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Premio Nobel de Química
1997: Jens Skou, Paul Boyer y John Walker. El
motor de la vida
Georgina
Rodríguez de Lores Arnaiz
Instituto de Biología
Celular y Neurociencias Prof. Eduardo De Robertis, Facultad de
Medicina, UBA, Buenos Aires.
El Premio Nobel de Química ha sido otorgado al Dr. Jens Skou, de
Dinamarca, y a los Dres. Paul Boyer y John Walker, de Inglaterra y de
los EE.UU., respectivamente. A Jens Skou lo premiaron por su
descubrimiento de la enzima Na+, K+-ATPasa, que es el mayor consumidor
de ATP del organismo. Paul Boyer y John Walker compartieron el premio
por dilucidar la notable maquinaria molecular de la enzima ATPsintasa,
que cataliza la producción de ATP.
Los investigadores premiados trabajaron sobre la forma en que las
células del organismo producen, almacenan, utilizan y transfieren
energía, demostrando el proceso global del mecanismo energético de
la vida1.
La gran mayoría de las células del organismo depende del empleo de
ATP para su normal funcionamiento, incluyendo a las que son
responsables de la neurotransmisión y de la contracción muscular
hasta las que desempeñan otro tipo de funciones como las del tejido
óseo.
Para que una célula se mantenga viva, necesita de la provisión de
energía para innumerables reacciones bioquímicas que se llevan a
cabo en su interior, y para el mantenimiento de diversos equilibrios
con los constituyentes del medio circundante. La demanda energética
es cubierta por la molécula de ATP, que al ser hidrolizada, separa un
grupo fosfato, generando ADP y liberando la energía necesaria para la
actividad celular. Luego, el ADP se fosforila, para formar nuevamente
el ATP, sucediéndose ciclos de pérdida y recuperación. Se trata de
una reacción en la que la célula genera energía, en oposición a
numerosas reacciones en las que libera energía.
Jens Skou descubrió en 1957, la enzima que acopla la hidrólisis del
ATP con la regulación de la concentración de los cationes sodio y
potasio en la célula, proporcionando la base bioquímico-molecular
para la expulsión del Na+ y la recuperación del K+. Skou modificó
sistemáticamente la concentración de cationes y observó que una
fracción de un homogeneizado de tejido nervioso de cangrejo (Carcinus
maenas), que contenía fragmentos de membranas celulares, mostraba
actividad ATPásica Mg2+ dependiente. Esa actividad enzimática
experimentaba una fuerte estimulación, si se adicionaba en forma
conjunta a los iones sodio y potasio, en tanto que el agregado
individual de estos iones producía una escasa estimulación2. Este
fue un hallazgo sorprendente, ya que la mayoría de las enzimas que
requieren K+, son inhibidas por Na+. También resultó altamente
significativo y ofreció grandes posibilidades para su estudio, que
dicha estimulación de la actividad ATPásica por Na+ y K+, fuera
inhibida específica y selectivamente por el glucósido cardiotónico
ouabaína. Estas observaciones fueron confirmadas, demostrándose que
las fracciones de membranas celulares de diversos tejidos animales
presentan actividad de ATPasa estimulada por Na+ y K+. Las membranas
de las células excitables, como las del cerebro, de los nervios, del
músculo y del tejido eléctrico de la anguila (Electrophorus
electricus), son particularmente ricas en esa enzima, como también
los tejidos transportadores de Na+ como la corteza renal y la
glándula salival. El descubrimiento de la actividad de Na+, K+-ATPasa
tuvo amplia repercusión para el conocimiento de diversos aspectos de
la fisiología y bioquímica celular3, 4.
Merece señalarse, que las concentraciones de Na+ y K+ requeridas para
inducir una activación máxima de la enzima de las fracciones de
membranas celulares, son comparables a las necesarias para lograr una
velocidad máxima del transporte activo de Na+ y K+ en los tejidos
intactos. El proceso de transporte es vectorial, habiéndose
dilucidado la estequiometría de la reacción, y se acepta el concepto
que la Na+, K+-ATPasa es la versión enzimática de la bomba de sodio.
Existen centenares de enzimas relacionadas con el empleo del ATP, y se
ha estimado que la sumatoria de la energía requerida para mantener
las distintas funciones de nuestro organismo, implica la síntesis de
cantidades importantes de ATP por día.
Boyer y Walker descubrieron el mecanismo por el que se produce la
síntesis biológica del ATP, la molécula energética por excelencia.
Determinaron con precisión el proceso por el cual el ADP residual
recupera la unión fosfato de alta energía para formar nuevamente
ATP, con la participación de una ATPasa estimulada por hidrogeniones
(H+). Este tema bioenergético es fundamental para el funcionamiento
celular, ya que el ATP es para los seres vivos, como el combustible
para una máquina. Su implicancia abarca también a la fisiología
vegetal, porque está íntimamente relacionado con el proceso de la
fotosíntesis.
La ATPsintasa es la enzima clave para la conversión de la energía en
las mitocondrias, donde se sintetiza el ATP. Un conjunto de enzimas en
la mitocondria, escinde los compuestos energéticamente ricos que son
productos del metabolismo de los nutrientes. El transporte de
electrones en la cadena respiratoria provoca la salida de H+ de la
matriz mitocondrial. Se genera así un gradiente electroquímico de
H+, que según la teoría electroosmótica de Mitchell5, es la fuerza
propulsora para la formación de ATP a partir de ADP y fosfato
inorgánico, en una reacción vectorial catalizada por la ATPsintasa.
