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COMENTARIOS BIBLIOGRAFICOS Traducción y lenguaje en medicina. F. A. Navarro. Barcelona: Fundación Dr. Antonio Esteve, 1997, 155 pp Molesta muchísimo que alguien, que padece de nuestro respeto y aunque uno se lo haya pedido, corrija nuestros impecables escritos. Es cierto que las más de las veces el corrector tiene razón y que buscó los errores del prójimo con más ahínco que los propios. Los papeles de corrector y corregido suelen alternarse, hay oportunidades para la venganza. Siempre es bueno, como corrector o como corregido, tener razón o buenas razones; siempre es muy malo que nadie nos corrija. Esta bienvenida monografía ayuda a evitar errores y a corregir escritos propios y ajenos, no sólo en las traducciones porque, como dice el autor en la introducción: «Debemos aceptar, pues, que en un país como España [y todos los hispano parlantes], de ciencia secundaria y dependiente, todo autor médico es en buena medida también traductor, y como tal debe formarse» (p 9). El Dr. Fernando A. Navarro se desempeña en el Servicio de Traducción Médica de Hoffmann-La Roche en Basilea (Suiza); la monografía recoge artículos sobre los temas del título publicados en la revista Medicina Clínica (Barcelona) entre los años 1992 y 1997; tres de los capítulos o artículos han sido escritos en colaboración, dos con Francisco Hernández y uno con Francisco Hernández y Lydia Rodríguez Villanueva. Tres capítulos tratan sobre palabras de traducción engañosa en el inglés médico, palabras «traidoras» o «falsos amigos», las llaman Navarro y Hernández en el primero de estos capítulos, porque son palabras de ortografía parecida o idéntica en el castellano pero con significados diferentes en los dos idiomas. Las listas de «traidoras» o «falsos amigos» indican no sólo el significado correcto en inglés sino por cuál o cuáles palabras pueden sustituirse en castellano. Aquí nos encontramos con muchas conocidas de trato diario que son mal traducidas o ni siquiera traducidas al castellano, esto último por simple ignorancia, pobreza de vocabulario o esnobismo. Siguen algunas: abstract, actual, admission, apparent, compliance, conclusive, eventual, mandatory, parameter (¡albricias!), immunocompromised patient, immunosuppression, informed consent, etc. Siguen dos capítulos, sobre palabras francesas de traducción engañosa uno y sobre palabras alemanas de traducción engañosa el otro. El peligro de engaño en estos rubros es mínimo. Se acabó el miedo a los galicismos y nunca temimos a los germanismos o alemanismos. Este comentarista puede contar con los dedos de las manos (¿una mano?) los médicos que ha conocido y que saben francés o alemán o ambos y que siguen la literatura médica en esos idiomas. Lectores, hagan la prueba para ver cuántos conocen ustedes. De todas maneras cuidado con las francesas biberon, chalazion, constater, coqueluche, mal de Pott (o de Chagas), surmenage... aunque algunas ya están aceptadas por la Real Academia Española. No pude encontrar ni una palabra que traduzcamos mal del alemán al castellano, pero igualmente es un gusto leer ese capítulo. Navarro trata luego sobre la repercusión sobre el lenguaje médico de la última edición (la 21a., de 1992) del Diccionario de la Real Academia Española. Acordamos con el autor en que el castellano se caracteriza por una fuerte dependencia de la autoridad lingüística. Con frecuencia nos tiramos el Diccionario a la cabeza y tal vez con igual frecuencia desobedecemos a la Academia. Peor que depender de la autoridad lingüística es depender de la autoridad de la moda o de quienes solamente tienen autoridad. Estamos tironeados parejamente por la rebeldía a dos autoridades y por dos fuerzas opuestas y razonables: la tendencia al orden -el lenguaje se comparte- y la constante tendencia a la refacción del idioma. Si no fuera así hablaríamos todavía el proto-indo-europeo o el idioma que hablábamos antes de Babel. Navarro, con razón, no entra en mayores complejidades y señala palabras médicas retiradas o incorporadas al Diccionario, modificaciones ortográficas, etc. Analiza con detalle cincuenta neologismos polémicos, elijo cinco: biomedicina (y biomédico), test, computarizar, relax y poster. Hay dos capítulos que, de entrada, nos retrotraen a los terrores gramaticales de la escuela primaria y secundaria: la acentuación -el uso de la tilde o acento ortográfico- en medicina y farmacología, cuándo se deben poner los acentos y cuándo no, y el uso y abuso de la voz pasiva en el lenguaje médico escrito. No desesperar. Los capítulos están escritos de manera que sean fáciles de usar (user-friendly). Los autores con paciencia, claridad y gracia hacen lo posible para que sus médicos lectores y reales o potenciales autores entiendan y recuerden la olvidada o nunca aprendida gramática necesaria para que otros médicos lectores no dejen de lado sus magníficas contribuciones a la caudalosa literatura. Especialmente recomendable -muchas cosas se aprenden leyéndolo varias veces- el capítulo sobre la voz pasiva que concluye con un útil decálogo. Es también de amena lectura el capítulo que trata de los géneros gramaticales, el sexo de las palabras, a pesar de que arranca con esta tan irrefutable como prescindible generalidad: «Antes de sentarse frente a la pantalla del ordenador para dar comienzo a un nuevo artículo, el autor debe preguntarse antes que nada si es necesario; es decir, si lo que va a escribir es novedoso y puede interesar a alguien». ¿Qué hacen esas líneas ahí? ¿Es un recordatorio? ¿Una invocación? ¿Un percance computarizado? Los últimos tres capítulos se dedican a la nomenclatura de los fármacos, la denominación común internacional, las denominaciones comunes internacionales en España y una propuesta de normalización ortográfica y adaptación del inglés al castellano de estas denominaciones. Inevitablemente estos capítulos son áridos y necesarios para quienes trabajan en esta parte de la medicina. La monografía termina con una bibliografía general sobre traducción médica y publicaciones en español sobre lenguaje médico y redacción científica. La selección tiene una referencia sobre un artículo publicado en la Argentina. Como ven es ésta una obra que ayuda a resolver muchos de los problemas que los médicos tenemos con las palabras; la introducción dice que la medicina tiene un vasto lenguaje: el diccionario médico Dorland tiene 115.000 entradas, el de la Real Academia Española poco más de 80.000. Debemos decir que esta útil y valiosa ayuda no tiene precio: se distribuye gratis y quien la desee sólo debe solicitarla a la patrocinadora: Fundación Dr. Antonio Esteve. C/Llobet i Vall-Llosera, 2. E-08032 Barcelona (España). En las primeras páginas la Fundación enuncia sus propósitos y presentan al autor y la monografía F. Bosch y S. Erill, quienes apuntan allí que Lewis Thomas (1913-1993), cuyos libros se comentaron tantas veces en Medicina (Buenos Aires), sostenía «que de todos los campos de la biología, la filología era el que más específicamente conectaba con la condición humana». Transcribiremos la cita completa de Lewis Thomas en algún espacio de pie de página y agradecemos a Bosch y Erill esta oportuna justificación para persistir en la adicción a las palabras y los diccionarios, vicio venial que sólo afecta al bolsillo y al espacio doméstico disponible.
Cómo escribir y publicar trabajos científicos. Robert A. Day. Segunda edición en español. Publicación Científica N° 558. Organización Panamericana de la Salud, Washington DC: OPS/OMS, 1996, 217 pp Es la tercera vez que este libro se comenta en Medicina (Buenos
Aires). La primera edición en inglés, de 1979, se comentó en 1982
(42: 586, 1982); la primera edición en castellano -traducción de la
tercera en inglés, de 1988- es de 1990 y se comentó al año
siguiente (51: 286, 1991). Ahora comentamos la segunda edición en
castellano, aparecida en 1996, traducción de la cuarta edición en
inglés, de 1994. Nunca fue el mismo comentarista, los dos comentarios
anteriores fueron elogiosos y éste también lo será. ¿Por qué
reincidimos? Ustedes, lectores, pueden elegir algunas de las
siguientes razones, y aún encontrar otras: 1) El libro se lo merece;
tienen razón. 2) El libro cambió mucho en cada edición; no lo
creemos. 3) Porque pese a los comentarios favorables y a juzgar por su
influencia, nadie lo compró, ni lo pidió prestado, ni lo leyó;
preferimos no pensarlo. 4) El Comité de Redacción desea disminuir el
tiempo y el trabajo dedicado a corregir los manuscritos enviados para
publicación; sí, han acertado nuevamente y seguiremos encomiándolo:
es indispensable para los principiantes.
Rheumatic fever and streptococcal infection. Unraveling the mysteries of a dread disease. Benedict F. Massell. Boston: Harvard University Press, 1997, 394 pp El contenido del libro está definido por el autor en el prefacio:
«Una revisión histórica de las contribuciones efectuadas durante
los últimos 400 años al conocimiento de la etiología, cuadro
clínico y prevención de la fiebre reumática». La historia está
hilvanada con los descubrimientos que permitieron relacionar la
infección estreptocócica con el origen y desarrollo de la
enfermedad.
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