Facultad de Homeopatía de Gran Bretaña que prescribió sal de cocina, diluída como sabemos que ordena la homeopatía hasta la extinción de las moléculas, para ayudar a una muchacha con a broken love affair (este tipo de incursiones en el interesante pero errático terreno de lo afectivo no son extrañas a la homeopatía). El mismo doctor, junto con el presidente de la Facultad, sin embargo, expresó preocupación porque practicantes no calificados y mal entrenados pueden enriquecese con extravagantes afirmaciones (wild claims). La paja en el ojo ajeno..? Es obvio que si bien tomar en solfa algo que es tremendamente serio para otros es muy feo y objetable, no es menos cierto que algunas afirmaciones y actitudes de los homeopatas pueden inducir tal trato. Skrabnek y McCormick,5 cuyo libro debiera ser lectura recomendada en nuestras escuelas médicas, también narran la historia del Profesor Benveniste, de Francia. En el verano de 1988, este homeópata sostuvo en la quizás más prestigiosa revista científica, Nature, que el agua podía "recordar" substancias que alguna vez podían haber estado disueltas en ella pero no estaban ya presentes. La precondición era que el agua sólo "recordaría" si era vigorosamente agitada. Revolverla no era suficiente. (Esto llevó a muchos a concluir que aquí estaba la explicación de cómo James Bond podía distinguir un martini seco que había sido agitado de uno que había sido revuelto). El estudio tenía su sponsor: la industria homeopática, que también existe, y esto se llamaría hoy conflicto de intereses. El editor de la revista fue atacado por haber publicado nonsense y dar respetabilidad a esas ideas (he aquí la discriminación de la que los homeopatas se quejan siempre). Pero el editor (la historia es más compleja y sorprendente, pero el espacio obliga a comprimirla, sin agitarla) desembarcó inopinadamente en el laboratorio del profesor Benveniste y demandó la repetición de los experimentos en su presencia. Esto se hizo, pero la aparición de los inquisidores impidió que agua recordara; la experiencia no fue reproducible. A la semana siguiente el título de
Nature era "Experimentos de alta dilución una ilusión" ("delusión" también "falsa creencia", pero conservar la rima parece respectar más el humor británico).
la homeopatía nació cuando la ciencia médica y sus bases científicas estaban en sus albores. Los médicos recetaban sustancias, objetos o animales que el indefenso paciente tenía que introducir en su organismo de las maneras más penosas, para no mencionar las infaltables sangrías o lavativas. Un observador irónico y con gran sentido del absurdo como el crítico E.S. Turner6, puede provocar en el médico lector incómodas risitas teñidas de verguenza con el relato de las vejaciones a las que se sometían a los enfermos en el pasado. Sin duda, con las mejores intenciones. La idea de hahnemann no desentonaba en este contecto tan primario; por el contrario, era al menos pidadosa. Pero la ciencia médica ha progresado de un modo irrebatible, tanto en sus bases científicas como en su praxis, y es necesario aceptar que tal progreso se debe en gran parte a la aplicación cada vez más estricta del método científico. Mientras tanto, la homeopatía parece haberse quedado en el mismo lugar en el que la dejó su creador, cerca de doscientos años atrás. En todos esos años desarrolló un cuerpo teórico esotérico e impenetrable para el pensamiento científico, que en gran parte desafía las leyes físicas y químicas, cosa que tanto Hafner como Kleinjen se encargan de señalar, o versa sobre cuestiones inaccesibles a la investigación. Y, en todos estos años, en los que la medicina
alopática luchó incansablemente por la validación científica de sus asertos, no pudo, no supo o no quiso confirmar de manera aceptable para la comunidad científica sus aseveraciones. Partiendo de una base no particularmente feliz en cuanto a su consistencia lógica, y violando las leyes de la química de un modo tal que, como dice Hafner, se exigiría "una drástica revisión de la química para hacer a la homeopatía creíble", no hay mucho en ésta que resulte particularmente convincente para el no iniciado. Esgrimir una ley (la de las similitudes) que sólo es tal por decisión de quienes la formularon y la decretaron, no termina por conmover a los recalcitrantes alópatas, muy por el contrario. En lugar de espíritu crítico lo que se barrunta es un pensamiento dogmático.
El libro de Hafner1 comienza con un capítulo, "y aconsejable para los homeópatas). Y señala: Instead of testing their methods to determine whether they work, alternative practitioners rely mainly on personal observation and testimonial. Una apreciación equilibrada del problema de la validación científica de la homeopatía puede ser resumida así: no probada. El tema es importante en más de un sentido. Aquí quiero tocar sólo uno, el económico. El gasto en que la práctica de las medicinas alternativas hace incurrir a la sociedad es incalculable, pero algunos han intentado destablecerlo, y los resultados son preocupantes. Autores australianos7 han demostrado recientemente que en ese país el gasto en medicinas alternativas en 1993 fue de 621 millones de dolares australianos y en terapéutas alternativos de 309 millones. El gasto anual en el mismo período de medicinas farmaceúticas fue de 360 millones. Los "productos nutricéuticos" mueven en USA, dice el editorialista de Lancet, $4000 anuales, y en Gran Bretaña una cifra apenas inferior. Los autores concluyen, con absoluta razón, que son cuestionables las ramificaciones
