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RESISTENCIA BACTERIANA Y ANTIBIOTICOTERAPIA EN MEDICINA
RESPIRATORIA
RESISTENCIA BACTERIANA Y ANTIBIOTICOTERAPIA EN MEDICINA
RESPIRATORIA Y TERAPIA INTENSIVA
Carlos
M. Luna1, Carlos Gherardi 2, Angela Famiglietti 3, Carlos Vay 3
1 Departamento de Medicina,
Divisiones Neumonología y 2 Terapia Intensiva y 3 Departamento de
Bioquímica Clínica, y Bacteriología, Hospital de Clínicas José de
San Martín, Facultad de Medicina y Facultad de Farmacia y
Bioquímica, Universidad de Buenos Aires
Resumen
La
neumonía nosocomial lidera en mortalidad a las infecciones por
microorganismos resistentes en unidades de terapia intensiva (UTI).
Hace falta un enfoque global no solo sobre el impacto de las bacterias
resistentes en la neumonía nosocomial sino sobre el resto de las
infecciones de las UTI. Hasta el 80% de los internados en UTI reciben
antibióticos por infecciones graves o como profilaxis; muchas veces
injustificados. El uso generalizado de antibióticos aumenta la
presión selectiva favorecedora de la aparición de cepas resistentes.
Hay evidencias sugestivas de que las infecciones por gérmenes
multirresistentes aumentan la mortalidad por enfermedades tales como
la neumonía nosocomial. Los gérmenes adquieren resistencia por
alguno de estos mecanismos: alteración en la permeabilidad de la
pared; producción de enzimas inactivadoras de antibióticos;
modificación del sitio blanco de acción, o eflujo. La resistencia se
transmite genéticamente por cromosomas o por plásmidos. En la
actualidad predominan entre los gram-positivos los estafilococos
(Staphylococcus aureus y estafilococo coagulasa-negativo) y los
enterococos, y entre los gram-negativos los no-fermentadores
(Pseudomonas aeruginosa, Acinetobacter spp) y algunas enterobacterias.
El tratamiento antibiotico es el mayor determinante y a su vez parte
de la solución de este problema. La solución pasa por el control de
infecciones, el diagnóstico y el tratamiento (racional, adecuado, con
dosis suficiente), usando la droga indicada, poniendo énfasis en políticas
prefijadas de antibióticos, las que deben fomentar el uso racional,
la reconsideración del esquema inicial, el uso acotado de combinación
de antibióticos, la restricción, la rotación de esquemas, y la
limitación del uso en profilaxis.
Palabras clave:infección nosocomial, neumonía,
antibióticos, resistencia antibiótica, multirresistencia, terapia
intensiva
Abstract
Bacterial
resistance and antimicrobial therapy in respiratory medicine and
critical care. Nosocomial pneumonia is the leading cause of
mortality among the infections produced by multi-resistant
microorganisms in intensive care units (ICU). The solution of this
problem created by the colonization and infection of the respiratory
tract is beyond respiratory medicine and requires a multi-disciplinary
approach, involving other nosocomial infections in the ICU. Up to 80%
ICU patients receive antimicrobiotics for severe infections or
prophylactically, frequently with no clear justification for these
treatments. The extended use of antibiotics increases the problem by
exerting a selective pressure favoring the development of resistant
organisms. Some evidences suggest that the infections produced by
multi-resistant pathogens increase the mortality of nosocomial
pneumonia. The following mechanisms are responsible for the
acquisition of resistance: alteration of bacterial wall permeability;
production of inactivating enzymes, modification of the target site,
or eflux. Resistance is genetically transmitted chromosomically or by
plasmids. At the present time staphylococci (Staphylococcus aureus and
coagulase-negative staphylococci) and enterococci predominate among
the gram-positives, and non-fermenters (Pseudomonas aeruginosa,
Acinetobacter spp) and some Enterobacteriaceae among the
gram-negatives. Antibiotics are the main determinants of the problem
of resistance but also partially their vehicle. The solution of this
problem includes infection control, diagnosis and adequate therapy
(sufficient doses chosen according to the case and based on
predesigned antibiotic politics). These antibiotic politics imply a
rational use, reconsideration of the initial scheme according to
microbiologic results, limited use of combination antimicrobial
strategies, restricted list of drugs, rotation and correct use of
prophylaxis.
Key words:nosocomial infection, pneumonia, antibiotics,
antibiotic resistance, multi-drug resistance, critical care
Dirección postal: Dr. Carlos M. Luna,
Acevedo 1070, 1828 Banfield, Provincia de Buenos Aires, Argentina.
Fax: (54-11) 4202-6068 e-mail: cymluna@fmed.uba.ar
Recibido: 20-I-2001 Aceptado: 24-IV-2001
Luego de décadas de declinación, la morbilidad y mortalidad
debida a enfermedades infecciosas ha ido aumentando durante los
últimos años. Esta mayor mortalidad no es debida a la mayor
expectativa de vida que acompañó al desarrollo de la medicina en
este tiempo, ya que esto se observa aún para el caso de la mortalidad
ajustada a la edad1. En la actualidad los pacientes internados son
más graves que en el pasado, pero hay evidencias de que gran parte de
este aumento de morbilidad y mortalidad es debido a la diseminación
de la resistencia bacteriana a los antimicrobianos.
Los antibióticos son el arma principal para combatir las infecciones.
Su empleo iniciado hace alrededor de 60 años provocó una drástica
mejoría en el pronóstico de las infecciones bacterianas, pero
también aumentó la capacidad de sobrevida de las bacterias frente a
estos agentes, originando este problema. Un mecanismo evolutivo
explica en parte esta situación, pero además muchas bacterias poseen
resistencia genética a diversas sustancias naturales o sintéticas
con acción antibacteriana aún sin haber sido expuestas a las mismas.
