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Premio
Nobel de Fisiología y Medicina 1996: Rolf Zinkernagel y Peter Doherty.
Reconocimiento
inmune: lo propio, lo extraño y lo propio modificado
Jorge A. Manni
Instituto de Investigaciones Médicas Alfredo Lanari, Buenoa
Aires.
El Premio Nobel ha sido
otorgado varias veces a investigadores que han contribuido a
esclarecer cómo el sistema inmunológico realiza su función de
reconocimiento. El siete de
octubre se anunció que el Premio Nobel correspondiente a Fisiología
y Medicina había sido otorgado a los doctores Rolf Zinkernagel y
Peter Doherty.
Rolf Zinkernagel nació en 1944 en Suiza, rindió su tesis doctoral en
Basilea y actualmente es director del Institute of Experimental
Immunology de la Universidad de Zurich. Peter Doherty nació en
Australia en 1940 donde completó un Master orientado a veterinaria,
luego obtuvo su PhD en Edinburgo, Escocia; es actualmente jefe del
Departamento de Inmunología del St. Jude Children Research Hospital
en Memphis, Tennessee, Estados Unidos. Venticuatro años antes de la
entrega del Premio, que se efectuó el 7 de diciembre de 1996, Rolf
Zinkernagel se incorporaba como becario al Departamento de
Microbiología de la John Curtin School of Medical Research en
Canberra, Australia. Peter Doherty ya tenía un cargo en ese lugar
desde hacía dos años y, como contaría más tarde, la falta de
espacio obligaría a los dos jóvenes investigadores a compartir un
pequeño laboratorio donde realizarían un trabajo cuyo objetivo
original fue estudiar la manera como el sistema inmune ataca células
de ratones infectadas por un virus mediante un mecanismo de
citotoxicidad. Algunos resultados fueron inesperados. No obstante,
correctamente interpretados, servirían para que se comenzara a tener
las respuestas de algunos interrogantes fundamentales: ¿cuáles son
los mecanismos y estructuras moleculares con que el sistema inmune
reconoce lo propio (y lo ignora) y cómo reconoce lo extraño o lo
propio modificado o infectado (y lo ataca)? ¿cómo se produce la
falla por la cual un error de reconocimiento trae como consecuencia
que el fuego de la artillería inmune destruya elementos propios y
sanos (friendly fire1)?
Algunas referencias a los conocimientos que sobre el tema estaban
disponibles al comienzo de la década del 70 serán útiles para
apreciar la relevancia científica de los experimentos realizados en
Canberra. La infección de ratones por el virus de la coriomeningitis
linfocitaria (LCMV) había llamado la atención debido que la
inmunosupresión evitaba la acción letal del virus en lugar de
favorecer su acción patógena. Fue precisamente trabajando con este
modelo de infección, que Sir MacFarlane Burnet y F. Fenner en 1949
comienzan a elaborar la fascinante teoría de la tolerancia
inmunológica2 y en 1960 junto con Peter Brian Medawarrecibirían el
Premio Nobel por sus contribuciones, las que incluían el desarrollo
de la teoría de selección clonal3. Esta definía la «prohibición»
de ciertos clones celulares para reconocer lo propio ya que eran
eliminados en la época perinatal; todo antígeno que pudiera
participar en este «recuento de lo propio» induciría tolerancia
inmunológica en el adulto. Sin embargo, la información era
insuficiente para explicar numerosos fenómenos de defensa y
autoinmunidad. Además las bases moleculares de estas funciones eran
casi totalmente desconocidas.En 1959, H.S. Lawrence imagina un
modelo de reconocimiento que involucra un complejo constituido por lo
propio adicionado a un agente extraño (X)4. Esta hipótesis del
Propio + X (interpretando a X como una infección viral) anunciaría
proféticamente los hallazgos del experimento que se realizaría en
Canberra 14 años después.
Desde que George Snell usando cepas congénicas de ratones había
descubierto los
antígenos de superficie celular codificados por los genes H-2 y su
importancia para la
aceptación o rechazo de transplantes5, el complejo mayor de
histocompatibilidad (MHC) ya estaba definido. Por su parte, Jean
Dausset estudiando la serología de pacientes
politransfundidos y multíparas había equiparado el sistema genético
de los antígenos
leucocitarios humanos (HLA) al complejo mayor de histocompa-tibilidad
del ratón6. A pesar de estar clara entonces su importancia en los
transplantes, todavía el papel protagónico del sistema de
histocompatibilidad en el funcionamiento normal de casi todas las
funciones del sistema inmunológico no era conocido.
En la década del ’60 comenzaron a aparecer las observaciones que
vincularon la respuesta inmune con el engrama genético. Baruj
Benacerraf estudió la respuesta inmune de los cobayos por medio de un
hapteno (poli-L-Lisina) y pudo identificar un gen que condicionaba que
los cobayos se comportaran como altos o bajos respondedores7, llamó a
estos genes Ir. Un muy importante avance es efectuado cuando MacDevitt
y Chinitz identifican que los Ir son en realidad los H-2 del ratón8.
