8° CONGRESO INTERNACIONAL DE MEDICINA INTERNA
del Hospital de Clínicas
Buenos Aires, 28-31 agosto 2000
FACTORES DE RIESGO CARDIOVASCULAR
CONTROL DE LOS FACTORES DE RIESGO CARDIOVASCULAR ¿CUALES SON LAS
METAS Y POR QUE?
Director: MANUEL VAZQUEZ BLANCO
En este curso precongreso nos ocuparemos de los factores de
riesgo involucrados en el desarrollo de las Enfermedades
Cardiovasculares. Estas enfermedades, constituyen la principal causa
de muerte en los países industrializados. El estudio Framingham que
comenzó hace ya más de 50 años, fue fundamental para demostrar en
forma fehaciente este hecho y permitió además identificar una
serie de factores asociados con el desarrollo de estas enfermedades.
En términos generales sabemos que esto no depende de un solo factor
que actúa en forma aislada, sino de la interrelación de varios de
ellos. Las medidas de prevención y el cambio en el estilo de vida
han permitido disminuir su incidencia y las tasas de mortalidad en
forma significativa. De esta manera la supresión del tabaco, la
modificación de las costumbres alimentarias, las campañas
instrumentadas para el control de la hipertensión arterial y la
promoción de una mayor actividad física han sido factores
fundamentales en este sentido. En este curso desarrollaremos los
conceptos sobre prevención y tratamiento de los factores de riesgo,
contando para ello con la participación de dos invitados
extranjeros y de distinguidos especialistas de nuestro medio.
Actividad física para
la prevención de enfermedades cardiovasculares
Roberto M. Peidro
Los beneficios de la actividad física sobre la salud han sido
demostrados en múltiples estudios. La práctica habitual de
ejercicios es uno de los elementos más importantes en la
prevención primaria de las enfermedades cardiovasculares.
Si bien la relación positiva entre salud y deportes era conocida
desde tiempos remotos, este concepto se basó sólo en datos
anecdóticos hasta fines de la década de 1940. Jeremy Morris, en
sus estudios sobre empleados públicos de Londres, fue uno de los
primeros investigadores en demostrar una asociación significativa
entre actividad física y desarrollo de enfermedad coronaria1. Los
primeros trabajos fueron tomados con incredulidad por la comunidad
médica, aunque sus estudios posteriores afianzaron el desarrollo
del método epidemiológico para la demostración de los beneficios
del ejercicio sobre la salud cardiovascular. Las conclusiones de
Morris demostraron una reducción de alrededor del 30% en el riesgo
de aparición de enfermedad cardiovascular con disminución
significativa de la mortalidad global en aquellas personas que
desarrollaban una actividad física laboral o en tiempo libre
superior a los 6 Mets.
Paffenbarger analizó el seguimiento realizado a ex alumnos de la
Universidad de Harvard. Los clásicos trabajos de este autor
demostraron un incremento de los factores de riesgo coronario así
como una mayor prevalencia de eventos cardiovasculares entre los
individuos sedentarios con relación a los activos. Más aún, pudo
demostrar que dicho riesgo tenía una relación inversa con el gasto
calórico semanal, es decir, con el volumen de ejercicio
desarrollado. En 1977 observó a casi 15.000 hombres con relación
al desarrollo de enfermedad coronaria en el término de 12 años.
Pudo comprobar que aquellos con un gasto calórico semanal superior
a 2500 Kcal. tenían un 46% de reducción de riesgo de mortalidad
que los menos activos (menos de 1000 Kcal./semana).También ha
surgido de sus estudios que los cambios de hábito hacia estilos de
vida saludables se asociaron con menores tasas de muerte global y
por enfermedad cardiovascular2, 3.
Una de las conclusiones importantes de los estudios de Paffenbarger
está relacionada con el beneficio del ejercicio actual y no el
histórico. Los alumnos que habían sido muy deportistas en su
época universitaria no mantenían la reducción de riesgo si se
transformaban en sedentarios.