El problema ha tomado proporciones preocupantes especialmente en las
unidades de terapia intensiva (UTI). Las neumonías nosocomiales se
encuentran entre las infecciones prevalentes y de mayor mortalidad en
las UTI y empeoran el pronóstico en relación con esa resistencia. La
comprensión y solución de este problema en enfermos con infecciones
respiratorias sobrepasa a la medicina respiratoria y requiere la
extensión a todos los pacientes internados en las UTI2.
Esta revisión abarca aspectos de la epidemiología de la infección y
la resistencia a los antibióticos en la UTI; de los mecanismos de
resistencia más comunes y del rol del diagnóstico y el tratamiento
de las infecciones en el desarrollo y la prevención de esta
resistencia. Finalmente analiza las posibles vías de solución.
Impacto del problema
Las infecciones nosocomiales debidas a gérmenes multirresistentes
(entre las cuales las neumonías ocupan un lugar preponderante) se
encuentran entre las infecciones emergentes y como tales constituyen
uno de los problemas de salud más importantes a resolver en los
próximos años3. Múltiples evidencias demuestran que la resistencia
bacteriana en las UTI tiene un impacto sustantivo en el pronóstico de
los pacientes4-6 Los gérmenes presentes en pacientes internados en
las UTI pueden provenir del medio ambiente, de la flora corporal
normal o adquirirse por contacto con otros pacientes o trabajadores de
la salud.
La mayor prevalencia de este problema epidemioló-gico en las UTI se
relaciona linealmente con la circunstancia que los pacientes
concentrados en este área reúnen los requisitos más favorables para
su expansión incluyendo: inmunodepresión, uso de procedimientos
instrumentales invasivos y fuerte impacto de la falta ocasional de
cumplimiento de las normas de control de infecciones. A esto debe
sumarse que las UTI son el lugar habitual de aparición de nuevos
organismos patógenos y de cepas nosocomiales multirresistentes.
Los pacientes críticos reciben antibióticos muy frecuentemente. Esta
elevada utilización es debida al tratamiento de la sepsis y sus
complicaciones, que constituyen el diagnóstico de ingreso más
frecuente; al tratamiento de complicaciones infecciosas superpuestas
sobre la enfermedad de base y al uso de antibióticos en forma
profiláctica. Es evidente que sólo parte de estos tratamientos son
justificados. En un importante estudio de prevalencia sobre 10 000
pacientes internados en UTI se demostró que el 30% tenía infección
nosocomial7. Se ha estimado que entre el 40 y el 80% de los pacientes
internados en UTI reciben tratamiento antibiótico8, 9. La
generalización del tratamiento antibiótico influye en la incidencia
de resistencia bacteriana por el ejercicio de una presión selectiva
favorecedora del desarrollo de las cepas resistentes10.
Por otro lado, la mayor incidencia de infección noso-comial
verificada en las UTI está en relación directa con el uso de
tratamientos antibióticos previos, ya que su administración
determina una mayor colonización de cepas resistentes en el huésped.
Las neumonías nosocomiales son, como ya se dijo, causa frecuente de
infección intrahospitalaria y de mortalidad en las UTI11. Si bien el
impacto clínico de las bacterias resistentes no es aún plenamente
conocido, la llamada mortalidad atribuible a la neumonía causada por
estos microorganismos parece estar en aumento en comparación con la
neumonía resultante de gérmenes más fácilmente tratables12, 13.
Inevitablemente los médicos actuamos a la defensiva en este problema.
La resistencia bacteriana ha ido produciendo cambios en la elección
del antibiótico apropiado para cada caso en el manejo diario. En el
comienzo de los años 60 el problema se limitaba a Staphylo-coccus
aureus resistente a penicilina, en las décadas de los 70 y los 80
aparecieron bacterias resistentes en forma cada vez más frecuente
(Pseudomonas, Klebsiella, Serratia y otros). Más recientemente
predominan microorganismos casi excluyentes por su incidencia y
resistencia (S. aureus meticilino-resistente, Acinetobacter spp,
Stenotrophomonas maltophilia, Pseudomonas aeruginosa multirresistente,
y más recientemente enterococos resistentes a vancomicina). Junto a
ésto se observa acentuación en la ineficacia primaria y también una
rápida aparición de resistencia frente a nuevos grupos de
antibacterianos14. A esto contribuyó el que en los últimos años la
mayor parte de los nuevos antibióticos aparecidos resultaron de
modificaciones de fórmulas previamente conocidas, más que del
descubrimiento de nuevos productos.
Conociendo al enemigo
Mecanismos de resistencia: El conocimiento de los mecanismos
generales de resistencia bacteriana a los antimicrobianos es esencial
para comprender porqué algunos agentes presentan este problema frente
a unos antibióticos y otros no, como así también para articular
medidas para prevenir o combatir la resistencia. Los mecanismos
conocidos en la actualidad son: alteración en la permeabilidad de la
pared bacteriana; producción de enzimas inactivadoras de
antibióticos; modificación del sitio blanco de acción y eflujo.
Estos mecanismos se explican en la Tabla 115.
