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LA MIOCARDIOPATIA CHAGASICA
PROBLEMATICA DE LA ENFERMEDAD DE CHAGAS
Simposio internacional. Academia Nacional de Medicina.
Buenos Aires, 19-20 abril 1999
LA MIOCARDIOPATIA
CHAGASICA. Perspectiva histórica
MARCELO V. ELIZARI
Centro de Asistencia
Integral del Paciente Chagásico, División Cardiología, Hospital
General de Agudos José María Ramos Mejía, Buenos Aires
Key words: Chagas’ heart disease, cardiomyopathy, myocarditis
Resumen
El
conocimiento sobre la enfermedad de Chagas ha tenido considerables
avances desde la descrip - ción inicial de Carlos Chagas en el año
1909. Esta enfermedad causada por el Trypanosoma cruzi y transmitida
habitualmente al ser humano por insectos hematófagos (triatomideos),
afecta a unos 18 millones de personas y se estima que alrededor de 100
millones están expuestos a contraerla. El riesgo de adquirir la
enfermedad está directamente relacionado a factores
económico-sociales y culturales. En la historia natural de la
enfermedad se pueden reconocer tres períodos perfectamente definidos:
el período agudo que aparece inmediatamente después de la infección
inicial (en general en niños de zonas endémicas), que es
clínicamente manifiesto en un muy bajo porcentaje (5 a 10%) con
síntomas inespecíficos (fiebre, dolores articulares, quebrantamiento
general, adenopatías, esplenomegalia, dermatopatías) o más
específicos como el complejo oftalmoganglionar. Las manifestaciones
cardíacas del período agudo son las de una miocarditis no severa y
reversible en la mayoría de los casos. Excepcionalmente, se observa
miocarditis aguda grave y mortal por insuficiencia cardíaca,
tromboembolismo o arritmias. Al estadío agudo le sigue un período de
10 a 20 años denominado período indeterminado en el cual no existe
evidencia clínica alguna de la enfermedad (en el 100% de los casos)
salvo la serología positiva. Durante el período indeterminado la
prueba de ajmalina y la biopsia endomiocárdica son los métodos de
diagnóstico que permitirían “detectar” con mayor precocidad a
aquellos pacientes candidatos a padecer una miocardiopatía. Después
de este período, un 20 a 30% de los casos desarrolla signos y
síntomas de una miocardiopatía dilatada que evoluciona lentamente
(10 a 20 años) a formas de severidad variable caracterizadas, en las
etapas más avanzadas, por la presencia de insuficiencia cardíaca
global, tromboembolismo y arritmias. La muerte súbita es frecuente y
a veces ocurre en estadíos no demasiado avanzados de la miocarditis.
El cuadro anátomopatológico corresponde al de una panmiocarditis
microfocal diseminada. Se observa por lo general agrandamiento global
del corazón con la particularidad de encontrar aneurismas apicales en
un alto porcentaje (40-50%) con trombos intracavitarios. El compromiso
de otras vísceras (megaesófago y megacolon) es más frecuente en el
Brasil. Uno de los hechos más notables en relación a la patología
de la enfermedad de Chagas es la falta de correlación entre la
severidad y extensión del proceso inflamatorio y la total o casi
total ausencia de parásitos intracelulares en el corazón.
Innumerables estudios sugieren un mecanismo inmunopatogénico y se han
identificado anticuerpos dirigidos contra componentes del parásito y
otras estructuras cardíacas. De estos, los anticuerpos
antirreceptores beta adrenérgicos y anti M2 muscarínicos parecerían
tener un papel importante en la patogenia de la bradiarritmias,
taquiarritmias y en el daño celular que da origen a estos trastornos
del ritmo y demás alteraciones anatómicas de la cardiomiopatía
crónica chagásica.
Abstract
Chagasic
myocardiopathy. Historical perspective. Considerable advances in the
clinical pathological and pathogenic aspects of Chagas´disease have
been made since the Brazilian physician Carlos Chagas described the
disease in 1909. The disease caused by the flagellate protozoon
parasite Trypanosoma cruzi is transmitted to humans by a blood sucking
triatomine and much less frequently by blood transfusion. It is
estimated that 18 million are infected and that about 100 million
people from Latin America are at risk of contracting T. cruzi
infection. One of the most important contributions to the knowledge of
Chagas´disease has been the recognition of the natural history of the
disease, which can be divided into three well defined periods: 1. The
acute stage; 2. An undetermined or undifferentiated stage and 3. The
chronic stage. The primary infection (first stage) occurs mostly
unrecognized and clinically apparent acute chagasic myocarditis may
appear in less than 5% of the infected individuals, usually children
living in endemic areas. The majority of the cases of acute
myocarditis are mild and reversible. Autopsied cases of acute chagasic
myocarditis are uncommon and correspond to exceptionally severe or
fulminant forms showing diffuse myocardial damage with myocytolisis,
degenerative changes of myocardial fibers and marked intersticial
cellular infiltration. The acute clinical manifestations of the
infected individuals include fever, muscular pain, sweating, swollen
lymph nodes, hepatosplenomegaly. Following this initial stage, all
patients enter the undifferentiated or undetermined stage of the
chronic period (second stage), which lasts between 10 to 20 years. Of
these, 20 to 30% (depending on marked geographical differences)
develop symptoms or signs of visceral damage conforming the cohort
that enter the third stage. Although megaesophagous and megacolon are
not uncommon (mainly in Brazil), the most frequent and important
clinical manifestation is a dilated cardiomyopathy. Thus, 70% or more
of the infected individuals will never show any clinical manifestation
of the disease. The ajmaline test and the endomyocardial biopsy are,
probably, the most sensitive methods to unmask latent forms of
chagasic myocarditis during the undifferentiated stage. In the most
advanced stages of chronic chagasic myocarditis, pathological findings
are those of a dilated cardiomyopathy. At autopsy, the apical aneurysm
with thrombus in it is a frequent and distinctive finding. The
histopathological picture is that of an active and chronic microfocal
and disseminated myocarditis. In some cases fibrosis may be confluent,
which accounts for the electrocardiographic patterns of myocardial
necrosis. The widespread distribution of cardiac lesions also
constitute the substrate for atrioventricular and intraventricular
conduction disturbances and for atrial and ventricular arrhythmias.