En los últimos tiempos han surgido discusiones relacionadas con el
concepto de aptitud física más que actividad física como medida
de prevención de enfermedades. Si bien se ha demostrado que los
sujetos con mejor condición física tienen menor incidencia de
enfermedad cardiovascular4, 5 pudo observarse en el estudio
masculino de Copenhagen que no hubo diferencias en el riesgo entre
los hombres activos con diferente condición de aptitud. Es decir,
fue la actividad física más que la aptitud la que determinó el
riesgo de enfermedad coronaria6.
A partir de la década de 1970 se multiplicaron los estudios
epidemiológicos que demostraron la reducción del riesgo coronario
con la actividad física. Merecen destacarse aquellos desarrollados
en la Cooper Clinic teniendo a Steve Blair como uno de los
investigadores más importantes. Pudieron observarse entre más de
6000 hombres y mujeres incrementos en la tasa de hipertensión
arterial de hasta 56% en individuos sedentarios con relación a los
activos7.
También surge de las observaciones de Blair que el nivel de aptitud
está relacionado con la reducción del riesgo, pero la mejoría del
acondicionamiento físico tiene íntima relación con esa
reducción. Esto significa que es posible prevenir la enfermedad
iniciando una actividad a pesar de tener una baja condición física
inicial (5).
Es interesante destacar el estudio de Powell resumiendo 54
investigaciones sobre ejercicio e incidencia de enfermedad
coronaria. Las conclusiones más importantes están referidas a los
siguientes puntos: 1.- el riesgo de enfermedad coronaria es, en
promedio, el doble para los sujetos con bajo nivel de ejercicio; 2.-
el 75% de los estudios demostró una relación dosis-respuesta, es
decir más bajo nivel de actividad, mayor riesgo; 3.-la mayoría de
los estudios demostraron que el sedentarismo era un factor
independiente de las otras variables de riesgo evaluadas; 4.-el
efecto protector del ejercicio es similar cuando se compara la
actividad recreativa con la laboral; 5.- los eventos coronarios
fatales o no son reducidos por el ejercicio físico8.
La variedad de estudios que demostraron asociaciones independientes
entre actividad física y salud cardiovascular llevó a la
Asociación Americana del Corazón en 1992 a declarar a la
inactividad física como un factor de riesgo mayor para el
desarrollo de enfermedades cardiovasculares.
Más recientemente han ocupado la atención de los médicos los
estudios surgidos de la evaluación de mujeres enfermeras de varios
hospitales de los Estados Unidos de Norteamérica. Manson y col.
demostraron en un estudio prospectivo entre 72488 enfermeras de 40 a
65 años seguidas durante 8 años una reducción de riesgo de
eventos coronarios del 35% en las mujeres activas con respecto a las
sedentarias. Un dato interesante surgido de este estudio está
relacionado con el nivel de ejercicio desarrollado: aquellas mujeres
que realizaban caminatas rápidas de 3 o más horas semanales
tenían la misma reducción de riesgo que las que practicaban
ejercicios vigorosos (mayor a 6 Mets).
En 1997 Rosengren publicó un estudio sobre 7142 pacientes entre 47
y 55 años incluidos en forma prospectiva y analizó el efecto a
largo plazo de la actividad física laboral y recreativa sobre el
riesgo de muerte por enfermedad coronaria y de otras causas. Luego
de 20 años de seguimiento observó que los hombres físicamente
activos durante el tiempo libre tuvieron menor incidencia de muerte
cardiovascular, por cáncer y de todas las causas. Luego del ajuste
para el resto de los factores de riesgo los hombres más activos
tuvieron un RR de muerte por enfermedad coronaria de 0.72 (0.56 -
0.92) y de todas las causas de 0.70 (0.61 - 0.80). Concluyó que la
actividad física recreativa tiene un efecto protector sobre la
mortalidad global. Este efecto sobre la mortalidad fue independiente
de los otros factores de riesgo9. Una publicación reciente de Hakim
y col. demostró una relación inversa entre distancia caminada por
día y mortalidad global. En este estudio se incluyeron 707 hombres
no fumadores y jubilados observándose que aquellos que caminaban
menos de 1 milla por día tenían una mortalidad 2 veces mayor en un
seguimiento a 12 años que los hombres que lo hacían más de 2
millas /día10.