Los microorganismos multirresistentes poseen más de un mecanismo de
resistencia entre los cuatro que se han mencionado. Por otro lado, se
deben considerar las modalidades de transmisión del material
genético responsable de la resistencia. Este material puede
transmitirse por vía cromosómica o transportarse sobre plásmidos
transferibles constituidos por porciones de ADN extracromosómico que
codifican la resistencia a uno o varios antibióticos o por
transposones conjugados (elementos genéticos que pueden moverse de
una zona a otra del ADN dentro de la misma bacteria o entre
bacterias). Los plásmidos pueden ser transferidos a otras bacterias
de la misma u otra especie por transducción (bacteriófago que
transfiere material genético con resistencia codificada), por
transformación (incorporación de material genético que lleva genes
resistentes desde el ambiente hacia la célula bacteriana) o por
conjugación (transferencia de ADN con resistencia antimicrobiana
codificada de un organismo a otro durante el acoplamiento bacteriano).
Un simple episodio de transferencia de material genético puede
resultar en la adquisición de resistencia a varios antimicrobianos16,
17.
Los microorganismos: Los gérmenes más frecuentemente recuperados en
las UTI presentan resistencia. Entre los gram-positivos cabe mencionar
a: Staphylo-coccus aureus meticilino resistente (SAMR); estafiloco-cos
coagulasa negativa (SCN) y Enterococccus spp (E)18, 19. En nuestro
hospital la frecuencia de estos agentes en una UTI polivalente ha
sido: SAMR 10.2%, SCN 6.2% y E 4.9% (Figura 1).
SAMR es el más importante de los gérmenes gram-positivos
hospitalarios actuales, frecuentemente coloniza en pacientes y en el
personal de la salud. En nuestro hospital, el Hospital de Clínicas de
Buenos Aires, se detectó a partir de 1980, a mediados de la década
del 80 el 17% de S. aureus era SAMR y este porcentaje aumentó en los
años siguientes hasta llegar en la actualidad a un 70% en el hospital
y un 90% en la UTI. Como en todo el mundo S. aureus es reconocido en
nuestro medio como el mayor determinante de infecciones de heridas
quirúrgicas, además es junto a Acinetobacter spp una de las causas
principales de neumonías nosocomiales en nuestra experiencia 6. Su
resistencia a las penicilinas se basa en la producción de
beta-lactamasas. En tanto que la meticilino-resistencia, debida a la
aparición de una proteína ligadora a penicilina (penicillin binding
protein 2A ó PBP2A) de baja afinidad por este beta-lactámico,
conduce a la pérdida de actividad de todos los beta-lactámicos.
Transposones integrados al gen mec-A determinan resistencia
simultánea a aminoglucósidos, tetraciclina, cloranfenicol,
macrólidos y a menudo a trimetoprima-sulfametoxazol y
fluoroquinolonas20. En nuestro país los glucopéptidos vancomicina y
teicoplanina siguen siendo activos frente a SAMR pero ya se observó
resistencia a estos antibióticos en Japón a partir de 199721, 22.
SCN ha dejado de ser considerado como simple contaminante, hoy se lo
reconoce en todo el mundo como un patógeno nosocomial relacionado
especialmente con sepsis asociada a catéter y a infección vinculada
a prótesis entre otras. La meticilino-resistencia ha sido encontrada
en más del 80% de las cepas con la misma expresión fenotípica y
similar resistencia a beta-lactámicos que SAMR, aunque puede estar
ausente la resistencia simultánea a otros antibióticos23. Se ha
observado resistencia a teicoplamina pero no a vancomicina24.
Observaciones internacionales muestran que el género Enterococcus
(especialmente E. faecalis) ha incrementado su prevalencia en los
últimos años en enfermos muy debilitados como responsable de
infección urinaria (2a en la estadística de infección urinaria
hospitalaria), infecciones de piel y partes blandas, intrabdo-minales
y bacteriemia, con o sin endocarditis20. Es naturalmente resistente a
beta-lactámicos como las cefalosporinas, y sensible habitualmente a
aminopeni-cilinas, ureidopenicilinas, carbapenemes y glucopéptidos.
E. faecium, una especie poco frecuente hasta hace unos pocos años,
actualmente es aislada en todo el mundo en pacientes críticos. Esta
especie agrega a la natural resistencia del género la resistencia a
aminopenicilinas, ureidopenicilinas y carbapenemes. A estas
resistencias de ambas especies se suman las adquiridas primariamente a
los aminoglucósidos, que determinan el llamado alto nivel de
resistencia (ANR) a gentamicina y estreptomicina, impidiendo la
sinergia bactericida cuando se asocian a ampicilina o vancomicina. En
nuestro país el ANR a gentamicina y estreptomicina para E. faecalis
es 33 y 37%, en cambio para E. faecium es de 95 y 90% de las cepas
aisladas respectivamente22. Hasta 1996 no se había observado en
Argentina la existencia de entero-cocos con resistencia adquirida a
vancomicina (EVR)17. Después de un primer caso informado en Mendoza,
hubo aislamientos en diversos centros asistenciales y en nuestro
hospital el primer hallazgo de EVR se observó en un paciente
internado en la UTI en setiembre de 1998, el que presentó ANR a
gentamicina y estrepto-micina. Este problema tiene plena vigencia en
la actualidad.
Dentro de las bacterias gram-negativas corresponde mencionar a algunos
miembros de la familia Enterobac-teriaciae como Klebsiella pneumoniae
y Enterobacter cloacae y a bacilos no fermentadores como P.
aerugi-nosa, Acinetobacter spp y Stenotrophomonas maltophilia,
responsables fundamentalmente de neumonías asociadas al respirador.