The clinical diagnosis of Chagas´heart disease is based on a triad
of: positive epidemiology, positive serology and a combination of
clinical findings (suggestive electrocardiograhic abnormalities,
apical aneurysm, cardiac enlargement). The electrocardiogram in the
most advanced forms, usually shows sinus bradycardia, right bundle
branch block with or without left anterior hemiblock, primary T wave
abnormalities, pathological Q waves and multiform ventricular
premature beats. The pathogenesis of the myocardial lesions of acute
and also chronic chagasic myocarditis appears to be related in large
part to autoimmune mechanisms. The lack of correlation between the
location and number of parasitized fibers and the severity, type, and
extension of degenerative and inflammatory lesions supports this
assumption. Experimental and clinical studies have demonstrated the
presence of antibodies directed against different components of T.
cruzi and crossreacting with human antigens in patients with chronic
chagasic myocarditis. Microvascular dysfunction, myocardial ischemia
and autonomic nervous system impairment have also been implicated in
the development and progression of chronic Chagas´heart disease.
Dirección postal: Dr. Marcelo V. Elizari, División
Cardiología, Hospital General de Agudos José María Ramos Mejía,
Urquiza 609, 1221 Buenos Aires, Argentina Fax (54-11) 4956.2102
La enfermedad de Chagas es el único ejemplo en la historia de la
medicina en el que el agente causal fue descubierto antes que la
enfermedad. Efectivamente, años antes de que el médico brasileño
Carlos Chagas describiera la enfermedad que hoy lleva su nombre y
mientras estaba en una misión para el control de la malaria en la
localidad de Lassance en Mina Gerais, llamó la atención sobre la
abundancia de insectos hematófagos (Panstrongylus megistus) que
contenían enormes cantidades de flagelados en sus intestinos. La
inoculación de estos parásitos flagelados a monos y otros animales
de laboratorio dio como resultado la aparición de trypa-nosomas en la
sangre periférica sin que se reconociera su potencial patogénico ni
la enfermedad. Algún tiempo después, en el año 1909, Carlos Chagas
detectó el mismo flagelado en la sangre de una niña de 9 años, la
Berenice, que presentaba un cuadro clínico caracterizado por fiebre,
adenopatías y hepato-esplenomegalia y estableció por primera vez la
relación entre el agente causal y el cuadro clínico. Carlos Chagas
denominó Trypanosoma cruzi a este flagelado en honor a su maestro
Oswaldo Cruz1.
La infección en el ser humano ocurre en la mayoría de los casos por
penetración del trypanosoma cruzi en el torrente sanguíneo
vehiculizado por las heces del vector, un triatomideo, del cual se han
descripto aproximadamente 100 especies, existentes solamente en el
continente americano. De las 17 especies conocidas en nuestro país,
el Triatoma Infestans es el vector más importante de la enfermedad
por su hábito casi exclusivamente doméstico. La forma infectante del
parásito se encuentra alojada en el intestino terminal del insecto.
Otras formas menos frecuentes de infección son las transfusiones con
sangre contaminada, la transmisión congénita y, excepcionalmente, la
infección accidental (contaminación de laboratorio) o por
transplantes de órganos de pacientes infectados.
La enfermedad de Chagas, que constituye un importante problema
sanitario en las Américas, está estrechamente relacionada con
aspectos socioeconómicos y culturales. Se estima que alrededor de
18.000.000 de individuos están infectados y que otros 100.000.000
(25% de los habitantes de América Latina) se encuentran expuestos al
riesgo de contraer la infección2.
A partir de la infección inicial, unos 10 a 20 años después, la
enfermedad se torna clínicamente manifiesta en algunos pacientes (25%
aproximadamente), por la aparición de arritmias auriculares o
ventriculares de severidad variable y/o por el desarrollo de una
miocar-diopatía dilatada que, en muchas circunstancias, en especial
donde la enfermedad no es endémica, es diagnosticada erróneamente
como cardiomiopatía dilatada idiopática o secundaria a enfermedad
coronaria3, 4.
Desde las primeras descripciones de la clínica y la patología de la
miocardiopatía chagásica hasta la fecha, ha habido considerables
avances en el conocimiento de sus principales manifestaciones, su
historia natural y su patogenia.
En una revisión histórica del conocimiento sobre la miocardiopatía
chagásica se podrían reconocer 4 períodos. El primero,
correspondiente a las descripciones originales de Carlos Chagas5-7
tanto de las formas agudas7 como las crónicas6. Ya en esos años la
alta incidencia de los trastornos del ritmo y de la conducción
cardíaca en personas potencialmente enfermas o comprobadamente
enfermas, habían llamado la atención de Carlos Chagas.
Entre el año 1916 y mediados de la década del 40 se ubicaría el
segundo período, caracterizado por las renovadas descripciones de
casos de miocarditis chagásica aguda en los países latinoamericanos.
Llamativamente, muy pocos casos de miocarditis crónica fueron
publicados hasta el año 1945. Durante este período, autoridades
científicas y sanitarias de diversos países dudaron de la relación
entre la presencia del parásito en la sangre de los pacientes y la
miocarditis crónica descripta por Chagas. Uno de los factores que
pudo haber influido en el descrédito de las publicaciones de Carlos
Chagas fue muy probablemente la confusión creada por este autor,
quien pensaba que el parásito era responsable también de una “tiroiditis
crónica”. Esto derivó del hecho que el hipotiroidismo era muy
frecuente en la zona donde Chagas había estudiado a los primeros
pacientes portadores de la enfermedad. Desde el año 1926 hasta
mediados de la década del 40, el argentino Salvador Mazza fue quien
más revaloró los aportes de Carlos Chagas, registró 1.400 casos de
la enfermedad y efectuó alrededor de 100 necropsias entre casos
agudos y crónicos1. Cabe además mencionar a Miguel E. Jörg quien
desde el año 1934 hasta la actualidad, trabajó sobre distintos
aspectos de la enfermedad de Chagas y su nombre se encuentra
estrechamente ligado al de Salvador Mazza1.
Desde la década del 40 hasta fines de la década del 70 (tercer
período), todas las observaciones originales de Carlos Chagas fueron
confirmadas y ampliadas, de modo tal que ya no quedarían dudas sobre
la identidad de la Cardiomiopatía Crónica Chagásica o Miocarditis
Crónica Chagásica8, 9. En ese período se describieron las
características del electrocardiograma de la miocarditis crónica
desde el punto de vista morfológico y las alteraciones del ritmo y de
la conducción aurículoventri-cular e intraventricular9, 10. Las
descripciones de las alteraciones anatomopatológicas permitieron
alcanzar un conocimiento acabado de las características,
distribución y magnitud de las lesiones cardíacas8, 9, 11-13 y
extracardíacas14, 15, se pudo establecer el curso evolutivo de la
enfermedad, su historia natural8, 9 y se describieron los primeros
casos de Chagas congénito16, 17.