Causas de los beneficios del ejercicio físico
Las razones por las cuales la actividad física tiene un efecto
protector sobre las enfermedades cardiovasculares se relacionaron
con la reducción de los factores de riesgo mayores. La influencia
del ejercicio sobre el descenso de los niveles de hipertensión
arterial, la mejoría del perfil lipídico, el incremento de la
sensibilidad a la insulina y la utilización de glucosa, la
disminución del peso corporal y el tejido graso, así como los
beneficios sobre el abandono de adicciones (tabaquismo) apoya esta
hipótesis. Sin embargo, al haberse demostrado una protección
independiente por parte del ejercicio físico, es necesario
considerar que existen otras acciones beneficiosas.
Efectos del entrenamiento
El ejercicio físico efectuado en forma regular incrementa el
consumo de oxígeno (VO2) máximo del organismo actuando sobre las
variables centrales y periféricas que lo conforman. El VO2 resulta
del producto del volumen minuto cardíaco por la diferencia arterio
- venosa de oxígeno. El entrenamiento aumenta el volumen sistólico
máximo alcanzado durante un esfuerzo y disminuye la frecuencia
cardíaca ante los ejercicios submáximos . Una de las razones de
este último efecto puede ser la disminución de la concentración
de catecolaminas que ocurre como respuesta al entrenamiento tanto en
reposo como ante ejercicios submáximos. De esta manera se
incrementa la eficiencia del corazón ya que la elevación del
volumen minuto se hace a expensas de un mayor volumen sistólico
permitiendo una prolongación del tiempo en que se alcanza la
frecuencia cardíaca máxima. Se ha especulado con un mayor
incremento de la contractilidad en respuesta al ejercicio en sujetos
entrenados, aunque este hecho es de difícil demostración debido a
los diferentes cambios en la pre y poscarga mediados por el
ejercicio crónico que pueden influir en el aumento del volumen
sistólico.
A nivel periférico las modificaciones más importantes generadas
por el entrenamiento son: A) aumento de la densidad y tamaño de las
mitocondrias y sus membranas internas; B) aumento de la actividad de
las enzimas oxidativas; C) aumento de la densidad capilar; D)
aumento de los depósitos de glucógeno muscular ; E ) aumento de
los niveles de mioglobina; F) desplazamiento del tipo de fibras
(tipo II a tipo I)
Esta descripción somera permite inferir que existe un incremento en
las reservas de energía, así como una mayor superficie de contacto
músculo - vascular con mejor aprovechamiento del O2 que llega a los
músculos. Estos cambios provocan aumento de la diferencia
arterio-venosa de O2.
Han sido demostrados efectos del ejercicio sobre la función
endotelial con mejoría del efecto vasodilatador dependiente del
óxido nítrico, disminución de la agregación plaquetaria y
aumento de la fibrinolisis11, incremento del umbral fibrilatorio
ventricular y descenso de la frecuencia de arritmias ventriculares
con la consiguiente reducción de muerte súbita12, 13, incremento
del umbral de isquemia por disminución de la frecuencia cardíaca
ante ejercicios submáximos y probablemente por incremento del flujo
coronario14. En experiencias en animales pudieron demostrarse
incrementos en el tamaño de las arterias coronarias así como
aumentos en la circulación colateral y la densidad capilar. En
términos de prevención secundaria, se observó una mayor
proporción de regresión de lesiones coronarias en pacientes con
planes de control especiales que incluían ejercicios programados y
dieta hipograsa15,16.
Calidad de vida
Los beneficios del ejercicio físico para la vida de las personas
no están sólo relacionados con la prevención de las enfermedades
cardiovasculares. Aquellos individuos que llevan un estilo de vida
más activo se “sienten mejor” y producen en su cuerpo una
resistencia superior ante las distintas agresiones que la vida y el
paso de los años provocan. Los adultos que conservan una vida
activa llegan a edades mayores con mejor predisposición al trabajo
y menor dependencia de aquellos que los rodean.