Klebsiella pneumoniae posee una beta-lactamasa cromosómica (SHV1) que
le confiere resistencia intrínseca a ampicilina, carbenicilina y
ticarcilina. Si bien la piperacilina es activa frente a Klebsiella, la
CIM de este antibiótico aumenta considerablemente frente a altos
inóculos, razón por la cual no es aconsejable utilizarla sola sino
asociada a tazobactam que inhibe la citada beta-lactamasa.
Aproximadamente el 70% de las cepas de Klebsiella aisladas en
Argentina son resistentes a todas las cefalosporinas de 3a generación
debido a la presencia de una beta-lactamasa de espectro extendido
(BLEE) plasmídica22. Los plásmidos que contienen las beta-lactamasas
generalmente transportan enzimas que inactivan a los aminoglucósidos,
especialmente gentamicina. El 54% de las cepas son resistentes a
gentamicina. Los carbapenemes siguen siendo activos frente a
Klebsiella con y sin BLEE, aunque en nuestro país se han documentado
algunas cepas resistentes a meropenem22.
La mayor prevalencia de Enterobacter spp a nivel hospitalario se
asocia con el mayor uso de cefalosporinas de espectro extendido en
todo el mundo a partir de 1980. El tratamiento con cefalosporinas de
3a generación selecciona con frecuencia cepas resistentes a estos
antibióticos. La selección de mutantes resistentes puede ocurrir
espontáneamente con una frecuencia de 10-5. El NNISS (National
Nosocomial Infection Surveillance System) de Estados Unidos informa
que Enterobacter spp fue la 5a causa de infección en el área de
terapia intensiva y el 3° agente más frecuente de neumonía
nosocomial19. E. cloacae tiene una beta-lactamasa cromosómica de tipo
1 (o Amp-C) que determina resistencia a ampicilina y cefalosporinas de
1ª y 2ª generación. Esta beta-lactamasa no es inhibida por los
inhi-bidores de beta-lactamasas (sulbactam, ácido clavulánico y
tazobactam) y es inducible. Las cefalospo-rinas de 4a generación
(cefepima o cefpirona) no son afectadas ya que estos antibióticos son
más permeables y atraviesan rápidamente el espacio periplásmico
donde están ubicadas las beta-lactamasas. Si estuviera afectada la
permeabilidad de la membrana externa, estos antibióticos
permanecerían más tiempo en el espacio periplásmico con la
consecuente inactivación. También se han detectado beta-lactamasas
plasmídicas de espectro extendido que afectan tanto a las
cefalosporinas de 3a generación como a las de 4a generación. En el
Hospital de Clínicas de Buenos Aires E. cloacae ocupa el 6° lugar
como causa de infección intrahospitalaria en general y en terapia
intensiva. Ahí el 70% de las cepas aisladas son resistentes a todas
las penicilinas y las cefalosporinas de 3a generación, la resistencia
a cefepima es del 50%25, 26. Los carbapenemes siguen siendo los
antibióticos más activos frente a estas cepas multirresistentes
aunque ocasionalmente también se aíslan cepas resistentes. La
frecuencia de aislamiento de cepas de E. cloacae resistente a
gentamicina y fluoroquinolonas es del 50 y 30% respectivamente. Tanto
el imipenem como el ácido clavulánico actúan como inductores de la
beta-lactamasa cromosómica.
Klebsiella pneumoniae, Proteus mirabilis y Escherichia coli tienen
patrones comunes de resistencia hacia múltiples antibióticos a
través de penicilinasas mediadas por plásmidos (TEM1 yTEM2) y las
BLEE surgidas por mutación de las anteriores en la última década27,
28. El mecanismo de las BLEE tiene particular importancia en
Klebsiella por su incidencia en la producción de infección
nosocomial sobre todo en neumonías y bacterie-mias. Las cepas que
presentan BLEE contra cefalos-porinas de 3a generación como
ceftazidima y ceftriaxona sin embargo continúan siendo sensibles a
imipenem, a cefamicinas (cefoxitina, cefotetan) y a esquemas
combinados con inhibidores de beta-lactamasas (ácido clavulánico,
sulbactam)17, 29. Dentro del conjunto de patógenos en nuestro
hospital, Klebsiella constituyó el 4.9% (Figura 1).
En las UTI, en la actualidad, los bacilos no-fermentadores P.
aeruginosa, Acinetobacter sp. y S. maltophilia son los gram-negativos
responsables del mayor número de infecciones nosocomiales
(particularmente neumonías) con los más serios problemas de
resistencia. La patogenicidad de este grupo y su importancia
epidemiológica esta ligada a su resistencia, y además a condiciones
particulares como en el caso de Pseudomonas aeruginosa, que sigue
siendo el germen más frecuentemente causante de infección nosocomial
en USA (12.5%) y tiene una capacidad de sobrevida y adaptación al
medio ecológico ambiental que dificulta aun más su control.
Acinetobacter también tiene una gran facilidad para expandir su
hábitat a través de diversas alternativas bioquímicas y
metabólicas, lo que permite su colonización habitual en las puertas
de entrada de los pacientes (especialmente en las vías aéreas) y su
persistencia como colonizante en pacientes y personal asistencial. Los
dos anteriores son los gram-negativos con más serios problemas de
resistencia ya que suelen ser en ocasiones resistentes a todos o casi
todos los antibióticos disponibles. Stenotrophomonas maltophilia es
otro germen no-fermentador resistente responsable de algunos tipos de
infección nosocomial. Es resistente a carbapenemes por la producción
de beta-lactamasas que los hidrolizan y determinan su resistencia
natural23. Es sensible habitualmente al trimetoprima-sulfame-toxazol.
