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El sesquicentenario de la
primera anestesia quirúrgica
Samuel Finkielman; Jorge
Firmat
Instituto de Investigaciones Médicas Alfredo Lanari, Facultad
de Medicina, Universidad de Buenos Aires
El doctor Benedictus, si no me equivoco Wilhelm Gustav Benedictus,
que era un
médico alemán de la segunda mitad del siglo XVIII y que escribía en
latín y en lengua vulgar sobre temas tan dispares como la historia
del comercio y la navegación, la escarlatina y las enfermedades de
los ojos, es citado por un cierto Caspar Hoffmann en un pasaje que
relata el procedimiento empleado por los asirios para provocar
insensibilidad en los sujetos sometidos a la circunscisión.
Procedían los circunscidadores asirios a comprimir los vasos del
cuello del sujeto mediante una suave ligadura que lo iba estrangulando
gradualmente hasta producirle un sueño profundo y tranquilo. En
cuanto la comprensión cesaba el sujeto recuperaba los sentidos en
forma casi inmediata, sin molestias ni memoria de los sucedido.1
Aunque un torniquete en el cuello no parece un procedimiento
recomendable ni
aun para una cirugía que se resuelve de solo un tajo, el relato que
precede podría servir de comienzo para una historia de la anestesia.
Porque no hubo descubrimiento de la anestesia sino una secuencia de
ideas, intentos y hechos a lo largo de la historia.2 El solo recuerdo
de esa historia excedería lo que puede concentrarse en un editorial
que celebre la primera anestesia quirúrgica. Hace 150 años, el 16 de
octubre de 1846, el doctor John C. Warren efectuó la primera
operación indolora, una resección de un tumor de cuello, en el
Massachusetts General Hospital de Boston. El anestesista, que
respondía a una
especie de desafío ante la incredulidad de los cirujanos, fue el
dentista William Thomas Green Morton y el anestésico empleado fue el
éter, aunque este hecho se trató de ocultar en esa ocasión. El
empleo del éter le fue sugerido a Morton por el químico y geólogo,
docente de Harvard, Charles T. Jackson. Morton había ensayado el
éter durante los dos meses previos para extracciones dentales. La
tensa situación y la incredulidad de los cirujanos podía explicarse
porque unos nueve meses antes, el dentista Horace Wells, de Hartford,
Connecticut, había fracasado en un intento de anestesiar a un
paciente en el mismo quirófano, frente al mismo cirujano, empleando
óxido nitroso, también llamado gas hilarante.
Ambos procedimientos, tanto el fallido como el exitoso, fueron
públicos; tuvieron lugar en el anfiteatro quirúrgico del Mass
General en la Universidad de Harvard -- que aun se conserva-- ante una
concurrencia escéptica formada por profesores y estudiantes de
medicina, periodistas y legos. Los asistentes habían reaccionado con
burlas después del primer experimento y quedaron profundamente
sorprendidos después del segundo; la insensibilidad absoluta y
transitoria era posible. Quizás Morton el protagonista de la hazaña,
hubiera formado parte del público cuando el fracaso de Wells; el
dentista Morton que era además estudiante de medicina, había sido
asistente de Wells y éste le habría
comunicado sus ideas y experiencias acerca de la anestesia y sus
intenciones de aplicarla a la cirugía. El éxito de Morton, la
primera anestesia quirúrgica, es uno de los grandes hitos de la
historia de la medicina y significó un cambio radical de la
cirugía.3
La historia de la medicina, por lo menos la historia registrada, se
presenta generalmente como una sucesión de actos perspicaces y
generosos, a veces esforzados, riesgosos o heroicos, que produjeron
grandes o pequeños aportes a la cruzada por la salud; el impulso
respondía al deseo de dominar la enfermedad, suprimir el dolor y
conservar la vida. Es cierto que así como el error es parte
constitutiva de la práctica médica junto con una inevitable dosis de
vanidad y dureza, la historia de la medicina consigna una serie de
insalvables errores, ilusiones y fracasos. Pero aun estos casos, se
trate de falencias o
autoengaños, se producen en un marco desinteresado de sincera
convicción y compromiso moral. El charlatanismo y la malicia son casi
ajenos a la historia de
las prácticas médicas eficaces, aunque hay una historia de
veleidades médicas difíciles de distinguir y separar, que incluso
persisten y confunden a los legos. No hay duda que la anestesia
pertenece a la historia de la medicina eficaz y como ejemplo, el
intento de explotarla económicamente resulta una excepción. Que la
codicia haya servido al desarrollo de la medicina parece una idea
impropia salvo para los campeones de la economía globalizada
posmoderna. Pero allí está. Morton advirtió que la anestesia podría
resultar un gran negocio; concertó con Jackson un contrato de
explotación dejando afuera a Wells que había experimentado y
ensayado largamente la anestesia dental con óxido nitroso.
