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REUNION ANATOMOCLINICA
SINDROME MIELODISPLASICO, ENDOCARDITIS INFECCIOSA Y
ACCIDENTE VASCULAR CEREBRAL
Reunión anatomoclínica efectuada en el Instituto de
Investigaciones Médicas Alfredo Lanari el 23-VIII-1996.
Editores: Drs. Hernán
Lago y Alejandro Grinberg
H.C. 83424. A3076 S.M.I.: Paciente de 78 años. Sexo femenino.
Fecha de ingreso: 28/12/95. Fecha de Defunción: 12/01/96.
Paciente con antecedentes de litiasis vesicular y anemia
sideroblástica diagnosticada con una punción de médula ósea en
noviembre de 1993. El 5 de julio de 1995 se internó por primera vez
en el IDIM y dada de alta el 23 de agosto. El motivo fue fiebre a
predominio vespertino de seis meses de evolución, astenia, adinamia,
pérdida de peso y anemia con hematocrito de 22%. Tenía un soplo
sistólico regurgitativo en el foco mitral 3/6 y esplenomegalia. El
electrocardiograma tenía ritmo sinusal, un PR de 0.20, bloqueo
completo de rama derecha y un hemi-bloqueo anterior izquierdo. El
ecocardiograma transesofágico del 14 de julio demostró una
vegetación en la valva mitral anterior con insuficiencia mitral
moderada y un absceso pequeño del anillo mitral. Los hemocultivos
fueron positivos 3/3 para Streptococcus del grupo milleri:
Streptococcus constellatus. Recibió tratamiento con ampicilina
durante 36 días y genta-micina durante 29. En el curso de la
internación presentó insuficiencia cardíaca en forma transitoria y
se tuvieron que extraer piezas dentales en mal estado. A los 25 días
de tratamiento presentó un registro aislado de fiebre y se observó
una petequia conjuntival derecha. El 17 de agosto el nuevo
ecocardiograma transesofágico demostró desaparición del absceso del
anillo valvular mitral y persistencia de la vegetación pediculada y
móvil con insuficiencia mitral severa. Los hemocultivos control
fueron negativos y el 23 de agosto se dio de alta.
Durante diciembre de 1995 consultó en forma ambulatoria por
inestabilidad en la marcha y se constató una leve paresia braquial
izquierda que fue transitoria. El 28 de diciembre se internó en
terapia intensiva por fiebre de siete días de evolución,
escalofríos, dolor lumbar, un episodio de pérdida de conocimiento e
hipotensión arterial. Al ingreso presentaba una presión arterial de
85/60 mm Hg, frecuencia cardíaca de 100 por minuto, frecuencia
respiratoria de 14 por minuto, un soplo holosistólico mitral de
intensidad 4/6, edema en miembros inferiores, temperatura de 38 grados
y petequias en la mucosa yugal y conjuntival. El hematocrito era de
22%, glóbulos blancos 9.000 por mm3, úrea 1.04 g/l, Na: 131 mEq/l,
K: 3.5 mEq/l, tiempo de Quick de 65%, KPTT de 45 segundos y recuento
de plaquetas disminuido, la eritrosedimentación era mayor de 150 mm y
la bilirrubina total era de 1.89 mg/dl con una directa de 0.54 mg/dl.
El electrocardiograma y la radiografía de tórax no presentaron
cambios. En la radiografía de columna lumbar había espondilolistesis
en L4. Se realizó un nuevo ecocardiograma que informó vegetaciones
pediculadas en valvas anterior y posterior mitral y una tomografía
computada (TAC) de cerebro en la que se observó una imagen de tipo
isquémica, pequeña, en la corona radiada del lado derecho. Se
tomaron muestras de hemocultivos y urocultivo e inició tratamiento
antibiótico con ampicilina y gentamicina. El 30 de diciembre estaba
afebril, sin cambios al examen físico y el 2 de enero de 1996 se
recibió el informe de los hemocultivos: 3/3 positivos para
Streptococcus gordonii. Al quinto día del tratamiento antibiótico
persistía afebril. Se realizó una ecografía abdominal que
evidenció hepatoes-plenomegalia, vesícula distendida de paredes
finas con barro biliar y el colédoco de 10 mm de diámetro. El 3 de
enero salió de terapia intensiva y el 7 presentó disartria,
hemiparesia faciobraquiocrural izquierda con hiperreflexia homolateral
y desviación de la mirada hacia la derecha. La TAC de cerebro
demostró un accidente vascular hemorrágico en territorio silviano
derecho. Posteriormente presentó deterioro neurológico progresivo
llegando a tener un score de Glasgow de 4/15 por lo que se inició
asistencia respiratoria mecánica, manitol y difenilhidantoína. El 8
de enero tenía un score de Glasgow de 6/10 y se observó edema de
papila. El ecocardiograma demostró desaparición de la vegetación de
la valva anterior mitral. El 10 de enero presentaba un score de
Glasgow de 3/10 y tenía movimientos respiratorios espontáneos. El 11
de enero presentó episodios de bradicardia y desaturación y el 12
presentó otorragia, hemorragia por fauces y posteriormente un paro
cardíaco que no respondió a maniobras de reanimación.
Discusión radiológica
Dra. Marcela C. Abruzzi: La radiografía de la primera
internación en julio de 1995 no demuestra lesiones
pleuroparenquimatosas, la aorta se ve elongada y calcificada, sin
aumento de la relación cardiotorácica. La radiografía de la columna
lumbosacra demuestra signos incipientes de osteoartrosis. La placa de
tórax de la segunda internación y la realizada dos días antes de su
fallecimiento no muestran cambios.