Por otra parte, la actividad física regular ofrece una serie de
posibilidades que incrementan la calidad de vida: 1) aumenta la
resistencia a la fatiga e incrementa la capacidad para el trabajo
físico y mental, 2) ayuda a combatir la ansiedad, la depresión y
el estrés mental, 3) mejora la capacidad para conciliar el sueño,
4) provee una manera sencilla para compartir actividades con amigos
y familiares contribuyendo a mejorar aspectos sociales, 5) ofrece
mayor energía para las actividades diarias, 6) tonifica los
músculos e incrementa su fuerza, 7) mejora el funcionamiento de las
articulaciones, 8) contribuye a la pérdida de peso cuando esto es
necesario.
También resulta necesario considerar que la actividad física ha
demostrado sus beneficios sobre otro tipo de patologías. En
personas que llevan una vida activa se han observado menores
incidencias en cáncer de colon y del aparato reproductor, demora en
la aparición de osteoporosis, preservación de las funciones
mentales completas hasta edades avanzadas, disminución de la
incidencia de depresión, mejorías en el sistema inmunológico.
Incidencia de sedentarismo
Si bien el ejercicio físico ha demostrado sus beneficios en la
prevención de enfermedad coronaria a corto y largo plazo, el nivel
de sedentarismo en la sociedad moderna es alto. La mayor parte de
las tareas laborales no están relacionadas con ejercicios vigorosos
y los grandes adelantos técnicos tienden a favorecer la falta de
actividad física. La gente se moviliza en automóvil u ómnibus y
mira televisión o se sienta frente a su computadora en los ratos
libres.
El estudio FRICAS (factores de riesgo coronario en América del Sur)
comparó los factores de riesgo en personas con infarto de miocardio
con individuos que no lo habían padecido (grupo control). En la
República Argentina comprobó que el 88% de los pacientes del grupo
con infarto y el 82% del grupo control eran sedentarios. Sólo un 8%
del grupo infarto y 11% del control realizaban actividad física de
1 a 3 veces por semana, mientras que lo hacían más de 3 veces por
semana el 4% del grupo infarto y 6% del grupo control. Es posible
observar que los sujetos que habían sufrido infarto eran más
sedentarios, aunque la tasa de sedentarismo global fue muy alta en
ambos grupos.
Otras encuestas muestran que la población físicamente activa en
Argentina alcanza apenas el 15 o 20%, es decir que de cada diez
personas 8 son sedentarias. Este fenómeno está influenciado por
pautas culturales e históricas que no han sido modificadas y
convierten a la sociedad argentina en mayoritariamente sedentaria.
Si la comparamos con Estados Unidos donde las políticas de
prevención y promoción masiva del deporte y el estilo de vida
activa tienen mayor desarrollo, la Argentina es mucho más
sedentaria. Igualmente presentan altas tasas de sedentarismo que
alcanzan entre el 50 y 60% de la población.
Es importante enfatizar que los niveles de actividad física
requeridos para la prevención de enfermedades cardiovasculares no
necesariamente deben ser de elevada intensidad. No es necesario
tener el entrenamiento de un atleta para lograr resultados y las
personas sedentarias pueden mejorar su aptitud física comenzando
con breves períodos de ejercicios livianos como las caminatas
diarias. Lo importante en una persona inactiva es comenzar a ponerse
en movimiento, aunque sólo lo haga pocos minutos al día. Tal vez
este sea el punto más importante para iniciar un cambio en el
estilo de vida.
Prescripción de ejercicio
Las indicaciones de ejercicio físico estuvieron dirigidas a
incrementar la aptitud y mejorar los parámetros objetivos de
capacidad aeróbica (VO2). Sin embargo, el concepto actual consiste
en fomentar la actividad física en el individuo sedentario con
ejercicios de moderada intensidad. Esto surge ante la demostración
que tales ejercicios pueden no aumentar el máximo VO2, pero están
asociados con beneficios para la salud. El mensaje actual es
promover la actividad física de moderada intensidad (3 a 6 Mets)
durante un mínimo de 30 minutos diarios17. Si la persona quiere
alcanzar mayores niveles de aptitud deberá incrementar el volumen
de entrenamiento.