A este período también le correspondieron los avances en el
diagnóstico serológico18-21 y se comenzaron a elaborar proyectos de
investigación clínica y modelos experimentales, algunos de ellos
tendientes a demostrar el papel de los mecanismos inmunológicos en la
etiopatogenia de la enfermedad22-25.
Los estudios epidemiológicos permitieron distinguir distintas formas
evolutivas de la enfermedad según las regiones o países analizados.
Una de esas variantes corresponde al hallazgo frecuente del compromiso
del aparato digestivo en la enfermedad de Chagas en Brasil15, 26-28.
La experiencia acumulada durante 50 años en el Servicio de
Cardiología del Hospital Ramos Mejía y las encuestas
epidemiológicas realizadas en diferentes regiones del país29 nos han
enseñado que la prevalencia y severidad de la miocardiopatía
chagásica es claramente superior entre los infectados de las zonas
del noroeste de la Argentina que en el noreste o en la región cuyana.
El último o cuarto período va desde el comienzo de la década del 70
hasta nuestros días y corresponde esencialmente a la profundización
de los estudios tendientes a esclarecer los distintos mecanismos
involucrados en la patogenia de la miocardiopatía crónica
chagásica, su diagnóstico precoz y el manejo de sus principales
manifestaciones clínicas. Efectivamente, por un lado, los estudios se
orientaron a postular e interpretar el papel de la inmunidad humoral y
celular en el desarrollo de la miocardiopatía a través de diferentes
modelos de experimentación y estudios en el ser humano30, 40. Por
otra parte, el extraordinario avance tecnológico derivó en adelantos
significativos en el diagnóstico y en la caracterización de la
cardiomiopatía chagásica y en el tratamiento de sus principales
manifestaciones clínicas50-69. Finalmente, estudios longitudinales
aportaron información sobre la modalidad evolutiva de pacientes con
enfermedad de Chagas70, 71.
Desde el descubrimiento de la enfermedad hace exactamente 90 años, el
avance más trascendente desde el punto de vista clínico ha sido sin
duda, la descripción de las características evolutivas de la
enfermedad, es decir, su historia natural. Por la importancia y
severidad de las manifestaciones cardiológicas, su prevalencia y su
repercusión social y laboral, el conocimiento del proceso evolutivo
de la cardiomiopatía chagásica es imperativo. Se sabe que la
miocardiopatía chagásica crónica es la forma de cardiomiopatía
específica más frecuente en el mundo y que se trata de una
enfermedad cardíaca progresiva e irreversible (prácticamente en el
100% de los casos) y que es altamente incapacitante. En efecto, en sus
formas más avanzadas o severas, produce gran dilatación del corazón
e insuficiencia cardíaca, bloqueos cardíacos, arritmias
potencialmente malignas y, eventualmente, muerte súbita y embolias
sistémicas o pulmonares. Estas manifestaciones conducen a la pérdida
irreparable de la capacidad física, en edades de plena actividad
laboral. Al lado de estos casos tan severos existen otros menos
graves, generalmente asintomáticos, cuando se los “descubre” en
etapas iniciales de la evolución. Por otra parte, la mayoría de los
sujetos infectados nunca tendrán manifestaciones clínicas de la
enfermedad. Por lo anterior, la historia natural de la enfermedad de
Chagas será descripta con cierto detalle.
La historia natural de la enfermedad de Chagas
La figura 1 es una representación esquemática de la historia
natural de la enfermedad de Chagas, ligeramente modificada de la
descripción original publicada por Rosenbaum en el año 19649. Este
esquema se basó en la observación de más de mil casos clínicos y
en el resultado de estudios epidemiológicos realizados en zonas donde
la enfermedad es endémica29. La barra horizontal representa el umbral
de percepción clínica. La zona marcada con líneas verticales por
encima indica el porcentaje de los casos con síntomas clínicos
manifiestos y la zona con líneas verticales por debajo de la barra
corresponde a los casos que sólo son descubiertos cuando se los
investiga con procedimientos diagnósticos convencionales. La zona
marcada con líneas horizontales corresponde al porcentaje de casos
que presentan indicios de compromiso miocárdico cuando son explorados
con métodos de diagnóstico invasivos53, 54 o no invasivos52 que no
son de rutina (ver más adelante período indeterminado). Cabe
señalar que en los períodos iniciales de la infección menos de un
5% de los individuos infectados (generalmente niños) presentan signos
ostensibles cardíacos (miocarditis) o extracardíacos (signo de
Romaña1, cuadro gripal, síndrome febril, hepatoesple-nomegalia,
adenopatías, dermopatías, etc.) de la infección, de modo tal que
prácticamente un 95% de los casos adquieren la enfermedad sin
advertirlo.
De los pacientes que presentan alguna forma de manifestación aguda de
la enfermedad sólo un número muy reducido pueden morir como
consecuencia de una severa miocarditis o meningoencefalitis. Se ha
estimado que esto ocurre entre 1 a 5 de cada 10.000 sujetos
infectados9.
De este modo, los pacientes que sobreviven el período agudo
(prácticamente todos) entran en el período crónico caracterizado
por la ausencia total de manifestaciones clínicas por un período de
10 a 20 años aproximadamente. Un porcentaje de ellos, no mayor del
30% y variable de acuerdo con la zona geográfica que se considere,
mostrará signos clínicos, electrocardiográfi-cos,
ecocardiográficos y radiológicos de compromiso miocárdico como
manifestación de una miocarditis crónica. El resto de los pacientes
(70% o más) nunca desarrollará signos de compromiso miocárdico, a
pesar de ser un portador del parásito y de que la serología se
mantenga positiva. Esta etapa intermedia, también denominada
indeterminada (ésta es la denominación más apropiada), que va desde
el momento de la infección hasta la aparición de las primeras
manifestaciones de la enfermedad, es la que más preocupa a los
cardiólogos, clínicos y epidemiológicos en el sentido de saber si
existe algún método de diagnóstico capaz de predecir cuál será el
paciente que desarrollará una cardiopatía crónica chagásica o el
que no lo hará. Esta información sería de capital importancia desde
el unto de vista social y laboral ya que, en la práctica, todo
individuo con serología positiva para la enfermedad de Chagas no
tiene acceso a la mayoría de los puestos de trabajo en industrias y
fábricas y aún en tareas sedentarias. Este rechazo se hizo y se hace
de manera indiscriminada, incluyendo no sólo a los enfermos reales o
potenciales, sino también a muchos en quienes la infección puede
cursar toda la vida sin signos de compromiso visceral y, en
consecuencia, sin ningún impedimento físico vinculado al mero hecho
de presentar serología positiva para la enfermedad. Esto dio lugar a
la promulgación de leyes protectoras de los derechos sociales (Ley
22360 del año 1980) de esos “enfermos” pero sus efectos en la
práctica son claramente insuficientes. El test de ajmalina52, la
biopsia endomiocárdica53, 54 y la cineangiografía55 parecerían ser
los métodos de diagnóstico más sensibles para detectar daño
miocárdico subclínico no diagnosticable con los métodos
convencionales.