Dr. Ricardo Ré: Esta paciente tiene dos estudios
tomográficos; el primero se realizó en enero de 1996 en el que se
observa una imagen pequeña en la corona radiada del lado derecho que
parece una lesión lacunar. En la segunda TAC que fue realizada a los
ocho días se observa una extensa lesión hemorrágica, homogénea en
su parte central y heterogénea en la periferia. Hay efecto de masa,
desplazamiento de línea media, compresión ventricular, compromete
fundamentalmente el lóbulo frontal y parcialmente el temporal y
pertenece al territorio silviano. Esta imagen puede corresponder en
primer lugar a la transformación hemorrágica de un infarto
isquémico y en segundo lugar a un infarto hemorrágico.
Discusión clínica
Dr. Hernán Lago: Se trata de una paciente de 78 años con
antecedentes de anemia sideroblástica diagnosticada en 1993 pero con
10 años de evolución de anemia, que se trataba en otra institución
con múltiples transfusiones. Ingresó por primera vez al Instituto
Lanari en julio de 1995 con una historia poco clara de fiebre
vespertina de seis meses de evolución. Por los signos y síntomas que
presentaba se hizo diagnóstico de endocarditis bacteriana. Tenía
manifestaciones embólicas, fiebre, esplenomegalia,
eritrosedimentación mayor de 150 mm y tres hemocultivos positivos. El
ecocardiograma transesofágico demostró una vegetación en la valva
anterior mitral y un pequeño absceso del anillo valvular que no se
complicó con trastornos de la conducción. El electrocardiograma
evidenció el segmento PR en el límite superior normal, bloqueo
completo de rama derecha y hemibloqueo anterior izquierdo, trastornos
que tenía previo al episodio de endocarditis. Evolucionó
favorablemente con el tratamiento instituido: amipicilina y
gentamicina durante 30 días y se fue de alta. Reingresó al Instituto
hacia fines de 1995 por un episodio sincopal de cinco minutos de
duración, episodios de hipotensión arterial y fiebre de una semana
de evolución. En los días previos a su ingreso fue evaluada en
consultorio externo por el Dr. Casas Parera quien encontró una ligera
paresia braquial izquierda. Una vez internada se realizó la TAC
cerebral que en la que apareció la imagen lacunar descripta, que
justificó la paresia braquial. Rápidamente se tornó afebril con la
restitución de la terapia antibiótica. En el nuevo ecocardiograma se
observaron dos vegetaciones; una en la valva anterior y otra también
pediculada y móvil en la valva posterior mitral, sin evidencias de un
nuevo absceso del anillo mitral. Posteriormente estando en su
habitación presentó súbitamente disartria, hemi-plejía izquierda
con midriasis derecha y deterioro rostrocaudal que en 24 horas la
llevó a tener compromiso del tronco cerebral con un score de Glasgow
de 4/15. Lo interesante a discutir en esta paciente son las
complicaciones de la endocarditis que sufrió. La primera fueron los
abscesos miocárdicos por extensión de la infección más allá del
aparato valvular. El germen involucrado en la endocarditis era un
Streptococcus viridans y la forma de presentación fue subaguda. No es
frecuente que este germen se complique con abscesos miocárdicos y
tendremos que discutir cual fue la causa que la llevó al desarrollo
del mismo. Los abscesos miocárdicos tienen distintas localizaciones,
pueden ubicarse en la pared libre o en el septum interventricular y
pueden ser únicos o múltiples. Cuando son únicos pueden crecer y
romperse hacia el pericardio o romper el septum y producir
comunicaciones interventriculares o lo que es más frecuente es que el
absceso del anillo comprometa al aparato sostén de la válvula y
genere trastornos de la conducción aurículo-ventricular, que en este
caso no se produjeron. El más frecuente de estos trastornos es la
prolongación del PR, en segundo lugar el bloqueo de rama izquierda y
en tercer lugar el bloqueo de rama derecha que esta paciente tenía
previo al inicio de los síntomas. El tratamiento de los abscesos del
anillo mitral es quirúrgico, sobre todo cuando tienen trastornos de
la conducción aurículo-ventricular. Un trabajo, publicado en 1993,
estudia 40 pacientes con extensión de la infección al anillo
perivalvular, constatado por la anatomía patológica o por cirugía,
demuestra una elevada mortalidad (90%) en aquellos pacientes que
recibieron exclusivamente tratamiento médico. En cambio la mortalidad
era del 26.6% en los pacientes tratados con cirugía. Estos pacientes
tenían el absceso del anillo mitral y trastornos de conducción
aurículo-ventricular, de manera que estos últimos tienen indicación
quirúrgica1. En esta paciente los trastornos de conducción no se
presentaron, tuvo una buena evolución con tratamiento médico y los
ecocardiogramas transesofágicos realizados posteriormente demostraron
desaparición del absceso. Teniendo en cuenta la buena respuesta al
tratamiento médico (la reinternación fue tres meses después del
alta), creo que la conducta de no operarla y tratarla médicamente
inicialmente fue correcta. La segunda complicación que presentó fue
un episodio embólico mayor, cerebral, que en pacientes con
endocarditis bacteriana es frecuente. El 15% de los pacientes con
endocarditis tienen algún episodio de embolia cerebral, que
generalmente la desarrollan en las primeras 24 a 48 horas cuando la
endocarditis es aguda. Las subagudas tienen una curva bimodal; hay un
aumento de la incidencia en el período inicial y también en forma
tardía; entre el primer y tercer mes. Esto se debe quizás a que la
endotelización de la vegetación es lenta y una vez curada y con la
infección controlada, los pacientes (en general con vegetaciones
grandes) pueden tener un episodio embólico mayor. Este último tiene
indicación quirúrgica; así que ni por el tamaño de la vegetación,
ni por lo que le sucedió posteriormente, podemos afirmar que la
paciente debió ser operada previamente. La evolución posterior de la
paciente fue clara; en los ecocardiogramas que se hicieron después
del evento embólico desapareció la vegetación de la valva posterior
mitral, así que ésta fue la fuente cardioembólica y creo que
desarrolló un infarto cerebral isquémico con transformación
hemorrágica. Posteriormente desarrolló progresivo deterioro
rostro-caudal, compromiso de tronco cerebral y muerte.