Dentro del grupo de bacilos gram-negativos los que presentaron una
frecuencia mayor en nuestro medio fueron Pseudomonas (7.1%) y
Acinetobacter (12.8%), este último claramente predominante entre toda
la población bacteriana patógena y en particular en las neumonías
nosocomiales (Figura 1).
En la actualidad los problemas más serios de resistencia que
preocupan a los médicos en todo el mundo se muestran en la Tabla 2.
Diagnóstico de infección en las Unidades de Terapia intensiva
Como antes se expresó, en oportunidades el tratamiento
antibiótico empírico es una mala indicación ya que se hace frente a
un diagnóstico poco consistente. El diagnóstico de sepsis y de
neumonía nosocomial merecen algunas consideraciones.
Es muy importante efectuar el diagnóstico de certeza de sepsis por
cuanto la modalidad reaccional frente a la infección (reacción
inflamatoria sistémica) es similar para otras noxas además de la
infecciosa. La disfunción orgánica múltiple, tan frecuente en los
enfermos críticos, puede ser compatible con procesos de etiología
no-infecciosa. El concepto de la sepsis como modalidad reaccional
generada por un disbalance inflamatorio sistémico, recogida desde
1992 por el Consenso de las sociedades American College of Chest
Physicians y Society of Critical Care Medicine de Estados Unidos,
tiene el inconveniente de no haber resuelto el problema de la certeza
de su diagnóstico, dado que esta definición no exige la presencia de
bacteriemia para afirmar el diagnóstico30. En estos casos adscribir a
la positividad de cultivos correspondientes a catéteres, sondas,
emunto-rios, drenajes y heridas la etiología de la presunta sepsis en
actividad es discutible y puede llevar a veces a indicar tratamientos
antibióticos superfluos o excesivos.
El diagnóstico de neumonía en terapia intensiva, en especial la
asociada al respirador, resulta un ejemplo paradigmático de las
dificultades que ofrece el diagnóstico de infección en la UTI. Para
resolver estos problemas se han desarrollado métodos de estudio
broncos-cópicos como el lavado broncoalveolar y el cepillo protegido
que han contribuido a su esclarecimiento. Sin embargo el papel de
estos métodos en la decisión del aspecto terapéutico es aún
discutido31, 32. En nuestra experiencia los patógenos más
frecuentemente hallados como causantes de neumonía asociada al
respirador han sido: Acinetobacter sp. y Staphylococcus aureus en el
49%, Klebsiella pneumoniae en el 26% y Pseudomonas aeruginosa en el
20% de los casos cada uno6, 33.
En la UTI los antibióticos se indican con uno de 3 propósitos:
tratamiento definitivo, tratamiento empírico y profilaxis. Ya hace 20
años Cook y cols. han determinado que sólo alrededor del 30% de los
antibióticos usados en el hospital son utilizados como tratamiento
definitivo con conocimiento del patógeno y su sensibilidad34.
Importancia del tratamiento antibiótico
En un paciente con diagnóstico de una infección que requiere
tratamiento antibiótico, para minimizar el desarrollo de resistencia
es importante que se le administre el antibiótico apropiado, en la
máxima dosis terapéutica y durante el período más corto posible
para la infección correspondiente35. Las concentraciones
subinhibitorias de drogas por periodos prolongados son causa de
resistencia por exponer a las bacterias a niveles séricos por debajo
de la acción bactericida y permitir la selección de cepas
resistentes en el foco séptico. Las dosis por debajo de la óptima
aumentan la potencial emergencia de organismos resistentes a partir de
los organismos sobrevivientes por el incompleto efecto bactericida del
antibiótico, sobretodo en los casos en que la curación clínica no
es coincidente con la total erradicación bacteriana. El análisis de
las concentraciones inhibitorias mínimas (CIM) de cada droga, su
farmacocinética (niveles séricos y tisulares) y el área bajo la
curva (AUC) de tiempo-concentración con estudio de pico sérico de
concentración, son instrumentos racionales de suma utilidad para el
cálculo de la dosificación óptima, que ayudan a individualizar el
tratamiento para asegurar el éxito terapéutico. No existe un
antibiótico milagroso y frente a infecciones severas es crítico
individualizar clínicamente la dosificación36.
El tiempo de administración deberá ser el más breve para su
erradicación. La duración excesiva provoca un cambio en la flora del
paciente favoreciendo la proliferación selectiva de hongos y
bacterias que pueden constituir una superinfección por escapar al
espectro antibacteriano del antibiótico inicialmente elegido.
Habitualmente, la prolongación del tratamiento en las UTI es
innecesaria. La persistencia diaria de registros subfe-briles,
leucocitosis, infiltrados estables en la radiografía de tórax
habitualmente forman parte del proceso normal de recuperación de la
infección. Del mismo modo, la recuperación de organismos en
secreciones patológicas bronquiales o en materiales (catéteres,
sondas, tubos, drenajes, hisopados rectales) suelen constituir una
colonización y no una infección. En realidad son necesarios estudios
que permitan definir cuál es la óptima duración del tratamiento
para los distintos procesos infecciosos, aunque se considera que 7 a
14 días es un tiempo suficiente para tratar una neumonía nosocomial
de cualquier grado de severidad. También es importante recalcar que
la dosificación del antimicrobiano debe ser la misma hasta finalizar
el tratamiento, evitando disminuciones progresivas de la posología
que facilitan la selección de cepas resistentes.