Miocarditis Chagásica Aguda
Manifestaciones clínicas y anatomía patológica
Casi excepcionalmente, en alrededor del 5% del total de infectados,
se detectan casos de miocarditis aguda, que por lo general curan sin
que se demuestren secuelas. Es muy rara la aparición de insuficiencia
cardíaca y en algunos casos, puede observare un aumento de tamaño
del área cardíaca en la radiografía de tórax. El ECG muestra
cambios inespecíficos y transitorios de la repolarización
ventricular sin que se observen arritmias ni trastornos de la
conducción aurículoventricular y/o intraventricular8, 9.
Sin embargo, como ya se ha señalado, existen formas excepcionalmente
severas de miocarditis aguda que pueden llevar a la muerte del
paciente (Figura 2). En estos casos reportados en la literatura
existen signos y síntomas de una severa miocarditis en el estudio
necrópsico, con importantes alteraciones estructurales de las
miofibras y considerables infiltrados inflamatorios intersticiales
distribuidos en forma difusa en todo el corazón8, 9, 72. En la mitad
de los casos se encontraron parásitos abundantes en algunos y muy
escasos en otros (Figura 2). La falta de correlación entre la
cantidad de parásitos observados en los estudios de autopsia y la
magnitud y extensión de las lesiones llevó a considerar y postular
un mecanismo inmunoalérgico en la patogenia de estos procesos9.
Los casos publicados por Margariño Torres y Duarte72 y Rosenbaum9
mostraban una panmiocarditis con extensas zonas de lesiones
necróticas y degeneración hialina de las fibras miocárdicas (Figura
2). En ambos casos se había registrado en el electrocardiograma
bloqueo de rama derecha y ondas de injuria (ondas monofásicas en la
cara anterior del corazón) como en el ejemplo de la Figura 3.
Miocarditis Crónica Chagásica
La miocarditis crónica chagásica, que aparece años después de
la infectación, presenta algunas diferencias en su forma de
presentación de acuerdo con la zona geográfica que se analiza. Así,
existen regiones en las que en la mayoría de los casos que
desarrollan una miocarditis crónica, las manifestaciones clínicas de
la enfermedad ocurren precozmente (menos de 10 años) y su evolución
hasta los estadíos terminales suele ser también más rápida. Por el
contrario, en otras áreas las manifestaciones cardíacas son más
tardías, en menores porcentajes y la evolución muy lenta. Por
último, en algunos pacientes se observan alteraciones
electrocardiográficas (bloqueo de rama derecha y/o hemibloqueo
anterior), que luego permanecen invariables por 20 a 30 años sin que
se agreguen nuevas anormalidades ni signos de mayor compromiso
miocárdico (formas “congeladas” o “curadas”). De acuerdo con
nuestra experiencia, la modalidad evolutiva de la miocarditis crónica
chagásica después de la aparición de los primeros signos y
síntomas puede ser lenta (más de 20 años), acelerada (menos de 10
años) o la habitual (10 a 20 años). Se desconoce cuál es la
verdadera razón de estas diferencias, aunque se sospecha que podrían
depender de las características patogénicas de diferentes cepas del
parásito y/o de aspectos relacionados a la inmunidad en vinculación
con la relación huésped-parásito.
Manifestaciones clínicas
El cuadro clínico de la miocarditis crónica chagásica varía
considerablemente según el momento evolutivo del proceso. En los
casos avanzados, lo habitual es encontrar groseras alteraciones
radiológicas y electrocardiográ-ficas acompañadas de síntomas
vinculados a insuficiencia cardíaca izquierda o global,
tromboembolismos73, 74 y a la presencia de taquiarritmias auriculares
o ventriculares o bradiarritmias por disfunción sinusal o trastornos
de la conducción aurículo-ventricular (palpitaciones, síncope o
presíncope)8, 9, 64-66. En la mayoría de los casos, la severidad de
las arritmias y de los trastornos de conducción expresan la gravedad
y extensión del daño miocárdico, aunque puede haber excepciones
(observaciones personales).
La dilatación del corazón, muchas veces severa, conlleva la
posibilidad de incompetencia funcional tricuspídea o mitral y signos
de restricción diastólica objetivables en el ecocardiograma. El
componente restrictivo es a veces tan importante que algunos casos de
miocarditis crónica chagásica fueron interpretados como pericarditis
constrictiva9.
El electrocardiograma es uno de los métodos de diagnóstico más
sensibles para el diagnóstico de la miocarditis crónica chagásica,
especialmente cuando es analizado en pacientes con serología positiva
y antecedentes epidemiológicos para enfermedad de Chagas. Así, la
presencia de trastornos de la conducción intraven-tricular, tales
como el bloqueo de rama derecha con o sin hemibloqueo anterior,
constituye un marcador altamente sensible para el diagnóstico de la
miocarditis crónica chagásica. Si a ello se le agrega la presencia
de bradicardia, alteraciones inespecíficas de la repolari-zación y
arritmia ventricular, el diagnóstico de miocardio-patía chagásica
es prácticamente infalible, en especial si se trata de una persona
joven (Figura 4).
La enfermedad del nódulo sinusal en la enfermedad de Chagas se
presenta en un alto porcentaje de los casos y se manifiesta,
esencialmente, con bradicardia (Figura 4) acompañada a veces por
asistolias prolongadas (Figura 5). A diferencia de lo que se observa
en la enfermedad del nódulo sinusal de otras etiologías, en la
cardiomiopatía chagásica el componente taquiarrítmico auricular es
raro o infrecuente49, 64. Por otra parte, hemos observado que algunos
pacientes, en relación con la procedencia geográfica (bolivianos,
por ejemplo), presentan un predominio en el compromiso del nódulo
sinusal (y también del nódulo aurículoventricular) en comparación
con el de otras estructuras del sistema específico y del miocardio
común ventricular49.