Dra. Silvia C. Predari: Nosotros estudiamos los dos episodios
de endocarditis bacteriana, a través del aislamiento en los
hemocultivos seriados respectivos y en todas las muestras, de cocos
gram positivos pertenecientes a Streptococcus grupo viridans, en ambas
oportunidades. La primera cepa fue identificada como Streptococcus
constellatus, una de las tres especies que constituye el grupo
Streptococcus milleri, junto con el anginosus y el intermedius (todos
dentro del grupo Streptococcus viridans). La cepa correspondiente al
segundo episodio fue identificada como Streptococcus gordonii, otra de
las especies del grupo Streptococcus viridans. Ambas cepas tenían
muchas características bioquímicas y fisiológicas comunes, pero
también algunas diferencias, por ejemplo, la primera cepa producía
acetil metil carbinol y la segunda no lo producía. Además resultó
diferente la fermentación de ciertos hidratos de carbono y la
detección de ciertas enzimas prefor-madas como a y b - glucosidasa, b
- galactosidasa, entre otras.
En cuanto al perfil de sensibilidad a los anti-microbianos, la primera
cepa era exquisitamente sensible a los antibióticos de elección, con
concentraciones inhibitorias y bactericidas mínimas (CIM y CBM) de
penicilina = 0.016 mg/l y de gentamicina de 0.008 mg/l. La segunda
cepa mostró un perfil de mayor resistencia con valores de CIM para
penicilina = ampicilina = 0.5 mg/l y CBM = 1 y 32 mg/l
respectivamente, es decir tolerante a ampicilina. Las CIM y CBM de
gentamicina fueron de 4 y 8 respectivamente. Es decir que se trató de
dos cepas diferentes en sendos episodios, definiendo al segundo como
una reinfección y no una recidiva.
Con respecto al monitoreo de la terapia antibiótica en el primer
episodio, que fue ampicilina y gentamicina en altas dosis, a través
de los poderes inhibitorios y bactericidas del suero (PIS y PBS),
fueron extraordinariamente buenos con valores de PIS = PBS en el pico
de 1: 2048 y en el valle de 1:512 y 1:256 respectivamente, los cuales
teóricamente garantizaban la curación bacteriológica. Finalmente
los hemocultivos de control intra-tratamiento y a las 48 horas y 10 a
diez días de finalizada la terapia antibiótica, resultaron todos
negativos.
Dra. Malena Molina: Evalué por primera vez a esta paciente en
diciembre de 1992. Era reacia a concurrir al Instituto, o sea que el
seguimiento era muy difícil, inclusive entre los dos episodios de
endocarditis que sufrió. Vivía sola y había trabajado durante años
como técnica de radiología en un hospital. En la primera consulta me
refirió que venía para que un hematólogo le hiciera una orden de
transfusión porque estaba acostumbrada a manejar la anemia de esa
manera. Hacía diez años que presentaba anemia, le dijeron que la
médula ósea era normal y que la anemia se debía a la radiación que
recibió por su trabajo. Decidí estudiarla pero no quiso hacerse la
punción de médula ósea. Tenía un hematocrito de más de 30%,
macrocitosis, hierro sumamente elevado así que era probable que se
tratase de una mielodisplasia, aunque por el frotis de sangre
periférica no parecía. Después de esa consulta, tardó un año en
reaparecer. Tenía el mismo hematocrito, no tenía leucopenia ni
neutropenia, pero había cambios morfológicos en los glóbulos
blancos y moderada trombocitopenia (alrededor de 100 mil plaquetas).