Los componentes de un programa de ejercicios físicos deben incluir
una amplia variedad de movimientos de masas musculares con
actividades recreativas que favorezcan la adherencia. Los ejercicios
deben programarse en forma individual contemplando intensidad,
frecuencia, duración, modo y progresión.
Como primer paso para vencer el sedentarismo se recomiendan
actividades de la vida diaria que favorezcan el movimiento y
reduzcan el reposo: menos televisión y computadora y más
escaleras, paseos y caminatas a paso ligero.
El paso siguiente es la prescripción de planes de ejercicios
específicos para cada individuo teniendo en cuenta sus gustos
personales y niveles de aptitud.
El tipo de ejercicio que se prefiere es el dinámico, aeróbico,
moderado y realizado con regularidad.
Los parámetros que en forma más frecuente son usados para medir la
intensidad de ejercicio son la frecuencia cardíaca y el consumo de
oxígeno. Los ejercicios de moderada intensidad, que ocupen
alrededor del 60% del máximo consumo de oxígeno o entre el 60 a
75% de la máxima frecuencia cardíaca son los indicados con estos
fines. Estos parámetros pueden ser medidos a través de
evaluaciones de ejercicio, aunque puede tomarse como medida
aproximada la fórmula 220 –edad para determinar la frecuencia
cardíaca máxima a la que puede llegar una persona. Este es un
método sencillo para una propia evaluación que requiere aprender a
tomarse el pulso o bien utilizar instrumentos que permiten medir la
frecuencia cardíaca mientras se desarrolla el ejercicio. Cuando se
indica un plan de moderada intensidad es interesante explicar la
aplicación de las escalas de percepción de esfuerzo (Borg) que
resultan útiles y de sencilla utilización.
Si la finalidad es mejorar la capacidad cardiocir-culatoria y
pulmonar y sentirse mejor es preferible comenzar con ejercicios poco
intensos (zona del 50-60% de la máxima frecuencia cardíaca). A
medida que se mejora la aptitud puede incrementarse la intensidad
del esfuerzo alcanzando porcentajes de frecuencia cardíaca mayores
(85 a 90% de las máximas para la edad durante cortos períodos).
Esto puede mejorar aún más la aptitud física.
Los ejercicios de resistencia y fuerza muscular pueden ser incluidos
en la rutina con una frecuencia bisemanal. La mejoría en el tono
muscular y el desarrollo de fuerza se obtienen con combinaciones
específicas de cargas, repeticiones y series que deberán adaptarse
a las condiciones del individuo.
En las sesiones de ejercicio no debe prescindirse de un período de
entrada en calor y uno similar de “vuelta a la calma” en los
últimos minutos.
Al iniciar programas de ejercicios físicos es necesario considerar
una adecuada evaluación médica previa con métodos que dependerán
de la edad, antecedentes, aptitud y tipo de deporte a practicar.
La decisión sobre iniciar programas supervisados o no por
profesionales surge de una estratificación del riesgo potencial.
Las guías del Colegio Americano de Medicina del Deporte sugieren
planes supervisados cuando exiten 2 o más factores de riesgo
coronario mayores, enfermedad cardiopulmonar o metabólica conocida,
capacidad funcional inferior a los 8 Mets o síntomas o signos
mayores con el ejercicio. Deja los programas no supervisados para
aquellas personas “aparentemente sanas” con capacidad funcional
igual o mayor a los 8 Mets18.
