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Nefrología y terapia
genica: Ciencia Básica para el Clínico
Ricardo J. Bosch
Departamento de Fisiología, Facultad de Medicina Universidad de
Alcalá, madrid, España
En la última década la ingeniería genética ha desarrollado
técnicas que han hecho posible, por una parte, transferir e
incorporar genes a células, tejidos ú órganos e incluso a la
totalidad de las células de un ser vivo (animales transgénicos) y,
por otra, suprimir la expresión de un gen dado (suprimir la síntesis
de la proteína para la cual el gen codifica). Estos rápidos avances
están abriendo las puertas a la era de la terapia génica.
Existen métodos físicos y biológicos de transferencia génica1. Los
primeros se utilizan para transferir genes a líneas celulares en
cultivo. Básicamente se trata de incubar células con el ADN del gen
de interés, empleando fosfato cálcico o electricidad, para aumentar
la permeabilidad de la memebrana celular al ADN, haciendo posible que
éste se incorpore al genoma celular. Mediante estas técnicas es
posible obtener expresiones transitorias del gen transferido. Si bien
la transitoriedad presupone una limitación metodológica importante,
han resultado de gran utilidad para el desarrollo de los sistemas
biológicos de transferencia génica.
Los métodos biológicos de transferencia génica utilizan virus
principalmente adenovirus y retrovirus. Los retrovirus son virus de
ARN que poseen la enzima transcriptasa inversa, específica de estos
virus y de la cual deriva su nombre.
Esta enzima es capaz de hacer el proceso normal de transcripción
--síntesis de ARN a partir de un molde de ADN-- en sentido opuesto.
Los retrovirus penetran a las células a través de un receptor de
membrana. Una vez en el citoplasma el ARN del virus, primero hace la
transcripción inversa de su ARN formando ADN complementario (ADNc).
Seguidamente, el ADNc del virus entra en el núcleo y se integra en el
genoma celular, proceso dirigido por la enzima viral integrasa. El
genoma viral (provirus) se hereda en forma Mendeliana en la células
hijas. Dado que el provirus codifica también por su promotor (región
del gen que regula su transcripción), las células infectadas
expresan el gen viral de manera tal que sintetizan partículas virales
indefinidamente. Además, es interesante señalar que las partículas
virales forman su membrana a expensas de la propia membrana celular de
la célula infectada. El ciclo biológico de los retrovirus puede
resultar
totalmente inocuo para la célula infectada, de allí la facilidad de
producir retrovirus en el laboratorio.
La utilización de retrovirus para la transferencia genética se basa
en estas características únicas del ciclo biológico de los
retrovirus. Un requerimiento importante para que los retrovirus puedan
completar su ciclo biológico es que las células huesped deben estar
en fase de replicación (fase S del ciclo celular) para poder
incorporar el genoma viral. Este hecho, cuya explicación no se conoce
bien, constituye una limitación importante2. En efecto, la mayor
parte de las células de un organismo adulto, y muy especialmente el
tejido renal, se encuentran en fase de quiescencia y por lo tanto no
serían susceptibles de
incorporar el genoma viral.
Las técnicas actuales de ingeniería genética permiten modificar el
genoma viral.
Así, con el uso de enzimas de restricción (endonucleasas) es posible
cortar y remover fragmentos del genoma viral potencialmente patógenos
ó que no son de interés. En una segunda etapa, se emplean técnicas
de transferencia física para incorporar en las células productoras
de virus hasta 10 KB de ADN del gen a transferir, de manera tal que la
nueva partícula viral, al infectar una nueva célula es capaz de
incorporar en ella él gen de interés2.
Recientemente en el Departamento de Nefrología de la Universidad de
California en Los Angeles se han desarrollado con éxito dos métodos
de transferencia genética en riñón de mamífero. En el primero de
éstos3 se empleó la técnica del transplante de metanefros. Con esta
técnica descrita previamente por Woolf y co.4 se demostró la
posibilidad de crear riñones quiméricos en ratones, donde el tejido
metanéfrico de ratón era capaz de completar su desarrollo al ser
transplantado en un riñón de ratón neonato. Este tejido
metanéfrico presenta una lata replicación celular, haciendo posible
la incorporación del genoma retroviral5.