En ese momento la convencimos de efectuar una punción de médula
ósea y el diagnóstico fue de anemia sidero-blástica. Lógicamente
los cambios morfológicos más marcados se encontraban en la serie
roja y tenía 60 a 80% de sideroblastos, todos en anillo. Además
tenía otras características para incluirla dentro de las
mielodisplasias: había también displasia en la serie blanca y
moderados cambios displásicos en la serie megacariocítica. Dado que
por las cifras de hematocrito no requería transfusión, la paciente
no volvió a consultar. Volvió a los dos años, traída por una
vecina, en muy mal estado general con fiebre prolongada y se
diagnosticó endocarditis bacteriana. Nos preguntamos si hay algún
tipo de vinculación entre la mielodisplasia y la endocarditis. Lo que
se describe en las mielodisplasias son alteraciones en el número y en
la funcionalidad de los glóbulos blancos, tanto en los neutrófilos
como en linfocitos T y B. En los neutrófilos hay alteraciones en la
fagocitosis, adhesividad, quimiotaxis y en la fijación del
complemento y en los linfocitos T hay disminución de los CD4, sobre
todo en aquellos pacientes que han sido politransfundidos. Ella
siempre hablaba de una historia de politransfusión pero en los años
que se trató en el IDIM nunca fue trans-fundida. En una publicación
de hace 5 años se informaba la incidencia de infecciones en pacientes
con mielodisplasia2. El trabajo, retrospectivo, cubría 18 años e
incluía 86 pacientes; el 59% tenía anemia sideroblástica que es
más o menos la incidencia de la misma en cualquier serie de
mielodisplasia. La mayoría de las infecciones eran bacterianas y
fueron la principal causa de muerte en las formas más avanzadas de
mielodisplasia. Las más frecuentes fueron las infecciones pulmonares,
cutáneas y urinarias, en ese orden. Buscando específi-camente la
endocarditis bacteriana, en los 188 episodios infecciosos,
curiosamente, había un solo caso. De esta manera, no creo que haya
alguna vinculación etiológica entre la mielodisplasia y la
endocarditis bacteriana.
Dr. Julián Bastaroli: La historia de esta paciente duró más
o menos un año y los seis primeros meses de ese año transcurrieron
fuera del Instituto, probablemente ya con una endocarditis lenta en
curso y sin tratamiento antibiótico. Yo a la paciente la seguí muy
atentamente en los seis meses que siguieron que fueron los de la
primera y la segunda internación, ya con tratamiento antibiótico. En
el primer ecocardiograma, ya con la idea que tenía una endocarditis
infecciosa, no aparecieron datos de la misma. Tenía una esclerosis
con estenosis valvular aórtica leve y una insuficiencia mitral leve.
En los siguientes estudios ecocardiográficos aparecieron las
vegetaciones y hubo una cierta confusión. Había una vegetación en
la valva mitral anterior y una vegetación pediculada en la valva
mitral posterior. Tengo cierta duda sobre si la vegetación de la
valva mitral anterior verdaderamente desapareció. Además se observó
un absceso pero leyendo los informes con mucho cuidado, no pude llegar
a una clara conclusión sobre si tuvo uno o más abscesos. Y si lo
tuvo, tengo dudas si fue del anillo mitral o miocárdico, o si fue un
absceso de anillo propagado al miocardio. Todo hace pensar en esta
última eventualidad, pero en algún momento se habló de un absceso
anuloaórtico. Esto tiene importancia porque está indicando la
posibilidad de lesiones múltiples que aparecieron cuando otras se han
curado, es decir, de una cierta resistencia a la curación y además
porque los signos y síntomas son distintos según la localización
del absceso (ej. septum alto o bajo). Además el tratamiento
quirúrgico es mucho más complicado cuando el absceso está ubicado
en la parte de la cima del septum interventricular. De manera que con
todos estos datos yo tenía grandes dudas en relación a un posible
tratamiento quirúrgico. La paciente no tenía elevación del recuento
de glóbulos blancos pero si muy elevada la eritrosedimentación y
esto está de acuerdo con el diagnóstico de endocarditis infecciosa.
Tenía una infección por Streptococcus viridans, que habitualmente no
es productor de abscesos pero en este caso el absceso estuvo. De modo
que este hecho podemos atribuirlo a la presencia de otro germen que no
apareció, a una mayor virulencia de este Streptococcus viridans o lo
que es más probable, al largo tiempo transcurrido desde el comienzo
del tratamiento. Cuatro meses constituyen un tope que diferencia
claramente la sobrevida del paciente por bien que se lo trate después
del comienzo del tratamiento. Estos hechos además de la posibilidad
de fragmentación de la vegetación pediculada me hicieron pensar que
la paciente tenía desde los primeros tiempos un muy mal pronóstico.
Casi a un mes de tratamiento antibiótico efectivo tuvo un episodio
que me inquietó mucho, que consistió en fiebre, una petequia
conjuntival en un ojo y dolor en hipocondrio izquierdo que se definió
ecográficamente como posible infarto esplénico. Estos datos
indicaban que no estaba curada desde el punto bacteriológico aunque
podría postularse que el mecanismo inmunitario es el causante de
estas reactivaciones, pero desde el punto de vista de la lógica y la
prudencia, es conveniente considerar que hubo una reactivación
infecciosa. Se me ocurre una comparación entre la endocarditis y la
tuberculosis pulmonar; esta última, virgen de tratamiento, si se
trata adecuadamente una lesión pulmonar dada, se inactiva de
inmediato y al cabo de varios años el porcentaje de reactivación es
mínimo porque la mayor parte o la totalidad de los gérmenes han sido
erradicados. Pero si el tratamiento es insuficiente queda un inóculo
y es pasible de reactivarse. En el caso particular de la endocarditis,
con lesiones de este tipo a cuyo sitio el antibiótico llega con
dificultad, es un caso donde muy bien puede hablarse de una
inactivación pero con gérmenes viviendo en sitios recónditos. Esto
hace que la posibilidad de reactivación una vez suspendido el
tratamiento sea elevada. Es por esto que postulé si esta paciente
sufrió una recaída con hemocultivos positivos que pueden presentarse
en los primeros tres meses, entre los tres y seis meses o después de
los seis meses como esta paciente. Esto puede producirse por diversos
mecanismos como la presencia de abscesos, de gérmenes que no han sido
erradicados, e inclusive la presencia de grandes vegetaciones aunque
se diga que el tamaño de la vegetación no tiene importancia. Para
abonar más esta posibilidad, está el hecho del episodio con fiebre,
infarto esplénico y petequias en un momento en que la paciente se
daba casi por curada. La insuficiencia mitral en la última etapa se
convirtió en severa, según el ecocardio-grama, y había una posible
insuficiencia aórtica por un soplo diastólico que nunca fue
confirmada por el eco-doppler. Otro dato importante es que había
dudas sobre la ubicación ecocardiográfica de los abscesos; se habló
de un absceso anuloaórtico en alguna parte de la historia, pero no
presentó insuficiencia aórtica aguda ni derrame pericárdico.