Las arritmias ventriculares de la miocarditis crónica muestran una
remarcable persistencia y muy escasa variabilidad espontánea cuando
se las investiga mediante repetidos estudios Holter de 24 horas64, 65
(Figura 6). La notable persistencia y estabilidad de las arritmias
ventriculares chagásicas han permitido evaluar de manera confiable el
efecto de diferentes drogas antiarrít-micas en el tratamiento de
estos trastornos del ritmo65, 67. Estos estudios han permitido
distinguir un comportamiento peculiar de las arritmias ventriculares
de algunos pacientes chagásicos (30% aproximadamente) en quienes la
actividad ectópica ventricular es desencadenada y agravada por el
aumento del tono adrenérgico (ejercicio, estrés emocional)64, 65
(Figura 6). Estas observaciones se correlacionan con las referencias
de cuadros sincopales y muerte súbita en pacientes chagásicos cuando
realizan tareas que demandan esfuerzos físicos o deportes.
La alta prevalencia de bloqueo de rama derecha y hemibloqueo anterior
tiene su explicación en la mayor vulnerabilidad de la rama derecha y
de la división anterior de la rama izquierda con respecto a los
restantes segmentos del sistema de conducción75, 76. Los estudios
histológicos del sistema especializado mediante cortes seriados del
corazón en pacientes que padecían una miocarditis crónica
chagásica típica muestran lesiones severas e interruptivas
caracterizadas por fibrosis, esclero-atrofia, lipomatosis de
sustitución y vacuolización de los distintos segmentos del tejido
especializado72. Curiosamente, en algunos casos, las lesiones parecen
comprometer en forma selectiva sectores de la rama derecha y del haz
de His76, 77 (Figura 7).
Como ya se ha comentado, no es infrecuente observar alteraciones de la
repolarización ventricular y ondas Q sugestivas de necrosis
miocárdica en casos avanzados de miocarditis crónica chagásica9,
10. En conjunto, estas alteraciones pueden simular a la perfección la
patente electrocardiográfica de un infarto de miocardio (Figura 4).
Estas imágenes se correlacionan con hallazgos de autopsia que
muestras áreas extensas más o menos compactas de fibrosis.
La importancia del electrocardiograma para el diagnóstico de la
miocarditis crónica chagásica deriva de sus características
singulares que lo distinguen, en la enorme mayoría de los casos, de
cualquier otra miocardio-patía. Resumiendo, las alteraciones
electrocardiográficas más típicas en la miocarditis crónica
chagásica son: 1. bloqueo de rama derecha; 2. hemibloqueo izquierdo
anterior; 3. alteraciones primarias de la repolarización (ondas T de
tipo coronario); 4. ondas Q patológicas y 5. extrasistolia
ventricular, multiforme frecuente (Figura 4).
El diagnóstico clínico de la miocarditis crónica chagásica en los
estadíos avanzados de la enfermedad es muy simple cuando se reúnen
los siguientes elementos: 1. antecedente epidemiológico (nació y/o
vivió en zona endémica); 2. cuadro clínico (cardiomegalia,
arritmia, desdoblamiento del segundo ruido, insuficiencia cardíaca);
3. el cuadro electrocardiográfico antes descripto y 4. serología
positiva.
Patología de la miocardiopatía crónica chagásica
El estudio macroscópico del corazón por lo general muestra
aumento de tamaño de las cuatro cavidades cardíacas (hipertrofia y
dilatación), a veces a predominio de las derechas8. La dilatación
aneurismática de la punta del ventrículo izquierdo, con o sin
adelgazamiento de las paredes es un hallazgo frecuente, con una
incidencia de alrededor del 50%12, 50, 51, 55,77, 78. La presencia de
trombos murales ha sido reportada por Milei78 con una incidencia del
89% (en 23 necropsias) y en el 47% por Andrade77 (en 208 autopsias).
La alta incidencia de trombosis mural tanto de cavidades izquierdas
como derechas77 explica la aparición de fenómenos trom-boembólicos
sistémicos73, 74 y en el circuito pulmonar puede ser causa de cor
pulmonale agudo seguido de muerte79. En algunos pacientes, los
aneurismas apicales o de otras localizaciones constituyen el substrato
anatómico para la aparición de taquiarritmias ventriculares66. La
Figura 8 muestra el ventrículo izquierdo de un paciente de 49 años
con miocarditis chagásica fallecido súbitamente. Las paredes no
están adelgazadas pero en la zona apical el afinamiento de la pared
es muy acentuado.
El sustrato histológico de las alteraciones ya descriptas y de la
sintomatología referida corresponde a un proceso de fibrosis y
necrosis que tiene lugar en un número infinito de focos
microscópicos que a veces son confluentes. Esto llevó a Rosenbaum a
denominar este cuadro como panmiocarditis microfocal diseminada9. El
término panmiocarditis se aplica al hecho de que afecta a todo el
corazón (no a todas las fibras del corazón) y se puede decir sin
temor de equivocarse que no existe corte histológico que no muestre
daño celular y/o fibrosis cuando se realiza la necropsia de una
miocardiopatía chagásica que ha tenido manifestaciones clínicas
(Figura 7).
Aunque pueda parecer incorrecto hablar de panmi-ocarditis, como lo
señala el mismo Rosenbaum9, el concepto es de importancia capital
cuando se deben interpretar los hallazgos clínicos, radiológicos,
electro-cardiográficos, angiográficos y ecocardiográficos.
Los infiltrados inflamatorios celulares intersticiales (linfocitos,
monocitos, macrófagos, eosinófilos), probablemente secundarios al
proceso de lesión parenqui-matosa, son también microfocales, difusos
y panmio-cárdicos. Es habitual encontrar una relación inversa entre
la magnitud de la fibrosis y la infiltración celular, seguramente
dependiente del momento evolutivo de la miocarditis. No obstante, en
ciertos casos predomina la fibrosis sobre la infiltración celular y
viceversa. Sin embargo, el cuadro histológico sugiere que el proceso
de la mioarditis es permanentemente activo.
Un hecho notable es que las fibras miocárdicas conteniendo el
parásito son extremadamente escasas. Cuando se analizan entre 100 y
200 cortes histológicos es posible encontrar parásitos en un 20% de
los casos9. Esta remarcable escasez de fibras parasitadas excluye en
forma total la agresión directa o mecánica del parásito como
mecanismo de las lesiones miocárdicas y apoya la teoría de un
proceso inmunológico9, 77, 78.
En conclusión, el cuadro histopatológico corresponde al de un
proceso inflamatorio crónico con un desarrollo gradual y difuso de
las lesiones. Como ya se comentó, en una miocarditis avanzada
cualquier sector del corazón muestra fibras miocárdicas enfermas y
sanas, infiltrados inflamatorios y zonas de necrosis y fibrosis
(degeneración hialina, miocitolisis, desaparición de las
estriaciones normales de las fibras miocárdicas, etc.)9, 77, 78.