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Metas en el control de
la hiperlipidemia
José Pablo Werba
El término hiperlipidemia comprende variados desordenes del
metabolismo lipoproteico que pueden asociarse a un riesgo aumentado
de pancreatitis aguda o de enfermedad aterosclerótica en sus
diferentes formas (principalmente coronaria, cerebrovascular o de
miembros inferiores). Aunque algunos de estos desórdenes son
originados por patologías subyacentes o factores ambientales, la
gran mayoría obedecen a alteraciones génicas en moléculas que
participan en el metabolismo lipoproteico. El impacto clínico de
dichas alteraciones es asimismo variable. Alteraciones monogénicas
infrecuentes como la hipercolesterolemia familiar o la
disbetalipoproteinemia conllevan un muy alto riesgo cardiovascular
aún en ausencia de otros factores de riesgo. Hipertrigliceridemias
monogénicas severas causadas por déficit familiar de la lipasa
lipoproteica o de su cofactor enzimático son altamente proclives a
producir pancreatitis.
Contrariamente, en las formas más prevalentes de naturaleza
poligénica, como la hiperlipidemia familiar combinada, el impacto
vascular depende muy marcadamente de la coexistencia de factores de
riesgo, y las pancreatitis están generalmente vinculadas a factores
agravantes (excesivo consumo de alcohol, descompen-sación
diabética, etc.). Los objetivos finales del tratamiento
normolipemiante son, en cada caso, la reducción del riesgo de ambos
tipos de eventos y no la mera disminución de la concentración de
lípidos sanguíneos. Mientras el riesgo de pancreatitis aguda
disminuye prontamente con la reducción de los triglicéridos por
debajo de los 1000 u 800 mg/dl, la prevención cardiovascular a
través de la reducción de los niveles de LDL-C y triglicéridos y
el incremento de HDL-C requiere un tratamiento efectivo y continuo
de años de duración. El nivel sanguíneo de lípidos requerido
para este logro sigue siendo discutido, y las guías Europeas y
Americanas difieren discretamente en cuanto a los valores que deben
ser alcanzados. No obstante las diferencias numéricas mínimas, los
expertos concuerdan en que el tratamiento debe ser más exigente en
prevención secundaria y en prevención primaria de alto riesgo que
en prevención primaria en pacientes de bajo riesgo. En esta línea
de pensamiento, reconocidos grupos de expertos sostienen que en
prevención primaria de eventos vasculares en pacientes diabéticos
y en aquellos con múltiples factores de riesgo o con aterosclerosis
subclínica, debieran alcanzarse niveles lipídicos idénticos al de
los propuestos para prevención secundaria. Los resultados de
estudios actualmente en curso con fármacos normolipemiantes en
dosis máximas o combinados permitirán conocer si los niveles meta
sugeridos actualmente son o no efectivamente los óptimos. No
obstante, el análisis de la curva de reducción de eventos
clínicos en función de la magnitud de la acción hipolipemiante
sugiere un amortiguamiento progresivo del beneficio a medida que
disminuyen los niveles lipídicos de partida, y es muy probable que
la continuidad del tratamiento sea un factor de igual peso o aún
más relevante que la agresividad de la intervención para el logro
de los objetivos terapéuticos planteados.
Hipertensión como un
síndrome
Oscar Iavícoli
Ha sido demostrado que la reducción de la presión en pacientes
hipertensos está asociada con una disminución en la enfermedad
cardiovascular. Sin embargo, cuando se comparan pacientes
hipertensos que son tratados y bien controlados en sus cifras de
presión arterial, con pacientes normotensos con iguales cifras de
presión arterial, la incidencia de enfermedad cardiovascular
permanece aproximadamente un 30% más alta en los hipertensos bajo
control.
Estos hallazgos demuestran claramente que la hipertensión no es
simplemente una enfermedad de números y que en realidad se trata de
un síndrome hereditario de factores de riesgo cardiovasculares.
Este síndrome hipertensión incluye: hiperlipidemia, hipertrofia
ventricular izquierda, anormalidades del metabolismo de los
lípidos, de la glucosa e insulina, rigidez arterial, anormalidades
en la función renal y cambios neuroendocrinos. Es probable que el
síndrome pueda ser reversible si el proceso patológico es
descubierto con prontitud, especialmente antes del desarrollo de la
hipertensión. Esta ultima, cuando aparece, puede ser un marcador de
enfermedad vascular irreversible y la detección temprana de muchos
de los componentes del síndrome hipertensión son capaces de
retrasar o prevenir la enfermedad cardiovascular en pacientes con
riesgo elevado.