En un segundo modelo, se utilizó el ácido fólico, sustancia capaz
de producir una necrosis tubular aguda reversible seguida de una fase
de reparación con una intensa replicación celular. De esta forma se
consiguió una "ventana biológica" específica, durante la
cual sólo las células del epitelio tubular pueden ser infectadas por
un retrovirus y por lo tanto ser susceptibles de transferencia
genética6.
El factor más importante al intentar desarrollar técnicas de
transferencia génica es sin duda la obtención y producción de
vector retroviral. Para la obtención del vector viral en el citado
trabajo de Woolf y col5 se empleó el retrovirus Psi-2 BAG que ha sido
utilizado con éxito para transferir o incorporar genes en otros
tejidos.
Este célula productora de virus es un producto de ingeniería
genética derivada de fibroblastos a los cuales se les ha transferido
el gen del vector BAG. En cultivo, estas células producen la
partícula viral (BAG), lo que permite la obtención del vector viral
de transferencia en el laboratorio. El vector retroviral BAG codifica
el gen lac-z cuyo producto es la enzima beta galactosidasa. Es
importante destacar que para controlar las infecciones retrovirales se
han desarrollado técnicas que, mediante el uso de endonucleasas
específicas, permiten remover parte del genoma viral que codifica
para la replicación del mismo. De esta forma una partícula viral es
capaz de infectar sólo una célula.
Esto si bien disminuye la eficacia de la transferencia génica, evita
la propagación
descontrolada de partículas virales.
Para la realización del transplante de metanefros se emplearon
ratones obtenidos a las dos semanas de gestación. El tejido
metanéfrico obtenido fue incubado con una suspensión del vector
viral y transplantados en riñón de ratones recién nacidos. Para
desarrollar el método de transferencia génica en ratas adultas se
empleó el ácido fólico. A la dosis utilizada (240 mg/kg), el ácido
fólico indujo una necrosis tubular aguda subclínica (poliuria)
seguida de una recuperación ad integrum (histológica y funcional).
El vector viral se inyectó en el parénquima renal 48 h después de
la administración del ácido fólico, período de máxima de
replicación celular (timidina tritiada).
Para demostrar la incorporación del gen (provirus) en el genoma renal
se empleó la técnica de la reacción en cadena de la ADN polimerasa
(PCR) para amplificar el fragmento de 559 pares de bases del provirus
BAG y posteriormente se visualizó en una electroforésis de gel de
agarosa. La expresión de la enzima beta galactosidasa se estudió en
cortes histológicos congelados con la técnica de X-gal, específica
para la enzima.
En estos experimentos, si bien no se cuantificó la cantidad de
células que integraron el gen transferido en su genoma, es
interesante señalar que la expresión del producto del gen se
observó en una proporción menor a la de su integración en el genoma
renal, a juzgar por los resultados obtenidos mediante X-gal y PCR
respectivamente. Así, mientras el PCR fue positivo en el 90% de los
microtrasplantes, su expresión genética se pudo demostrar en el 30%
de los casos. En cuanto a los animales tratados con ácido fólico se
demostró la transferencia génica en el 50% de los casos. De estos en
algo más de la mitad se pudo demostrar la expresión del gen
transferido.
Estos resultados son congruentes con los de otros investigadores que
señalan que la integración del virus en la célula no garantiza la
expresión del gen transferido. Esta falta de expresión del gen
transferido ha sido previamente descrito por otros investigadores8.
Este problema podría ser resuelto con el uso de distintos promotores
que puedan ser mejor expresados por las células renales.
Estos experimientos preliminares han sido el primer paso en el camino
hacia el logro de la terapia genética renal. Aunque estos resultados
demuestran la posibilidad de la transferencia de genes a tejidos
renales es evidente que serán necesarios futuros estudios para
mejorar los resultados. Así, en el método de microtransplantes
metanéfricos la sobrevida del implante es menor a largo plazo por la
isquemia o el rechazo del injerto después de uno a tres meses. Dado
que esta técnica depende fundamentalmente dela sobrevida del
implante, esto hecho sugeriría que este abordaje experimental
requiríera el uso de agentes inmunosupresores que eviten el rechazo.