Teniendo en cuenta la descripción precedente es posible reconstruir
el desarrollo del proceso, que en un 20 a 30% de los pacientes
comienza algún tiempo después de la infección aguda, durante el
período indeterminado, y que se hará clínicamente manifiesto en
aquéllos que en forma gradual y progresiva desarrollan las lesiones
anatomopatológicas que configuran el cuadro descripto de la
cardiomiopatía chagásica.
El período indeterminado
Ya se comentó que un individuo infectado sólo excepcionalmente
puede presentar una miocarditis aguda fatal. Es probable que muchos
casos presenten una miocarditis aguda leve y reversible sin
manifestaciones clínicas, ecocardiográficas o
electrocardiográficas. A ello le sigue un largo período (período
indeterminado), clínicamente silencioso, de unos 10 a 20 años luego
del cual un porcentaje, que puede llegar al 30%, desarrollará una
miocarditis crónica clínicamente manifiesta (Figura 1).
No hay dudas de que durante este período clínicamente silente, el
proceso inflamatorio se desarrolla lentamente a través de los años.
Aunque la cantidad de estudios anatomopatológicos efectuados en
pacientes durante el período indeterminado son obviamente muy
escasos, existen algunas referencias sobre los hallazgos basados en
biopsias endomiocárdicas y autopsias53, 80.
El patólogo brasileño Reis Lopes80 efectuó estudios en 30
individuos asintomáticos muertos en forma violenta en accidentes,
cuyas edades oscilaban entre 11 y 54 años, con reacción positiva
para la enfermedad de Chagas por método de ELISA efectuada en el
líquido pericárdico. En el 90% de los casos se hallaron lesiones
histológicas de severidad variable, que comprometían a todo el
corazón. Las lesiones histológicas consistían en infiltración
inflamatoria focal con discreta fibrosis. Sólo en un caso se pudieron
identificar nidos de amastigotes. El tamaño del corazón estaba
dentro de los límites normales en todos los casos.
Es lógico postular que dentro del 70% de pacientes que nunca alcanzan
el umbral clínico y no muestran alteraciones electrocardiográficas
ni radiológicas, deben existir casos con lesiones miocárdicas cuya
escasa magnitud no permiten su expresión clínica y/o detección a
través de los métodos convencionales de diagnóstico y probablemente
ni siquiera mediante la biopsia endo-miocárdica53, 54 o la prueba de
ajmalina52. La figura 9 muestra un ejemplo típico de la prueba de
ajmalina positiva en una paciente con serología positiva,
asintomática y sin evidencias de compromiso miocárdico en el
ecocardiograma, radiografía de tórax y electrocardiograma. Teniendo
en cuenta las consideraciones precedentes podemos decir que la
distinción entre un individuo sólo infectado y un enfermo durante el
período indeterminado es un eufemismo.
La patogenia de la Enfermedad de Chagas
La falta de correlación entre el número de fibras parasitadas y
la magnitud y extensión de las lesiones inflamatorias llamó la
atención de numerosos investigadores y ha sustentado la hipótesis
inmunológica para explicar la patogénesis de la miocarditis crónica
chagásica. No obstante, otros mecanismos, como la isquemia y la
disfunción microvascular38, 39 y la disfunción del sistema nervioso
autónomo81, han sido implicados en la génesis y progresión de la
miocarditis crónica chagásica.
Köberle81 propuso que la enfermedad de Chagas y sus principales
manifestaciones cardíacas y extracar-díacas eran el resultado de la
denervación por destrucción de las neuronas parasimpáticas de los
plexos cardíacos y extracardíacos y que el compromiso de los plexos
cardíacos daría lugar a una insuficiencia coronaria relativa.
Köberle descartó que las lesiones se debieran a la acción directa
del parásito y postuló que la muerte neuronal era ocasionada por una
toxina producida por el trypanosoma. La toxina nunca fue identificada.
Por otra parte no existen pruebas de que la denervación por lesiones
de los ganglios cardíacos puedan producir insuficiencia coronaria o
las lesiones miocárdicas que se encuentran en la miocarditis crónica
chagásica. Más remota es la posibilidad de que las lesiones
neuronales puedan producir el cuadro anátomo patológico de la
miocarditis aguda. Más aún, existen casos de miocarditis en los
cuales las neuronas no están dañadas77. No obstante, a pesar de que
la hipótesis planteada por Köberle no explica las lesiones
miocárdicas a través de la neurotoxina, sí se debe aceptar que la
alteración de los ganglios parasimpáticos y de la inervación
autonómica81 conlleva algunas consecuencias cardiovas-culares82-84 y
especialmente las que ocurren a nivel del aparato digestivo15, 26-28.
En los últimos años, Morris y col.38 propusieron la teoría vascular
isquémica o hipóxica como consecuencia de alteraciones en la
microcirculación producidas por lesiones de las pequeñas arterias
con cambios profundos en las células miocárdicas. Estos autores
sugieren la participación de reacciones inmunes secundarias a la
infección de células endoteliales y miocárdicas. La respuesta
inflamatoria potenciaría las interacciones entre las células
endoteliales y las plaquetas y señala, además, la existencia de una
alteración del receptor b-adrenérgico con disminución en la
actividad de la adenil-ciclasa.
Cabe señalar que Margarinos Torres85 en el año 1958 había descripto
irregularidades groseras y constricciones de las arteriolas
intramiocárdicas, y pensó que estas eran responsables del severo
daño celular. Sin embargo, similares alteraciones fueron descriptas
por Andrade y Castro Filho86 como focales, escasamente esparcidas,
inespecíficas, de grado leve o moderado y consideradas como
secundarias a la inflamación y fibrosis del miocardio; no eran
obstructivas y consistían en tumefacción y vacuolización de la
media con discretos engrosamientos de la íntima con estrechamientos
debidos al tejido fibroso circundante.
Torres y col.87 intentaron dilucidar el mecanismo de la supuesta
isquemia en los pacientes chagásicos portadores de aneurismas
apicales del ventrículo izquierdo. La infusión de acetilcolina o
adenosina producía en estos pacientes una respuesta vasoconstrictora
paradójica, sugiriendo que alguna anormalidad dependiente del
endotelio de los vasos coronarios podría tener algún papel en el
desarrollo de las anomalías segmentarias de la contractilidad. Esta
hipótesis no ha prosperado y no existen otras observaciones que las
confirmen. La opinión actual de los patólogos desestima la
hipótesis de la alteración vascular como mecanismo patogénico de la
miocardiopatía chagásica88.