En este resumen se intentaran exponer las razones del porqué la
hipertensión es parte de un síndrome más complejo, llamado “síndrome
hipertensión” y que en muchos pacientes la elevación de la
presión se manifiesta tardíamente en el curso del proceso.
La
hiperhomocisteinemia como factor de riesgo
C. Sara Berensztein
En los últimos años, la hiperhomocisteinemia se ha constituido
en un nuevo factor de riesgo de la enfermedad coronaria tanto en su
forma aguda como crónica, de la enfermedad vascular periférica y
del accidente cerebrovascular. Los antecedentes del porqué se
originan en el estudio de la homocisteinuria, que es una rara
enfermedad congénita del metabolismo originada por el defecto de un
gen autosómico recesivo que se produce por la falta de una enzima,
la que permite, entonces, una gran acumulación de homocisteína en
sangre, en parte excretada por orina. El rango de homocisteína
normal varía según los países y los laboratorios pero se
encuentra entre 4 a 17 µmol/l. Los pacientes con homocistei-nuria,
cuyos niveles en sangre de homocisteína suelen ser superiores a 200
µmol/l, se presentan con dislocación del cristalino, con glaucoma
y disminución de la agudeza visual, con retardo mental en 50% de
los casos con severa enfermedad aterosclerótica y tromboembólica
venosa que librada a su evolución fallecen antes de los 30 años
por enfermedad vascular. La elevada concentración en sangre de
homocisteína ejerce un efecto tóxico directo y a través de la
disminución del óxido nítrico sobre el endotelio y promueve la
trombosis a través de su efecto sobre la coagulación (a través de
la inhibición de la proteína C y S cuya acción es inhibir a los
factores V y VIII y en la actividad anticoagulante de la
antitrombina III al inhibir su unión con el activador tisular del
plasminógeno) y las plaquetas (que favorece la migración a la
íntima de las células del músculo liso), así como sobre el
aumento del estrés oxidativo u oxidación del colesterol de baja
densidad (LDL). Se comprobó que disminuyendo los niveles de
homocisteína en sangre en la homocisteinuria se reducía el riesgo
de las complicaciones vasculares. La homocisteinuria suele tener una
prevalencia de 1 en 500.000 o 1 en 1.000.000 recién nacidos. Es
basándose en esta frecuencia que se piensa que la forma
heterocigota de la enfermedad, a la que antes no se le otorgaba
ninguna importancia, es actualmente del 1% en la población general.
En esta última variedad, los niveles en sangre de homocisteinemia
no se encuentran tan elevados como para excretarse por orina. Por lo
tanto, la denominación correcta sería la de hiperhomocisteinemia,
aunque este término no sólo describe esta forma hereditaria, sino
otras causas de elevación de homocisteína en sangre como déficit
de ácido fólico, de vitamina B12 y de vitamina B6 (piridoxina) 3
cofactores en el metabolismo de la homocisteína. Asimismo, ciertas
medicaciones, la insuficiencia renal y mutaciones genéticas en el
gen de la cistationina beta sintetasa pueden ser causas de
homocisteinemia. En todos estos casos, la concentración sanguínea
es menor a la de la homocisteinuria y está en el rango de 18 a 100
µmol/l. Cuanto mayor es el nivel en sangre mayor es el daño
arterial.
La teoría de la homocisteína en la producción de aterosclerosis
fue propuesta por primera vez por McCully en 1969 y posteriormente
un sinnúmero de estudios confirmaron que mientras existe
hiperhomocisteinemia en 20 a 30% de pacientes con enfermedad
arterial sólo existe en 2% de los controles. Uno de los primeros
estudios prospectivos involucró a 15.000 médicos norteamericanos
sin una historia de enfermedad vascular; a lo largo de 5 años de
seguimiento aquellos con valores de homocisteína en el percentilo
superior, tenían un riesgo relativo de infarto agudo de miocardio o
muerte 3,4 veces mayor que aquellos en el rango del percentilo 95
(inferior, aproximadamente correspondía a 15,8 µmol/l) después
del ajuste por edad, colesterol y otros riesgos cardiovasculares
(Stampfer MJ et al. JAMA 1992; 268: 871-881). Otro estudio
prospectivo de 5661 hombres en Inglaterra comprobó una relación
entre homocisteinemia y accidente cerebrovascular (Perry IJ et al.