Durante todo este tiempo pensé que esta paciente no iba a tener más
posibilidad de sobrevida que la quirúrgica y así lo manifesté
reiteradamente. Se fue de alta con una vegetación menos, pero quedó
la otra vegetación y se fue con insuficiencia mitral más severa.
Pensamos que debía reinternarse para revalorar la insuficiencia
mitral y la endocarditis y evaluar si realmente estaba curada, cosa
que no parecía. En el último momento se cita una válvula mitral
mixomatosa, diagnóstico complicado de hacer en presencia de una
vegetación en la válvula mitral. Finalmente tuvo el accidente
cerebrovascular y puedo agregar como diag-nóstico diferencial el
aneurisma micótico intracerebral roto.
Dra. Leila cura: La paciente tuvo un primer episodio
neurológico en la segunda internación caracterizado por
inestabilidad en la marcha y paresia braquial izquierda transitoria
probablemente debido a un evento cardio-embólico aunque parecía
curada de la endocarditis bacteriana. La embolia pudo provenir de la
vegetación en la valva o pudo tratarse de una embolia de calcio.
Debido a la inestabilidad en la marcha y al episodio de pérdida de
conocimiento habría que descartar un bloqueo auriculoventricular
completo. Cabe mencionar que los pacientes que tienen o tuvieron
endocarditis con absceso del anillo, la frecuencia de esta última
alteración del ritmo es mucho mayor. La anticoagulación en los
pacientes con endocarditis infecciosa está contraindicada porque no
deja formar el trombo sobre la vegetación y esto puede producir
mayores bacteriemias y recidivas de la endocarditis. Un mecanismo
similar ocurre en las embolias de colesterol y por eso la
anticoagulación también está contraindicada. La imagen tomográfica
es compatible con infarto hemorrágico y no se vio más la vegetación
que tenía previamente en el ecocardiograma. El cuadro clínico de la
paciente fue de comienzo brusco y como dijo el Dr. Bastaroli es cierto
que hay que descartar la presencia de un aneurisma micótico. Cuando
se descubre un aneurisma micótico, incluso asintomático, se debe
controlar con una arteriografía cada tres semanas hasta los dos años
subsiguientes luego de curada la endocarditis debido a que tienen
riesgo de romperse y sangrar, lo que generalmente lleva a la muerte
del paciente. Los abscesos también pueden ser una complicación de
los aneurismas, pero no se vio en la TAC de cerebro de esta paciente.
No sería raro encontrar alteraciones cerebrales vasculares
isquémicas de distinto tiempo de evolución, lo que sugeriría que la
paciente ha tenido múltiples embolias asintomáticas a punto de
partida de la endocarditis. Con respecto a la endocarditis en
pacientes mayores, habría que descartar si la vesícula o el
colédoco (que en esta paciente eran patológicos) fueron la fuente
infecciosa. A principios de siglo Osler decía que en todo paciente
con cuadro neurológico y fiebre se debe tener como primer
diagnóstico una endocarditis infecciosa.
Dr. Andrés Sandor: En la primera internación de esta paciente
se realizó el diagnóstico de endocarditis bacteriana. El
diagnóstico fue clínico y microbiológico dado que tenía tres
hemocultivos positivos para Streptococcus del grupo milleri especie
constellatus, que produce sólo el 5% de las endocarditis bacterianas.