En 1980 George Snell, Jean Dausset y Baruj Benacerraf recibieron el
Premio Nobel otorgado por sus estudios "sobre un grupo de genes
íntimamente ligados a la respuesta inmune". Simultáneamente al
inicio de los estudios de Zinkernagel y Doherty en Australia aparecen
trabajos que ya involucran al sistema de histocompatibilidad con la
función normal del sistema inmune, por ejemplo, Alan Rosenthal y
Ethan Shevach demostraban en 1973 que para que los linfocitos T del
cobayo sean activados por un antígeno específico es necesaria la
cooperación de los macrófagos pero esto solamente ocurre si los
macrófagos y linfocitos comparten los antígenos de
histocom-patibilidad9. Mientras tanto, desde Australia, Zinkernagel y
Doherty enviaban un breve artículo al Journal of Experimental
Medicine10 donde determinan que la acción letal del virus LCMV es
mediada por linfocitos T. Ambos trabajos aparecieron en el mismo
número de la revista, a 72 páginas de distancia. El experimento que
tuvo más trascendencia fue el siguiente: se efectuó un cultivo in
vitro de linfocitos provenientes de bazo de ratones inmunizados contra
el LCMV y fibroblastos infectados con el mismo virus y marcados con
Cromo51. Cuando los fibroblastos infectados provenían de cepas de
ratones que diferían en los antígenos de histocompatibilidad eran
ignorados por los linfocitos T inmunes, no se producía el ataque y
solamente se observaba liberación de Cromo51 como resultado de la
citotoxicidad cuando linfocitos y fibroblastos compartían antígenos
H-2 (k y b) de histocom-patibilidad, es decir, cuando eran reconocidos
como propios. Este trabajo fue publicado en Nature11 causando un gran
impacto debido a que con un solo modelo y experimento se establecían
bases moleculares de cómo el sistema reconoce lo propio, lo extraño
de lo propio modificado, estudiaba un mecanismo citotóxico y sugería
la presentación en superficie de los antígenos provenientes del
citosol. Estos datos juntos con otros, como los aportados por el
trabajo de Alan Rosenthal, revelaron la existencia
de la llamada desde entonces «restricción inmunológica» que se
refiere al fenómeno normal por el cual el sistema inmunológico
selecciona sus funciones de acuerdo a la identificación de las
moléculas codificadas por el sistema de histocompatibilidad. Diversas
áreas que no habían tenido un avance productivo pudieron lograrlo
luego de la publicación de Nature. Así, en 1983 durante el 5to.
Congreso Internacional de Inmunología realizado en Kyoto, Michael
Bevan diría: «... en esos tiempos como becario en el Instituto Salk
en La Jolla, California, realizaba infructuosos experimentos usando el
antígeno H-2 del ratón como blanco de citotoxicidad alogeneica
obteniendo resultados que nos dejaban perplejos, entonces el
descubrimiento de Zinkernagel cayó como una bomba y rápidamente pude
describir la restricción de clase I para antígenos menores de
histocom-patibilidad».12 En 1976, Rolf Zinkernagel ya estaba
trabajando en Scripps Clinic and Research Foundation de La Jolla,
California, estudiando las diversas formas en que el complejo formado
por el antígeno viral, las moléculas de histocompatibilidad y el
receptor T de reconocimiento podrían interactuar y sobre este tema
escribe un capítulo titulado Self Recognition Altered Self and
Autoagression en el libro Autoimmunity, editado por N. Talal13. Al
comienzo de ese capítulo, Zinkernagel se lamenta por no haber
conocido la teoría de H. S. Lawrence en el momento de publicar los
resultados del experimento de Canberra ya que, sin saberlo, este
experimentoefectuaba su espectacular confirmación.
Para explicar el funcionamiento normal del sistema inmunológico los
textos actuales de
inmunología o biología molecular se refieren a la restricción
inmunológica incluyendo la cita del trabajo en Nature, ilustrándolo
con un esquema de modelo experimental con las células del ratón
infectadas con el LCMV (Fig. 1).
Por fin habían quedado expuestos y listos para su estudio algunos
elementos esenciales que intervienen en el llamado reconocimiento
inmunológico. Un péptido antigénico, viral o no, emerge de la
célula a la superficie insertado en una «ranura molecular» de
alguno de los antígenos clase I o clase II del HLA y es reconocido
por el receptor antigénico de las células T (TCR). La manera cómo
se genera la inmensa variabilidad del reconocimiento antigénico tanto
por los anticuerpos como por el TCR había sido descripta en 1975 por
Susumu Tonegawa14 como el rearreglo genético de las inmunoglobulinas
y por tal motivo había recibido el Premio Nobel correspondiente a
1987. Para regular o darle sentido al tipo de función inmunológica
que se activa se necesita la asociación de otras moléculas de
superficie en el complejo de reconocimiento con los antígenos de HLA,
así clase II (DR) se asocia con CD4 para funciones de cooperación
(helper) y CD8 a clase I (ABC) para citotoxicidad. Estudios avanzados
tratan, actualmente, de definir la estructura atómica del complejo de
reconocimiento en su totalidad. Recientemente Ian Wilson del Scripps
Research Institute y Per peterson en el R.W. Johnson Pharmaceutical
Research Institute en La Jolla, California, han completado, por
primera vez, utilizando técnicas cristalográficas con difracción de
rayos X, una imagen total del complejo de reconocimiento15.
Intervenir con cualquier modificación controlada en las moléculas
que constituyen el complejo ofrece una posibilidad para actuar
selectivamente en la presentación de antígenos extraños o propios,
generar nuevas «vacunas», prevenir reacciones autoinmunes o bloquear
en forma limitada sitios que permitan una inmunosupresión específica
para algunas enfermedades o transplantes.
Se puede presumir que está cercano el momento en que un próximo
Premio Nobel recaiga nuevamente como los recién mencionados, en el
área del reconocimiento inmunológico y que sea para quien logre
concretar un manejo específico y controlado de esta función.
Dirección postal: Jorge A. Manni. Instituto de
Investigaciones Médicas Alfredo Lanari,
Donato Alvarez 3150, 1427 Buenos Aires
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