En este sentido el modelo del ácido fólico ofrecería ciertas
ventajas como simplicidad, y evitaría el uso de inmunosupresores. Es
importante además destacar que otros investigadores han conseguido
asimismo la transferencia génica en el riñón utilizando el modelo
de trasplante de metanefros7.
En 1994 se han publicado dos interesantes estudios, en uno de ellos se
empleó un adenovirus para transferir el mismo gen obteniéndose una
mayor expresión genética aún sin la necesidad de inducir
replicación celular9. Esta propiedad de los adenovirus presenta
asimismo la desventaja que el ADN permance en el citoplasma celular en
vez de integrarse en el genoma celular como en el caso de los
tretrovirus. En el otro trabajo, en una primera fase se empleó el
vector retroviral BAG y se transfirió a las células mesangiales de
rata en cultivo. En una segunda fase se inyectó estas células
mesangiales, como un vector del retrovirus, en la arteria renal de la
rata. Los autores pudieron demostrar la expresión del retrovirus en
el área mesangial del glomérulo renal. finalmente, en una tercera
fase se indujo una forma reversible de glomerulonefritis mesangial
que abrió una "ventana biológica", que permitió aumentar
la expresión génica del
retrovirus10.
Además de las enfermedades renales con base genética, los avances en
la ingeniería genética están haciendo posible el desarrollo de
diversos protocolos terapéuticos. Cabría citar la transfrerencia de
un gen que codifica por una proteína con propiedades antibióticas o
con propiedades de disolver cálculos.
Recientemente, Fleischer y col.11 han demostrado la posibilidad de
sintetizar hormonas en fibroblastos modificados mediante la
transferencia genética con vectores retrovirales. En este sentido
sería deseable disponer de la posibilidad de que un producto proteico
sea preferencialmente secretado en la vía urinaria -- lado apical de
las células tubulares-- o por el lado basolateral hacia el
intersticio renal3.
Es importante señalar que la terapia génica no abarca solo técnicas
de incorporación de genes sino además técnicas que permiten
suprimir la expresión de genes con potencialidad patógena. Así,
recientemente se han desarrollado dos técnicas que permiten suprimir
la expresión génica. En primer lugar la técnica denominada del
"antisense" donde el empleo de secuencias complementarias en
sentido opuesto de ácidos nucleicos son capaces de hibridizarse
(unirse) a la secuencia homóloga del genoma célular impidiendo de
esta forma la expresión genética. Y en segundo lugar, la
transferencia o empleo de enzimas con capacidad de degradar
moléculas específicas de ARN, conocida como ribozimas, que permiten
suprimir la expresión del gen por el cual codifican. Entre las
patologías que podrían beneficiarse de técnicas que permite la
supresión de la expresión de genes cabría citar, al menos en el
campo experimental, diversas formas de glomerulonefritis. En efecto,
en los últimos años se ha demostrado la participación de diversas
citoquinas como mediadoras de lesión en algunas formas experimentales
de glomerulonefritis. Así, Border y col.12 demostraron que la
administración de anticuerpos contra el factor de crecimiento
transformador beta es capaz de suprimir la progresión en un modelo
experimental de glomerulonefritis. Similares resultados han podido ser
demostrados al suprimir el efecto del factor de crecimiento derivado
de plaquetas13 así como de la interleuquina 114 en otros modelos
experimentales de glomerulonefritis.
Pero a corto plazo, posiblemente en el área de oncología, donde la
terapéutica genética puede ofrecer interesantes resultados. En
efecto, las células tumorales en fase de alta replicación ofrecen la
posibilidad de emplear vectores retrovirales específicos. Así la
transferencia del gen de la interlequina 2 a células tumorales de
rata ha demostrado ser efectiva para que estas sean reconocidas y
destruidas por el propio sistema inmunológico1. El Instituto Nacional
de la Salud de Estados Unidos (NIH) tiene aceptados y en estudio 58
proyectos de investigación en trapéutica genética humana entre los
que cabría destacar: oncología --Hodgkin, leucemia, mama, ovario,
melanoma, riñón, neuroblastoma; fibrosis quística;
hipercolesterolemia familiar; transplante de médula ósea y síndrome
de inmunodeficiencias15. Finalmente, es posible ahora vislumbar que,
en un futuro, la nefrología pueda engrosar la lista de proyectos de
investigación en terapia génica humana.
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