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Diabetes, genética e
inmunidad
Manuel
Luis Martí
Cuando en el siglo I de
nuestra era el médico hipocrático Aretaios de Kapadocia definía a
la diabetes como «una enfermedad misteriosa», se refería, muy
probablemente, a la Diabetes Mellitus de Tipo 1 o insulinodependiente,
un cuadro agudo o subagudo que, hasta el descubrimiento y posterior
uso de la insulina en 1922, determinaba la muerte de los afectados
poco después de su diagnóstico.
Con el posterior conocimiento de la enfermedad, la diabetes de Tipo 1,
también llamada infanto-juvenil, ácido-cetósica, magra o
insulinodependiente, y la diabetes de Tipo 2, no insulinodependiente,
cetorresistente, grasa o del adulto, fueron consideradas como formas
clínicas de una sola enfermedad. En forma gradual, sin embargo, las
diferencias entre ambas entidades permitieron sospechar una
etiopatogenia diferente para cada una de ellas, con un común
denominador: la hiperglucemia, por ausencia absoluta, en un caso, o
relativa en el otro, de la actividad insulínica.
Pero fue con el descubrimiento del sistema de histocompatibilidad
mayor, HLA, que se pudo tener el primer indicio de que la diabetes
insulinodependiente podría tener una característica genética
propia, basada en el sistema ubicado con el brazo corto del cromosoma
6. En efecto, Nerup y col.1, en Dinamarca, demostraron que la
presencia de ciertos antígenos conferían a las personas portadoras
un riesgo mayor de padecer la enfermedad. Como se estudiaron solamente
dos loci, el A y el B, se determinó que los alelos B8 y B15
aumentaban el riesgo relativo de la Diabetes Tipo 1. Se vio después
que la especificidad de este hallazgo no era absoluta, ya que estos
antígenos correspondían también en forma general a la autoinmunidad
endocrina. En estudios posteriores, con la investigación de los
cuatro loci del Sistema (A, B, C y D), se pudo comprobar que la mayor
especificidad correspondía al locus D, en especial los alelos DR3 y
DR4, pero que el marcador con mayor potencia correspondía al DQB1.
Cuando fue secuenciado, se comprobó que los diabéticos de Tipo 1
presentaban ausencia de ácido aspártico en el sitio 57 (Asp 57-), lo
que constituye en la actualidad el marcador genético con mayor
especificidad de la enfermedad2.
Sin embargo, se observó que cuando se estudiaban gemelos
univitelinos, en los diabéticos de tipo 2 existía una concordancia
de enfermedad superior al 70 por ciento, en tanto que en los diabéticos
de Tipo 1, esta concordancia era menor al 50 por ciento. De este
hallazgo se dedujo que el factor genético no era el único
involucrado en el origen de la diabetes Tipo 1 y que era presumible
entonces que hubiera factores ambientales que podrían interactuar con
la constitución genética para favorecer el desarrollo de la
enfermedad.
En 1899, Harris observ·la aparici? de m?tiples casos de diabetes de
Tipo 1 despu? de una epidemia de parotiditis y sarampi?; ya bien
entrado el siglo XX, Adams, en 1926, y Spencer, en 1928, se?lan que la
incidencia de la enfermedad ten? un claro patr? estacional, con un
incremento marcado en la aparici? de nuevos casos durante los meses
invernales. Estos hallazgos fueron confirmados en 1969 por Gamble3,
quien demostró además la presencia de anticuerpos contra el virus
del Coxsackie B4, un picornavirus capaz de provocar cuadros
seudogripales, en pacientes con diabetes Tipo 1 recién diagnosticada.
Con posterioridad se encontraron también anticuerpos contra los virus
de parotiditis y rubéola. En animales de experimentación se consiguió
un cuadro de diabetes insulinodependiente luego de la infección con
virus de la encefalomiocarditis porcina, entre otros, que provocaban
la destrucción de las células beta pancreáticas. Se pensó entonces
que los virus podrían actuar en forma directa sobre el páncreas
lesionándolo, o bien podrían modificar la presentación de los antígenos
de superficie, en especial los de clase dos (del locus D) modificando
la constitución antigénica de las células que no serían
identificadas por el sistema inmune y, por lo tanto, atacadas en una típica
reacción de autoinmunidad4.
La vinculación inflamatoria en la génesis de la diabetes Tipo 1, ya
había sido señalada hace un siglo por von Meyerburg con el nombre de
«insulitis», en el páncreas de niños fallecidos en las primeras
etapas de la enfermedad1 4. En 1981, fue Nerup quien señala con
claridad el factor autoinmune en la patogenia de la diabetes Tipo 15.
Los principales anticuerpos involucrados son: 1) ICA (Anticuerpos
anti-islote), en especial ICA 512 A; 2) IAA (Anticuerpos
anti-insulina); GADA (Anticuerpos anti ácido glutámico
decarboxilasa). Lo que se ha discutido desde entonces es si los
anticuerpos son los causantes de la destrucción de la célula beta o
bien son una manifestación posterior a esa destrucción. Existen
evidencias que abonan en ambos sentidos7, 8, 9. Entre nosotros, Basabe
y col.6 han conseguido la transferencia de la enfermedad mediante la
transfusión de linfocitos de diabéticos.
Independientemente de su papel en la patogenia de la enfermedad los
anticuerpos poseen un gran valor en la predicción diagnóstica de la
diabetes de Tipo 1, ya que su presencia puede ser índice de la
aparición de la enfermedad en etapas posteriores. Es de señalar que
ninguno tiene una sensibilidad absoluta por lo que, en general, se
emplean en conjunto, para poder predecir con mayor precisión la
aparición de la enfermedad.
Lo evidente es que la diabetes de Tipo I posee una etiopatogenia múltiple
en donde la constitución genética, los factores ambientales y las
reacciones inmunológicas interactúan y, seguramente, tienen mayor o
menor trascendencia según sean las características clínicas de la
enfermedad. Es proverbial señalar que la diabetes es la pesadilla de
la genética, justamente por su heterogeneidad y por los múltiples
factores involucrados en su patogenia.
En nuestro país, la Diabetes Mellitus de Tipo 1 tiene las mismas
características clínicas y epidemiológicas que en los países
desarrollados, con predominio de caucásicos10, 11.
Dos grupos de trabajo argentinos, uno del Hospital de Pediatr? Juan P.
Garrahan, dirigido por la Dra. Carmen S. Mazza, y el otro de la
Facultad de Farmacia y Bioqu?ica de la Universidad de Buenos Aires,
dirigido por el Dr. Edgardo Poskus, se han reunido con el objeto de
determinar las probabilidades de predecir la enfermedad e intentar su
prevenci?12. Los resultados de este trabajo que se publica en este número
de Medicina (pág. 279) son de gran trascendencia y corroboran que
este tipo de estudios deben ser realizados investigando distintos
marcadores de riesgo entre los que se cuentan la constitución genética
y los factores de autoinmunidad.
Dirección Postal: Manuel Luis Martí. Av. Pte. Quintana 32,
1014 Buenos Aires
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