económicas y de salud pública de estos costos enormes, en vista de la pobreza de datos de eficacia y seguridad para muchas de las terapias y productos de la alternative medicine industry. El tema es tan importante en términos económicos y médico-sociales que la revista Newsweek le ha dedicado al asunto un artículo central8.
Contrastando con las pretensiones no validadas de la homeopatía, la medicina alopática ha desarrollado recientemente la idea de la "medicina basada en la evidencia". Este es, en realidad, un concepto que siempre estuvo presente en la mente de los médicos, ahora mejor explicitado. Se trata de llevar la práctica de la medicina a una coincidencia lo más cercana posible con aquellas evidencias realmente validadas por la investigación, lo que de este lado de la línea alopática, significa, fundamentalmente, pruebas randomizadas doble ciego. Es obvio que la medicina convencional precisa todavía de un análisis exhaustivo de muchas de sus prácticas, algunas de ellas tan poco validades como las de la medicina alternativa.
Es la homeopatía, en suma, una ciencia, una pseudociencia o una protociencia (algo que está en vía de desarrollo, y sus proposiciones prometen alcanzar la catgoría de ciencia). En efecto, en su esencia final, todo el problema se reduce a saber si la homeopatía reúne los elementos para ser calificada como ciencia, o al menos, si sus enfoques son científicos desde el punto de vista metodológico, esto es si tiene características consideradas universalmente necesarias para el método científico. En este sentido, los orígenes de la homeopatía no son científicos, pero esto es importante sólo desde un punto de vista histórico y no invalida en principio nada; la medicina alopática tampoco tuvo orígenes
científicos. La teoría de Hahnemann no suena particularmente sensata, pero tampoco suena, a nuestros modernos oídos, mucho mejor la de los humores, responsable de tanta sangría y tanta purga. Es la fijación en el tiempo la que aleja a la homeopatía del método científico, esto es, la práctica que se basa en la recolección de datos que pongan a prueba formulaciones naturales para los fenómenos naturales. En este sentido, es posible aseverar que la homeopatía no ha podido hasta el momento actual, demostrar sus hipótesis de un modo que razonablemente permita aceptarlas, al menos provisionalmente. Hay por lo tanto motivos como para que los médicos alopáticos permanezcan escépticos, esto es, para usar una reciente definición, no convencidos por falta de evidencias suficientes.
Con todo, la homeopatía definidamente puede ser vista como testeable, o, en la nomenclatura de Popper, pasible de refutación. Para Popper, lo que hace aceptable una hipótesis como potencialmente científica es, en efecto, más la posibilidad de ser refutada que de ser certificada. Una refutación es mucho más poderosa para acercar a la verdad científica, siempre provisoria, que muchas comprobaciones. Las teorías no pasibles de refutaciones por no poder ser sometidas al método científico, como ocurre, por ejemplo, en gran medida con el psicoanálisis, no pueden pretender ser categorizadas como ciencias. Pero la homeopatía sí puede ser testeada. Aceptando algunas dificultades que el mismo método homeopático propone, es sin embargo posible planear estudios
controlados de diseño metodológico impecable, los que deberían ser llevados a cabo por equipos de homeopatas y alópatas conformados para tal fin. Sin duda las conclusiones de tales investigaciones develarían los interrogantes que todavía quedan por responder respecto de la homeopatía, básicamente, si los remedios homeopáticos tienen un efecto terpéutico distinguible del placebo. Si esto resulta ser así, entonces sin duda los médicos alópatas capaces de apreciar con espíritu constructivo las certezas científicamente obtenidas (aunque siempre sean provisionales) admitirán a la homeopatía como un procedimiento terapéutico incorporable. Si no resulta ser así, entonces se pondrá a prueba la honestidad intelectual de los defensores de la homeopatía y la solidez y razonabilidad de la sociedad en general.

 

Bibliografía

1. Hafner AW, (ed) Reader's Guide to Alternative Health Methods. American Medical Association, 1993.
2. Encyclopaedia Britannica.- Micropaedia, vol IV, Chicago, 1974, p 837
3. Kleeijnen J, Knipschild P, ter Riet G. Clinical trials of homeopathy. Bri Med J 1991; 302: 316-23.
4. Editorial. A fat little earner Lanut 1996; 347: 775.
5. Skrabanek P, McCormick J. Follies and Fallacies in Medicine. Glasgow: Tarragon Press; 1989.
6. Turner ES. The astonishing history of the medical profession. New York: Ballantyne Books, 1961.
7. MacKennan AH, Wilson DH, Taylor AW. Prevalence and cost of alternative medicine in Australia. Lancet 1996; 347: 569-73.
8. Newsweek, The Natural Drug Culture. May, 13, 1996.