Programa de control de infecciones
Un programa de control de infecciones es fundamental dentro de las
medidas para controlar la emergencia de resistencia a los
antibióticos. A lo largo de los años evolucionaron y se
perfeccionaron los conceptos de aislamiento; técnicas asépticas en
el quirófano (asepsia, limpieza del medio-ambiente, desinfección y
esterilización); lavado de manos (para cortar la transmisión);
diseño de infraestructura hospitalaria y estrategias de cuidado de
los pacientes tendientes a disminución del riesgo de infección y uso
racional de antibióticos. Estas armas estuvieron a disposición de
los médicos desde hace más de 60 años, sin embargo fue necesaria la
organización de estas conductas para dar nacimiento al concepto de
control de infecciones.
La experiencia en Estados Unidos indica la conveniencia de la
formación de comités de control de infecciones que apliquen el
método epidemiológico, un sistema organizado de vigilancia y planes
de educación. El proyecto SENIC (Study of Efficacy of Nosocomial
Infection Control) controló la aplicación y eficacia de los
programas de control de infecciones en Estados Unidos y determinó una
reducción de las tasas de infección nosocomial del 32% respecto de
los hospitales en los cuales no se implementaron estos programas
(REF). Escapa a los objetivos del presente artículo el hacer un
detalle pormenorizado de los procedimientos del control de
infecciones, sin embargo en la Tabla 3 se resumen las distintas
acciones que forman parte el programa de control de infecciones en la
UTI. Los elementos claves de dicho programa están constituidos por un
sistema de vigilancia, un adecuado lavado de manos antes y después
del contacto con los pacientes o instrumentos usados por ellos,
aislamiento adecuado de los pacientes con patógenos transmisibles,
rápida evaluación e intervención en casos de brotes, adherencia a
las normas estándar de desinfección y esterilización del equipo, y
un eficiente programa de prevención y protección de la salud del
personal de la UTI37.
Es esencial el conocimiento actualizado de la epidemiología de la
población bacteriana habitual de cada lugar, hospital y área
asistencial. Como se aprecia en la Figura 2 el impacto de los
distintos gérmenes es diferente comparando las cifras del NNISS19 y
del Hospital de Clínicas de Buenos Aires. Es habitual que las UTI
tengan no solamente distinta incidencia de gérmenes que el resto del
hospital sino que además sus bacterias tengan patrones de
sensibilidad diferentes38. En nuestro hospital se confirmó esa
tendencia para algunas bacterias (Figura 3). Se opera un cambio cuali
y cuantitativo en la flora endógena de los pacientes internados en
estas áreas que tiene relación con el tiempo de estadía pero
también en forma muy importante con el tratamiento antibacteriano
previo39, 40. La flora endógena (principalmente orofaríngea y
secundariamente gástrica) y su variación con el transcurso de los
días en pacientes internados en la UTI tiene vinculación con la
patogenia de la neumonía nosocomial asociada a la ventilación
mecánica41.
En un modelo teórico Barza señaló que la probabilidad de
transmisión de un germen resistente está en relación a factores que
operan en el paciente en cuestión. Es directamente proporcional a la
resistencia basal, a la exposición al tratamiento antibiótico y a la
extensión del contacto entre pacientes, e inversamente proporcional a
aquellos factores que influencian la colonizabilidad del paciente
receptor42. La flora normal del intestino protegería contra la
colonización por organismos exógenos, lo que ha sido llamado
colonización-resistencia, aunque no ha podido demostrarse que algún
tipo en particular de gérmenes como los anaerobios sean los
responsables.
Algunas vías de solución al problema
De acuerdo a lo expresado hasta aquí el uso de antibióticos es la
causa más importante del fenómeno de resistencia. La resistencia
antibiótica no es un producto lineal de la magnitud de uso sino de la
potencial capacidad de generar resistencia de cada droga y de la
irracionalidad de su indicación.
El diseño de una política de antibióticos es una medida fundamental
para controlar la diseminación de cepas resistentes aunque no todos
los trabajos han podido probarlo taxativamente43. Sólo estudios
multicéntricos de gran escala podrían demostrar la real utilidad de
una política de antibióticos que debería alcanzar a otras drogas
(no-antibióticos) de uso habitual. Es un ejemplo el uso de algunos
agentes con impacto en la colonización del tracto digestivo
(bloqueantes H2, sucralfato, metoclo-pramida).
Esta política debe considerar las siguientes acciones: uso racional
evitando la utilización en casos sin clara indicación;
reconsideración del esquema utilizado según los resultados
bacteriológicos; asociación de antibióticos acotada solo a los
casos en que ha demostrado ser efectiva evitando la generalización de
esta conducta; restricción de uso limitándolo a un listado
prefijado; rotación de los esquemas de utilización y profilaxis
limitada en casos específicos, y en dosis única y adecuada20.
La prescripción no necesariamente desemboca en la emergencia de
resistencia; hay drogas en las que rápidamente se observó
resistencia (carbenicilina, cefaman-dol, ceftazidima) y otras que
usadas más extensamente, no presentaron un problema de igual magnitud
(amikacina, trimetoprima-sulfametoxazol). Tampoco se relaciona con la
clase o familia de antibióticos; entre las cefalosporinas de tercera
generación ha sido diferente el comportamiento de ceftazidima
comparado con ceftriaxona, cefoperazona y cefotaxima frente a
Pseudomonas, S. pneumoniae y Staphylococcus; o el aminoglucósido
gentamicina, frente al cual Pseudomonas y otros gram-negativos
desarrollaron rápidamente resistencia, contrariamente a lo ocurrido
con amikacina 25. La reserva de antibióticos, para preservar su
actividad, es un concepto incorrecto porque la resistencia no se
deriva de su uso cuando está correctamente indicado.