Lancet 1995; 346: 1395-1398). Pero en Tromso, Noruega un estudio con
21.826 personas identificó un cierto riesgo de accidente
cerebrovascular en pacientes con concentraciones normales de
homocisteína, por lo que se sugería que se podrían beneficiar aun
este grupo con una terapeútica de descenso de los niveles
sanguíneos aunque estuvieran dentro del rango considerado como
normal (Arnesen E et al. Int J Epidemiol 1995; 24: 704-709).
Casi el tercio de los pacientes con hiperhomocisteine-mia superan
por lejos la proporción de la prevalencia de homocisteinuria
heterocigota en la población general debida al déficit de
cistationina beta sintetasa. Más bien, se deben a una mutación
termolábil de la enzima 5,10 metilenetetrahifrofólico ácido
reductasa que está presente en su variante autosómica recesiva en
aproximadamente el 13% de la población. Lo importante es que
independientemente de la causa que lo produce, la homocisteína
causa la enfermedad vascular.
La mayoría de los estudios sugieren que la hiper-homocisteinemia es
tan frecuente como factor de riesgo cardiovascular como la
hipercolesterolemia pero es mucho más fácil de tratar y más
barato pues se logra con ácido fólico, vitamina B12 y vitamina B6
(piridoxina). Mientras que los 2 primeros se usan en la
remetilación de homocisteína que aumenta tras la ingestión de
estas 2 vitaminas, la piridoxina es un cofactor para la enzima
cistation beta sintetasa en la vía de la transulfuración que al
aumentar la actividad enzimática disminuye el nivel de
homocisteína. Si el paciente tiene deficiencia de alguna de estas
vitaminas, se le debe medicar inmediatamente, si no le falta
ninguna, el tratamiento con ácido fólico reduce la homocisteína
en 40 a 50% a las 6 semanas en dosis de 1 a 2 mg; aunque en
pacientes con insuficiencia renal se requieren mayores cantidades.
El único efecto colateral del ácido fólico es cuando un paciente
con déficit de vit B12 se trata sólo con la primera y se exacerban
los síntomas por déficit de la segunda vitamina.
Utilidad real del
reemplazo hormonal en el climaterio
María E. Poyatos
El climaterio o menopausia es una etapa normal en la vida de la
mayor parte de las mujeres y debería transcurrir sin complicaciones
y con información adecuada acerca de los cambios fisiológicos que
pueden ocurrir (alteraciones vasomotoras, modificación en el perfil
lipídico, osteoporosis, y otros).
La mujer tiene que tener información acerca de la forma de prevenir
o minimizar los eventos con intervenciones no farmacológicas y/o
farmacológicas.
Dos estudios prospectivos como el Framingham y el Nurses‘ Health
study, encontraron un incremento significativo del riesgo de
enfermedades cardiovasculares en la mujer luego de la menopausia, y
sugerían que la presencia de hormonas sexuales podrían tener
cierto efecto protector sobre la enfermedad cardiovascular.
Los riesgos y los beneficios de la Terapia Hormonal de reemplazo
durante y después de la menopausia ha sido un tema controversial
durante los últimos años. Sin embargo dos estudios clínicos
randomizados realizados en los Estados Unidos, el Women‘s Health
Initiative (WHI) y el Heart and Estrogen Replacement Therapy (HEARS)
nos pueden ayudar en la toma de decisiones.
Pero aún quedan muchas preguntas sin responder y la recomendación
para iniciar una TRH debería ser compartida por el médico
clínico, el cardiólogo y el ginecólogo junto con la paciente bien
informada acerca de los riesgo y beneficios.