El virus que llegó al país de la mano de clases socioeconómicas altas y medias y se cobró sus muertos, ahora se empieza a revelar como un marcador de los que no se pueden defender con el aislamiento social. Estos son los trabajadores de la salud mal protegidos y sobreempleados, los ancianos asilados, los habitantes de algunas villas y los que usan los refugios para personas en situación de calle. En esos ámbitos el virus se presenta en todo su esplendor y despliega su contagiosidad. Se produce un conglomerado de casos en una institución cerrada o un brote epidémico en una villa de emergencia.
En la actualización diaria del R0 argentino ese número mágico estaba mejor que nunca en un valor de 0.9. Y sabemos que si es menor a 1 la epidemia se controla. Sin embargo, ese día se reportaron 285 casos, el mayor registro diario hasta hoy.
A pesar de ese R0 mágico y global, un indigente habría contagiado a 76 en un refugio y ya se sumaban 685 casos en un poco más de una semana en el Barrio 31 y en la 1-11-14.
En este contexto, la mayoría del país y aún, la mayoría de los habitantes y visitantes de CABA y del conurbano se puede defender de esta pandemia y liberar sus actividades económicas y de recreación.
Un grupo no lo puede hacer y allí debe estar presente más que nunca el estado y las instituciones barriales.
En la Ciudad de Nueva York el virus se ensañó especialmente en negros e hispanos marcando estas diferencias socioeconómicas, tanto en incidencia como en mortalidad. En Inglaterra también demostró desigualdades. También estaría golpeando con fuerza las favelas en Brasil. Cuidemos a los nuestros.
Marcelo Beltrán
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