El uso racional de antibióticos se refiere a aplicarlos como
tratamiento definitivo (basado en un diagnóstico bacteriológico de
certeza), empírico o profiláctico. Si bien lo deseable es conocer
contra quién se lucha, en general se debe indicar el tratamiento
antes de conocer el resultado bacteriológico. En este punto el
objetivo es eliminar los gérmenes potencialmente involucrados antes
que la minimización de la resistencia; en este caso se recomienda
tener en cuenta la localización de la infección. En nuestro medio en
los años 70 se usaba la asociación de cefalotina y gentamicina;
luego se pasó a trimetoprima-sulfametoxazol y colistina;
posteriormente a amikacina y cefaloporinas de tercera generación y en
los últimos años se generalizó el uso de vancomicina y los
carbapenemes.
Un punto muy importante en la estrategia del tratamiento es
reconsiderar el régimen empírico primariamente utilizado, cuando se
tengan los resultados bacterio-lógicos. Debe continuarse con la droga
efectiva pero no persistir con un tratamiento combinado que incluya un
antibiótico demostrado ineficaz para el caso tratado tanto por el
tipo de germen encontrado como por su sensibilidad.
El uso de combinaciones de antibióticos para disminuir la resistencia
es una posibilidad atractiva pero sólo ha sido útil en algunas
infecciones, como en el caso de la tuberculosis y algunas situaciones
que incluyen la asociación de beta-lactámicos de acción
anti-pseudomonas con aminoglucósidos en infecciones por P.
aeruginosa, pero no deben generalizarse. A pesar de que evidencias
clínicas y experimentales demuestran que las combinaciones de
antibióticos pueden prevenir la emergencia de resistencia por
mutación cromosómica, cuando la misma es debida a la transmisión de
plásmidos la asociación de drogas puede tener el efecto opuesto20,
43, 44. Chow et al demostraron que el agregado de un amino-glucósido
no reducía la aparición de BLEE en pacientes tratados con
ceftazidima24. La sinergia en la acción antimicrobiana tampoco se ha
demostrado claramente salvo en situaciones muy puntuales como en el
bloqueo secuencial del metabolismo del ácido fólico que se opera con
el cotrimoxazol y sulfonamidas20, 43, 44.
El uso de un número prefijado de antibióticos especialmente en
algún área del Hospital como las UTI, no reduce la emergencia de
resistencia ya que no todos los antibióticos tienen el mismo
potencial de generar resistencia. La transferencia de gérmenes
resistentes de uno a otro sitio del área asistencial obliga a un
manejo racional en toda la institución. Incluso la rotación de
antibióticos sólo es efectiva si se eliminan y no se rotan las
drogas con alto potencial de resistencia. El uso restringido de
antibióticos con bajo potencial de inducción de resistencia
resultará de gran valor en el control de las infecciones y en la
diseminación de organismos resistentes45.
La tendencia que debe mantenerse es el uso de una sola droga efectiva
y en dosis óptima cuando se identifica al germen productor de la
infección.
La rotación de antibióticos con el objeto que su falta de uso
facilite la recuperación de la sensibilidad a algunos gérmenes ha
sido exitosa en el caso de las cefalosporinas de tercera
generación26. La aparición de resistencia generalizada de Klebsiella
y otras entero-bacterias por la producción de cefalosporinasas ha
sido muy intensa y rápida en el caso de ceftazidima y mucho menor o
inexistente entre otros derivados (ceftriaxona) de la misma familia de
antibióticos26. Rahal et al, en un estudio realizado en Estados
Unidos demostraron que la restricción de su uso redujo la incidencia
de colonización por Klebsiella resistente en casi un 50% en las
áreas generales y en más del 80% en la UTI26. Sin embargo aun en
este caso exitoso la política restrictiva modificó el mapa
bacteriológico de la institución en forma no favorable, dado que
simultáneamente se verificó un sensible aumento de cepas de
Pseudomonas resistentes al imipenem.
La profilaxis antibiótica cuando esté indicada será breve en los
procedimientos quirúrgicos. En general una dosis única en tiempo
adecuado asegura su utilidad en los casos probados y no genera
resistencia adicional46. Existe un trabajo en el que la suspensión
del uso de ceftazidima durante un período de 6 meses como tratamiento
profiláctico en cirugía cardiovascular y su reemplazo por quinolonas
redujo sustancialmente la incidencia de neumonía postoperatoria
producida por gérmenes resistentes45. Esta llamada “crop rotation”
(rotación de cultivos) sugiere que los potenciales beneficios de la
rotación cíclica de los antibióticos pueden deberse a la no
colonización de los pacientes por cepas de gérmenes resistentes;
aún cuando se ha sugerido que la antibióticoterapia podría
intervenir en la patogénesis de la neumonía misma47.
Finalmente, el uso de la decontaminación digestiva selectiva con
antibióticos locales y sistémicos, así como el uso de drogas para
prevenir la colonización de los contactos con Staphylococcus spp. han
mostrado resultados controversiales48-52.
Sea cual fuere la política de antibióticos (restricción de ciertos
antimicrobianos, aumento del uso de otros, estrategias de combinación
con aminoglucósidos, rotación), esta debe estar acompañada de
estricta adherencia a procedimientos de control de infecciones,
difusión adecuada de los datos de sensibilidad bacteriana de la
institución y educación de los médicos y el personal de salud 53.
La educación debe ser basada en el fomento de la aplicación de estas
normas de manera que el médico perciba a las mismas como una
asistencia más que una restricción. Es recomendable suministrar un
rápido feed back a quienes tienen a su cargo la atención de los
pacientes permitiendo a los médicos tomar las decisiones
terapéuticas pertinentes basados en esa información. Esta estrategia
permite una política con menos prohibiciones, menos conflictos y un
compromiso directo del infectólogo responsable del control de
infecciones y del microbiólogo. Por otro lado el reclutamiento de
médicos del personal de la UTI y especialistas consultores de la UTI
como participantes en el programa de implementación de estos
procedimientos aumenta su aceptación54.