El otro criterio diagnóstico fue el ecocardiográfico; en el
transtorácico no se vio la vegetación y sí se vio posteriormente
con el transesofágico. Esto habla claramente de la distinta
sensibilidad que tienen ambos métodos ya que para el transtorácico
la sensibilidad es del 60% y para el transesofágico es del 90%. Con
respecto a la epidemiología, en los últimos años se vio que la
endocarditis se da más en pacientes añosos y asociada a
valvulopatía degenerativa, a diferencia de décadas previas en que
aparecía en jóvenes, asociada a valvulopatía reumática y a
cardiopatía congénita. El Streptococcus milleri constellatus es
productor de abscesos; se puede encontrar en la boca (la cual en esta
paciente estaba en muy mal estado), en el tracto gastrointestinal y en
la vía biliar. En la ecografía abdominal se vio dilatación de la
vía biliar así que este foco tampoco debe ser descartado. La
paciente presentó fiebre de seis meses de evolución y al quinto día
de internación comenzó a recibir antibióticos acordes al
Streptococcus milleri. Con las pruebas de sensibilidad se vio que el
germen era muy sensible a la ampicilina dado que tenía un poder
bactericida del suero excelente: 1:2048 y se da como valor predictivo
de curación bacteriológica títulos iguales o mayores a 1:64. Esto
se correlaciona con la curación microbiológica, pero dada la imagen
ecocardiográfica de absceso del anillo, la fiebre prolongada durante
seis meses y la presencia del Streptococcus milleri que tiene gran
capacidad de formación de abscesos, se decidió realizar tratamiento
antibiótico prolongado de seis semanas con ampicilina y de cuatro
semanas con aminoglucósidos. Evolucionó con insuficiencia valvular
mitral que se controló médicamente y no presentó arritmias ni
fiebre prolongada, que se asocian con absceso del anillo mitral. Otra
complicación que presentó posteriormente fue la cardioembolia. El
día 25 presentó petequias conjuntivales y en ese momento tenía
hemocultivos negativos; las petequias pueden aparecer hasta varios
meses después de comenzado el tratamiento antibiótico y esto no
significa una falla terapéutica. Como en ese momento presentaba un
absceso del anillo, insuficiencia valvular, una vegetación grande y
algunos episodios de insuficiencia cardíaca, que fueron tratados
médicamente, se decidió consultar al Servicio de Cirugía
Cardiovascular del Hospital de Clínicas, quienes no creyeron que
estaba indicada la cirugía. La paciente tuvo una buena evolución
clínica y fue dada de alta con hemocultivos negativos y permaneció
cuatro meses en relativo buen estado general. El ecocardiograma
transesofágico de control no evidenció vegetaciones. La segunda
internación fue nuevamente por un episodio de endocarditis bacteriana
ocasionada por un Strepto-coccus, pero se trataba de una cepa más
resistente que la del primer episodio: gordonii. El ecocardiograma
transesofágico demostró una nueva vegetación. Nos preguntamos si la
cirugía podría haber evitado esa complicación. Posteriormente
desarrolló un accidente cerebrovascular embólico con transformación
hemorrá-gica que le produjo compromiso de tronco y muerte. La
incidencia de complicaciones neurológicas en la endocarditis
bacteriana es de alrededor del 30% y obviamente esta incidencia es
mayor en las series de autopsias. La complicación más frecuente y
peligrosa es la que tuvo esta paciente, es decir un accidente
embólico, que se produce en un 10 a 15% de los casos y tiene hasta
80% de mortalidad. El riesgo de embolia se correlaciona con el tamaño
de la vegetación. Una vez iniciado el tratamiento antibiótico, el
porcentaje de embolias es un fenómeno tiempo-dependiente. Así, en la
primera semana de tratamiento ocurren 17 episodios de embolias/1.000
días/paciente, mientras que en la segunda o tercera semana esta cifra
cae a 5 episodios de embolias/1.000 días/paciente. Es más frecuente
que la endocarditis embolizante provenga de la válvula mitral y se
asocie al Streptococcus (como en esta paciente) y se sabe que no tiene
indicación de anticoagulación. En la autopsia probablemente se
encuentre destrucción de la válvula mitral, no hay evidencia de
compromiso de otra válvula y es sumamente infrecuente (menos del 5%)
el absceso del anillo valvular.
Dr. M. Andrés Nicastro: Concuerdo con la Dra. Molina en que la
endocarditis bacteriana es una complicación poco frecuente de una
anemia sideroblástica idiopática. Nos preguntamos si la anemia
sideroblástica podría modificar la evolución de una endocarditis
bacteriana, asociarse a una evolución más tórpida, con abscesos,
etc. dado que se trataba de un germen fácilmente tratable con
antibióticos. Teóricamente podrían vincularse estos hechos a las
profundas modificaciones del metabolismo del hierro con siderosis que
presentan estos pacientes. Estudios in vivo en ratas, parecen
demostrar que la sobrecarga de hierro por hemolizados, disminuyen la
dosis letal media de la Escherichia coli inyectada. La actividad
bacteriana en medios de cultivo también se modifica por la presencia
de hierro libre, según estos sean tratados o no con desferroxamina.
La afinidad por el hierro del sideroforo bacteriano es mayor que la de
la transferrina. Por esto es imprescindible en los mamíferos tener
cantidades casi indetectables de hierro libre en suero. Se entiende
entonces que el sistema de transporte sea reducido y con alta tasa de
recambio y la saturación de transferrina baja. Uno se pregunta en
esta paciente transfundida, con una saturación alta de transferrina,
seguramente con siderosis, una mayor facilidad para el crecimiento
bacteriano. Si bien este aspecto sobre el metabolismo del hierro,
conocida en la década del 70 como inmunidad nutricional, sigue en pie
para los casos de sepsis en anemia hemolítica en la infancia, no ha
sido demostrado en patologías del adulto como la hemocromatosis.
Dr. Gustavo de Feo: El día de la muerte esta paciente
presentó otorragia y hemorragia profusa por fauces. Este hecho
podría vincularse a que cinco días antes de la muerte tuvo
plaquetopenia (74.000 por mm3) y se encontraba en asistencia
respiratoria. Además en ese momento tenía un tiempo de coagulación
normal, pero no hubo un estudio posterior por lo que podría
plantearse la posibilidad de una coagulación intravascular diseminada
en la etapa final.
Dr. Eduardo De Vito: En el primer episodio de endocarditis la
paciente no tenía criterios quirúrgicos; la vegetación pediculada
no es per se un criterio y no tuvo complicaciones embólicas ni fiebre
persistente. Además la endocarditis fue curada clínica y
bacteriológicamente. Posteriormente la paciente vino con fiebre y
hemocultivos positivos por una cepa distinta del primer episodio.