La teoría que en la actualidad ha ganado mayor aceptación es la que
propone la persistencia solapada del parásito en el organismo con
descargas periódicas de aquél o de sus antígenos en la
circulación. La actividad antigénica del parásito y la de las
células desintegradas por la ruptura provocada por los nidos de
leishmanias provocarían reacciones inmunes y autoinmunes. Las mismas
proteínas del parásito actuando como antígenos pueden formar
anticuerpos que reaccionan en forma cruzada con antígenos del
huésped, por el mecanismo de mimetismo molecular44. Varios estudios
demuestran la persistencia del parásito en los individuos con
infección crónica detectados con métodos altamente sensibles,
capaces de identificar aún pequeñas cantidades de parásitos en el
paciente infectado40, 88, 89. Sin embargo, la asociación específica
entre la infección y la autoin-munidad no es aún del todo conocida y
es motivo de opiniones encontradas89, 90.
El carácter de esta revisión no permite un análisis exhaustivo de
los delicados y complejos mecanismos de la inmunidad celular y humoral
en relación con las distintas formas evolutivas de la miocardiopatía
crónica chagásica, de sus manifestaciones clínicas y del compromiso
o no de otras vísceras. No obstante, se hará una reseña de estudios
recientes que vinculan las alteraciones de la inmunoregulación con
las arritmias de la miocarditis crónica chagásica y posiblemente con
el daño celular.
En el año 1976, Sterin Borda y col.35 describieron que el suero de
pacientes EVI positivos estimulaban los receptores b-adrenérgicos de
la aurícula aislada de rata con aumentos en la tensión y en la
frecuencia de contracción.
Esta línea de pensamiento llevó a estudios posteriores que
confirmaron la presencia de anticuerpos antirreceptores
adrenérgicos48 y colinérgicos91 en sueros de pacientes con
miocardiopatía idiopática dilatada y enfermedad de Chagas, con la
particularidad de ejercer una actividad agonista parcial sobre dichos
receptores, demostrada mediante estudios funcionales en cardiomiocitos
de cultivo. En estos estudios “in vitro” se ha mostrado una
satisfactoria correlación entre la presencia de anticuerpos
antirreceptores autonómicos y taquiarritmias ventriculares o
disfunción sinusal91, 92.
Estos hallazgos llevaron a postular que los anticuerpos capaces de
estimular los receptores b adrenérgicos y M2 colinérgicos pueden
participar en la patogenia de las taquiarritmias48, 92 y
bradiarritmias47, 91 de la enfermedad de Chagas como así también en
la patogenia del daño miocárdico93.
Farias de Oliveira47 ha mostrado que la fracción IgG de pacientes con
miocardiopatía chagásica causa bradicardia y bloqueo
aurículoventricular en un preparado de Langendorf en corazón de
conejo (Figura 10). No es demasiado aventurado pensar que si este
efecto funcional del suero, mediado por anticuerpos con aciones
específicas sobre determinados receptores, se perpetúa en el tiempo,
el resultado final puede ser la alteración estructural u orgánica
que lleva al daño del miocardio común y del tejido especializado del
corazón. Por otra parte Dörffel y col.93 encontraron notables
efectos hemodinámicos favorables en pacientes con miocardio-patía
dilatada y títulos altos de anticuerpos antirrecep-tores b
adrenérgicos mediante la inmunoadsorción, un procedimiento que
elimina los anticuerpos de la circulación por períodos prolongados.
La posibilidad de que los anticuerpos antirreceptores autonómicos
puedan no sólo producir alteraciones del ritmo a través de sus
efectos funcionales electrofisioló-gicos sino también causar un
daño estructural ha sido comprobado por Matsui y col.94 quienes
mediante la inmunización crónica de conejos durante un año con los
péptidos correspondientes a la secuencia de aminoácidos de la
segunda asa extracelular de los receptores b y M2 indujeron una
cardiomiopatía con dilatación ventricular y el patrón histológico
de una miocarditis. En el mismo protocolo, los efectos de la
inmunización crónica pudieron ser controlados con la administración
de metoprolol.
Conclusiones
En esta revisión sumaria se han descripto las principales
características clínicas y patológicas de lo que hasta hoy sabemos
sobre la miocarditis chagásica aguda y crónica. Por otra parte, se
han enumerado y discutido brevemente los posibles mecanismos
involucrados en la patogenia de la cardiomiopatía crónica
chagásica. Es evidente que aún no se ha podido dilucidar en forma
definitiva el o los mecanismos responsables que permitan explicar las
variedades o modalidades evolutivas de la miocardiopatía chagásica.
Así, por ejemplo no se conoce aún con precisión cuál es la
historia natural de la enfermedad en medio endémico y no endémico;
si es diferente según que los pacientes hayan presentado o no
manifestaciones agudas; cuál es el mecanismo de las distintas
evoluciones según las áreas geográficas; si la progresión de la
enfermedad es similar en poblaciones nativas o de origen europeo; si
las reinfecciones juegan algún papel en las manifestaciones
clínicas; cuál es el papel del estado nutricional del paciente y
cómo interactúan las infecciones agregadas. Tampoco sabemos si
existe la curación espontánea de la infección o si hay detención
espontánea del curso evolutivo de la miocarditis.
Si se alcanzaran estas metas, podremos decir que hemos comprendido la
fisiopatología de la enfermedad y estaremos en condiciones de definir
con mayor certidumbre su terapéutica y profilaxis.
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Fig. 1.– Representación esquemática de la historia natural de la
enfermedad de Chagas. Con la infección inicial sólo un 3%
(aproximadamente) presenta manifestaciones clínicas de la enfermedad.
Después de 10 a 20 años alrededor de un 30% de los sujetos
infectados desarrollan una miocarditis crónica. De ellos, hasta un
tercio tiene síntomas de la enfermedad (líneas verticales por encima
de la barra horizontal indicada como umbral clínico). Los dos tercios
restantes muestran alteraciones en los distintos métodos de
diagnóstico de rutina (electrocardiograma, radiografía de tórax,
ecocardiograma). La zona señalada con líneas horizontales, debajo
del umbral clínico, indica un pequeño porcentaje de pacientes en
quienes ciertos procedimientos diagnósticos (prueba de ajmalina o
biopsia endomiocárdica) pueden desenmascarar formas “latentes” de
la miocardiopatía algunos años antes que los métodos convencionales
de diagnóstico (ver texto para más detalles).