En conclusión: las tendencias en los años recientes han llevado a
una reducción del número de pacientes internados en los hospitales y
un creciente aumento proporcional de pacientes internados en las UTI.
Las infecciones nosocomiales en las UTI, entre las cuales la neumonía
ocupa un lugar principal, continúan teniendo alta prevalencia y
presentan creciente resistencia bacteriana a los antimicrobianos. La
resistencia obedece a múltiples y complejos mecanismos que
difícilmente puedan combatirse con éxito si se los enfrenta en forma
aislada.
Es necesario un enfoque multidisciplinario, comprometiendo a los
líderes de los distintos servicios para combatir el problema. A
partir de allí deberían aplicarse las medidas de control de
infecciones, diagnóstico y tratamiento racional, adecuado, con dosis
suficiente, usando la droga indicada para cada caso y políticas de
uso de antibióticos prefijadas. Estas políticas deben considerar el
uso racional, durante un tiempo acotado, la recon-sideración del
esquema inicial, el uso limitado de combinación de antibióticos, la
restricción de uso, la rotación de esquemas, y la limitación del
uso en profilaxis.
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Tabla 3.– El control de infecciones tradicional en la UTI
1. Vigilancia para identificar reservorios
l Pacientes colonizados e infectados
l Contaminación del medio-ambiente
2. Detener la transmisión entre pacientes
l Lavado de manos y asepsia adecuados
l Uso de instrumentos individuales exclusivos
l Aislar a los pacientes susceptibles: confinamiento, presión
negativa, cohortes (pacientes con igual resistencia compartiendo el
lugar físico y/o la enfermería)
l Precaución de barrera (guantes, camisolines) para pacientes
colonizados e infectados
l Eliminar fuentes ambientales de infección; desinfectar el
medio-ambiente
l De ser necesario cerrar la unidad para nuevas internaciones
3. Detener la progresión desde colonización hacia infección
l Discontinuar factores comprometedores en cuanto sea posible
(extubación, extracción de sonda nasogástrica, eliminación de
sondas vesicales cuando sea posible; rotar los sitios de punción;
adecuada desinfección del respirador y cuidado pulmonar)
4. Modificar factores del huesped
l Tratar enfermedades subyacentes y complicaciones
l Controlar el uso de antibióticos (uso de guidelines, restricción,
rotación, combinación o cesación)
5. Promover conductas que reduzcan los riesgos de
infección-colonización
l Educación del personal
l Enfasis en el abordaje del problema por un equipo
multi-disciplinario (infectología, personal médico de la UTI,
servicios médicos de consulta, microbiología, epidemiología
hospitalaria, enfermería)
Fig. 3.– Variación de la incidencia de Staphylococcus aureus
meticilino-resistente (Sa M-R) y Pseudomonas aeruginosa resistente a
imipenem (Pa IM-R) en cepas aisladas en sala general y en la UTI del
Hospital de Clínicas, Buenos Aires. Observación realizada sobre
aislamientos en sala general (238 S. aureus y 211 P. aeruginosa) y
aislamientos en la UTI (72 S. aureus y 70 P. aeruginosa); cifras de
1999 (datos no publicados).
Tabla 1.– Mecanismos de resistencia
1) Alteración en la permeabilidad de la pared bacteriana:
verdadera “expulsión extracelular” (resistencia intrínseca de
los anaerobios y el bajo nivel de resistencia a los aminoglucósidos
del enterococo) y la presencia o ausencia de ciertas porinas o canales
porínicos (alteración de la sensibilidad de Pseudomonas aeruginosa a
los antibióticos beta-lactámicos).
2) Activa producción de enzimas inactivadoras: hidrólisis y
modificación química y subsiguiente inactivación, como se produce
con las beta-lactamasas y las enzimas modifica-doras del grupo
aminociclitol (acetiltransferasa, fosfotrans-ferasas,
adeniltransferasa), provocando la inactivación de las drogas
beta-lactámicas (penicilinas y cefalosporinas) y de los
aminoglucósidos, respectivamente.
3) Modificación del sitio blanco de acción: donde se ejerce el
mecanismo de acción antibacteriano (metabólico y bioquí-mico
intracelular), como en el caso de la mutación de la topoisomerasa que
permite la exclusión de la actividad de las fluoroquinolonas en los
bacilos gram-negativos.
4) Eflujo: cuando el antibiótico penetra en el interior de la célula
y luego es expulsado en forma activa. Este mecanismo puede afectar a
las tetraciclinas y macrólidos. Recientemente se ha descripto en P.
aeruginosa con las fluoroquinolonas.
Tabla 2.– Patógenos nosocomiales emergentes con patrones de
resistencia a antibióticos clinicamente significativos
l Estafilococo coagulasa-negativo meticilino-resistente
l Staphylococcus aureus meticilino-resistente
l Enterococo vancomicino-resistente
l Escherichia coli resistente a ciprofloxacina
l Escherichia coli, Klebsiella pneumoniae y Enterobacter species
resistentes a ceftazidima, cefotaxima, o ceftriaxona
l Pseudomonas aeruginosa resistente a piperacilina, ceftazidima,
cabapenemes o ciprofloxacina
l Acinetobacter species multirresistente
l Stenotrophomonas maltophilia resistente a carbapenemes
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