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SIMPOSIO: COMITE DE ETICA
EN NOMBRE DE LA MEDICINA
Eduardo Tanús
En nombre de la medicina... se prescriben tratamientos y se dictan
normas, donde se ven mezclados los valores personales con los riegos
costos-beneficio, los planes de vacunación con los límites del
presupuesto oficial, la calidad de vida de los jubilados con el
confort de las empresas privadas de salud...
La medicalización de la vida avanzó desde las intrínsecas
potencialidades de la medicina, hasta la utilización de esa forma de
poder por los médicos mismos. La realidad de este tiempo nos muestra
que ese poder ha sido tomado ahora por la política y las empresas y
aplicado bajo las respetables reglas del Mercado.
Todo se subsume en el Mercado: las estrategias de prevención, los
subsidios para investigación, el examen psicofísico laboral, los
empleos, los honorarios médicos, y como última pretensión, los
valores humanos (como la dignidad). Es así como llegamos al punto en
que muchas personas, en su rol de pacientes, tienen un precio
(regulado, claro está, por el Mercado).
Las formas de movilización pueden ser variadas: «individuales», en
«cápitas» o «paquetes», y manejados por «redes», «uniones
transitorias de empresas» u otras agrupaciones cuyas denominaciones
nos sorprenden y enriquecen con extravagantes neologismos.
Si bien deben destacarse los aportes y beneficios que en varios
aspectos se han logrado con la aplicación de la tecnología desde los
centros de poder, son lamentables las consecuencias cuando éstos
sólo avizoran sus propios intereses. Es fácil deducir que en esta
empresa también han colaborado algunos médicos, equivocados o no,
libres o presionados.
El verdadero rol del médico tiene que ver con su obligación moral de
beneficiar a los pacientes, rol asumido voluntariamente desde el
Juramento Hipocrático. Allí su autor señala que «...haré uso del
régimen dietético para bien de los enfermos, según mi capacidad y
recto entender: del daño y la injusticia le preservaré»; quedando
claramente establecidos los conceptos de beneficencia, no maleficencia
y justicia, que junto con el respeto por la autonomía del paciente,
conforman los principios éticos que deben presidir la conducta del
que practica la medicina.
De lo anterior se desprende que el rol prescripto para el médico no
se corresponde con el rol real, ejercido en el contexto de la
medicalización, donde existen consecuencias negativas para los
pacientes.
Por lo tanto se genera un conflicto de roles que afecta profundamente
la relación médico-paciente, y a través de la misma, a la medicina
y a la sociedad toda.
Una de las posibles respuestas sería el abordaje del problema desde
la perspectiva ética a través de dos caminos:
- la incorporación de un adecuado contenido humanístico en los
programas de formación de los agentes de salud, y
- la construcción de verdaderos espacios fundantes de reflexión
sobre las formas de articulación armónica entre la tecnología y su
aplicación para la salud, pensando como objetivo fundamental, el
reintegro a una relación médico-paciente que no desnaturalice su
esencia.
De alguna manera, esos espacios de reflexión estarían representados
por grupos interdisciplinarios que debaten argumentando desde
distintas perspectivas: son los comités de ética.
Ya en la mitad del siglo, Bertrand Russel, decía que «Los nuevos
poderes que la ciencia ha dado al hombre pueden ser manejados sin
peligro por aquellos que, bien por el estudio de la historia o por su
propia experiencia de la vida, hayan adquirido alguna reverencia por
los sentimientos humanos y alguna ternura por las emociones que dan
colorido a la existencia cotidiana de hombres y mujeres».
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