Morton trazó un plan ambicioso. Dividió a los EE.UU. en
jurisdicciones que tendrían un representante suyo recaudador y fijó
la tasa de regalías para cada anestesia según el número de
habitantes de cada condado. Esperaba además ser el proveedor de
dentistas y cirujanos pues había disfrazado el éter y afirmaba ser
el único conocedor del agente de la anestesia y de su fórmula. El
olor del éter era sin embargo imposible de disimular y muy pronto
resultó evidente que se trataba simplemente de éter. El
procedimiento de administración de los vapores parecía muy fácil y,
a pesar de que Morton había ideado y patentado un dispensador de
vapor, una vez descubierta la patraña, quienquiera que deseara
anestesiar podía proveerse de éter en cualquier droguería y de un
balón y un
tubo. Así que su prodigioso esquema crematístico fracasó.
En el interín el apesadumbrado Wells después de un viaje a Europa,
donde se lo honró como el descubridor de la anestesia, se estableció
en Nueva York, continuó con sus experimentos con óxido nitroso, se
hizo adicto al mismo, enloqueció, atacó a mujeres en la calle --su
esposa lo había abandonado-- fue puesto preso y se suicidó en la
cárcel en 1848 con ... gas hilarante (se seccionó una arteria
femoral mientras inhalaba óxido nitroso).
Morton no cejó nunca del propósito de obtener un beneficio
monetario de la anestesia; periódicamente conseguía que alguien de
Boston o Washington propusiera al Congreso un premio cuantioso por su
aporte al bienestar de la humanidad. Y ciertamente la anestesia fue un
valioso aporte. No tuvo éxito. Mendigó, rogó y obtuvo fondos de
admiradores que usó para gestionar ante las autoridades y para
presionar y corromper a funcionarios. Hubo de rodearse de
abogados-rompió con Jackson que le disputaba la prioridad así como
tuvo que enfrentar a otros rivales, que alegaban haber anestesiado
antes que él; tal el caso del doctor Crawford W. Long, de Jefferson,
Georgia. Long era un médico rural, simpático y mujeriego, que
participaba en los jolgorios del éter en los que había observado que
las participantes femeninas se caían de risa y se
golpeaban sin quejarse de ningún dolor. En 1842 Long le aplicó éter
a un paciente para extirparle unos quistes del cuello con éxito.
Recién publicó susobservaciones en 1849. Morton consumió en pleitos
y demandas los fondos que obtenía. Durante 20 años intentó que se lo reconociera como el
descubridor de la anestesia. No lo consiguió y murió pobre en 1868.4
Curiosa historia, ¿verdad?
(La palabra anestesia fue acuñada por Oliver Wendel Holmes, médico,
poeta y fundador de The Atlantic Monthly) Bibliografía 1.
Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano. New
York: Montaner y Simon & WM Jackson, sin fecha (Artículo:
Anestésico)
2. Davison MHA. The evolution of anesthesia: Baltimore: Williams & Wilkins, 1965.
3. Williams H. Masters of Medicine. London: Pan Books: 1954.
4. Thornwald J. The century of the surgeon. New York: Bantam Books: 1963.
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