Fig. 2.– Hallazgos histológicos en la necropsia de una miocarditis
aguda fatal. A: severo daño celular con destrucción de las fibras
miocárdicas (miocitolisis) e infiltrados inflamatorios
(amplificación x 300). B: Del mismo caso, fibra miocárdica
conteniendo parásitos (nido de lesmanias). El daño celular y el
infiltrado inflamatorio no son tan severos en la proximidad de la
célula conteniendo parásitos (amplificación x 600).
Fig. 3.– Electrocardiograma registrado en un paciente de 26 años
con miocarditis chagásica aguda, pocas horas antes de su muerte.
Bloqueo de rama derecha y ondas monofásicas similares a las que se
registran en un infarto agudo de miocardio. Los marcados desniveles
del segmento ST en todas las derivaciones expresan la severidad de la
injuria miocárdica. En la necropsia se observó una miocarditis
necrotizante difusa y severa.
Fig. 4.– Electrocardiograma típico de miocarditis crónica
chagásica registrado en una paciente de 42 años, procedente de zona
endémica y serología positiva para Chagas. El trazado muestra
bloqueo de rama derecha con hemibloqueo izquierdo anterior,
alteraciones primarias de la repolarización ventricular (V2 y V3) e
imágenes sugestivas de fibrosis o necrosis miocárdica en la cara
diafragmática y en la cara anterior (onda Q en V2 y crecimiento
anormal de R de V3 a V6). La primera tira de ritmo en la parte
inferior (derivación V6) muestra bradicardia sinusal importante (42
por minuto). La segunda tira de ritmo (derivación V5) muestra
extrasistólia ventricular bigeminada de dos focos.
Fig. 5.– Enfermedad del nódulo sinusal en una paciente de 45 años
con miocarditis crónica chagásica asintomática. El
electrocardiograma fue obtenido en un examen cardiológico
prequirúrgico. Tira contínua de la derivación I. Los dos primeros
latidos corresponden a ritmo sinusal de 80 por minuto. El tercer
latido (flecha 1 ) es una extrasístole auricular que provoca una
desmesurada pausa post-extrasitólica y severa depresión sinusal.
Después de 4 latidos sinusales una segunda extrasístole auricular
(flecha 2) produce el mismo fenómeno. Los intervalos PP se expresan
en milisegundos.
Fig. 6.– Tiras seleccionadas de un registro Holter en un paciente de
49 años con miocarditis crónica chagásica y arritmias ventriculares
potencialmente malignas. El paciente consultó por palpitaciones,
mareos y un cuadro presincopal. Las extrasístoles, duplas y
taquicardias ventriculares (poli-morfas) ocurrieron en su mayoría
durante la vigilia y durante la realización de esfuerzos físicos.
Fig. 7.– Corte histológico a nivel de la porción ramificante del
haz de His (HR) en su extremo distal de una paciente que en vida
presentaba bloqueo de rama derecha con hemibloqueo anterior y bloqueo
aurículoventricular de segundo grado tipo Mobitz II. El sector
correspondiente al haz de His (HR) está totalmente reemplazado por
tejido fibroso, lipomatosis y vacuolas. Lo mismo ocurre en el origen
de la rama derecha (RD). De la división anterior (DA) sólo quedan
algunas fibras dispersas señaladas con la flecha. CFC: cuerpo fibroso
central; T: valva septal de la tricúspide.
Fig. 8.– Corazón obtenido en la necropsia de un paciente de 49
años con miocarditis crónica chagásica que murió en forma súbita.
El ventrículo izquierdo abierto por su cara anterolateral muestra
severa dilatación con marcado adelgazamiento de la pared en la zona
apical (flecha curva), localización preferencial de los aneurismas
observados en la cardiomiopatía chagásica (ver texto). A: aorta. La
flecha que apunta hacia la base del músculo papilar anterior señala
un trombo mural (TR).
Fig. 9.– La prueba de la ajmalina en pacientes con serología
positiva para enfermedad de Chagas sin evidencias clínicas
(electrocardiograma, Rx de tórax y ecocardiograma) de miocarditis
crónica chagásica. A: Prueba de la ajmalina en un individuo normal
(voluntario) con serología negativa para enfermedad de Chagas. A la
izquierda trazado control. A la derecha se aprecian los cambios que la
ajmalina provoca en un corazón normal: ligero ensanchamiento del QRS
y de la onda P y aparición de fuerzas terminales del QRS orientadas
hacia arriba y a la derecha (similares a las que produce la
hiperpotasemia) por enlentecimiento de la conducción intraventricular
en las zonas basales de ambos ventrículos. B: Administración
intravenosa de 70 mg de ajmalina (1 mg por kilo de peso) a una joven
de 27 años con serología positiva para enfermedad de Chagas sin
evidencia alguna de cardiomiopatía. El electrocardiograma control es
normal. La inyección de ajmalina produce bloqueo de rama derecha,
hemibloqueo anterior y discretos cambios en la repolarización
ventricular. También se observó extra-sistolia ventricular aislada
que no se muestra. La ajmalina pone de manifiesto lesiones latentes
del sistema de conducción intraventricular y del miocardio común por
el efecto selectivo de la droga (depresión de la excitabilidad y de
la conducción) sobre zonas apenas alteradas que no alcanzan a
manifestarse en condiciones basales.
Fig. 10.– Efecto del suero de pacientes con serología positiva para
Chagas, miocarditis crónica y arritmias ventriculares complejas sobre
el corazón aislado de conejo perfundido en un preparado de
Langendorf.
A: la tira superior muestra ritmo sinusal con conducción aurículo
ventricular normal (flechas) durante la perfusión con solución
Tyrode normal. La tira del medio, 23 minutos después de la perfusión
con suero diluido de un paciente con serología positiva 1:100
(vol:vol) en solución Tyrode. El registro muestra bloqueo
aurículoventricular de primer grado (flechas) y segundo grado
(asteriscos). Obsérvese además la disminución de la frecuencia
sinusal. En conjunto el efecto de la IgG está dirigido al nódulo
sinusal (bradicardia) y al nódulo aurículoventricular (bloqueo
aurículoventricular). La tira inferior se obtuvo después de 30
minutos de lavado con solución Tyrode normal y muestra la
recuperación a los valores control del automatismo sinusal y la
conducción aurículoventricular. B: Experimento realizado con suero
de un individuo normal sin cardiopatía y sin arritmias y serología
negativa para Chagas. Siguiendo igual metodología que en A no se
observa ningún efecto del suero sobre el preparado. La barra negra en
ángulo inferior izquierdo indica 1 segundo (tomado de referencia 47
modificada).
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