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CARTAS AL COMITÉ DE REDACCIÓN
Ingelfinger ¿Por qué
no Lanari?
Amadeo P. Barousse
La carta del Dr. Rodolfo Pasqualini en Medicina (Buenos Aires)
1996; 56: 434-6 nos recuerda con elegante estilo, la influencia que
ejerció F. J. Ingelfinger sobre la ética de las
publicaciones médicas, desde su sitial de Editor en Jefe del New
England Journal of
Medicine, desde 1967 hasta su muerte. Efectivamente fue suya la idea
de que «ningún
manuscrito será considerado para publicación si su substancia ha
sido propuesta o publicada en otra parte». Su sentencia contribuyó a
evitar la tentación que acecha a los investigadores de difundir sus
trabajos por medio de la prensa política o general antes de pasar por
el filtro de los jueces habituales de las revistas o comités
científicos. Digo evitar y no impedir porque aún hoy, bajo la
disculpa del pronto beneficio o de la educación para la salud, muchos
son los profesionales que divulgan sus contribuciones al progreso del
conocimiento o del arte, a través de los medios masivos de
comunicación mucho antes que hayan logrado la aprobación académica
de revistas o sociedades científicas. Entre nosotros el caso
«crotoxina» es un ejemplo típico.
Los que hemos trabajado con Alfredo Lanari fuimos aleccionados mucho
antes de 1967 por ese «jefe - patrón» en esta materia de ética de
las publicaciones. En 1945 escribió en Ciencia e Investigación 1945;
1: «El acto de emitir un juicio sobre una obra científica,
juzgándola según su valor intrínseco y abstrayén-dola de su autor,
constituye la crítica, que no otro es el significado etimológico de
la palabra. Hecha con tal criterio, por personas que posean los
conocimientos técnicos necesarios y, si es posible, que trabajen
sobre temas idénticos o afines, la crítica será para el autor de
una obra el más valioso auxiliar para indicarle la corrección de sus
métodos científicos o la fuente de sus posibles errores. Por tanto,
todo autor esperará con interés, cuando no con ansiedad, que en las
revistas científicas aparezcan los comentarios que le darán o
negarán razón.»
Al hacerse cargo de la cátedra en 1958, Lanari recomendó (todavía
en Buenos Aires la
recomendación de un jefe carismático era una orden) que sólo los
profesionales de
dedicación exclusiva al hospital recibieran a periodistas o aceptaran
entrevistas con los
medios de comunicación. Es decir, quienes ejercieran la medicina
privadamente debieran
inhibirse de aparecer en los medios. Lanari pensaba que la sola
mención del nombre de un
médico en un diario o revista general era propagandístico,
independientemente de la calidad de lo divulgado. Diferente era su
opinión con respecto a los investigadores de carrera, a quienes
estimulaba a publicar en revistas científicas y no científicas,
descripciones de sus líneas de trabajo, con el argumento que la
sociedad tiene derecho a conocer cómo se invierten los recursos
económicos destinados a investigación. En su misma línea, Medicina
considera útil que los investigadores que publican la mayoría de sus
trabajos en revistas extranjeras de excelencia, escriban para nosotros
artículos especiales donde resuman sus hallazgos principales a
través del tiempo.
Por aquellos años, el hospital público ofrecía la mejor oportunidad
de desarrollar actividades docentes y de investigación, incluyendo la
aplicación de las nuevas tecnologías. En el Instituto de
Investigaciones Médicas se realizaron las primeras diálisis y los
primeros injertos de riñón: Lanari no permitió que estos logros se
convirtieran en «noticia sensacional». En años posteriores, la
permanente irrupción de la tecnología en todas las áreas de la
medicina provocó el interés por la instalación en el área privada
de la gran aparatología de diagnóstico y tratamiento. Como era de
esperar, las inversiones de dinero exigieron propaganda y venta de
servicios y consiguientemente olvido de muchos principios de la
antigua deontología y de la moderna bioética, más predicada que
ejercida.
Ingresé al Comité de Redacción de Medicina en 1958 y desde entonces
si en algo hubo que cambiar el Reglamento de Publicaciones fue para
abrir las posibilidades de divulgación más rápida de trabajos que
por su interés científico justificaran una temprana difusión. Por
lo demás, el Comité de Redacción cree que aún debe mantener jueces
calificados para el
análisis de los manuscritos (dos jueces para un rechazo), vigilar el
uso de la complicada
estadística en creciente y casi abusiva utilización en función de
forzar resultados, y procurar que se use correctamente el idioma
castellano.
En los archivos de la correspondencia de Medicina hay más cartas de
autores que agradecen a los jueces haber mejorado su trabajo, que
misivas de quienes se han enojado por rechazos.
Ingelfinger y Lanari están aún vigentes.