¿Cuál era el foco? Tenía los dientes en muy mal estado y se
comentó en el ateneo clínico que si hubiéramos tomado la decisión
quirúrgica en el primer episodio de endocarditis, el segundo episodio
hubiera sido una endocarditis de válvula protésica.
Dra. Silvia C. Predari: Las múltiples especies del grupo
Streptococcus viridans constituyen, primariamente, parte de la flora
normal de la cavidad oral y en menor grado del intestino y del tracto
genital femenino. Causan enfermedad cuando por diseminación
hematógena o por contigüidad alcanzan sitios estériles. Existe una
gran anarquía en la taxonomía del Streptococcus grupo viridans y
justamente por ello se encuentra en continua revisión. El grupo, que
es sumamente heterogéneo, está constituido por unas 20 especies con
factores de virulencia y potencial patogénico totalmente diferente.
Las especies están a su vez agrupadas en otros subgrupos de especies
de acuerdo a sus características fenotípicas y genéticas. Por
ejemplo, Streptococcus grupo milleri, que nos ocupa, tiene las tres
especies que ya mencioné: anginosus, aislada con mayor frecuencia en
humanos, intermedius y constellatus, la especie aislada en esta
paciente. Streptococcus mitis, sanguis, gordonii, parasanguis,
salivarius, crista, etc., también forman parte del grupo viridans.
Las especies más frecuentemente asociadas a endocarditis bacteriana
son Streptococus mutans y sanguis. El grupo milleri representa a las
especies más piogénicas y ampliamente asociadas a la formación de
abscesos de todo el grupo viridans. Hemos tenido en este Instituto
abscesos hepáticos por Streptococcus anginosus y han sido descriptos
en la literatura abscesos cerebrales, de pulmón, empiemas pleurales y
sepsis neonatales. Enzimas extracelulares como las hialuronidasas,
desoxirribonucleasas, etc., contribuyen a su patogenicidad. Todo esto
explica el absceso del anillo mitral que desapareció luego de la
terapia antibiótica específica. Justamente, otra característica del
grupo milleri es que suele ser muy sensible a los diferentes
antibióticos, tal como sucedió con la cepa de Streptococcus
constellatus de la paciente. A pesar de ello y por su enfermedad de
base fue tratada con terapia combinada durante cuatro semanas
completando con ampicilina un total de seis semanas, casi como si se
tratara de una endocarditis por Enterococcus faecalis, así que,
contestando al Dr. Bastaroli, la posibilidad de selección de alguna
mutante resistente, en este caso, era prácticamente nula. Con
altísimos poderes inhibitorios y bactericidas del suero que superaban
holgadamente el criterio de curación bacteriológica, los
hemocultivos control negativos y la recuperación clínica, la
paciente fue dada de alta. A los cuatro meses cuando ingresó
nuevamente con signos y síntomas de endocarditis bacteriana, aislamos
en 3/3 muestras de hemocultivo seriado otra cepa del grupo viridans.
La cepa fue identificada como Streptococcus gordonii, también flora
normal de la boca, bastante más resistente que la primera cepa,
aunque menos virulenta, según la literatura. Finalmente, creo que en
esta paciente nunca se controló el único foco infeccioso y
reservorio de gérmenes que siempre mantuvo, que fue su boca, en muy
mal estado. Probablemente, si se la hubiese desdentado totalmente, se
podía haber evitado el segundo episodio de endocarditis bacteriana.
Dr. Héctor Calbosa: Si se es simplista nos equivocamos. Si se
hubiera operado, tal vez no hubiera tenido el segundo episodio de
endocarditis. El problema es que el manejo de esta paciente era
complicado ya que hasta revisarla o movilizarla era un problema.
Prácticamente no permitía ni que le saquen sangre. Se le extrajeron
algunos dientes en la primera internación, pero con mucha dificultad
porque se negaba. Teníamos dudas, a raíz del absceso, si la conducta
era quirúrgica. La edad de 78 años y la mielodisplasia nos inclinó
a ser conservadores y nos fue bien, dado que se curó de la primera
endocarditis. Posteriormente desarrolló el segundo episodio mucho
más agresivo por una cepa distinta y las complicaciones fueron
dramáticas, lo que impidió el planteo quirúrgico.
Dr. Aquiles J. Roncoroni: Pienso que la cirugía no hubiera
sido útil en esa paciente, además, se consultó a los cirujanos
cardiovasculares y la cirugía fue rechazada. Creo que la segunda
infección no tuvo nada que ver con la primera. Con respecto a lo que
se va a encontrar en la necropsia, creo que tuvo la endocarditis
bacteriana y quizás un absceso miocárdico; en el cerebro
probablemente hubo hemorragia, quizás alguna localización embólica
bacteriana o un absceso cerebral.