En la década del ’70, se ideó un modelo mecánico para la enzima
ATPsintasa, constituido por tres juegos de proteínas ensambladas: una
que semeja una rueda que está alojada en la membrana interna de la
mitocondria, una varilla con un extremo fijo al centro de la rueda, y
un gran cilindro que envuelve y gira alrededor del otro extremo de la
varilla y que golpea en la región interna de la mitocondria. El ATP
se forma en tres sitios sobre el cilindro, y la varilla juega un papel
clave en impulsar la actividad catalítica en esos sitios1.
Paul Boyer, bioquímico de la Universidad de California, Los Angeles,
elaboró una teoría sugiriendo que los H+ hacen girar a la rueda
(como una corriente de agua hace girar una rueda), cuando pasan a
través de la membrana interna de la mitocondria hacia el
compartimiento central. Dado que la varilla está unida a la rueda,
también gira, haciendo que el otro extremo rote dentro del cilindro
estacionario. La rotación implica cambios conformacionales en la
proteína y altera ligeramente la estructura del trío de sitios
activos en el cilindro, alineándolos para sintetizar las moléculas
de ATP6. Boyer y col., observaron que, a diferencia de la mayoría de
las enzimas, que usan energía para unir segmentos químicos, la
ATPsintasa usa la energía para unir los elementos necesarios a la
enzima y expeler las moléculas de ATP luego de su formación. La
síntesis de ATP requiere relativamente poca energía en el
microambiente catalítico, en relación con el gasto que demanda la
liberación de la molécula para su ulterior empleo6, 7.
Posteriormente, esta teoría fue confirmada por Walker y col. en 1994,
quienes mediante cristalografía por rayos X8, 9, crearon un mapa en
escala atómica de la porción catalítica de la enzima, formada por
el cilindro y la varilla. La estructura tridimensional resultante
permitió visualizar cómo funcionada la enzima. Propusieron que, a
cada instante, las tres subunidades catalíticas se encuentran en
estadíos diferentes del ciclo catalítico.
Las consecuencias de la modificación global de la síntesis de ATP y
el mantenimiento de la actividad de Na+, K+-ATPasa, son esenciales
para distintos aspectos del funcionamiento celular. Es bien conocido
que la concentración de Na+ juega un papel fundamental en el
transporte de los aminoácidos e hidratos de carbono. Tanto la
síntesis del ATP por la ATPsintasa, como su utilización por la Na+,
K+-ATPasa, son cruciales para el mantenimiento de la excitabilidad de
las neuronas. Su implicancia en la neurotransmisión se debe a que
participa en la síntesis de neurotransmisores, en la reparación de
los componentes de las membranas y esencialmente en mantener la
actividad de la bomba de sodio4.
Las propiedades semipermeables de la membrana externa de las neuronas
posibilitan la existencia de gradientes electroquímicos; aun en
reposo, hay una pérdida constante de K+, que es notablemente mayor
durante la neurotransmisión. La recuperación del K+ contra su
gradiente de concentración, implica una demanda de energía, con
participación de la bomba de sodio. Se ha estimado que el cerebro,
que representa sólo el 2% del peso corporal, consume un 20% del total
del oxígeno que emplea nuestro organismo. Asimismo, más del 50% del
total de la energía que emplea el cerebro, está destinada a mantener
los requerimientos de la bomba de sodio, o sea, a mantener y
restablecer los gradientes de iones a través de la membrana neuronal.
Entre las posibles implicancias de la alteración de la bomba de
sodio, podríamos señalar que la mayoría de los neurotransmisores,
luego de su liberación al espacio sináptico, se inactiva por
mecanismos de recaptación por la misma neurona de la que se liberó o
por captación a células circundantes; esos mecanismos de transporte
dependen del buen funcionamiento de la bomba de sodio10. Para los
transportadores de los neurotransmisores ácido g-aminobutírico
(GABA), glutamato, serotonina, de las catecolaminas noradrenalina y
dopamina, se conoce el requerimiento de acoplamiento con los
gradientes iónicos. Los fármacos capaces de bloquear la captación
del GABA son potenciales agentes anticonvulsivantes, y aquellos que
interfieren con la captación de serotonina, ofrecen un gran interés
por el papel de dicho neurotransmisor en la depresión, en el sueño,
en los desórdenes obsesivo-compulsivos, en la bulimia y en la
obesidad.
En otro orden y dado que la dopamina es esencial en el control del
movimiento, las drogas que modifican su mecanismo de transporte tienen
implicancia en la liberación de hormonas y en patologías como el mal
de Parkinson o la esquizofrenia. Asimismo, la alteración del
transporte del glutamato (que es el neurotransmisor excitatorio más
importante en el cerebro), puede limitar los efectos neurotóxicos de
altas concentraciones sinápticas de este transmisor que acompañan
cuadros de epilepsia o isquemia cerebral.
haciéndonos eco de la expresión de uno de los laureados, diríamos
que la formación y utilización del ATP funciona como una pequeña y
hermosa máquina molecular. Dependemos de su óptimo funcionamiento
para todo nuestro accionar y particularmente para las más complejas
funciones intelectuales. Así es que el Comité que adjudicó la
distinción, calificó al proceso estudiado, como «El motor de la
vida»1.
Dirección postal: Georgina Rodríguez de Lores Arnaiz.
Instituto de Biología Celular y Neurociencias Prof. Eduardo De
Robertis, Facultad de Medicina, UBA, Paraguay 2155, 1121 Buenos Aires
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