Tratamiento de la
leucemia de células vellosas con 2-clorodeoxiadenosina y G-CSF
Raquel Bengió, Mariell
Pérez, Marcela Sarmiento, Pablo Raña, Analía Sánchez Lucero,
Adriana Sarto, Guillermo Arrossagaray
Instituto de Investigaciones Hematológicas, Academia Nacional de
Medicina, Buenos Aires
Entre junio de 1993 y marzo de 1995, cinco pacientes con
diagnóstico de Leucemia de Células Vellosas fueron tratados con
2-Clorodeoxiadenosina (2-CdA, todos de sexo masculino y edades entre
35 y 54 años (media: 50 años). Sólo uno había recibido tratamiento
con interferón alfa 2a recombinante durante un mes, sin obtener
respuesta favorable. Al diagnóstico preentaban pancitopenia con una
media de neutrófilos de 0,588 x 109/L, de plaquetas 53,8 x 109/L y de
hemoglobina 7,52 g/dl; esplenomegalia1 y biopsia de médula ósea con
patrón típico de infiltración compatible con Leucemia de Células
Vellosas2.
En todos los casos se administró un sólo ciclo de 2-CdA a una dosis
de 0,1 mg/kg/día, por 7 días; al día +8 posterior al tratamiento,
se comenzó con factor estimulante de colonias granulocíticas (G-CSF)
hasta obtener recuentos de más de 1 x 109/L neutrófilos.
Los cinco pacientes lograron remisión completa, con un seguimiento de
nueve a treinta y tres meses.
Dos pacientes fallecieron posteriormente debido a causas no
relacionadas. En todos los
casos la recuperación plaquetaria precedió a la de neutrófilos y de
hemoglobina. La anemia fue el parámetro que se regularizó en última
instancia y el tiempo medio de recuperación de neutrófilos fue de 41
días.
Todos los pacientes presentaron mielosupresión, con un promedio de
transfusiones de siete unidades de glólbulos rojos desplazamientos y
cinco procedimientos de féresis plaquetaria.
Se constató también, fiebre con cultivos negativos, sin foco
infeccioso demostrable. Solo dos pacientes fueron evaluados con
respecto a la inmunidad celular, encontrándose una inversión de la
relación CD4/CD8, no documentándose ninguna infección oportunista.
Nuestros resultados se correlacionan con los reportados en la
literatura por otros autores:
Piro y col. reportan 11 de 12 pacientes en remisión completa (92%)3;
Estey y col. publican 36 de 46 pacientes en remisión completa (78%)4;
Juliusson y col. refieren 12 de 16 pacientes en remisión completa
(75%)5; y Tallman y col. reportan 16 de 26 pacentes en remisión
completa (80%)6.
La terapia con 2-CdA parece ser más efectiva que con el interferón
alfa 2, que presenta tasas altas de respuesta clínica, pero bajas de
remisión completa, requiriendo un tratamiento prolongado y con una
toxicidad significativa. La recaída es común cuando el tratamiento
con interferón alfa 2 es suspendido. El aspecto más sobresaliente
con este análogo de la purinas, es que se logran remisiones completas
con un solo ciclo de tratamiento, mientras que otro, como la
deoxycoformicina, requiere múltiples ciclos y una media de 4 meses de
tratamiento.
La toxicidad más significativa con 2-CdA es la mielosupresión a las
dosis usadas; con la
deoxycoformicina son frecuenes las náuseas, vómitos y la letargia en
menor porcentaje, con la posibilidad de toxicidad renal y en el
sistema nervioso central.
En conclusión, la 2-CdA es una droga de fácil manejo, que produce
tasas altas de remisión completa, con una toxicidad controlable y con
costos no superiores a los demás tratamientos, en térmios de un solo
ciclo de medicación, por lo cual está emergiendo como droga de
elección para el tratamiento de primera línea.
Se requiere mayor lapso de seguimiento para evaluar duración de la
remisión y tasa de
recaídas.
Bibliografía
1. Jansen J Hairy cell leukemia, in Hoffman R, Benz EJ, Shanttil SJ
et al (eds):Hematology: Basic Principles and Practice. New York, NY,
Churchill Livingstone, 1991, pp 1001- 1008.
2. Saven A, Piro L. Treatment of hairy cell leukemia. Blood 1992; 79:
1111.
3. Piro L, Carrea C, Carson D, Beutler E. Lasting remission in Hairy
cell leukemia induced by a single infusion of 2-CdA. N Engl J Med
1990; 322: 1117-21.
4. Estey E, Kurzrock R, Kanterjian H, et al. Treatment of hairy cell
leukemia with 2-CdA. Blood 1992; 79: 882.
5. Juliusson G, Liliemark J. Rapid recovery from cytopenia in hairy
cell leukemia after treatment with 2-CdA: relation to oortunistic
infections. Blood 1992; 79: 888.
6. Tallman M, Kakimian D, Variakojis D, et al. A single cycle of 2-CdA
results in complete remission in the majority of patients with hairy
cell leukemia. Blood 1992; 80: 2203.
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