Discusión anatomopatológica
Dr. Juan Antonio Barcat: En la autopsia el corazón pesaba
340 g y estaba ligeramente dilatado; la lesión principal era una
placa de endocarditis en la válvula mitral, la placa toma ambas
valvas en la cara auricular, desde la base hasta el borde libre, son
vegetaciones friables que en la parte profunda se están organizando;
la valva posterior es ligeramente redundante (¿floppy?); las cuerdas
tendinosas son finas y no hay lesiones viejas; es una endocarditis
aguda en una válvula propia (Fig. 1). Microscópicamente se ven en
las vegetaciones cocos Gram positivos dispuestos en cadenas,
estreptococos. Me preguntaron si ésta era la primera o segunda
endocarditis, o, dicho de otra manera: ¿hay evidencias de una
endocarditis anterior a la presente? me atrevería a decir que sí, la
válvula tiene fibrosis, vascularización y, en el anillo valvular de
la mitral, hay una lesión granulomatosa pequeña, de alrededor de 2
mm de diámetro, que podría ser la reparación del absceso
diagnosticado por el ecocardiograma (Fig. 2). El anillo tenía,
además, calcificaciones microscópicas. No repetiremos los argumentos
utilizados para no clasificar, ahora, las endocarditis en agudas y
subagudas3. Digamos que esta es una endocarditis infecciosa en
válvula propia causada por una bacteria de poca virulencia, a juzgar
por el estudio bacteriológico, que afecta a una persona con una
enfermedad que altera la función de los leucocitos.
Dr. Eduardo De Vito: En el último electrocardiograma realizado
antes del alta de la primera internación, donde no se veía la
vegetación que se vio después, indica una insuficiencia mitral grave
¿hay alguna evidencia anatómica?
Dr. Juan Antonio Barcat: Tal vez no sirva el método anatómico
para establecer la suficiencia o insuficiencia valvular, con el
ecocardiograma pueden verse las válvulas funcionando, anatómicamente
sólo podemos ver las consecuencias de la función, de todas maneras
las cavidades estaban ligeramente dilatadas y las medidas de los
anillos valvulares, de los bordes libres y el grosor del miocardio
estaban dentro de límites normales. En síntesis, encontré pocas
consecuencias anatómicas de insuficiencia. La endocarditis produjo
embolias múltiples en el bazo y en el cerebro. El episodio final se
debió a una catástrofe anatómica: un gran reblandecimiento
hemorrágico que destruye desde el lóbulo frontal hasta el parietal
derecho, predomina la hemorragia y seguramente es una embolia que
partió de la endocarditis aunque no encontré un émbolo o aneurisma
micótico. Tal vez haya sido la vegetación pediculada de la válvula
mitral que desapareció del ecocardiograma la que ocluyó una arteria.
Dr. Héctor Calbosa: En la TAC del cerebro se observaron
lesiones heterogéneas ¿pueden distinguirse las hemorrágicas de las
isquémicas? Las vistas en la segunda TAC de las encontradas en la
primera.
Dr. Juan Antonio Barcat: No puedo dar precisiones con una
lesión destructiva tan grande del cerebro, por otra parte pasaron
algunos días entre la TAC y la muerte, cinco días entre el comienzo
de los síntomas y la muerte, las lesiones tienen precisamente esa
antigüedad. En los riñones había cicatrices de infartos viejos, tal
vez consecuencias de la primera endocarditis; en los pulmones había
trombos no sépticos en ramas pequeñas de la arteria pulmonar. En la
médula ósea los resultados decepcionan por lo poco llamativos, es
una médula ósea con celularidad normal, la única anormalidad es la
distribución anormal de los precursores: se ven megacariocitos
ubicados contra las trabéculas4. Los sideroblastos en anillo se ven
mejor en los extendidos de la médula ósea que en los cortes
histológicos5.
Diagnóstico anatómico (A3076)
1. Endocarditis infecciosa (S. viridans, sspp) de válvula mitral;
reblandecimiento hemorrágico de lóbulos frontal y parietal derechos
(¿embólicos?) Infartos anémicos viejos de bazo. Trombosis reciente
de yugular interna (catéter). Aspiración de sangre, lólulo inferior
de pulmón izquierdo. Valva posterior de mitral parcialmente
redundante («floppy»).
2. Mielodisplasia (anemia sideroblástica).
3. Quiste seroso, unilocular, 20 cm, ovario derecho. Pólipo
endometrial. Mioma calcificado, 2 cm, útero. Complejos de von
Meyenburg y angioma hepático. Sinequias pleurales derechas. Status
post-apendicectomía.
BIbliografía
1 Aguado JM,
González-Vilchez F, Martín-Durán R, Arjona R, Vázquez de Prada JA.
Perivalvular Abscesses Associated with Endocarditis. Clinical Features
and Diagnostic Accuracy of Two-dimensional Echocardiography. Chest
1993; 104: 88-93.
2 Pomeroy C, Oken MM, Rydell RE, Filice GA. Infection in the
Myelodysplastic Syndromes. Am J Med 1991; 90: 338-344.
3 Korzeniowski OM, Kay D. Infective Endocarditis. In Braunwald E (ed),
Heart Disease. A Textbook of Cardiovascular Medicine. (4th Edition)
Philadelphia: Saunders, 1992. Vol. 22, Ch 3335, pp 11078-105.
4 Bartl R, Fritsch B,
Burkhardt R. Bone Marrow Histology. In Catovsky D (ed.) The Leukemic
Cell. Edinburgh: Churchill Livingstone, 1991.
5 Brunning RD, McKenna RW. Tumors of the Bone Marrow. Washington DC:
Armed Forces Institute of Pathology, 1994. pp 143-194.
Fig. 3.– Detalle de zona indicada con la fecha en figura 2;
tejido de granulación en anillo de válvula mitral. H.E. x 240,
aprox.
Fig. 1.– Corazón; válvula mitral con endocarditis en cara
auricular. Valva posterior redundante.
Fig. 2.– Válvula mitral. Tejido de granulación en anillo. H.E.
x 6, aprox.
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